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Descubre tu coeficiente alimenticio y pierde peso: Libera el poder de la pérdida de peso co
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Libro electrónico496 páginas7 horas

Descubre tu coeficiente alimenticio y pierde peso: Libera el poder de la pérdida de peso co

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Susan Albers, doctora en psicología presenta un programa de tres pasos innovadores para conquistar el impulso del comer emocional– un enfoque práctico, prescriptivo, proactivo utilizando la inteligencia emocional que te ayudará a bajar de peso, comer saludablemente, con atención plena, y no agregar más kilos. Este libro va más allá de dietas tradicionales para explorar la relación entre las emociones y la alimentación, que revelan cómo, cuando aumentas tu inteligencia emocional, aumenta naturalmente tu capacidad para gestionar con éxito su peso. Al explicar el vínculo entre un alto coeficiente y una buena relación con la comida, la psicóloga clínica doctora Albers te guía a través de las barreras emocionales más comunes a la alimentación saludable y consciente, y ofrece 25 herramientas y técnicas que puede utilizar para adaptar el plan a sus necesidades individuales. Basado en docenas de estudios clínicos que asocian una baja inteligencia emocional con los malos hábitos alimenticios, incluyendo comer después de estar lleno, comer sus cosas favoritas cuando está enojado o aburrido, y comer en exceso alimentos. Este libro ofrece esperanza y ayuda que funciona para cualquier persona, no importa cuántas veces han tratado de manejar el comer emocional en el pasado.
IdiomaEspañol
EditorialHarperCollins
Fecha de lanzamiento13 oct 2015
ISBN9780829702118
Descubre tu coeficiente alimenticio y pierde peso: Libera el poder de la pérdida de peso co
Autor

Susan Albers

Dr. Susan Albers is a licensed clinical psychologist at the Cleveland Clinic who specializes in weight loss, body image, and emotional eating. She graduated from the University of Denver and completed a postdoctoral fellowship at Stanford University. Dr. Albers has been a guest on The Dr. Oz Show, CNN, and NPR, and is frequently interviewed by Prevention; O, the Oprah Magazine; Family Circle; and The Wall Street Journal.

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    Me encantó este libro y su panorama tan extenso de las formas de comer saludable

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Descubre tu coeficiente alimenticio y pierde peso - Susan Albers

PRÓLOGO

¿Quieres saber un secreto? Una de las mejores cosas que puedes hacer por tu salud es comer alimentos deliciosos, pero no excesiva cantidad y tampoco demasiado poca. Ya sabes, es ese punto curioso y enigmático entre dos mundos que pocos han dominado. He descubierto, después de las dos últimas décadas atendiendo a pacientes, que la mayoría saben qué comer, pero luchan con la cantidad, o comen por razones distintas al hambre, por lo general relacionadas con emociones y viejos patrones disfuncionales.

No sorprende, pues, que el conocimiento de qué debes comer no te lleva demasiado lejos cuando se trata del trayecto sagrado del tenedor a la boca.

Yo sé de estas cosas por mi faceta como doctora integrativa formada en Harvard y autora del best seller del New York Times The Hormone Cure [La cura de la hormona]. Y sobre todo, sé sobre problemas de alimentación y peso por el hecho de ser humana durante las últimas cuatro décadas. ¡De hecho, lo experimento por lo menos tres veces al día!

Si eres similar a la mayoría de la gente que batalla con la comida, tanto si tienes sobrepeso como si no, te pasas gran parte de tu día pensando, idealizando y planificando lo que vas a comer. Tal vez haces promesas radicales todos los lunes de intentar la última dieta relámpago de moda. Tal vez tus oídos se animan cuando alguien tiene el último suplemento que esperas que pueda resolver, de una vez por todas, tu problema con la comida. (Por desgracia, no existe ese suplemento. Simplemente hace que tu orina sea más cara). Aun es más probable que comas cuando estás estresado. Los plazos de entrega se acercan, tu hijo está enfermo, tus padres te necesitan, y sencillamente no hay tiempo… comes para calmar las hormonas del estrés que están causando estragos en tu organismo.

Presentación de la doctora en psicología clínica Susan Albers

Ahí es donde interviene la doctora Susan Albers. Susan no es cualquier psicóloga: es especialista en nutrición consciente, concientización, inteligencia emocional, pérdida de peso y, oh sí, las muchas luchas que experimentamos con la imagen corporal.

Versión corta: Susan es excepcional. Ella es la psicóloga a leer y por la que ser guiado. Dale permiso para ayudarte a sanar tu áspera relación con la alimentación. Susan escribió un libro de gran alcance, que ahora tienes en tus manos, y que tiene el potencial para mejorar tu relación con la comida y transformar tu vida. Su nuevo libro, Descubre tu coeficiente alimenticio, es un fascinante y absorbente híbrido de inteligencia emocional y concientización y su aplicación a la comida de tu tenedor.

Susan no es únicamente la última experta de moda en nutrición. En la actualidad, es una psicóloga que trabaja personalmente con sus clientes. Susan obtuvo un doctorado en psicología, realizó su beca en la Universidad de Notre Dame y completó su trabajo postdoctoral en la Universidad de Stanford. Ha estado publicando su obra fundamental durante toda una década, acerca de cómo comer conscientemente, y ha mejorado la vida de miles de personas al enseñarles consejos prácticos que son cruciales en la comida, particularmente de entrenamiento cognitivo y ajustes de comportamiento. Solo por esto me animo a ser su cliente y amiga, y tal vez invitarla a una ensalada de col rizada y quinua.

Lecciones aprendidas en Descubre tu coeficiente alimenticio

Descubre tu coeficiente alimenticio ha mejorado mi relación con la comida y transformado mi vida. Sinceramente, Susan me convenció con el diagrama de Venn en el capítulo 1. Ella teje los conceptos psicológicos más importantes de nuestro tiempo y los aplica a mi tenedor. ¿No es increíble?

La inteligencia emocional (IE) trata de cómo ser más inteligentes en nuestras conexiones con la gente. Pero ahora, Susan aplica los principios de la IE a la alimentación, y eso es algo muy bueno. En su propio lenguaje divertido y conciso, señala que lo que funciona para los líderes también trabaja para los comensales. Sus listas de verificación son herramientas poderosas que iluminan todo lo que necesitas saber sobre tu forma de alimentación.

Parte hoja de ruta, parte entrenamiento

Como la mayoría de nosotros, probablemente hayas escuchado el mantra de Michael Pollan: «Come. Con moderación. Sobre todo vegetales». Aunque me encanta Michael Pollan, cuando él dice que no coma demasiado, de repente me siento rebelde y quiero hacer lo contrario. Invoco a Eva en el Jardín del Edén pero, en lugar de una manzana, busco mi avalancha de comida. ¿Hola, manteca de cacahuete? ¿Chocolate negro? ¿Malbec?

Susan ofrece una hoja de ruta. Y es la mejor para este trabajo. Está perdidamente apasionada por desenredar tus problemas con la comida y con la aplicación de la inteligencia en el comer. Es abrumadoramente persuasiva. Voy a jugármela y decir que es el libro más inteligente que he leído sobre la mejora de la forma de comer.

¿Quién no necesita eso? En todos mis años cuidando mujeres y hombres, he conocido solo a un puñado de comensales naturalmente conscientes. Por ejemplo, mi amiga Allison realiza el corte más fino posible de queso cuando nuestras familias se reúnen para cenar. Su corte de queso es delgado, transparente. Lo pone sobre una galleta sin gluten y toma un pequeño bocado. Luego lo deja en su plato y mastica con atención plena, unas treinta veces antes de tragar. Ella disfruta cada bocado sin una pizca de preocupación o de miedo a comer demasiadas galletas. Eso es un comensal consciente. Son extremadamente insólitos.

El resto de nosotros necesita este libro.

Algunas personas que han dominado un tema son capaces de convertirlo en simple pero convincente. Susan ha hecho eso con Descubre tu coeficiente alimenticio. Ofrece su amplia y profunda comprensión acerca de por qué comemos en exceso a pesar de saber comer mejor. Más importante aún, nos ofrece alternativas. No alternativas chifladas y facilonas, sino sabrosas. El tipo de soluciones que un amigo menciona durante la cena, y sobre las que te apoyas, cautivado por su sabiduría.

Es el momento

Descubre tu coeficiente alimenticio desarma por su simplicidad. Mientras leía el libro de Susan, conseguir mucho tiempo para leer de forma apropiada fue repentinamente posible, porque estaba intrigada con esta nueva forma de pensar. Me di cuenta de que trataba los obstáculos más urgentes que tenía a la hora de comer buenos alimentos.

Tú quieres esto. Reorienta tu cerebro para mejorar.

Yo solía pensar, a los veinte años, que podría compensar mis excesos calóricos con ejercicio, y luego me enfrenté a la verdad a los treinta: que la comida es la mayor parte de la ecuación. De hecho, alrededor de 70% de tu peso está relacionado con la comida que está sobre tu tenedor, con su valor nutrigenómico (cómo interactúa con los genes), con la forma en que se come (saboreando o devorando) y con la cantidad.

Este es mi deseo para ti: paz en la comida. Quiero que comas con inteligencia. Quiero que no solo leas este libro, sino que pongas en práctica los sabios consejos de Susan hoy: en este momento, a esta hora. No lo pospongas, ya que tu relación con la comida podría ser la más importante de tu vida. Es casi imposible ser un cónyuge o padre amoroso o incluso completar tu misión si tienes una relación tensa con la alimentación.

Este es el mejor libro de Susan al alcance. Es inteligente. Es informado. Es el momento.

Sigue leyendo.

— Dra. Sara Gottfried

SaraGottfriedMD.com

Berkeley, California

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PARTE UNO

¿Qué es el coeficiente alimenticio?

Uno no puede pensar correctamente, amar correctamente, o dormir correctamente, a menos que haya cenado correctamente.

—Virginia Woolf

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Algunas de las personas más inteligentes que conozco comen en exceso. Tienen éxito en los negocios, son responsables y creativas. Saben cómo debe ser un estilo de vida saludable: más frutas y verduras, menos alimentos procesados, ejercicio regular. Intelectualmente, saben que se beneficiarían comiendo más sano, pero se dan cuenta de que no son capaces de mejorar sus dietas. Mis clientes han formulado una pregunta en particular una y otra vez: «¿Cómo puedo saber cómo comer bien y no ser capaz de hacerlo?». Se preguntan por qué sus decisiones no coinciden con la forma en que desean comer. La respuesta a esta pregunta es compleja, pero se volverá más clara a lo largo de este libro. Por darte un anticipo, muy a menudo es un sentimiento o una emoción lo que se encuentra en la brecha entre tu decisión y tus acciones.

¿Cuándo la decisión de qué comer se hizo tan difícil?

Durante mucho tiempo a lo largo de la historia humana decidir qué comer era un lujo. La mayoría de las personas escarbaban y raspaban para hallar comida, y comían cuando había en vez de cuando querían. La alimentación emocional es un fenómeno relativamente nuevo, con raíces en la reciente capacidad de elegir entre una gran variedad de alimentos baratos, abundantes y placenteros.

Para bien o para mal, tenemos más opciones que nunca. Starbucks, por sí solo, se jacta de tener ochenta y siete mil combinaciones de bebidas diferentes para elegir, sin incluir sus opciones de comida.

¿El resultado? Ya no comemos cuando hay comida, porque casi siempre hay. Comemos por muchas razones, pero el hambre física (el sonido y el dolor de un estómago vacío) no siempre está al principio de la lista.

Hoy, cada bocado que pones en tu boca (una comida o un tentempié, alimentos dietéticos o un capricho, mucha o poca cantidad), comienza con una decisión, y cada decisión tiene su origen en un sentimiento. La alimentación emocional es resultado de la falta de esas habilidades particulares que ayudan a una persona a hacer frente a la intensidad y duración de sus sentimientos en lugar de atragantar esos sentimientos, atenuarlos, apagarlos, o escapar de ellos con atracones de comida. Por desgracia, estas habilidades no se enseñan en las escuelas primarias, y es difícil para los cuidadores enseñar técnicas que ellos mismos pueden no tener controladas. Estas habilidades —la capacidad de percibir, usar, entender y manejar las emociones— fueron definidas como inteligencia emocional por los psicólogos hace apenas unas décadas. Incluso entonces las habilidades de inteligencia emocional se empleaban casi exclusivamente en las altas esferas de los negocios y las finanzas. Ahora, en este libro, te mostraré cómo trasladar estas mismas habilidades desde la mesa de reuniones hasta la mesa de la cocina.

Como psicóloga que ha pasado más de una década asesorando personas sobre modos de mejorar sus dietas, creo que sin los conocimientos relacionados con la inteligencia emocional, la necesidad o el deseo de comer (que está alimentado por sentimientos, tanto positivos como negativos) puede fracasar incluso con los esfuerzos más valientes para evitar comer en exceso. La solución es aprender a identificar lo que estás sintiendo en ese momento crítico de la decisión y tratar con eso para que puedas decidirte por una alimentación más sana. Y lo puedes aprender. He ayudado a la gente a hacerlo. Estoy feliz de compartir contigo todo lo que sé.

Me gustaría darte la bienvenida a Descubre tu coeficiente alimenticio, un conjunto de habilidades y estrategias que desarrollan la inteligencia emocional, así como la concientización, la capacidad de prestar mucha atención a lo que tus sentimientos te están diciendo en ese momento. En conjunto, estas habilidades y estrategias constituyen el método de la triple A, que te permite Abrazar tus sentimientos, Aceptar tus emociones, y cambiarlas por Alternativas positivas. Al aprender y practicar este método, podrás tomar el control de tus decisiones en la comida, administrar tus antojos, conquistar el estrés emocional y alimenticio, y controlar tu peso de una vez por todas. Como beneficio adicional, mejorarás tus relaciones, aumentarás tu confianza en ti mismo y sentirás la comida como el placer que está destinado a ser. ¡Eso es el coeficiente alimenticio puesto en práctica!

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La solución a la alimentación emocional, el estrés emocional y la típica glotonería

Comer es una necesidad; comer con inteligencia es un arte.

—La Rochefoucauld (escritor francés, 1613-1680)

¿Haces una cena saludable o vas a por comida rápida? ¿Eliges ensalada o patatas fritas? ¿Rosquilla o fruta? ¿Aceptas una segunda ración o dices: «No, gracias»? Estas son preguntas simples que parecen llevar a decisiones directas. Sin embargo, elegir qué comer puede ser una de las decisiones más difíciles que tomes durante todo el día. Casi nunca es el hambre lo que hace esta tarea tan desalentadora. En cambio, las emociones tienen un poder increíble a la hora de dirigir las decisiones sobre los alimentos hacia la dirección opuesta de tus intenciones… habitualmente, a ciento ochenta grados de distancia de la alimentación saludable.

alimento para el PENSAMIENTO

• ¿Te inclinas más por «libros inteligentes» o por «gente inteligente»?

• ¿Existe un abismo entre tu intención de comer bien y tu capacidad para hacerlo? Si es así, ¿de dónde crees que viene esta brecha?

• ¿Puedes identificar las emociones que más te afectan al comer? ¿Estrés? ¿Ansiedad? ¿Aburrimiento? ¿Enfado? ¿Qué aspecto de estos sentimientos te lleva a la comida?

• ¿De qué manera sientes que puedes usar la comida para cambiar tu estado de ánimo? Por ejemplo, ¿comes para entretenerte, o para posponer tareas desagradables, o para evitar sentimientos incómodos (tristeza, soledad, aburrimiento, irritación)?

• ¿Qué sentimientos suelen ayudarte a comer los alimentos correctos, en las cantidades correctas?

Fui testigo de este fenómeno un día, mientras trabajaba en mi computadora portátil (¡en este mismo libro!), en mi cafetería favorita de Denver. Mi mesa estaba a pocos metros de una vitrina de cristal llena de una increíble variedad de pasteles, con ofertas saludables como ensalada de frutas y yogur griego, abarcando todo el cristal. Tenía un mirador perfecto para observar la fila de clientes mientras escribía.

Una atractiva mujer de mediana edad con un traje caro y un maletín de cuero de diseño, me llamó la atención. Mientras esperaba en la fila, miró su reloj, se balanceó de un pie a otro con impaciencia y suspiró cuando su teléfono móvil sonó con múltiples avisos de correo.

Cuando llegó a la parte delantera de la fila, la mujer (que unos pocos segundos antes parecía tener aplomo y confianza) miró la vitrina de las tartas y se quedó inmóvil.

El camarero esperó pacientemente; el cliente detrás de ella continuó enviando mensajes de texto, imperturbable. Solo yo podía ver la lucha en sus ojos.

Unos veinte segundos más tarde (una eternidad cuando estás comprando en una cafetería popular en la hora punta de la mañana), señaló un gran pastel profusamente cubierto de crema. «Esto», dijo, con voz resignada.

Ella se sentó en una mesa junto a la mía y nuestros ojos se encontraron.

«No sé por qué he elegido esto», dijo. «Estoy intentando comer más sano. Podía haber escogido una ensalada de frutas o un yogur. Ni siquiera quiero realmente esto». Echó un vistazo al enorme pastel sobre el plato.

Aunque mantuve mis ojos sobre la computadora, me di cuenta de que se comió la mitad del pastel, regordete y brillante con el glaseado. Luego se puso en pie, fue a la papelera y deslizó la otra mitad de su plato sobre las oscuras profundidades del cubo.

Mientras observaba a esta mujer (el encuentro duró menos de cinco minutos), me fijé en dos cosas. En primer lugar, tenía claramente problemas para decidir qué comer. En segundo lugar, vi que esa duda relacionada con los alimentos estaba a mi alrededor, incluso en las personas más inteligentes y exitosas. En esencia, lo que vi y sentí, a un nivel visceral, fue que la elección sobre qué comer (o no) es una decisión cargada de un sorprendente nivel de dificultad y emoción.

Tal vez te identifiques con ello. Después de todo, tú también te enfrentas a un sinfín de opciones de alimentos y tomas, literalmente, cientos de decisiones al día acerca de qué comer. Cada día veo clientes que quieren mejorar sus hábitos alimenticios. Todo el aspecto de esa mujer (su estilo, comportamiento, maneras) la identificaban como alguien que toma un sinnúmero de decisiones en su oficina a diario, cada una de ellas exigiéndole ser razonada, racional y lógica. Sin embargo, mi ojo experto la había visto derrumbarse ante una tarea que parece simple pero es más compleja de lo que creemos: decidir qué comer.

Apostaría una taza de mi café favorito a que en el momento en que señaló ese pastel, el estrés había debilitado su capacidad de tomar una decisión acorde a sus objetivos. ¿Estaba ella estresada? Su lenguaje corporal (cambiar el peso de los pies, suspirar, mirar la hora) así lo sugería. Tal vez estaba entre reuniones y todavía tenía que subir a un avión más tarde. Tal vez llegaba tarde a una presentación importante.

Mi especulación se basa en diez años de experiencia clínica. Muchos de mis clientes me han dicho que su capacidad para tomar decisiones, por lo general bastante buena en la mayoría de circunstancias, se desploma si deben decidir qué comer cuando se encuentran estresados.

Estos clientes son inteligentes y expertos en tomar decisiones. Toman cientos de decisiones cada día, desde lo trivial (qué conjunto de ropa ponerse) a cosas que cambian la vida (si hay que comprar una empresa multimillonaria). Por lo tanto, su indecisión inducida por la comida es curiosa y frustrante. Muchos de mis clientes están interesados y bastante bien informados sobre nutrición. Entienden por qué son mejores los cereales integrales, las frutas y las verduras, conocen la naturaleza tóxica de la comida rápida y de los alimentos procesados, y se preguntan por qué su conocimiento nutricional no es suficiente para ayudarles a «comer de manera inteligente». La investigación respalda las experiencias de mis clientes: aunque aprender sobre nutrición es útil y necesario, el conocimiento a veces tiene un impacto limitado en los cambios reales del comportamiento.¹

Con mis clientes, reproduzco momentos y situaciones en los restaurantes y en sus cocinas similares a la que presencié en la cafetería. Comenzamos al principio identificando los momentos en que las cosas fueron mal. Rutinariamente nos encontramos con que lo que distingue a una decisión sana de una perjudicial es un sentimiento.

¿Cómo es que nuestros sentimientos se interponen en el camino? ¿Cómo sabotean nuestras decisiones? Piensa por un momento en cómo tus emociones afectan tus elecciones, sobre todo con la comida.

• Cuando estás enfadado, ¿desarrollas un hábito de «mandarlo todo al infierno» y comes alimentos de los que te arrepientes después?

• Cuando estás ansioso o bajo presión, ¿te comes un trozo extra o dos de pizza?

• Cuando estás celoso porque un amigo ha perdido peso, ¿pides una ensalada?

• Cuando eres feliz, ¿tomas helado para celebrarlo?

• Cuando estás estresado, ¿te limitas a dejar de tratar de tomar decisiones más saludables y a decirte a ti mismo que es demasiado duro?

Es probable que una (si no todas) estas afirmaciones te suenen familiares. Si es así, sigue leyendo. Estás a punto de descubrir que lo que comes (y no comes) dice mucho acerca de cómo te sientes. La buena noticia es que puedes utilizar lo que aprendas acerca de tus emociones para hacer cambios positivos en tus hábitos alimenticios. También aprenderás estrategias simples, respaldadas por la ciencia, que pueden ayudar a evitar que tus emociones hagan descarrilar tus decisiones.

Luce bien? ¡Prepárate! Juntos, comenzamos un viaje para comprender cómo tus emociones controlan tu tenedor y cómo devolverle ese control a tu cerebro.

Presentación del coeficiente alimenticio

Si la mujer en la cafetería hubiera sido un cliente, habría sabido exactamente qué hacer antes de elegir ese pastel. En ese momento decisivo ante el mostrador, habría utilizado su coeficiente alimenticio para tomar una decisión experta basada en el conocimiento en lugar de los impulsos.

¿Coeficiente alimenticio? ¿Qué es eso?

A diferencia de tu coeficiente intelectual, el alimenticio no es un número. Es un concepto que te ayuda a alinear tu conocimiento intelectual acerca de los alimentos y la nutrición con tus emociones, de manera que puedas elegir entre los alimentos que apoyen tus intenciones y tus objetivos. No siempre eliges los alimentos más saludables, y esto se debe a cómo te sientes en ese momento. El coeficiente alimenticio mejora la calidad de tus decisiones sobre la comida, sin que importe cómo te sientas.

EMPLEA TU «REGULADOR» EMOCIONAL

Hablo mucho sobre la importancia de manejar tus sentimientos. Las emociones son fluidas impredecibles, e incluso desordenadas. ¿Qué significa manejar los sentimientos y por qué es tan esencial para mejorar tu relación con la comida?

Piensa en el lugar de tu trabajo. Ya sea que dirijas a otros o que estés bajo la dirección de otra persona, entiendes lo que implica ser gerente en el contexto de los negocios. Imagina todos tus sentimientos (felicidad, tristeza, ira, frustración, alegría) como elementos diferentes con distintos puntos fuertes y débiles. Cuando utilizas la inteligencia emocional, o IE, administras esos elementos para conseguir que hagan lo que necesitas que hagan de una manera amable y respetuosa.

La gestión de tus sentimientos es un término simple para la regulación emocional: la capacidad de comprender y moderar tus emociones para que trabajen para ti, no en tu contra. Si abusas de alimentos altos en grasas y azucarados cuando te sientes mal, estás tratando de manejar tus sentimientos, pero de una forma malsana. Los estás tratando de apagar como un interruptor de la luz. La vida moderna ofrece un montón de maneras de «apagar» tus sentimientos. Las más comunes son la comida, las drogas, el alcohol y largas horas de navegación en Internet o frente a la televisión. Por desgracia, todos ellos pueden dejarte a oscuras.

La regulación emocional es como un regulador de intensidad: subes el «dial» de una emoción particular a la intensidad que te sienta bien. Por ejemplo, puedes «atenuar» un sentimiento de rabia hasta ir a una emoción más manejable de enfado o irritación.

Puede que ya estés usando habilidades de regulación emocional, como la respiración profunda, hablar contigo mismo, escribir un diario, o la meditación. Si es así, ¡excelente! En los capítulos siguientes, aprenderás cómo aplicarlos a situaciones alimenticias específicas.

Si puedes imaginar las decisiones relacionadas con los alimentos dispuestas en una línea, comer impulsivamente estaría en un extremo del espectro, y pensar en todos y cada uno de los bocados estaría en el otro. La mayoría de nosotros nos situamos en algún punto intermedio, pero el coeficiente alimenticio te desplaza más cerca del lado de la alimentación consciente porque se basa en un tipo específico de consciencia de uno mismo que da forma a tus decisiones. (Yo las llamo decisiones relacionadas con la visión y las argumentaré en el próximo capítulo).

Dado que mi trabajo consiste en ayudar a la gente a superar sus emociones, soy muy consciente de lo difícil que puede ser la tarea de modificar tu forma de comer y hacer frente a tus sentimientos. ¡Yo lo vivo y lo respiro todos los días! Es por eso que estoy agradecida de tener la oportunidad de compartir contigo Descubre tu coeficiente alimenticio, pues he comprobado su utilidad y eficacia en mis propios clientes.

El modelo de coeficiente alimenticio se basa en parte en la IE porque se nutre de lo que la mujer en la cafetería necesitaba en ese momento de su elección: saber cómo se sentía cuando estaba decidiendo qué comer, una manera de lidiar con su estrés y una estrategia que le ayudara a tomar una decisión más en la línea de lo que buscaba.

El coeficiente alimenticio es un híbrido de tres campos de investigación: la IE, la alimentación emocional y la concientización.

• La inteligencia emocional es un conjunto de habilidades que, colectivamente, te ayudan a ser consciente y entender tus emociones y las de los demás, así como la forma en que esas emociones te afectan a ti y a quienes te rodean. El término IE puede recordarte al CI, la medida estándar de la inteligencia intelectual. Pero la IE tiene poco que ver con la inteligencia académica o con memorizar hechos. Más bien, la IE incide en lo bien que entiendes tus sentimientos y los de los demás, haces frente al estrés, te comunicas con los otros, controlas los impulsos y manejas las situaciones sociales. Una persona con alta IE puede no estar entre los mejores de su clase, pero es la amiga y compañera de trabajo ideal: agradable, tranquila, no se frustra con facilidad y se siente cómoda en su propia piel.

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COEFICIENTE ALIMENTICIO

El coeficiente alimenticio es una síntesis de tres conceptos apoyados por un espectro muy respetado de la investigación: la IE, la alimentación emocional y la concientización. Mis clientes que siguen estos principios, tal como se presentan en mi método, aprenden a comer mejor y situarse en un peso saludable a largo plazo.

• La alimentación emocional ha sido definida por los expertos como comer en respuesta a las emociones, ya sean positivas o negativas, con el fin de cambiar esas emociones. Un ejemplo de alimentación emocional sería comer para reforzar, adormecer o calmar tu estado de ánimo. (El estado de ánimo es un estado emocional transitorio, a menudo causado por un acontecimiento o situación del momento, que afecta a la forma de procesar la información y tomar decisiones).

     Hay miles de artículos de investigación y libros que exploran la compleja relación entre lo que sentimos y cómo comemos. Pero, en realidad, todos hemos pasado por ello. Hemos comido galletas a medianoche cuando no podemos dormir o mordisqueado sin pensar mientras nos preocupábamos por una pelea con nuestra pareja. El coeficiente alimenticio va más allá de la alimentación emocional para incluir la alimentación emocionalmente impulsada, que yo defino como la manera en que tu estado emocional actual afecta a la calidad de tus decisiones alimentarias. (Por ejemplo, decir «No me importa lo que como» cuando estás enfadado).

• La concientización tiene sus raíces en el budismo. Esta antigua técnica enseña la capacidad de estar completamente presente en el momento, en un estado libre de prejuicios.² Cuando eres consciente, te das cuenta del momento presente (lo que no siempre es fácil cuando el mundo distrae tu atención hacia tantas direcciones diferentes) y eres capaz de responder en lugar de reaccionar a tus sentimientos (esto tampoco es fácil). Practicar técnicas de concientización puede ayudarte a sincronizarte con tus sentimientos, lo que puede aumentar tu conciencia de ti mismo y mejorar tu capacidad de hacer frente a los sentimientos incómodos que te llevan a la comida. De esta manera, las habilidades de concientización pueden contribuir a aumentar tu IE, a menudo de manera dramática.

Vamos a examinar los aspectos del coeficiente alimenticio. En las secciones que siguen, explico la teoría subyacente tras cada parte del mismo y proporciono listados de verificación para que puedas ver dónde te encuentras en este momento.

Inteligencia emocional

En general, la IE nos ayuda a navegar por nuestras relaciones con la gente. El coeficiente alimenticio es la dimensión de nuestra inteligencia emocional que nos ayuda a navegar por nuestra relación con la comida: es la capacidad general para gestionar la relación entre lo que sentimos y cómo comemos.

Todos tenemos emociones, pero las experimentamos de diferentes maneras. Por esta razón, no nos ocupamos de los sentimientos de la misma manera. Algunos de nosotros somos simplemente mejores lidiando con los sentimientos que otros. Puede que seas alguien flexible y despreocupado, y no sudes cuando estás bajo presión. O por el contrario, te estresas con facilidad, te enfadas con rapidez o te pones tenso en situaciones incómodas. En parte, estos rasgos son innatos. (Algunos investigadores piensan que pueden ser parte inherente a la personalidad). Sin embargo, hacer frente a los sentimientos es también una habilidad que puede ser desarrollada y mejorada con el tiempo, y la investigación sugiere que es posible construir una IE.³

Parafraseando a dos pioneros de la teoría de la IE, el doctor Peter Salovey, de la Universidad de Yale, y el doctor John D. Mayer, de la Universidad de New Hampshire, la IE es la capacidad de percibir con precisión las emociones, comprender sus significados, utilizarlos y gestionarlos de un modo productivo.⁴ Dicho de otro modo, cuando entiendes cómo funcionan tus emociones, puedes canalizarlas de manera que ayuden y no te hagan daño. Salovey y Mayer fueron de los primeros en explicar de manera organizada por qué las personas que son muy inteligentes pueden tener dificultades para realizar una tarea ordinaria, como comunicarse bien con los compañeros de trabajo, y se rinden ante un tema de menor importancia, como quedarse sin papel para la impresora.

Me recuerda varias citas de la exitosa trilogía de El Padrino, que contiene perlas de sabiduría para los negocios que hacen alusión a la tensión entre las emociones y la toma de decisiones. «No es nada personal… son solo negocios», es una de esas perlas. Otra es «Mantén a tus amigos cerca, pero aun más cerca a tus enemigos». (Esta cita es en realidad del clásico de Sun Tzu El arte de la guerra, ¡pero los grandes estrategas piensan igual!) Ambas expresiones se refieren a la importancia de mantener las emociones bajo control para que no anulen la capacidad de tomar decisiones beneficiosas. Es irónico que una de las frases más famosas de la película El Padrino implique a los alimentos: «Deja el arma. Toma los cannoli». Clemenza carece de emociones acerca de la muerte de Paulie (completamente distanciado de sus sentimientos), pero no quiere tirar los deliciosos cannoli.

Pocos años después de Salovey y Mayer, el psicólogo Daniel Goleman publicó Inteligencia emocional, que estuvo en la lista de best sellers del New York Times durante dieciocho meses, y vendió más de cinco millones de copias en cuarenta idiomas.⁵ Se hizo tan popular en las grandes empresas y corporaciones estadounidenses que la Harvard Business Review nominó uno de los artículos de la IE de Goleman para su listado de los diez artículos de «lectura obligada»,⁶ convirtiéndose en uno de los más solicitados para su reimpresión. Las empresas y los empleados comenzaron a centrarse en el desarrollo de la IE como una herramienta profesional para aumentar el rendimiento y los resultados en el lugar de trabajo. Querían entender y sacar provecho de lo que hacía a las personas obtener éxito en sus puestos de trabajo, ser grandes líderes y empleados destacados. Hoy en día, otras instituciones, como escuelas y hospitales, dan también a sus empleados formación en IE. Al fin se obtuvo una frase para explicar que las personas más inteligentes del mundo no siempre son las más exitosas, y viceversa.

En el mundo de los negocios, el éxito se define a través de muchas cosas —dinero, reconocimiento, poder, crecimiento—, pero también incluye conceptos como el desarrollo de habilidades para el liderazgo, forjar relaciones de trabajo sólidas y tener resiliencia en tiempos económicos difíciles. La IE no es completamente responsable del éxito de una persona, aunque sí ayuda.

Pero, ¿qué convierte a alguien en un comensal de éxito? Creo que nuestra definición ha sido muy limitada durante demasiado tiempo. En la literatura popular y las revistas se ha definido en términos de peso, y a menudo utilizando palabras polarizantes tales como «gordo» o «delgado». Las personas que son delgadas están caracterizadas incluso como exitosas. (Los estudios de investigación incluso apuntan a esto, que tenemos el estereotipo de que las personas que son delgadas son más atractivas y exitosas).⁷ Suponemos que las personas que son delgadas llevan una alimentación saludable y mantienen un control perfecto de sus antojos y emociones. ¡Para nada! Es el momento de hacer una pausa y repensar cómo detectamos a un comensal saludable.

He aquí mi propuesta: dejar de juzgar qué es un comensal saludable basándonos en el peso y en su lugar determinarlo basándonos en su coeficiente alimenticio: la calidad de las habilidades para tomar decisiones de esa persona acerca de la comida. Los comensales astutos y de éxito, por ejemplo, pueden comer un dulce y luego detenerse antes de excederse. Rara vez usan la comida para calmarse a sí mismos, o utilizan principalmente formas saludables, como hacer ejercicio o llamar a un amigo. También saben que a veces comer es solo «negocio» y otras veces es muy «personal». Al interpretar cuidadosamente la situación, saben cuándo deben guiarse por los números (calorías, grasa, nutrientes) o poner sus sentimientos en primer lugar (responder a un deseo). Son capaces de elegir la opción saludable, incluso cuando puede que no sea su opción preferida. El objetivo es cuidar del negocio del cuerpo: alimentarlo bien y negociar el mejor trato para tu salud y bienestar.

OLVÍDATE DE LAS DIETAS. ¡CONÓCETE A TI MISMO!

Curiosamente, tanto el modelo de Salovey y Mayer como el de Goleman de la IE (admiro a ambos) destacan dos habilidades específicas: la conciencia de uno mismo (o autoconocimiento) y la autorregulación. La conciencia de uno mismo es la capacidad de mirar hacia adentro, de sintonizar y entender tus puntos fuertes, tus rasgos de personalidad, tus peculiaridades, cómo te expresas… todas las características que te hacen ser

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