El Pordiosero De La Navidad: Leyes Y Secretos De La Vida
Por Ramón G. Guillén
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Ramón G. Guillén
Ramón G. Guillén. Mexicano con nacionalidad estadounidense. Escritor, filósofo, poeta, compositor de canciones y poesía, amante a la pintura, música y canto. Escritor de varios libros. Cuando no está sentado al piano componiendo música, disfruta trabajando en el jardín de su casa, o en su escritorio dándole los últimos toques a los libros que está por publicar. Actualmente trabaja en su siguiente libro: “Un Amor Entre la Gloria y el Purgatorio”
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El Pordiosero De La Navidad - Ramón G. Guillén
Copyright © 2015 por Ramón G. Guillén.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2015916317
ISBN: Tapa Dura 978-1-5065-0891-7
Tapa Blanda 978-1-5065-0890-0
Libro Electrónico 978-1-5065-0889-4
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 07/10/2015
Palibrio
1663 Liberty Drive
Suite 200
Bloomington, IN 47403
CONTENTS
Dedicatoria
Prólogo
Capítulo 1 EL ENCUENTRO
Capítulo 2 LA NAVIDAD
Capítulo 3 UNA MANO AMIGA
Capítulo 4 EL AÑO NUEVO
Ramón El Loco
El Rico Y El Pobre
Como Yo Engañé Un Día Al Diablo
Tratando De Escapar De La Muerte
Vendiendo El Alma Al Diablo
El Mal Que Tú Haces Se Te Puede Volver A Ti
El Muerto
El Señor Y La Esposa Joven Adolescente
Ramón El Hereje
DEDICATORIA
E ste libro, lo dedico a todos aquellos que buscamos vuestra vocación y nos encontramos en un mundo de tinieblas sin saber cuál es. A todos aquellos que después de muchos años de lucha por vuestra vocación al final hemos fracasado por los golpes y las circunstancias de la vida. A todos aquellos que después de fracasar aún tenemos la esperanza viva en nuestro corazón, a todos aquellos que después de fracasar aún tenemos el coraje, la fuerza, la voluntad y la valentía de seguir adelante buscando y luchando por lo que queremos sin rendirnos. A todos ellos con amor dedico este libro.
Ramón G. Guillén
PRÓLOGO
E n esta obra, encontraremos una filosofía de superación espiritual, moral y de autoestima que cambiará la vida de muchos de nosotros, y al terminar de leerla, ya no seremos los mismos de ayer, porque mucho se filtrará en nuestra mente consciente y subconsciente, y algún día, y sin saber cuándo; reaccionaremos según este libro, para nuestro bien y el bien de los demás. En esta obra, encontraremos una historia de soledad y de esperanza, de amor y de mensaje si le abrimos la puerta de vuestra mente, de vuestra concentración, de vuestra meditación y de vuestro corazón al Pordiosero de la Navidad
.
Ramón G. Guillén
CAPÍTULO 1
EL ENCUENTRO
E ran las ocho de la noche, cansado y muy fatigado caminaba hacia mi auto. Había sido un día de mucho trabajo en la tienda, vendiendo, tratando con mucha gente, y lo más difícil de haber estado mintiendo; dando sonrisas y tratando bien a la gente sin sentirlo. Se me hacía imposible que se terminara el trabajo, la tienda estaba llena de personas, unos llegaban y otros se iban, ya no podía estar allí por el dolor de cabeza que traía, sentía que iba a estallar. Sabía también que era imposible que me dejaran salir; a menos que rechazara el trabajo. No tenía el deseo de estar allí un segundo más, el trabajo no me importaba, ya que lo que me pagaban no era gran cosa, pero sentía mal abandonarlos en ese momento. Pues era la noche de Navidad, una de las noches más ocupadas del año por lo mucho que se vendía en la tienda; ya que mucha gente deja para el último día lo que tiene que comprar para regalar. Me encantaba la Navidad, sus adornos y la música navideña que ponían en la tienda, el árbol grande lleno de luces y de esferas de todos colores, el nacimiento grande de José y María, y el espíritu navideño de todo el personal de la tienda, pero, era una de las noches del año que yo más odiaba, ya que la noche de Navidad no me gustaba. Porque sabía que al llegar a mis cuatro paredes: ¡soledad me esperaba, y me envolvería en sus garras, y con sus uñas más afiladas que nunca, me destrozaría el alma y el corazón!
Y otra vez en medio de esas cuatro paredes, lamentaría mi suerte y mi soledad, y me daba mucha tristeza estar tan solo. Pues hacía muchos años que soledad había llegado a mi vida, y en realidad, ya no sabía si le despreciaba o la amaba. Y muchas noches en mi desesperación, cuando soledad me abrazaba el alma, y con sus uñas me la desgarraba; y con el aliento de sus cálidos besos hacía que se apoderara de mí el temor y la tristeza: salía y vagaba por toda la ciudad, buscando el amor que sabía que me esperaba: pero; ¡no sabía dónde se encontraba!
Cuando regresaba, después de haber caminado por esos caminos sin saber a dónde iban y a dónde me llevarían: ¡soledad me esperaba ansiosa y celosa para darme su cuerpo de conformidad, y en nuestra intimidad, me decía acariciándome el oído con sus labios tormentosos que el amor no existía para mí! ¡Oh, no hay dolor más grande qué el estar tan joven y tan solo, sin un amor, sin un amigo! ¡No hay tristeza más grande qué el darse cuenta que va pasando el tiempo y la juventud, sin un amor, sin una ilusión! ¡Sentía el pesar más grande el no tener con quien conversar, cuando el fantasma cruel del temor me visitaba en mis cuatro paredes, y con su voz cruel martirizaba mi alma y mi corazón!
Por fin, empezó a desaparecer poco a poco la gente hasta que quedó solo el almacén; me mandaron a cerrar la puerta de enfrente y a poner el anuncio que decía cerrado
. Entregué las llaves, me despedí, y salí por la puerta de atrás.
La calle estaba oscura, y de vez en cuando pasaba uno que otro auto que iluminaba la calle. Sentía un gran descanso dentro de mí, como si me hubieran quitado una carga muy pesada de encima.
Caminaba, y a la distancia de unos quince metros, vi a un hombre acostado en el suelo, a un lado de la acera por donde iba a pasar, frente a una puerta grande de uno de los tantos edificios viejos y abandonados que hay en el centro de la ciudad: pero que sirven de casa y refugio para los desamparados, para los vagos y para los borrachos que hay por allí.
Su mirada estaba fija en el cielo, como contando las pocas estrellas que se veían, ya que por tanto humo que hay en la cielo por la contaminación del trafico no permite que se vean todas las estrellas.
Traté de irme por el otro lado de la acera, ya que estaba cansado de las tantas veces que me habían parado muchos borrachos para pedirme monedas para comer o para comprar más licor, pero, no sé si fue una fuerza misteriosa o la curiosidad la que me arrastró a pasar por allí.
Era un hombre de estatura mediana y delgada, de barba grande y desarreglada, de pelo largo y ondulado, su edad era de entre cincuenta a sesenta años de edad, vestía un traje viejo de color negro y parcheado de algunos lados. Cuando se percató de que me acercaba hacia él; empezó a mirarme como el puma mira a su presa: calculador y paciente. Pasaba cerca de él, cuando me dijo:
—Buenas noches, es una noche muy hermosa, ¿verdad?
—Sí…, buenas noches.
Contesté asumiendo a su comentario y pasé de largo, ya que trató de engendrar una conversación conmigo, pero, a mí no me interesaba conversar con él en absoluto. Había dado unos cuantos pasos, cuando escuché nuevamente su voz:
—Perdona.
Me volteé y venía caminando hacia mí, y me dijo:
—No he comido, tengo hambre, ¿quieres darme para comprar una torta?
Su voz era temblorosa y despedía un aliento desagradable a alcohol. Yo también tenía hambre, pues en la tienda no había tomado mi descanso para comer por los tantos clientes. Entonces le pregunto:
—¿Sabes de algún lugar para comprar tu torta?
—Sí, cruzando unas cuantas calles más al centro, hay un pequeño restaurante, donde venden unas tortas exquisitas.
Caminamos hacia el centro de la ciudad para encontrar sus exquisitas tortas, cruzando las calles solitarias y observando las tiendas ya serradas, pues era la noche de Navidad, donde todas las familias se reúnen en sus casas para cenar y esperar la Navidad. Pero, sin embargo, todos los adornos y las luces de Navidad alegraban las calles y la noche.
Entramos a un pequeño restaurante ubicado en una de las calles más alegres y deterioradas de la ciudad por tantos clubes, teatros y cines que hay allí para adultos.
Cuántas veces había querido venir a estas calles bohemias y alegres de la ciudad: pero no era mi tipo de vida y además era peligroso.
Nos sentamos, tomé el menú y empecé a leerlo. Se me acercó una muchacha joven y muy amable para tomar nuestra orden, pedimos dos tortas y dos cafés. El pequeño