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El Renacer Del Olvido
El Renacer Del Olvido
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Libro electrónico319 páginas4 horas

El Renacer Del Olvido

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Un sinfn de acontecimientos transcurren en el desenlace de esta historia que conmueve y que obliga a nuestros protagonistas, Rebeca y Alberto, a enfrentarse a situaciones de miedo, dolor y emociones encontradas.

La intriga, a partir de los primeros captulos llevar al lector a formar parte de los sucesos que se seguirn produciendo en el transcurso de la lectura. Todo ello en el marco de un paisaje rodeado de misterio, de culturas ancestrales y de gran belleza natural, en un momento histrico reciente de gran complejidad.

La esencia de esta novela tiene su centro en el sentido de la memoria como fundamento de la vida de las personas. Todo es pasado, todo es presente que nos conduce al futuro.

El drama de enfrentarse al propio destino en medio de los tiempos, hacen del relato un pretexto permanente para reflexionar acerca del valor de la existencia.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento28 nov 2016
ISBN9781506517452
El Renacer Del Olvido
Autor

M. T. LópezSancho

María Teresa LópezSancho nacida en Valencia España, viajera incansable entre Europa y América. Siempre con la ilusión de descubrir emociones nuevas, su vida transcurre inmersa en transmitir vivencias que no quiere dejar escapar, que están en su memoria y que se manifiestan a través de poemas, cuentos y cortas historias acumuladas en los cajones secretos de su mente. María Teresa, expresiva y objetiva, no solo se revela mediante la palabra escrita, lo hace también a través de la plástica, donde en lo etéreo de la soledad de su trabajo, aparece la obsesión por expresar su mundo interior. Su espíritu itinerante intenta que los rincones ocultos de sus pensamientos surjan y permanezcan en la memoria real.

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    El Renacer Del Olvido - M. T. LópezSancho

    Copyright © 2016 por M. T. LópezSancho.

    DISEÑO DE PORTADA

    Dibujo en acrílico de M.T. LopezSancho

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2016919484

    ISBN:   Tapa Dura              978-1-5065-1747-6

                 Tapa Blanda           978-1-5065-1746-9

                 Libro Electrónico   978-1-5065-1745-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    El argumento y los personajes de esta novela son pura ficción. Sin embargo ciertos acontecimientos históricos se basan en hechos reales que en parte han sido alterados para una mejor adaptación a la novela.

    Fecha de revisión: 22/11/2016

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    ÍNDICE

    1 LLEGADA

    2 UN AVISO

    3 TECNITEC

    4 ALBERTO Y REBECA

    5 MISION EN PERU

    6 LA BUSQUEDA

    7 ESTRATEGIA

    8 AYACUCHO

    9 ARQUEOLOGIA

    10 EL DILEMA

    11 LA DISYUNTIVA

    12 LINEA DE FUEGO

    13 HUAMANGUILLA

    14 DESAPARECIDO

    15 MADRID

    16 MEMORIA

    17 DESENLACE

    18 NUEVA VIDA

    19 PARIS

    20 VIDAS PARALELAS

    21 EL RENACER DEL OLVIDO

    EPILOGO

    En recuerdo a todos los que por la violencia de unos cuantos han debido dejar sus hogares, hábitos, tradiciones y familia para encontrar nuevos horizontes de paz.

    Dedicado a mi querido compañero, amigo y soporte, mi marido

    CAPITULO 1

    LLEGADA

    D ESDE EL AVIÓN contemplo con sorpresa el paisaje gris y árido que circunda la ciudad en la que aterrizaré en los próximos minutos, me quedo pensativa con la vista perdida en esas chozas, casas de techos planos y viviendas levantadas en desorden, construcciones de dos o tres pisos que desde las nubes se confunden con el color de la tierra sedienta y carente de vegetación.

    En ese momento se oye la voz del piloto al tiempo que se enciende el aviso rojo con el símbolo del hombrecito abróchense los cinturones, en pocos minutos aterrizaremos en el aeropuerto Chávez de la ciudad de Lima, favor permanezcan sentados en su asiento y lleven cuidado al abrir los compartimentos, puede haberse desplazado algún efecto personal

    Una vez que el avión se detuvo, nos acercaron una escalera vieja y despintada por la que bajamos todos los pasajeros. Un autobús bastante destartalado nos llevó al edificio principal del aeropuerto Jorge Chávez, que aunque desde lejos parecía una construcción de cristal y de estructura moderna, por dentro sus dependencias aparecen descuidadas, todo se ve viejo sin estarlo, el abandono y el poco o ningún mantenimiento salta a la vista.

    La llegada de las maletas se hizo esperar, hasta que finalmente pude recuperar la mía y dirigirme hacia la salida.

    Después de pasar aduana encontré una aglomeración de gente diversa y de variados orígenes que se apretujaba en las puertas de salida a la calle en espera de familiares unos y sosteniendo carteles con nombre de personas otros. Una sensación de vacío inundó mi alma pues entre toda esa multitud desordenada, sabía que nadie me esperaba y a medida que mis pies avanzaban iba leyendo con angustia y como una autómata, cada uno de esos letreros que se cruzaban a mi paso tratando tal vez con ello de ahuyentar mis negros pensamientos.

    Ayudada por un funcionario de la agencia de viajes, logré pasar el tumulto y llegar al automóvil que me transportaría al hotel, reservado con anterioridad por la misma agencia. La ciudad no me causó mala impresión, al contrario, durante el trayecto circulamos y atravesamos buenas avenidas. El chofer, que se mostró comunicativo después de preguntarme si era la primera vez que venía al Perú, iba nombrándomelas: Faucett, La Marina, Javier Prado, Paseo de La República, todas ellas con bastante tráfico. Otra llamada popularmente El Zanjón, una especie de túnel abierto de vía rápida. Nos adentramos en calles y avenidas secundarias más arboladas, con paseos en el centro o en sus aceras, me gustó una de ellas, Arequipa, por su aspecto señorial, a pesar del deterioro.

    Finalmente llegamos a nuestro destino, el Hotel Ciss.

    Al descender del automóvil me invadió un olor fuerte y penetrante, el que solo yo parecía captar. Estaba en el aire y era una mezcla de humedad, de comidas con desconocidas sazones y quien sabe que otras cosas. Me desagradó al instante. Olor que más adelante encontraría en otros recintos cerrados y grandes de la ciudad. La humedad en Lima conserva toda clase de hedores, a los que con el tiempo me iría acostumbrando. Después supe que provenía en parte de la producción de harina de pescado, de la cual el Perú es uno de los más importantes proveedores del mundo, gracias al elevado nivel de captura de anchoveta.

    Una vez instalada y aunque cansada, la curiosidad me lleva a dar una vuelta por los alrededores. El tiempo está gris y con amenaza de tormenta pero un ligero vientecillo me anima a despejarme.

    Más tarde me enteré de que nunca llueve en la ciudad y que esa nube permanece sobre sus tejados durante varios meses. Fenómenos como la corriente de Humboldt y la cercanía de la cordillera de los Andes le dan a Lima un clima fresco, desértico y húmedo, llegando a alcanzar muchas veces un cien por cien de humedad, que se transforma en gotitas de agua, una ligera lluvia a la que los limeños llaman garúa

    Me dirijo a la puerta de salida mientras observo la decoración del lobby. En la recepción veo a dos empleados frente a sus ordenadores que susurran entre sí. En el gran salón hay un juego de sofás y poltronas de cuero en color café claro, lucen fríos pero parecen cómodos y llenan el espacio. Una consola en mármol con patas doradas. Sobre ella se exhibe un gran cuadro colonial, enmarcado en pan de oro que representa un ángel bellamente ataviado, portando en su mano derecha un arcabuz. Detengo unos instantes mi mirada tratando de adivinar a cual de todos los arcángeles representa.

    La decoración del lugar se complementa con algunos objetos precolombinos exhibidos en hornacinas a lo largo de un muro lateral. La atmósfera es sombría y el lugar está solitario, a pesar de que una historiada lámpara y un gran ramo de flores de olor intenso le da algo de vida al conjunto.

    Me dirijo a la calle y el portero con librea me observa, es muy alto y su piel es del color del ébano, tiene una mirada bondadosa y un porte elegante.

    El portero le abre la puerta y sin dejar de mirarla piensa en el tipo de mujer que tiene delante, pelo negro y liso, ojos verdes enmarcados con grandes pestañas del color de su pelo, estatura normal de prototipo mediterráneo, su piel bronceada le imprime al color de sus ojos más intensidad. La encuentra un poco perdida y percibe que titubea hacia que dirección de la calle dirigirse. El portero espera, sabe que le preguntará de un momento a otro.

    Sin esperar su pregunta, se dirige a ella con respeto.

    -¡Lleve cuidado señorita, es peligroso andar sola en estos tiempos!

    Con una sonrisa le agradezco su aviso, continúo mi marcha y decido encaminarme hacia la derecha.

    No llevo joyas ni nada que pueda despertar el interés de ningún ladronzuelo, voy sencillamente vestida, con el pelo recogido, unos pantalones tejanos y una franela de manga corta de algodón color azul. En el bolsillo de mis pantalones, documentación y algo de dinero.

    Camino por una calle que no es estrecha, pero tampoco muy ancha, las tiendas están todavía abiertas y con poca clientela. Encuentro joyerías, anticuarios, marqueterías venta de plata y joyas de segunda mano, descubro que exhiben cuadros de distintos tamaños similares al arcángel del hotel, vírgenes ricamente engalanadas con angelitos a su alrededor, de caras y miradas inquisidoras y extrañas, para nada angelicales

    Al final de la calle llego a una plaza más bulliciosa, con un jardín y gente que descansa en sus bancos. Una gran iglesia de color amarillo arena me invita a entrar y lo hago. Me siento a observarla, me invade un momento de contemplación y me detengo breves minutos en su arquitectura. Consta de tres naves separadas por arcos de medio punto y columnas con capiteles ornamentados con hojas de acanto, en los que aparecen cabecitas de querubines. Al verlos imagino que me preguntan:

    ¿Qué estás haciendo aquí, por qué te estás metiendo en este asunto que seguro te superará?

    Me arrodillo y aunque no soy muy creyente, la atmósfera de recogimiento me invita a meditar por un instante y sin darme cuenta, me encuentro que le estoy pidiendo a la imagen de la virgen que me ayude a encontrarle, que me de la intuición necesaria para moverme entre las personas que llevan el caso, sin interferir ni molestar, pero que me dejen estar cerca.

    Es un país tan desconocido para mi, con tan graves problemas de terrorismo, y yo empeñada en descubrir el paradero de mi Alberto. Sola e inexperta, ¿cómo voy a lograrlo? Tiemblo al pensarlo, pero al mismo tiempo siento una fuerza en mi interior que me mueve a no cesar en el intento.

    De regreso hacia el hotel, casi anocheciendo pero con claridad todavía, mi instinto me advierte que acreciente la marcha, como si una sombra apareciese de vez en cuando siguiendo mis pasos. Lo aparto de mi mente, nadie me conoce aquí, es producto de mi inseguridad. Sin embargo, al llegar a mi hotel una sensación de tranquilidad me hizo exhalar un suspiro de alivio.

    Me siento en el bar y observo una pareja que en actitud amorosa comparten una bebida lechosa, se les ve felices. El recinto está ocupado solo por ellos, en un extremo del local tenuemente iluminado un pianista interpreta una melodía conocida. Al acercarse a mi una joven camarera de rasgos nativos, le pido una ginebra con tónica y un club sándwich, no tengo mucho apetito pero quiero ir a la cama con los efluvios de la ginebra, que me ayudaran a conciliar el sueño. Duermo mal y poco desde que me informaron la desaparición de Alberto.

    Desde mi oficina en Madrid contacté a las personas relacionadas con el caso de mi marido y les pedí una cita para tratar de esclarecer su desaparición. Todos trataron de disuadirme de hacer el viaje pero el sentimiento de impotencia y preocupación que me embarga no me lo ha permitido. Estoy desesperada.

    Mañana será un día duro y tengo que presentarme ante estas personas segura de mi misma y dejarles claro mis intenciones de buscar a Alberto, en Lima o donde sea. He de convencerles de que me permitan participar con ellos en la investigación, soy periodista y se como moverme, no puedo quedarme de brazos cruzados esperando noticias que nunca llegan.

    Las primeras luces del alba me despertaron de un sueño intranquilo y poco reparador, la bebida del bar me ayudo a dormir rápidamente, pero la impaciencia por comenzar mi búsqueda adelantó mi despertar. Vueltas y vueltas en el lecho y mi cabeza sin parar tratando de buscar una explicación a todo lo acontecido en estos meses pasados. Estábamos tan bien, tan enamorados, unidos y compenetrados en gustos, proyectos e ideas, ¿cómo se le ocurrió venirse sin mi?, me convenció de que sería un viaje de trabajo corto y aburrido.

    ¡Oh por Dios no puedo perderle! El complementa de maravilla la otra parte de mi ser, con él siento que puedo tocar las estrellas, que nuestras palabras se entrelazan y separan para finalmente alcanzar un objetivo común en el que solo hay mucho amor y comprensión.

    Me dispongo a tomar una ducha que me espabile y después de un desayuno liviano salgo y pido al portero con librea un taxi. Una vez en su interior doy al chofer la dirección de la Embajada de España, situada en Barranco.

    El barrio es muy particular, en especial para mí que soy una enamorada del mar. Mientras el auto se desliza por una avenida que discurre sobre un acantilado, observo la playa desde lo alto y veo a los jóvenes surfistas practicar su deporte preferido.

    Me informa el chofer que se ejercitan durante todo el año para presentarse en campeonatos internacionales. Enfundados en sus trajes negros de caucho parecen pelícanos que al ras del agua, caracolean con las olas haciendo increíbles piruetas con sus tablas.

    En una casona de principios del siglo pasado, grande y con estilo, en una calle de Barranco bastante bonita y recoleta, se encuentra la Embajada de España. Solicito hablar con el Embajador pero me derivan al Agregado Comercial. Un secretario me acompaña a una salita adjunta a su despacho, donde espero durante unos minutos. Finalmente me hace pasar a su oficina. Encuentro un señor de mediana edad, baja estatura y elegantemente vestido, que me invita a tomar asiento mientras expresa una fingida sorpresa ante mi llegada.

    -Sra. Rebeca pensábamos que iba a tomar nota de nuestra sugerencia de no viajar.

    Me armo de valor ante este señor que nada más llegar me ha mostrado una sorpresa teatral y le digo:

    -El motivo que me ocupa en este momento es lo más importante para mí y del cual veo que ya ha recibido notificación, porque sobre su escritorio observo un expediente con el nombre de Alberto.

    -¿Cómo piensa qué puedo quedarme de brazos cruzados en Madrid cuando pasa el tiempo y no recibo noticias?

    -Sr. Vargas, disculpe mi actitud, ya se que ha habido muchas comunicaciones, llamadas telefónicas y por último mi presencia aquí que entiendo pueda incomodarle, pero no me negará que me sobran razones como para importunarles. Alberto, mi marido, desapareció hace más de un mes, nadie sabe de su paradero, ni nadie puede darme una explicación que me tranquilice. Si ese silencio fuera porque ha sido secuestrado, los autores ya habrían hecho contactos para solicitar un rescate. Si por el contrario lo hubieran asesinado, también habrían reivindicado el acto, pero ni lo uno ni lo otro ha ocurrido, al menos que yo sepa. Por tanto Sr. Vargas y debido a que mi marido es un ciudadano español que vino a este país por razones estrictamente profesionales, les ruego hagan una investigación más exhaustiva, que nos pueda dar alguna información sobre su paradero.

    -Sra. Rebeca, cuanto me gustaría resolver todas sus demandas y poder darle alguna información sobre la situación del Sr. Alday, pero le aseguro que la Embajada ha movido todos los hilos posibles en su búsqueda sin que hasta ahora hayamos podido obtener resultado alguno, es como si la tierra se lo hubiera tragado. Tenga en cuenta señora que este país está pasando por una época convulsionada sin precedentes y que la vida tiene muy poco valor.

    -Le recomiendo visite la empresa donde trabaja el Sr. Alday, finalmente fueron ellos quienes le trajeron al Perú. Tal vez puedan clarificarle cual fue exactamente la misión que le trajo al país. Esta información podría ayudar considerablemente en la investigación, pero parece que la misma es bastante confidencial porque incluso a nosotros nos dan muy pocos datos. En estas condiciones nos encontramos de brazos atados esperando la actuación de la policía.

    Al salir del despacho del Sr. Vargas me quedo pensativa a la vez que sorprendida ante el comentario del Agregado Comercial, pues que yo sepa, el trabajo que desempeña Alberto no reviste ningún grado de peligro. Su misión, como así lo llama el Sr. Vargas, consiste en abrir un punto nuevo en América Latina, en este caso el Perú, para el producto estrella de la compañía, programas computacionales de nueva generación. ¿Qué tiene esto de secreto?

    Inmediatamente después de visitar la Embajada, Rebeca se dirige a Tecnitec, la empresa donde trabaja su marido. Esta se encuentran en el Zanjón. Es media mañana y el tráfico va más ligero, lo que permite al taxista avanzar rápidamente. Por la ventana observa el cielo que amenaza como si fuera a caer un gran chaparrón, está cubierto y gris, pero no… no llueve en Lima. Durante el recorrido, a Rebeca le llaman la atención los jardines que en declive, a lo largo del Zanjón, algún paisajista ha embellecido destacando el nombre de las empresas que se encuentra a lo largo de la Vía Rápida.

    Finalmente llegamos a Tecnitec, empresa dedicada a las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Me identifico y pido en la recepción hablar con la persona que aparece en la correspondencia que he intercambiado con ellos solicitando esta cita. Unos minutos de espera y se presenta un personaje que con mucha deferencia se dirige a mi, me atiende con delicadeza y comprensión, reconociendo la preocupación que me embarga. Lo noto un poco tenso.

    Una vez en su despacho y después de los preliminares sobre mi viaje… si estaba cómoda en el hotel y mis impresiones sobre la ciudad, etc., le pregunté directamente cuál fue exactamente el asunto por el que Alberto viajó a Lima.

    El Gerente, Gonzalo de la Torre, me responde con evasivas y me asegura que las instrucciones ya las traía de Europa, siendo ellas la puesta en marcha de ciertos programas novedosos para los que el Perú sería un emplazamiento piloto. La ubicación geográfica del país resulta ideal para los planes de expansión de la empresa.

    Gonzalo de la Torre, apurando las palabras y deseando que pasara el mal trago cuanto antes, tampoco supo darle ninguna luz acerca del paradero de Alberto.

    -Tanto la policía como la embajada, han puesto en marcha todas las medidas posibles para su búsqueda pero hasta el momento los resultados han sido infructuosos, hay que esperar, hay que esperar…

    Rebeca queda perpleja ante la poca información que le dan en referencia al paradero de Alberto.

    -Cómo es posible que nadie sepa nada. Ni siquiera hay noticias por parte de los secuestradores, si es que lo han secuestrado, pidiendo algún tipo de rescate, como es usual en estos casos.

    -Tenga paciencia Sra. Alday, estoy aseguro que pronto tendremos novedades de su marido, mientras tanto la mantendremos bien informada. Para su tranquilidad y si lo desea, puede acudir a la Comandancia General de Policía, ya le voy a dar los datos, y veremos si usted consigue algo más de información. Permítame acompañarla hasta la puerta.

    Su última esperanza por el momento, seguir la sugerencia de Gonzalo de la Torre y hacer una visita a las autoridades.

    Sin embargo, en la Comandancia General de Policía también la decepcionaron. Le informaron que la última vez que se tuvo noticias de él fue haría unos 30 días, justo cuando emprendía un viaje hacia el sur. La Policía Nacional, ante las insistencias tanto de Tecnitec, como de la Embajada de España, había iniciado una búsqueda mucho más exhaustiva de lo habitual, tomando como base el itinerario que debía seguir Alberto Alday, búsqueda que hasta el momento había resultado inútil.

    -Siento tener que ser tan duro con usted señora, pero debo ser franco y directo, -le dijo el militar- Lo más seguro es que su esposo haya sido secuestrado por Sendero o por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA). Si ha sido el primero puede despedirse de él, sin embargo si ha sido el segundo, podríamos tener suerte si piden un rescate.

    -Usted seguramente sabe que en estos momentos el Perú es poco seguro. Mi recomendación es que abandone el país lo antes posible y nosotros nos mantendremos en contacto con usted allá donde se encuentre. Créame que su presencia aquí no favorecerá la buena marcha de la investigación, hágame caso y regrese a España.

    Ya en el taxi y de camino al hotel, tarde y oscureciendo, Rebeca comienza a analizar detalladamente las visitas y las conversaciones realizadas, todas ellas infructuosas y que no le aportaron nada nuevo. Lo único positivo había sido conocer a las personas con las que tendrá que estar en contacto de ahora en adelante. Repentinamente una serie de explosiones la hacen dar un respingo en el asiento y volver a la realidad dejando aparcados por el momento sus pensamientos.

    -¿Qué pasa? ¿De donde vienen esas explosiones?

    -Tranquilícese señorita, alguna torre eléctrica que han tumbado los terroristas, es bastante normal, ellos se hacen notar de esta manera… entre otras. Una noche más en la que los generadores se pondrán en marcha para dar luz a los hogares.

    Rebeca atraviesa el vestíbulo del hotel con paso cansino hasta llegar al ascensor que la llevará a su piso, deseosa de llegar a su habitación acostarse y descansar del agitado día.

    Al entrar en su cuarto la sorpresa la deja paralizada y un escalofrío recorre su cuerpo. Sus enseres personales revueltos, la ropa por la alfombra, sus cosméticos y la bisutería en desorden sobre la mesita redonda junto al televisor y para rematar, la maleta con el forro cortado, los cajones de las mesitas de noche y el guardarropa abierto. Un caos completo.

    Sin duda alguien entró a su

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