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Cuaderno de Bitacora
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Libro electrónico246 páginas1 hora

Cuaderno de Bitacora

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La idea que la gente tiene de nosotros marítimos, especialmente de aquéllos que como yo trabajan a bordo de los barcos de crucero, es de viajar por el mundo y tener una vida aventurosa, pero en realidad no hay nada de más equivocado. Fueron tiempos duros y tristes para me y lo único con que hablaba y me desahogaba cada tarde era mi diario. Era lo único con que hablaba a corazón abierto y contaba todo de mí, sin ningún secreto o vergüenza. No sé si rehiciera todo esto teniendo la posibilidad de volver atrás. Es verdadero que los barcos me han dado dinero con que he podido hacer mis inversiones, poder y carrera en el ámbito hotelero, pero el precio que he pagado ha sido en todo caso muy alto. Mi personalidad es cambiada como por lo demás mi identidad. Me hice falta por muchos años el soporte de mi familia. Esta es la cosa que más añoro. Continúo siempre a trabajar a bordo, pero los contratos son mucho más breves, cuatro meses solamente con dos de vacación. En pocos años tengo intención de dejar los barcos, tratando de buscar un trabajo a tierra. No quiero desanimar con este libro a las personas a emprender la carrera marítima, como yo he hecho, pero quiero sólo destacar la importancia de la familia. ¡Los años perdidos con nuestros familiares no vuelven cierto atrás!
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jul 2014
ISBN9788890962691
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    Cuaderno de Bitacora - Michele Villanova

    Terminado de ser imprimido el 16 Junio 2014

    Primera Edición

    Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares y hechos o son el producto de la imaginación del autor o se utilizan ficticiamente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas o acontecimientos reales es pura coincidencia.

    Código ISBN 978 – 88 – 909626 – 9-1

    Copyright 2014 Michele Villanova

    Cuaderno de Bitácora

    Trabajo y pasiones en dieciocho años pasados  a bordo de los barcos de crucero

    Michele Villanova

    Traducido por Marco La Mesa

    A Mi Familia,

    A Rabbinald

    A mí querido amigo Pasquale,

    Cuya alma pueda descansar en paz.

    PRÓLOGO

    Creo que la mayor parte de ustedes me considera ser muy afortunado a causa de mi trabajo. Un trabajo que en casi dieciocho años me ha dado la posibilidad de visitar ampliamente el mundo y sobre todo de conocer nuevas personas y culturas. 

    Esa  es  la idea  que la gente tiene  de nosotros los marítimos, especialmente de aquellos que como yo trabajan a bordo de los buques de cruceros, pero en realidad no hay nada que es  más equivocado.

    La idea de escribir este libro nació aproximadamente hace tres meses, durante mi último embarque antes de las vacaciones, hablando con algunos de mis colegas a bordo de los tiempos pasados durante una cena. Desde entonces muchas cosas han cambiado. 

    Hoy hay más ordenamientos inherentes a los horarios de trabajo, la duración de las vacaciones entre un embarque y otro y sobre todo se ha obtenido más respeto por  la persona en cada individuo.

    Los buques para mí han sido maestros de vida, me han dado la posibilidad de conocer mejor yo mismo y forjar mi carácter y sobre todo le debo a los buques si he coronado mi sueño de poseer una casa toda mía y de poder vivir en otra parte del mundo. 

    ¡Pero sólo Dios sabe el precio que he tenido que pagar por este! He sufrido mucho la soledad, he tenido que lidiar con personas que han herido mis sentimientos, lejos de mi familia a la cual no podía pedir ayuda y de la cual sobre todo intentaba de escapar, imputando a todo y todos de ser la causa de la situación del momento.  

    Al mismo tiempo también he encontrado unas personas amigas, cuyo recuerdo lo traigo todavía hoy en mi corazón.  

    El  único con el que hablaba y me franqueaba  cada noche era mi diario.  Era el único con el que hablaba a corazón abierto y le recontaba  todo de mí, sin ningún secreto o vergüenza. El septiembre pasado me encontraba en Baliwag, en el norte de las  Filipinas, donde vivo y lugar donde he terminado este libro.

    Estaba haciendo el traslado por mi  casa vieja  hacia la nueva y abriendo las diferentes cajas,  he reencontrado todos mis diarios, desde el  primer  de septiembre 1997, el año en que he empezado a trabajar a bordo.

    Era  un chico tímido, siempre unido a las faldas de mi madre y con la mentalidad que lo que decía mi padre era algo sacrosanto. 

    Pensaba sólo al trabajo y al estudio y todos ignoraban mi sueño de tener una familia toda mía, una familia distinta del normal, sin ninguna especie de perjuicio. 

    Después de  dieciocho años ese sueño por fin se ha realizado  y es aquí en Baliwag que he construido mi familia y donde vivo, hace seis años. He releído todos mis  diarios  y fue  como si hubiera revivido de nuevo estos últimos dieciocho años. 

    Cuando regresé  a bordo, he tenido todo impreso en mi mente y después de aquella cena, comencé la elaboración de este libro, con el fin de compartir  con todos ustedes mis  experiencias que no siempre fueron agradables y que la realidad era muy diferente de la actual.

    No sé si repetiría todo eso  habiendo la posibilidad de volver atrás. Es cierto que los buques me han dado dinero con que he podido hacer mis  inversiones, poder y carrera en el  campo  hotelero, pero el precio que he pagado, sin embargo, ha sido  muy alto.

    Mi personalidad ha cambiado asís del resto mi identidad. Me ha faltado por muchos años el soporte de mi familia. 

    No he podido asistir a ninguna ceremonia familiar y asistir mi padre por dos veces, en fin de vida en el hospital. Esta es la cosa que lamento de más. Todo el odio que era en mí está por fin calmado y he comenzado a vivir la segunda parte de mi vida con más serenidad. Sigo siempre a trabajar a bordo, pero los contratos son mucho más cortos, solo cuatro meses y con dos de vacaciones. 

    Pienso retirarme aquí en  Baliwag en  pocos años, tratando de encontrar un trabajo en tierra para mantenerme ocupado y al mismo tiempo ocuparme de  mis maravillosos gatos. Han sido años duros que sin embargo han dado sus frutos.  

    No quiero desalentar con este libro las personas a emprender la carrera marítima, como he hecho yo, pero sólo quiero destacar la importancia de la familia. ¡Los años perdidos con nuestros familiares no vuelven cierto atrás! 

    Michele Villanova

    Capítulo I

    Ya han pasados casi dieciocho años, pero todavía lo recuerdo como si fuera ayer aquel primero septiembre del 1997, día en que he empezado mi vida a bordo de los barcos de crucero. 

    Todo inicio una tarde de julio mientras fui por la noche, trabajando en  mi turno como portero en el  apartotel Parco Salario en  Roma.  Apenas acabé la escuela superior para intérpretes y traductores,  y aunque ya tenía un trabajo, estuve  continuamente a la búsqueda de otro, de una solución para poder irme  de mi  casa e iniciar a vivir mi vida en el modo en que siempre había  querido y deseado.

    Esta mi decisión además era  dictada en aquel tiempo por una situación familiar y económica no muy floreciente. Mi padre se había  metido  en deudas hasta el cuello, por elecciones equivocadas y demasiada confianza en lo próximo, y  había arrastrado en el abismo a la familia entera. Se dice que pasar  del mal al bien  nos  acostumbramos  fácilmente, pero es el caso contrario como el mío, que deja perennemente las señales por los años a venir y que te hace entender y apreciar las cosas en el entero de su valor. 

    Compré el Messaggero, cosa que ya hacía  habitualmente cada viernes cuando publicaban  los anuncios de trabajo, y  estaba hojeándolo sentado al banco de la recepción. Mi sueño era llegar a ser un auxiliar de vuelo, sueño que todavía tengo hoy, que desafortunadamente para  mí no podrá jamás realizarse a causa de la edad. Hojeando las páginas de los anuncios, he aquí que mis ojos notaron  en un pequeño panel a bajo que  una sociedad de catering con sede a Génova estaba seleccionando  personal de insertar en la propia plantilla para colocarlo a bordo de los barcos de crucero.

    Eran  los años en que el mito de Love Boat todavía estaba  vivo y encendido en la mente de los italianos, se publicitaban  cruceros en continuación, años en que las grandes compañías de cruceros  italianos iniciaron a varar  los grandes barcos.

    Decidí  de escribir el número de fax sobre un trozo de papel con la intención de mandar mi currículo la tarde siguiente.

    Y así hice. Llegado de nuevo al Parco Salario por mi turno de trabajo, hacia la una de la madrugada, marqué el número de fax y lo mandé.

    No tuve muchas esperanzas en mí, ya que había recibido hasta entonces siempre respuestas rechazos de todas las sociedades o compañías a los que solicité empleo.

    El fax imprimió luego sobre papel térmico el recibo de la transmisión. Lo además estaba  hecho, tenía  sólo que  esperar una eventual llamada. 

    La mañana siguiente hacia las nueve, mi celular sonó. Contesté y una señora llamado Helke, con fuerte acento alemán, me dijo que había  recibido mi currículum y  que lo había encontrado  interesante y me invitó por un coloquio a Génova en cuanto posible. 

    La cosa me asombró y  me dejó perplejo al mismo tiempo, también porque no me esperaba  que tomaran tan pronto contactos conmigo. 

    Le contesté que habría pensado un poco y  que Génova estaba  bastante lejana de Roma y que con los turnos por la noche no habría logrado presentarme al coloquio. 

    Helke me contestó de contactarla en cualquier momento en el caso hubiera cambiado idea y me dejó su número privado. 

    Aquella mañana  cuando volví  a mi  casa por mi turno de descanso, no logré dormir, pensé y repensé que quizás aquélla habría sido la ocasión justa para ir e iniciar a vivir mi vida. 

    El único problema era  ir a Génova y hacerse reemplazar por dos días en el  Apartotel. Hablé con Roberto, uno de mis colegas de trabajo y le pregunté de cubrir mis turnos por dos días, diciéndole que habría debido ausentarme  por un par de días sin dar demasiadas explicaciones. Roberto contestó mi solicitud. 

    Volví a llamar Helke y fijé la cita. Estuvo muy contenta de mi llamada. 

    Me comunicó todas las informaciones necesarias y el lugar para  la prueba de selección. 

    Además les dije a mis padres que tenía que partir por un par de días por una entrevista de trabajo. La mañana siguiente cogí el tren por Génova, dónde allí llegué en la primera tarde. 

    La primera cosa que hice fue buscar un hotel por la noche y logré encontrar uno cerca de  Piazza  Príncipe, pero más que un hotel, lo definiría una pensión  de  poco precio. 

    Era  lo que podía  permitirme, por cuyo no tenía al final  una  gran elección. 

    Arreglé mis cosas decidiendo  también dar una vuelta al puerto, porque era  mi primera visita de la ciudad, siempre pensando  del día después.  La noche fue larga e insomne, planeando cómo comportarme durante la selección y los eventuales coloquios. 

    Por fin la mañana llegó. Bajé a la recepción a buena hora, pagué la cuenta y fui a un bar allí cercano para desayunar. 

    Por  fin cogí un taxi en dirección de vía Dei Marini, que era  la dirección que Helke me dio.  Llegado a destino, me encontré en un sitio que no me esperaba. 

    Estuve en una especie de dársena portuaria con camión continentes yernos comestible  de todos  los  lados, con un exagerado tráfico de fork-lifts en todo el  sitio.

    Casi tuve el temor de encontrarme en el lugar equivocado.  Abrí mi bolso y controlé de nuevo la dirección para estar seguro de encontrarme en el sitio justo. 

    Luego también vi a otras personas que estaban  reunidas allí y creo en mi misma situación.

    Me acerqué a una chica y  pregunté si por casualidad se encentraba  allí por el coloquio.

    La chica con una sonrisa me dijo que sí, por cuyo yo me  puse en cola  con el grupo y a todo junto pasamos por la plaza para subir luego a la tercera planta, si no recuerdo mal.

    Aquí se encontraban las oficinas de la compañía de catering con que tomé contacto. 

    En total estuvimos acerca de una quincena.

    Nos hicieron acomodar en una habitación alrededor de  una grande mesa rectangular.

    La Señora Helke se presentó y nos comunicó algunas informaciones de carácter general inherente a la compañía armadora con que habríamos tenido que trabajar en la posición  de recepcionistas, una vez superada la prueba de  selección. 

    La primera cosa que algunos de nosotros preguntaron, como por lo demás podía  parecer natural, fue la remuneración salarial. 

    Mil y cincuenta dólares americanos por el primer contrato, equivalentes a algo más de un millón y seiscientos mil de las viejas liras. 

    Mi salario a la época era  de un millón y doscientos  mil liras, por cuyo el sueldo ofrecido por mí ya era  más que bastante, considerando que tenía  ya empeñado  ochocientos  mil liras al mes por tres años para devolverlas a Findomestic. Enseguida dos candidatos se levantaron y  se fueron diciendo que no estaban  interesados.

    Dentro de mí pensé: Mucho mejor, por lo  menos tengo algunas posibilidades  más.  Iniciamos luego la prueba de selección real, en otras palabras,  aquella de conocimiento de los  idiomas  extranjeros.

    Nos dieron un texto de traducir bastante simple inherente a la descripción del nuevo barco de la compañía armadora que solicitó la selección. Luego pasamos a la prueba oral con una serie de conversaciones atadas en el  ámbito hotelero en inglés, francés y alemán  o español. 

    Me sentía  bastante seguro de aquel punto de vista ya que experiencia hotelera ya la tenía, como por lo demás un bueno conocimiento de los tres idiomas.

    Aprender los idiomas  extranjeros siempre ha sido  mi pasión desde las escuelas superiores y al momento puedo hablar  y escribir correctamente cinco idiomas.

    Llegó la hora de almuerzo y la conclusión de las pruebas. La última  cosa  que quedaba,  era  un coloquio individual con Helke. 

    El almuerzo fue a nuestra carga y nos dijeron que en las vecindades se encontraba  un bar donde habríamos podido comer  bocadillos si quisiéramos. 

    Hacia las dos y treinta de tarde, volví  a la oficina para sustentar por fin el último coloquio, antes de recoger  el tren hacia  Roma. 

    Me hicieron acomodar en una habitación, dónde con Helke estaba sentada una  otra persona, una mujer de acerca de treinta y cinco, cuarenta años, alta, y esbelta que sin duda no sería pasada inobservada a los ojos de nadie. Su nombre era  Verónica.

    Ella fue muy  amable, me invitó a sentarme e empezamos  nuestro coloquio.

    Me preguntó si tenía  un motivo particular para querer embarcar y como me esperara que fuera la vida a bordo de un barco de crucero.

    Mi respuesta fue  clara y concisa: ¡Creo que sea  muy diferente  de Love Boat! Verónica me contestó con una sonrisa: Este indudablemente". 

    El coloquio duró por acerca de quince, veinte minutos, con la usual frase de despedida: Le haremos saber lo más pronto posible,  cosa de una semana. 

    Entre yo pensé: ¡He aquí otro agujero en el agua! "¡Pude al menos ahorrarme el dinero del billete y evitar pérdidas de tiempo! Me despedí de ellos, bajando  de nuevo en el primer piso  y cogí un taxi en dirección de Piazza  Príncipe nuevamente  para coger el primer tren hacia  Roma. 

    Esperé acerca de una hora en la estación de Génova. Pensé y repensé a todo lo que hice y contesté, convenciéndome que esta vez  había pasado la entrevista.

    Una semana era  larga de esperar, pero no podía  hacer nada. Nunca  he sido  un tipo paciente y  también hoy  para  mí  cada espera, también  de un solo minuto, me pone enervante. 

    Cuando el tren llegó en proximidad de Civitavecchia, mi celular sonó. 

    ¡Sabía que fue Helke, no podía  ser de otra manera, no esperaba  otras llamadas, hice de todo para pasar aquella selección! 

    Me merecía  una mención por todo eso. Contesté, y era realmente Helke que me comunicó de haber  superado todas las pruebas de selección y que se habría hecho sentir sucesivamente con otras  puestas al día.  Interpreté  por fin todo eso como  una señal de la suerte, la reconquista de situaciones precarias que caracterizaron mi vida oscura en aquellos años, la respuesta para  todas mis frustraciones.  Llegué a casa y no dije nada a ninguno porque tenía  que volver en al  apartotel para turnar por la noche.

    Mi madre me preguntó cómo había ido el coloquio y le contesté que habría recibido  noticias en el arco de una semana o abajo de allí.  Aquella tarde en mi  trabajo fui bastante alegre y relajado, de buen humor  come no me sucedía  de algún tiempo.

    Lo peor era pasado, la selección quedó bien, se estaban abriendo las puertas a una nueva vida y carrera.

    ¡Tenía sólo  que esperar!  Habría tenido que acabar  mi  turno por la tarde a las seis de la mañana siguiente pero alrededor de las once  Roberto me llamó por teléfono preguntándome de reemplazarlo por el turno por la mañana, ya que tuvo un empeño repentino.

    Acepté, ya que ya le debía un favor. 

    A las nueve de la mañana he aquí que el  celular sonó de nuevo. Esta vez  era la señora Verónica que me comunicaba  la fecha de embarco por la semana próxima. 

    Quedé petrificado porque no creía  que todo eso pudiera ocurrir tan pronto. 

    Manifesté naturalmente mi apreciación  y contesté que no pudiera embarcar si no en  un mes de distancia, ya que tenía  que dar las dimisiones de mi trabajo actual, siendo a regular contrato. 

    Verónica fue muy comprensiva y me dijo que no hubo problema y que lo primero de septiembre habría tenido que embarcar en el puerto de Bari.  Llamé mi padre al trabajo y le dije que había sido empleado  y que ya recibí la confirmación y la fecha de embarque.

    Me preguntó si tuviera intención de aceptar.  Mi respuesta fue un limpio y decidido, sin pensar  dos veces. 

    Hubo un instante de silencio del otro lado del teléfono.

    Mi padre probablemente entendió que también llegó para mí el momento de alejarme de casa. Fabricio, el director del apartotel no tomó de buen ojo mi solicitud de dimisiones.

    Casi me suplicó de quedarme, pero rechacé. Aquel mes de agosto pasó en un golpear de ojo.  Fui una vez más a Génova, esta vez  con  el coche y Mario, mi cuñado me acompañó.

    Tuve de nuevo un encuentro con Verónica por los últimos detalles y para obtener  la dirección de la casa de moda dónde retirar mis uniformes antes del embarco.

    Además me comunicó informaciones sobre los procedimientos de seguir y sobre la documentación de bordo necesaria. 

    Como siempre Verónica fue muy gentil y tolerante y también

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