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Sueños, Son Los Sueños, Fantasias Del Corazon
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Sueños, Son Los Sueños, Fantasias Del Corazon
Libro electrónico87 páginas1 hora

Sueños, Son Los Sueños, Fantasias Del Corazon

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En la vida todos tenemos un anhelo, una ilusin que perseguir y esta es la ma, escribir un libro donde cuente mis historias y algunos cuentos que nos contaba de pequeo mi abuelo materno, Don Valentn Estrada y que nos hacia soar, echando a volar la imaginacin con sus narraciones, como la de Juan borrasquetes, peleando con astucia con tres ogros, o temblando de miedo oyendo la historia de misa de difuntos, donde nos quiere decir que todos los excesos son malos. Y despus ya Dios dir que me hizo reflexionar sobre mi vida personal, y algunas historias ms que llevan la tarea de distraer un poco al lector, sacndolo de la rutina de su trabajo, haciendo un descanso para despus continuar con lo suyo con mis mejores deseos su amigo Armando Cedillo Estrada.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento10 dic 2012
ISBN9781463345365
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    Sueños, Son Los Sueños, Fantasias Del Corazon - Armando Cedillo Estrada

    SUEÑOS, SON

    LOS SUEÑOS,

    FANTASIAS DEL

    CORAZON

    ARMANDO CEDILLO ESTRADA

    Copyright © 2012 por Armando Cedillo Estrada.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, acontecimientos, o lugares es pura coincidencia.

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    ventas@palibrio.com

    436914

    ÍNDICE

    ITZEL

    GRACIAS MAMA

    SOÑANDO CON MELINA

    PIERNAS DE MUJER

    UN SUEÑO CON CAROLINA

    MAÑANA YA DIOS DIRA

    UN SUEÑO CON MORALEJA

    UN PENSAMIENTO DE CARRETERA

    EL EXTRATERRESTRE

    LLUVIA

    LIDIZ

    TIMIDES

    CUENTO

    SUEÑOS

    LA NOCHE DEL FIN DEL MUNDO

    JUAN BORRASQUETES

    LA BRUJA

    UNA SEÑORITA DE BLANCO

    MISA DE DIFUNTOS

    PHILI, LA PRINCESITA DE CRISTAL

    PROLOGO

    Cuando era pequeño (trece o catorce años) conocí a don Julio, con quien trabajé varios años, y de quien recibí muchos concejos y aprendía con sus historias y anécdotas, que me decía le sucedieron a él. Una vez me dijo, entre muchas otras cosas, El hombre nació para aprender del que sabe y a enseñar al que no sabe, vino a este mundo a mejorarlo, a hacer cosas que no habían, a mejorar las que ya hay, y dejar testimonio de lo que hizo. En pocas palabras, un hombre debe, tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro. Para que pueda entrar al cielo sin remordimientos.

    Esas palabras se me quedaron muy grabadas durante toda mi vida. Hoy, que ya soy una persona madura, vuelvo a recordarlas con más fuerza, y meditando, en lo que he vivido, veo que- a Dios gracias- tengo dos hijos, he sembrado árboles, he ayudado al que no sabe y aprendido mucho del que si, y creo que ha llegado el momento de escribir un libro. Este, que he escrito basado en observaciones y experiencias a lo largo de mi vida, y espero que sirvan a alguien para pensar, meditar o siquiera para pasar los ratos de ocio que algunas veces todos tenemos. Con mis buenos deseos.

    Armando Cedillo Estrada

    PREÁMBULO

    LOS CUENTOS DEL ABUELO

    Cuando era pequeño mis padres nos llevaban a mis hermanos y a mí de vacaciones a la casa de los abuelos a un pueblito perdido entre montes lleno de naturaleza, y un río donde nos llevaban a jugar y luego a bañar, pasábamos todo el día corriendo y jugando con los primos de allá, a la hora de desayunar y también en la comida eran unos formidables banquetes, aunque la comida era sencilla no dejaba de ser deliciosa, y por las noches a la hora de merendar que también era un agasajo, nuestro abuelo nos deleitaba contándonos cuentos e historias, y para hacerlo más emocionante algunas veces nos dejaba en suspenso, contándonos el final al otro día mandándonos a dormir emocionados pensando como terminaría el cuento.

    PARA

    MIS

    HIJOS

    DANIEL ADAN

    Y

    LUIS ENRIQUE

    CON

    TODO

    MI

    AMOR

    ITZEL

    Soñé que…

    En mi trabajo me habían mandado a Naucalpan a dejar un carro, y viajaba de regreso en un turibús, iba yo sentado, cuando abordó el autobús una señora alta, delgada, de ojos azules, de pelo rubio y corto con una bebita de aproximadamente dos años y un abrigo negro colgando de su brazo, ella, tenía problemas para mantenerse de pie mientras el autobús estaba en marcha y le pidió de favor a otra señora que viajaba sentada, que le detuviera a la beba, a quien le puso su abrigo negro, mientras ella pagaba su pasaje.

    Aquí me esperas Itzel, no me tardo, le dijo a la beba y se fue, esta señora me pasó a la niña porque ella, ya se tenía que bajar y la sentó en mis piernas, envuelta en el abrigo mismo que yo le doblé para que no arrastrara. Fue entonces cuando observé que la beba era blanquita, de cabello castaño claro, ojos verdes pero su carita estaba arrugada como el de una viejita, pasó un largo rato y llegamos a la Terminal, según yo estábamos en lomas de la herradura, y la mamá de la beba ya no estaba.

    Preocupado me bajé del turibús cargando a la beba y buscando con la mirada a la mamá pero no la encontré, en la sala de espera había una fila no muy larga para recoger la paquetería donde me formé para recoger una soldadora eléctrica y me encontré con mi jefe, su esposa y sus hijas. La señora les decía a sus nenas; ¡Saluden a la hijita de Rolando! ¡Y ellas brincando le gritaban¡ Hola, hola, que bonita!!

    ¿Que hace aquí? Me pregunta. Mi jefe,

    Aquí nada más, vine a recoger este paquete, y se lo mostré, pues en ese momento me lo entregaban. Era un aparato rojo con negro, en forma de mochila grande con ruedas, me despedí y salí a la calle con mi soldadora, el abrigo negro y la beba, aún preocupado por no encontrar a su desaparecida mamá.

    Caminé cuesta abajo, con tanta carga, como extrañé mi vochito pero lo había dejado en Toluca. Mientras con una mano cargaba a la beba y el abrigo con la otra jalaba mi soldadora y platicaba

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