Secretos de familia

Por Rosa María

Todas las familias tienen un secreto. ¿Quieres conocer el mío? Acompáñame en este viaje de búsqueda a través de la vida de una familia que se esfuerza por encajar el secreto desvelado.

• Idioma: Español
• Editorial: Letrame Grupo Editorial
• Fecha de lanzamiento: 21 mar 2019
• ISBN: 9788417499266

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© Rosa María Mateos Amador

Edición: Letrame Editorial.

ISBN: 978-84-17499-26-6

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Rosa María Mateos Amador nace el 14 de Enero de 1964 en Badalona, Barcelona pero es criada en Palma de Mallorca desde los 18 meses de edad. Soñadora de su tierra natal pero amante y defensora de su tierra adoptiva. Hija de una madrileña (Dolores) y de un catalán (Salvador). La menor de 4 hermanos.

A los 27 años fue madre de una niña, Raquel, su motor de arranque en la vida y su fuerza.

Rosa con 32 años escribió 4 libros:

— Conviviendo con la Felicidad — 1998 (narrativa con poesía)

— La esperanza de mi destino — 1999 (novela narrativa)

— Secretos de familia — 1998 (novela narrativa)

— Tulipán y su familia flor en el país de la fruta – 1999 (cuento infantil)

Los cuales han estado en la librería de su casa y después de 20 años se está animando a publicar.

Publicó su poema descendencia de mi alma en el 2005 en el libro Regalos del Alma del Centro de Estudios Poéticos, pagina 105. A sus 54 años actualmente se considera una persona totalmente sencilla, con muchísimos defectos pero grandes e importantes cualidades como Amar y Perdonar.

Enferma de Fibromialgia (entre otras patologías) vive con la palabra dolor diariamente pero su carácter luchador no la postran en una cama.

El arte de escribir le procede de una creatividad interior enorme que pide a gritos salir al exterior.

Como escritora es prudente y humilde destacando su gran capacidad de expresar sentimientos y empatizar con los problemas de la gente. Su admiración por los grandes escritores le anima a emprender este maravilloso camino en el mundo de la escritura. Su mayor e importante meta en la vida es ser buena madre, amiga y sobretodo un especial ser humano.

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Esperaba la llegada de mi hermano junto a la ventana, en un grandísimo silencio que me hacía estremecer, con la mirada lánguida puesta en el atardecer y los pensamientos contradictorios atormentándome sin cesar.

Bajando la mirada hacia mi reloj de pulsera, comprobé que tan sólo habían pasado escasos minutos desde que recibí la llamada de Roberto confirmándome que venía hacia casa por mí, con lo cual me sorprendió; para mí esos minutos se convirtieron en horas, y no en horas normales, horas amargas, de dolor, incertidumbre y miedo, sí; mucho miedo. Fue duro comprobar que la familia todavía ejercía en mí un poder casi destructivo, tenía la fuerza necesaria para poder paralizarme por completo. A mis treinta y cuatro años de edad, todavía no había sido capaz de romper con el cordón umbilical familiar.

Podía sentir el frío en mis huesos, una culebrilla de escalofrío que subía y bajaba por mi espalda y a mi corazón latir imperiosamente y sin descanso. Y a pesar de ser un día de Mayo radiante con un sol arrollador, tuve que levantarme a coger la chaquetilla de punto roja, esa que me hizo mi madre hace ya muchos años, para abrigarme, sabiendo positivamente que el frío no procedía del exterior.

Volví a sentarme junto a la ventana, pero esta vez, mis ojos se posaron en un retrato familiar; mis tres hermanos cuando eran pequeños. Yo no estaba en la fotografía. Mi hermana mayor Casandra, once años mayor que yo en la actualidad, contaba con tal vez doce años en la fotografía. En ella parece una niña dulce y angelical, tierna y sensible. Le siguen mis hermanos mellizos; Roberto y Rebeca, siete años mayores que yo. En ese trozo de papel enmarcado, posiblemente cuentan con ocho años, detecto complicidad y