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Cosa negra
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Libro electrónico243 páginas8 horas

Cosa negra

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Te llamas Eliel y eres un joven negro y gay de La Habana en busca de tu próxima presa sexual. La tuya y la de tus amigos es la Cuba que no sale en las postales turísticas: la de los trabajos informales, los problemas con el wi-fi, las privaciones de todo tipo y la de una sociedad asfixiante llena de prejuicios raciales, sexuales y religiosos. Hasta que un día se cruza en tu camino (o en tu Grindr) Jordi, que te gusta para algo más que sexo de una sola noche…
En Cosa negra, Andrés Asevís ofrece, con una prosa chispeante, afilada y llena de matices y giros propios de una lengua que está viva y muy inquieta, una pieza literaria de alto vuelo que nos descorre el velo de la vida gay en la Cuba del siglo XXI a las hermanas latinoamericanas.
IdiomaEspañol
EditorialDe Parado
Fecha de lanzamiento31 jul 2023
ISBN9786319007619
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    Cosa negra - Andrés Asevís

    A Yunior Espina.

    Amor, paciencia y respeto.

    El primero en leer este libro y decir me gustó.

    Las elucubraciones

    El corazón del hombre no suele bombear la misma cantidad de sangre a la vez para sus dos cabezas. Cabezas que se turnan al mando y que solo en armonía son capaces de la maravilla. Crees que su cuerpo y el tuyo son maravillosos ahora que están atados con extremidades y bocas. La sincronía de las intenciones no es mera coincidencia, es el fruto de un pacto sin esfuerzo.

    Un déjà vu fractura el curso de las ideas. Su espalda blanca. Sus grandes nalgas. Tus manos oscuras. Los jadeos. Los gemidos. Las palabras: ¡ay!, sí, así, completa… Las puntas de sus pelos sudados en la nuca. El perfume. Las ideas que te ayudan a postergar el final, que si el cuadro abstracto es horrible, que si mira cuántos libros tiene, que si la casa huele a incienso. El falso recuerdo, el fallo cerebral, la anomalía de la memoria en medio de la libertad de los cuerpos o, quizás, la profecía no son más que trucos mentales. Ha sido mucha la porno consumida, ahora consumada con sus mismas poses. Si este momento fuera una de esas películas tuviera un título directo y tentador: Barra negra preña a blanquito tragón. Él se parece a uno de los actores que más te gustan, ¿cuál era el nombre? Lo tienes en la punta… No. Ahora mismo no te acuerdas. Ya vendrá.

    El suelo es un barranco sobre el que ambos vuelan fusionados como piezas del engranaje de una máquina con obsolescencia programada. La adoración congela en oro al sentido común. Lo malo de la atracción sexual cuando es tan fuerte es que nubla mucho, y al no haber luz no se ven los precipicios.

    Tu meneo de conga marca el ritmo del final.

    Caen en un abrazo de balada.

    Besos de premio. Risas de complacencia. Perruno enganche con lenguas afuera y todo.

    Fresa y chocolate —apunta respecto a los dos.

    —¿Te gusta esa combinación? —le preguntas mientras le apartas los pelos de la frente.

    —A mí me gusta todo, pero sí, j’adoooore chocolat —dice con mucha mariconería.

    La madrugada, los cigarros y el trago terminan de sazonar la sacudida en tu cabeza.

    Todo huele a vivido, a nuevo y a porvenir.

    Es confuso.

    Sabe bien.

    Ya vienes de saciar tu hambre de células muertas, esas que se desprenden de la piel montadas en la saliva y el sudor, se adhieren a las lenguas, y como el plancton alimentan al monstruo: Moví Dick. Ríes a solas por la calle. Vaya, Eliel, piensas, de esta terminas medio loco.

    Tres horas antes acordaron el encuentro en Grindr. Tiene que ser hoy. Sí, sí, no entro aquí a perder el tiempo. Manda foto. Okey. Uf, qué rico estás. Coño, tremendo culo. Ay, qué grande, ven ya con esa fusta oscura, me encanta. Te voy a partir en dos. Tú párteme que yo después me recompongo solo. Liebre, deja que te coja. ¿Quién le tiene miedo al lobo?… Y así por varios minutos.

    Todo lo vulgar es provocativo, y en el sexo es un deber.

    Después de los elogios se preguntaron la edad.

    Este septiembre cumplo 29, dijiste. Yo tengo 27 para 28, te dijo.

    Tú eres Atila en Grindr, él JOpen: J de Jordi, ya lo sabes; Open de abierto, ¡jo! Sí que lo sabes, desde la foto que te mandó hasta la presencia en vivo que superó con creces tus expectativas.

    En Grindr pareces un producto de un color específico. Como los zapatos: los quiero negros. El negro pega con to’. Ay qué rico, me encantas, como el café: negro, fuerte y oloroso. Quiero un moreno pa’ esta noche. Papi, con ese color debes andar mal mandao. Ahí te dejo foto del pozo, enséñame una de tu explorador.

    No te enredas con las ideas. Muchas curvas, es fácil accidentarse.

    Sabes que eres un tipo grande, fornido, oscuro: un mangón, un papirriqui, un machote, como tanto te han dicho; y luces como promesa, ¡no te engañes! Promesa de trompa grande, trompón para que bailen los trompos huecos, huecos como el corazón, menudo músculo ambiguo. Pito de pita para hacerlos pitar. Ejemplo reciente: Jordi-JOpen. J de su nombre; Open, ahora más abierto en su SMS:

    Eliel, me gustó mucho conocerte. La pasé súper. Me gustaría repetir. Guarda mi número, no lo pierdas, no te pierdas.

    Tu respuesta:

    Yo también la pasé bien. Tú me dices cuándo repetimos.

    Llegas al pequeño apartamento en el que estás alquilado. Te quitas la camisa. Afuera hace un poco de frío. La habitación está cálida por pasar tantas horas cerrada. Las escasas ventanas ayudan a que apenas entre la temperatura externa. Es en verano cuando estar ahí te ayuda a entender los sentimientos de una langosta cuando es tirada viva en una cazuela al fuego. Casi todo el año hace calor, por eso pones el aire acondicionado hasta tiritar, incluso en invierno. Odias freírte los órganos y el cerebro con el vapor imperante. También detestas la peste que desprendes con las altas temperaturas. De ahí tanto cuidado personal.

    Respiras complacido el aroma del Carolina Herrera 212 que quedó impregnado en el ambiente después de ponértelo, hace horas, para ir a tu cita. En tu mente ese perfume es el olor de la libertad, de la solvencia económica, del egoísmo sano de no deberte a nadie más que a ti mismo, del antojo complacido, del salí a quimbar.

    Como vives solo puedes comprarte cosméticos caros: un par de buenos perfumes, desodorantes, cremas y otros productos que tienes sobre la cómoda. Premios que te paga tu trabajo duro de camarero en un restaurante privado. Los servicios gastronómicos, al cabo, dan más dinero que la medicina ejercida por tus padres y hermana, quienes te miran desde la foto pegada sobre el espejo con trocitos de cinta adhesiva transparente. Es un recuerdo del último cumpleaños de la abuela, que en paz descanse. Junto a la imagen familiar hay unas impresiones tamaño foto de pasaporte de Beyoncé, Adele y Henry Cavill.

    En la mesa de noche, una bocina Bluetooth. La enciendes. Emparejas con el móvil. Seleccionas la lista que tienes en el reproductor.

    Sam Smith empieza a cantar Stay With Me.

    Te abandonas al disfrute de la canción. La entiendes porque hablas inglés bien fluido y a menudo. Miras al techo. Sonríes. Disfrutas el recuerdo de lo recién vivido. Un sabor dulce te invade, como si probaras después de una cena deliciosa un buen cheesecake, así, en inglés, como lo dicen ustedes en el restaurante: guaba cheesecake, sí, qué rico, con café. Jordi es el cheesecake y tú el café. Otra vez sonríes.

    Dice tu amiga Yeni, que es la otra camarera de tu turno: el sexo, como la comida, entra por la nariz, los ojos y la boca. Te alimenta el cuerpo y el espíritu. Aunque como la comida, a veces también se hace el sexo solamente por cumplir con la necesidad básica o con el antojo, y puede empachar. Ella también puede hartar cuando se pone dicharachera como banco de sabidurías prestadas.

    Ya quieres contarle cómo te ha ido, pero la mayoría de las personas que conoces están durmiendo. Según la hora en el móvil no falta mucho para el amanecer.

    Miras a tu alrededor. El trozo de apartamento que pagas a cien dólares mensuales está poco amueblado, hasta hace eco. No sabes por cuánto tiempo estarás ahí. La maldición del alquilado, así han bautizado al hecho de casi no poder comprar artefactos domésticos, porque a menudo hay que estarse cambiando de renta y mover tantos tarecos es un gasto extra y un dolor de cabeza. Siempre se rompen cosas. Vivir muchos años en el mismo sitio es un sueño que no se hace realidad. Te resignas a pagar los distintos precios de vivir arrendado. Después de todo, puedes conseguir ese dinero mensual, y teniendo en cuenta las buenas condiciones arquitectónicas, la ubicación, más los electrodomésticos que te dejan, tampoco anda mal de precio en comparación con otros.

    El que sí parece ser propietario de la casa que ocupa es Jordi. Esos detalles son muy importantes.

    En su pequeño apartamento parecen haber solo tres puertas, todas se ven desde el centro de la estancia. La puerta principal ofrece de primera vista un librero atestado de volúmenes, revistas, ediciones bien organizadas y algún que otro adorno. Hay una butaca negra que grita aquí se lee o invita a hacerlo. Contiguo a eso, el estante donde está el televisor, el PlayStation, muchos discos y un equipo de audio compuesto por cajas y pisos, todos llenos de botones que no sabrías utilizar. Arrinconado, un barcito de carretilla con ruedas ofrece diferentes botellas, ninguna llena, ninguna vacía. La mesita rectangular con algunas revistas y una piedra extraña a modo de pisapapeles. El sofá es verde y como para tres personas. Hay otra butaca de otro modelo y estilo, color marrón. Una mesa redonda delimita lo que es el comedor-estudio, con una laptop y un cenicero. La meseta de la cocina inicia con el refrigerador y se corta con la puerta de la casa. El helecho bajo la ventana queda entre dos cuadros abstractos, cerca de la puerta del cuarto y la del baño.

    El apartamento es una demostración de buen gusto, pulcritud y organización. Huele a incienso de canela y coco. Todo es agradable. De entrada se sabe que ahí vive alguien desde hace tiempo, alguien que ha pasado años adquiriendo objetos para personalizar el espacio. Tú quisieras lograrlo también. Casos como Jordi anuncian que no es imposible. Algunos clientes conversadores te han contado que la situación es mundial, un mal de tu generación. Al menos no vives de tus padres. Ya eso es algo.

    La cara de Jordi se te ha quedado pegada en la mente. Esos ojos medianos y oscuros realzados por un par de cejas gruesas. La mirada pícara. Su perfume maderable y cítrico. Cuerpo definido, piel impecable, todo afeitado. El sueño erótico de cualquiera, quizás tu sueño erótico más cercano a la realización. Lo mediano de su estatura se pierde en la enormidad de tu cuerpo oscuro, sin embargo, sus nalgas no te caben en las manos. Nunca te cabrán, aunque desarrolles garras de bestia. Tus labios gigantes en su boca pequeña. Todas tus exageraciones corporales en contraste con su talla se imponían. Él celebró el reto con devoción y desespero. El explote fue mutuo y en sintonía. Experto en meneos lo suficientemente sueltos, disfrutaste que fuera bien activo dentro de su rol pasivo, y bastante dominante en el transcurso de tu viaje al encuentro más satisfactorio en años.

    En tu imaginario inflado de porno fue como haber estado con… ¡Brent Corrigan!, así es como se llama aquel actor. Ahora te acuerdas. Es a él a quien se parece, quizás demasiado. También tuvo en su actuar, solo en su actuar, mucho del Ian Torres que aguanta, domina y ordeña con una maestría espléndida. Organizas el performance, lo cual te provoca un inicio de erección. Sí, otra vez.

    Ahora que lo piensas bien, Jordi fue una estampida de fantasías pornográficas. Es más fácil resumirlo en Brent Corrigan, cuyo nombre ahora te suena a Ven, corre ya.

    La mente es tramposa, poco cuerda y traicionera en cuestiones de sexo. La mente es un sitio peligroso.

    Es tu momento de repaso, la etapa evaluativa de una cita que no lleva tanto examen, porque nada en ella fue, al parecer, imperfecto. Lo haces más bien por manía. Es algo orgánico.

    Sabes que Jordi te gustó para algo más que sexo de una noche. Esas cosas siempre se saben. Por suerte, de acuerdo a su mensaje, es algo mutuo. Te gustaría conocerlo mejor, conquistarlo, ser su novio. No llegas después de un encame agotador y te tiras a escuchar a Sam Smith con sus canciones de culodramas a menos que te hayan deslumbrado.

    Jordi, el blanquito de fuego. Jordi, el pasivo poderoso. Jordi, el seguro de sus atributos. Jordi, el inteligente, maduro y directo. Jordi, que si lo ves otra vez, en las mismas circunstancias, te joderá las prioridades.

    Pero ¿por qué está solo si es todo un partidazo? Algo malo tendrá.

    Quizás sí tenga pareja y esta noche haya sido un capricho a escondidas, un tarro, un desliz, incluso una fantasía. Para muchos estar con un negro es eso, una fantasía sexual y ya. Como si tú, por ser negro, fueras una cosa exótica. Como si tú, por parecerte a Drew Brody el actor porno, reforzaras el imaginario erótico de tus compañías sexuales. Aunque esto de Drew Brody puede que solo lo notes tú, que ves tanta pornografía, y cuyos actores son tan o más importantes que los de Hollywood…

    Quizás Jordi ya no crea en las relaciones serias.

    Quizás perdió la ilusión. Muchos pájaros despechados se sacan el clavo con más clavos y martillazos.

    Quizás se va del país, está a la espera de sus papeles y no le es conveniente enredarse con nadie para una relación sin futuro.

    Quizás te estás enredando demasiado, como siempre.

    Quizás fuiste muy lacónico y frío con tu SMS.

    Revisas los mensajes de hace un rato.

    Sí, fuiste seco. Le dejaste la pelota en su lado de la cancha. Como si te diera lo mismo repetir. Como si ya tuvieras otras opciones en las manos. Tenías que haber sido más condescendiente. Se mostró abierto, no, ¡abiertísimo!, dispuesto a intentar algo. Volverse a ver siempre es un paso más para crear una relación, del tipo que sea.

    Le escribes otro mensaje:

    Guardé tu número. Ojalá que nos veamos pronto. Ya lo estoy deseando.

    Ahora sí. Le das enviar y te quedas frente a la pantalla, en espera a que el informe de entrega confirme que lo recibió. La música de la bocina se corta un segundo con la notificación. Jordi ya tiene tus palabras en su teléfono.

    Sam Smith y un coro maravilloso repiten: "Stay with me…".

    Otra de las cosas buenas de vivir solo es no tener quien te transforme las costumbres o manías. La intimidad absoluta de quedarte en la cama y rascarte las zonas íntimas donde empiezan a asomarse los insistentes vellos. Quitarte las legañas. Carraspear con el trueno de la flema en tu garganta. Destrabar flatulencias. Bostezar sin cubrirte la boca, y todo sin el temor pesado de espantar a nadie, sin reprimirte a ser humano al despertar.

    Miras la hora en el móvil. Es casi mediodía y Jordi no ha respondido tu mensaje. Quizás es más dormilón que tú. Aunque el reporte dice entregado puede que no lo haya leído.

    Tienes tiempo y deseos de fumar en la ventana. Es tu día de descanso.

    La vista de Centro Habana con sus techos, terrazas, tanques, palomares, inventos, antenas y derrumbes no es la mejor; sin embargo, tiene ese pasado glorioso que el ojo extranjero considera bello a pesar de la mugre y el abandono. Es un paisaje de país desgraciado, punto.

    Miras al cielo, ahí todo es más bonito.

    Abajo la gente grita en vez de hablar, los carros pitan, los perros ladran y los vendedores pregonan lo mismo con sus voces que con bocinas.

    En el azul grisáceo de arriba hay una monotonía tranquilizante, pocas nubes y el sol opaco del mediocre invierno tropical.

    Un café se hace necesario. La idea del expreso y la memoria de sus notas torrefactas aumentan los deseos de tomarlo. Te aguantas el impulso de correr a montar la cafetera y encender la hornilla. Hoy te vas a regalar un desayuno en un sitio agradable. Te vas a vestir, ya que el clima permite ponerse algo bonito y más rebuscado, y a perfumar, que en este tiempo el olor dura más porque se suda menos; y te vas a gastar un poco de dinero en el restaurante del Hotel o Café más cercano. Un sitio donde solo haya turistas y cubanos con dinero. Hoy no quiero ser proleta, hoy quiero beber té, levantar el meñique, oler bien, lucir hermosa y creerme marquesa, diría Yeni, de hecho, lo ha soltado en otras ocasiones.

    Te gustaría que Jordi ya hubiera leído el mensaje y que hubiera respondido, así tendrías la cobertura de invitarlo a desayunar. Pero no, que tampoco despertaron juntos. Le escribes a Yeni:

    Winniepúa, te invito a desayunar a lo pijo, pago yo. Responde rápido.

    Te quedas observando el reporte de entrega. Bloqueas la pantalla y vas al baño con el teléfono en la mano. Vibra cuando ya estás sentado en la taza.

    Estoy vestida y en la calle. Dime dónde y hurry Harry que tengo hambre.

    Te ríes de las cosas de Yeni y sus constantes alusiones literarias. Nunca falta algo de Harry Potter. A menudo ustedes se exclaman el uno al otro Hufflepuff en sustitución de un te lo dije o de alguna mala palabra sazonadora de comentarios. Simplemente les gusta la forma en que se pronuncia en la película, con ese acento británico y contundente.

    A la hora de alistarte disfrutas de otra facilidad: tu calvicie. No es que tengas alopecia, simplemente luces mejor rapado. Te pones el jean gris oscuro y ceñido, el pulóver blanco, la chaqueta negra de cuero sintético y las botas. Pinta ensayada, copiada y certera que ha sobrevivido décadas dentro de los vaivenes estilísticos para hombres. Tantas fotos de moda en Pinterest de algo bueno tienen que servir.

    Sales garboso, suavemente perfumado y con dinero en el bolsillo. Hay días en los que todo se siente bien y las cosas marchan correctamente.

    Bajas por el ascensor, otra delicia urbana. En el alquiler de hace un año atrás tenías que subir y bajar cuatro pisos todos los días. Esta renta es más cara, pero lo vale. Otra cosa que adoras del edificio es que no ves a los vecinos. La experiencia se asemeja a los cuentos que hacen quienes se han ido del país y aseguran no conocer a nadie en el barrio. Eso te encanta. El cubano es muy metiche, pendenciero y apegado. Al cubano le gusta la invasión del espacio. Tú valoras mucho la intimidad. Tampoco necesitas salir y repartir buenos días con detalles de tu vida, ni que nadie te cuente la suya.

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