La masía de pili
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Sinopsis "LA MASÍA DE PILI":
Pili siempre vio cosas. Los espectros en cada casa que habitaba, y ahora, veía a su padre fallecido, y hablaba con él. Pedro, su padre, le advertía del mal que nos puede llegar al usar la magia negra y ella lo hizo. Pronto en el campamento EveNezer, donde pasan las vacaciones los hijos de Pili, comienzan a desaparecer algunos niños y niñas. Algunos regresan y explican lo que han visto, pero los tutores no ven esas cosas monstruosas. Solo hay una persona que les cree y puede ver lo que los desaparecidos han visto. Un buen día, las sombras y eso que se arrastra bajo el lago del monasterio de los Fosseros, se llevan a los hijos de Pili, y solo en ese momento, es consciente del mal que ha hecho. Su madre Antonia, la busca desesperada, y al final de su vida se encuentra con un secreto. A veces las cosas no son lo que parecen.
Sobre el autor:
Crecí y empecé a escribir influenciado por el maestro del terror y el drama, Stephen King. Soy el autor de la biografía de su primera etapa como escritor. Además, he escrito una antología basada en la caja que encontró la cual pertenecía a su padre que era también escritor. Ahora escribo antologías y novelas de terror, suspenses y thrillers. Ya he publicado "Los inicios de Stephen King", "La caja de Stephen King", "La historia de Tom", la saga de zombis "Infectados", "Miedo en la medianoche", "Toda la vida a tu lado", "Arnie", "Cementerio de Camiones", "Siete libros, Siete pecados", "El hombre que caminaba solo", "La casa de Bonmati", "El vigilante del Castillo", "El Sanatorio de Murcia", "El maldito callejón de Anglés", "El frío invierno", "Otoño lluvioso", "La primavera de Ann", "Muerte en invierno", "El juego de Azarus", "Pido perdón", "Ojos que no se abren", "Una sombra sobre Madrid", "Crímenes en verano", "Mi lienzo es tu muerte", "Mi odio", "El susurro del loco", "Confidencias de un Dios", "Solemn la hora", "Lifey", "AGUA" y "Tú morirás".
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La masía de pili - Claudio Hernández
Para los que se arrepienten de no hacer las cosas bien. Para los que han dado su vida por los demás, y sus dramas han servido para enriquecer a algunos y dar esperanzas a unos pocos científicos que trabajan día y noche. En memoria de ellos y para los que están en primera línea del frente.
A todo ellos y ellas, gracias de todo corazón.
Ahora toca concienciar.
Y ser constantes.
Y rezad por mi padre y mi WISKI, que están en el cielo, felices por fin...
LA MASÍA DE PILI
1
La muerte formaba parte de su vida, y ella se llamaba Pili.
—Lo cogí de las manos y lo atraje hacia mí. No pesaba nada. No opuso resistencia y su risa brillaba en su cara. Sus ojos castaños estaban iluminados de paz. Era como tenerlo de nuevo en casa. Era como si nada de todo este asunto hubiera sucedido nunca.
Pili, a sus treinta y tres años, estaba agarrotada en el sillón de la consulta del psiquiatra. Él la miraba con los ojos clavados en su rostro. Sus muecas. Sus rasgos. En busca de un ápice de cordura, que no encontraba.
—¿Lo ves siempre?
—Sí. Por supuesto. ¿Es algo extraño?
Carlos, el comecocos, frunció el ceño a la vez que sacudía la cabeza y, con la barbilla apoyada en su mano derecha, dijo:
—Realmente sí lo es, Pili. Tu padre ya no está entre nosotros. Lo puedes tener en tu vida, pero solo en tu corazón o en tus recuerdos.
Se levantó del sillón sin hacer ruido.
Pili lo siguió con una mirada oscura.
El hombre, ataviado con una bata blanca desabrochada —porque era verano y el puñetero aire acondicionado no funcionaba—, bordeó la mesa y se encaminó hacia el cristal de la ventana que habitaba a su izquierda. La señaló y, antes de pronunciar palabra, ella preguntó algo.
—¿Ya ha acabado la sesión?
—No. Acaba de empezar. Levántate y ven aquí. Quiero mostrarte una cosa que te hará reflexionar.
El psiquiatra sacó unas flores secas de un florero con agua amarillenta, turbia y pestilente. Los mosquitos nadaban en su interior fraguando más viscosidad.
—No me convencerá de nada —aseguró ella mientras se levantaba quejumbrosamente como si sus huesos tuvieran más de setenta años. Caminó hacia él, taconeando.
—Ponte delante de la ventana.
—¿Aquí?
—Sí.
Él estaba detrás de ella, sujetando la jarra con la mano derecha, que se alzaba como el aspa de un molino.
—¿Y ahora qué?
—¿Qué ves?
—La calle a través del cristal. El sol cayendo a plomo y unos perturbados caminando alrededor del puente.
—Sí, es cierto, pero ¿qué ves ahora?
El hombre de la bata volcó el agua en el cristal. Ésta caía como lágrimas, mezclada con agua de una lluvia torrencial. La imagen se distorsionó. El cristal parecía haber cobrado vida.
—Veo turbio. No veo bien ni el sol, ni la gente. Y da gracias a que no he dado un salto.
—Exacto. Eso es tu padre ahora. Una imagen turbia. Algo del pasado, porque no lo ves claro. Es una realidad distorsionada. Eso es lo que ves. Nosotros le llamamos delirio distorsionado. No existe. Una parte fue real, lo es, y la mayor parte de lo que ves turbio no existe.
Pili se giró sobre sus tacones. La punta de su nariz rozó la del psiquiatra. Éste llevaba gafas broncíneas. Su cabello era moreno. Alborotado. Pili era de una estatura alta, pero él también. Sintió el regustillo empalagoso del aire que dejaba escapar él por su boca, que parecía tener una cremallera cerrada.
—Mi padre es una realidad —afirmó. Sus ojos profundizaron en