@Estado de coma com mx
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Tras un impacto brutal en un accidente de carretera, Raúl garza, un profesionista regio normal, cae en estado de coma un lapso de tiempo inimaginable…pero regresa.
Esta historia narra cómo fue ese regreso de Raúl a un mundo completamente distinto al que había dejado cuando se accidento.
Con la ayuda y el apoyo de su familia y amigos se recupera lentamente para retomar su vida normal y no solo eso, con su actitud, hasta logra superar sus expectativas, pero nunca falta el prietito en el arroz: su compadre tomas…
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Vista previa del libro
@Estado de coma com mx - Carlos Anibal Sarabia Aguirre
Contenido
DEMORADO
DESPERTAR
EL DOCTOR
SOLO EL PRINCIPIO
DEL OTRO LADO DE LA PUERTA
LA ENFERMERA
DE REGRESO AL PASADO
EMPIEZA LA NUEVA REALIDAD
EL DÍA A DÍA
LA PREGUNTA
CAMBIO DE RUMBO
EL SIGUIENTE PASO
MOMENTOS FUERTES
LA PREPARACIóN
LA HORA CERO
A EMPEZAR DE NUEVO
A LO QUE SIGUE
OTRA ETAPA
EL PRIMERO
AltO en el camino
EL PADRE VICTOR
UNA NUEVA ERA
RETRO
GOLPE DE TIMON
EL BM
EL TIO DE ALICIA
NUEVAS AMIGAS
KARAOKE
RUTINA
EL CAMARO NEGRO
LA RECUPERACION
REENCUENTRO
EL GUAJOLOTE
A MADRUGAR
LAS CLASES
LA QUINTA
COMPLICADO
LA NAVIDAD
AÑO NUEVO
LABOR
DE BUENAS
ACOSO
EL TERRENO
LA NETA
UN TALENTO ESCONDIDO
POR FIN
LA VUELTA A LA MANZANA
LA NUEVA EXPERIENCIA
EL REGRESO
© Carlos Anibal Sarabia Aguirre
© Grupo Rodrigo Porrúa S.A. de C.V.
Lago Mayor No. 67, Col. Anáhuac
C.P. 11450, Del. Miguel Hidalgo
Ciudad de México
(55) 5293 0170
produccion@editorialgrp.com.mx
1a. Edición, 2022
ISBN:
Impreso en México − Printed in Mexico
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio
sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales
Características tipográficas y de edición:
Todos los derechos conforme a la ley
Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar
Corrección ortotipográfica y de estilo: Emilio Antonio Calderón Menes
Diseño de portada: Mauricio Castillo Pernas
Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa, S.A. de C.V.
A:
Lety, Carlos Francisco y Sergio Luis.
Agradecimientos:
Evangelina Sarabia
Ligia Sarabia
Mauricio Robles
José Luis Torres
Lilia Gonzalez
José Luis Flores
Óscar Ortiz Masetto
DEMORADO
Llegué al aeropuerto de Monterrey (Apodaca) con anticipación. Como era mi costumbre, me dirigí al mostrador de Aeroméxico para documentar mi maleta y que me dieran mi pase de abordar. Me dijo la señorita que el vuelo estaba demorado. Muy seguido pasaba lo mismo. Yo siempre he tratado de ir sobrado de tiempo por cualquier contingencia como ésta, pero especialmente hoy sí era importante tomar el vuelo a tiempo, pues tenía que llegar a Morelia y rentar un carro para dirigirme a Uruapan.
Mientras esperaba a que nos llamaran para abordar, compré el periódico El Norte para que se me hiciera más corto el tiempo y así ponerme al corriente de las noticias. Las páginas principales acaparaban la noticia de la muerte de la Princesa Diana de Inglaterra.
Tres horas de retraso me incomodaron, pues alteraban mis planes. Yo había calculado llegar a Morelia pasado el mediodía para rentar un carro y arrancarme a Uruapan todavía con luz natural; pero, bueno, lo peor que podía pasar sería quedarme a dormir en Morelia y al día siguiente salir muy temprano para Uruapan.
Me llamó mi socio preguntándome si llevaba un documento para presentar en la licitación para la construcción de una Planta Tratadora de Aguas Residuales (PTAR) en Uruapan, Michoacán. Yo estaba seguro de que llevaba la documentación completa, pero antes de contestarle quise checar de nuevo en mi portafolios para estar seguro. Ahí estaba el documento, todo estaba en orden.
El negocio iba viento en popa. Teníamos un control de calidad muy estricto y, aunque en realidad éramos algo caros, teníamos mucho trabajo porque los clientes se habían dado cuenta de que nosotros cumplíamos con los contratos en tiempo y forma; además, no batallaban en el tema de las garantías. Mi esposa me recriminaba que trabajaba demasiado, pero a mí no me pesaba, pues me encantaba mi trabajo. Yo sabía que sacrificaba tiempo para convivir con ella y con mis hijos, pero también consideraba que estaba en la edad más productiva y tenía que aprovechar. Los fines de semana eran sagrados y los dedicaba a ellos al cien por ciento, pero realmente yo era papá de fin de semana. Mi objetivo era dar a mis hijos la mejor educación y los teníamos en uno de los mejores colegios de Monterrey. Realmente me esforzaba por tratar de sostener un buen nivel. Afortunadamente, mi esposa es muy sencilla y tranquila; tiene amigas realmente insoportables, fresas, empezando por el modito de hablar…. bueno.
De pronto se interrumpieron mis pensamientos….
−Pasajeros del vuelo 586 con destino a Morelia, favor de pasar a abordar por la puerta cinco −anunció una anónima voz
femenina.
Entramos en la dinámica del abordaje y de ahí en adelante todo fue normal.
Llegamos a Morelia con 3 horas y media de retraso y cuando fui a recoger mi maleta entré en la disyuntiva de si me quedaba a dormir en Morelia o me arrancaba a Uruapan.
Mientras esperaba mi maleta, le llamé a Karla para avisarle que había llegado bien. Le pregunté por los niños; dijo que todo estaba normal. De hecho, éramos una familia normal.
Eran aproximadamente dos horas y media de Morelia a Uruapan por tierra. Hice cuentas mentalmente y decidí rentar un carro y salir hacia Uruapan. Me iría tranquilo, aunque sabía que me iba a tocar manejar de noche; idea que no era de mi agrado, pero, por más tarde que llegara, serían las nueve y media o diez de la noche.
−Buenas tardes, señorita, quiero rentar un carro
−Buenas tardes, señor, ¿piensa en algo en especial?
−Sí, si tiene un Jetta, estaría perfecto.
La señorita checó su lista, hizo una llamada por el radio y me dijo que tenía uno nuevo, listo para entregarse.
−Está bien señorita, ese mero.
Pagué con la tarjeta de crédito y le pedí una factura a nombre del negocio.
−Se lo entregan a la salida de la puerta dos, a la derecha en el módulo que dice Auto-Rent.
−Muchas gracias, señorita.
Salí por la puerta dos siguiendo las instrucciones de la señorita y ya estaba un joven esperándome para entregarme el carro. Casi como recitación me dijo:
−Está nuevecito, señor −mostrando gráficamente cada detalle− tiene tapetes, llanta de refacción, gato, llave de cruz, los cuatro tapones y ni un solo rayón. En la guantera está la póliza del seguro. ¿Está usted de acuerdo?
−Sí, joven, no hay problema.
−Por favor firme aquí… aquí tiene su copia y sus llaves.
Que le vaya muy bien.
Me subí y recuerdo que tenía ese olor tan característico de los carros nuevos. traía veintiocho kilómetros.
Eran como las seis de la tarde y no sabía si pararme en algún restaurante o comer algo de ´pasadita´…. me decidí por lo segundo y empecé a buscar un Oxxo. Compré un sándwich, unos choco roles y una coca, por aquello del sueño.
Tomé carretera a eso de las siete de la noche y pensé en conducir relajado… ¿cuál era la prisa? Mejor disfruta del viaje
, pensé. Prendí la radio y busqué una estación de rock en FM; me acomodé en el asiento me encanta manejar en carretera.
Como todos los Jettas, sentía el carro bien y, como estaba nuevecito, era garantía de seguridad.
Llegó la hora cero, que es cuando pasas de los cuartos a prender las luces, y seguí mi camino a una velocidad moderada, pero constante. Siempre he sido de la idea de manejar de día, puesto que puedes ver la carretera a kilómetros de distancia. de noche solo puedes ver lo que alcancen a alumbrar las luces, aunque traigas las largas… aunque, aun siendo de día, siempre prendo las luces largas para que me vean.
En la estación de radio estaban pasando mi canción favorita en ese momento, Bitter Sweet Symphony de The Verve, y al terminar el locutor estaba platicando la historia de que había sido plagiada de una versión instrumental cuando, en un pestañeo:
El impacto fue brutal… simplemente no vi al toro o caballo negro que estaba en medio de mi carril, justo frente a mí. No pude hacer nada.
DESPERTAR
Al día siguiente desperté con la sensación de haber descansado muy a gusto. Realmente me sentía recuperado y satisfecho, tomando en cuenta que siempre he batallado para dormir, aquella noche sí descansé bastante bien.
Cuando abrí los ojos estaba en mi recámara, pero estaba decorada de diferente manera: en un sillón estilo reposet estaba una señora mayor leyendo una revista. Mientras bostezaba y me estiraba, dije:
−Buenos días…
La señora se paró incrédula y se le llenaron los ojos de lágrimas; empezó a gritar dirigiéndose hacia la puerta:
−¡Despertó, despertó!¡¡Raúl despertó!!
La voz de esa señora me parecía familiar, pero por la modorra, no la pude reconocer. Quise incorporarme, pero no pude; algo me fallaba, algo me faltaba, como si estuviera amarrado a la cama.
En eso, entró como centella una mujer como de cincuenta años llorando; yo no entendía nada. Pensé que estaba en un hospital, pero no, estaba en mi recámara, de eso sí estaba seguro.
Pero, ¿quienes eran aquellas personas?
La mujer de cincuenta años estaba hincada a un lado de la cama y no podía dejar de llorar. De repente se paraba, tomaba mi cara entre sus manos y volvía a hincarse para seguir llorando. Sólo oía que ambas decían gracias, Dios mío
.
Sentía hambre, y sobre todo necesitaba un café para despertar del todo bien y poder coordinar. Dirigiéndome a la señora joven, dije:
−Tengo hambre, ¿me regala un café?
Los ojos de la señora me veían incrédulos. La señora mayor la jaló hacia la puerta y oí claramente que le dijo hay que llamar al doctor; por lo pronto, deja correr las cosas para que vaya asimilando
. La señora joven sólo asentía con la cabeza, pero no podía dejar de llorar. Salió de la recámara gritando algo así como Cali, Cali.
No tenía cabeza para pensar ni analizar nada; tenía mucha hambre y me urgía un café. Sentía la boca seca.
Se quedó conmigo la señora mayor; me veía y sólo decía, llorando, gracias a Dios
. Esa voz, esa voz yo la conozco
, pensaba. La señora se me hacía muy familiar, pero no me quise desesperar. Llegó la señora joven con una charola, con un desayuno sencillo, pero noté que temblaba; casi no podía sostener la charola. Me llamó mucho la atención que me sirvió el café negro y medio vaso de agua a un lado. ¿cómo sabía ella que tomaba así el café? tenía flojera para pensar, preguntar, razonar.
Terminé de desayunar y de repente me acordé de la licitación; era muy importante para el negocio. Les pedí por favor que me prestaran un teléfono para hablarle a mi socio, y la señora mayor me dijo:
−No te preocupes por nada. Ahora, todo es confuso para ti, pero es cosa de tiempo.
Fue ahí cuando caí en la cuenta de que estaba acostado en una cama de hospital y tenía conectados unos tubos intravenosos. Además, había unas pantallas como monitores. No entendía nada.
EL DOCTOR
Al poco tiempo llegó el doctor. Pidió a las señoras que, por favor, lo dejaran sólo conmigo y cerró la puerta de la recámara.
El doctor se veía como una persona pulcra y alineada: el olor de su loción inundaba toda la habitación y aparentaba mucha seguridad y paz interior. Tendría unos 65 o 70 años, de complexión rellena y pelo entrecano.
Empezó con la rutina de tomar mis signos vitales; me ayudó a incorporarme poco a poco, con toda la paciencia del mundo, para pasar el estetoscopio por mi espalda y checar mis pulmones y me revisó los ojos con la lucecita; pero lo que más me llamó la atención fue que sacó un aparato parecido a una pequeña pistola y lo puso en mi frente; al ratito, la pistola pitó.
Yo pensé ¡qué raro!, ¿qué es eso?
, parecía que estaba en otra dimensión.
El doctor me dijo:
−¿Cómo te sientes?
−Muy bien, doctor, pero ¿Por qué estoy en esta cama? ¿por qué estoy con suero intravenoso? El doctor, muy conciliador, me dijo:
−Shhhhh, calmado hijo. Te explico: soy médico general y también psicólogo. Soy amigo de la familia desde hace mucho tiempo, pero quiero que te pongas en «punto muerto», porque vamos a entrar en un proceso de recuperación muy complicado…
Mientras el doctor hablaba, sonó un timbre o una especie de alarma, proveniente de su ropa. Sacó una especie de laina gorda luminosa ¡y empezó a hablar! Me quedé con el ojo cuadrado. Cuando dejó de hablar le dije:
−¿Qué es eso?
En tono, de nuevo, conciliador, respondió:
−Ya te dije que vamos a entrar a un proceso de adecuación y actualización poco a poco.
−Pero ¿adecuación y actualización de qué? No entiendo nada, ¿quiénes son esas señoras? ¿por qué esta decorado así mi cuarto? ¿qué es esa laina por la que usted habló? ¿qué chingaos pasa?
Vi que el doctor inyectó un líquido en el frasco del tubo intravenoso; imaginé que era un calmante.
−Sé que tienes muchas preguntas por favor, no te desesperes; la verdad es que va a ser un proceso largo y doloroso para ti y tu familia.
SOLO EL PRINCIPIO
−¿Qué es lo último que recuerdas?
−Doctor, disculpe; no quiero ser grosero, pero tengo que saber qué pasó con la licitación de Uruapan. De hecho,
ahorita debería de estar ahí concursando… no sé por qué estoy aquí… −de un momento a otro me sentí muy relajado.
−Por favor, no te preocupes por la licitación. Ya lo arregló Javier, tu socio −pacientemente, el doctor volvió a preguntar− ¿Qué es lo último que recuerdas? Por favor, pon tu mente en blanco. Concéntrate en mis preguntas y contesta como quieras o como puedas. Te voy a ir explicando la situación poco a poco, pero necesito que me prometas paciencia y prudencia ¿estamos? Cierra tus ojos, respira hondo y concéntrate: ¿Qué es lo último que recuerdas?
Seguí las instrucciones del doctor, puse mi mente en blanco, le di un sorbo a mi café, cerré mis ojos y por último tomé una actitud receptiva, pero tenía mucha inquietud de la situación en la que me encontraba. Cada vez entendía menos le dije al doctor que ya estaba listo.
−Va de nuevo: ¿qué es lo último que recuerdas?
−Ayer tomé un vuelo de Monterrey a Morelia y renté un carro para viajar de Morelia a Uruapan, para participar en una licitación muy importante. Venía oyendo mi canción favorita y el locutor hacía una reseña; decía que fue plagiada, o algo así. Recuerdo algo como muy fuerte y me Dormí… hasta ahora, que me desperté.
−¿En qué año estamos? −preguntó él.
−Ja, ja, já, por favor, doctor; ya estoy bastante preocupado como para que me esté haciendo