Relicario: Con poesía lunfarda de Evangelina Wagner Corredera
Por Dabone
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Un relicario hallado en un bar es el comienzo de una cadena de sucesos que cambia la vida, para siempre, de los protagonistas.
La vida tiene cosas impredecibles. Muchas personas las llaman casualidades, cuando se trata de esa misma palabra pero con la «u» movida de posición, como tercera letra. Un simple objeto, como el bello relicario de esta crónica, puede despertar vivencias de un pasado que nunca..., nunca, acabó de morir.
Dabone
Nacido en abril de 1980 en Uriburu, La Pampa, Argentina. Padre de Felicitas, esposo de Evangelina. Contador público, escritor, músico, programador, amante de las matemáticas, la física cuántica y del tenis. Si quieres saber más, visita su página web llgc80.wixsite.com/luciogarciacarluccio.
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Relicario - Dabone
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.
Relicario
con poesía lunfarda de Evangelina Wagner Corredera
Primera edición: mayo 2018
ISBN: 9788417382087
ISBN eBook: 9788417382971
© del texto:
Dabone
© de esta edición:
, 2018
www.caligramaeditorial.com
info@caligramaeditorial.com
Impreso en España —Printed in Spain
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
Definición (R.A.E.) de relicario:
1. m. Lugar donde están guardadas las reliquias.
2. m. Caja o estuche comúnmente precioso para custodiar reliquias.
El autor debe decir que otro nombre que recibieron los relicarios en la historia es encólpium, cuando la Iglesia era aún una institución joven. En esa época, se trataba de pequeñas medallas o cajas con inscripciones y figuras que se encontraban unidas a collares.
Cap. 1
El hallazgo
"¿Quién capitulará más pronto: el que necesita las cosas difíciles o quien se sirve de lo que buenamente pueda hallar?"
Sócrates.
En un feca cholulo,
A la gurda de la yeca,
Veo pasar gaviones,
Y ayornadas pebetas.
Solitario, rantifuso,
En un batuque de gente,
Bigoteo aquel campana,
que chusmea desde el frente.
En un barrio de arrabal,
Fijo, rumbo al yugo,
Bamboleo la cuchara,
Carpeteando el desayuno.
Un chamuyeta,
Que el diario no suelta,
Le daría una chuza,
Pero no es de la crema…
Café matinal en el bar de siempre. Invierno tardío, incluso más duro que el del año anterior.
La mesa habitual, con vista a la avenida. La 100 sonando en los espléndidos parlantes Sony del local.
El nudo de tu corbata parece estar firme, sin embargo, te incomoda un poco. Ha de ser algún pliegue de la camisa, por lo que tocas un poco alrededor del cuello de la misma. Sí, era eso. Así está mejor.
Cientos de personas que pasan frente a tus ojos, marchando al ritmo de la gran ciudad. Crees ver un conocido… pero no, es solo alguien parecido a un viejo amigo tuyo, aquel al que no ves desde hace tiempo. Quizás ese flequillo Rolling
sumado a la forma rara de caminar hizo que creyeras que era él. Te preguntas por qué tus pensamientos se volcaron precisamente hacia esa persona en forma tan particular, cuando de hecho conoces a muchos más con dichas características. Al menos… a ver… quince individuos. Piensas… ¡Incluso mucho más similares físicamente!
Ahí va otro tipo, muy parecido al papá de una amiga… de Ana —lo escudriñas con la mirada— pero… ese sobretodo, no, ¡imposible! O uno: tus sentidos están, hoy, alterando la realidad, o dos: tus recuerdos alteran los primeros. Para ser franco, no lo entiendes: tu criterio de selección de similaridades se encuentra en estos momentos averiado.
Esperas que se desocupe el diario para echarle una mirada. Un ligero disgusto te viene al ver que un señor muy bien vestido (a pesar de esa corbata rosa brillante con grandes puntos negros) tarda una eternidad en dar vuelta cada hoja del periódico, que dicho sea de paso moja groseramente con saliva en cada uno de los extremos de papel. Claro, no vaya a ser cosa que se le resbale el dedo. Hay otros noticiarios, pero TU quieres ESE... no los demás.
A tu lado se sientan dos personas, una pareja, altos ambos, muy blancos y rubios. Aquella suposición que tenías se vuelve cierta al oírlos hablar: son extranjeros. Tratas de identificar el idioma. No puedes. Inglés no, es tu idioma predilecto después del español. Francés tampoco. ¿Alemán? No, no suena tan trabado, por así decirlo. Supones que puede ser holandés o belga, quizás algún léxico proveniente de esa parte del mundo.
Pasa un trío de jóvenes con remeras de un excelso guitarrista, famoso él, que al parecer toca próximamente en el Luna Park, y te viene a la cabeza el tiempo que hace que no te das una vuelta por allí. Sí, tres años que no asistes a un espectáculo en ese bello estadio… ejem, bueno quizás un poco más. Desde aquella noche genial en la que te divertiste como loco con tu ex viendo Les Luthiers
, cómo podrías olvidarla. Por cierto, hay aún fotos en alguna red social con ella... ups, quizás es momento de borrarlas. Sí, buena idea.
Miras el reloj. Sonríes ya que si bien tienes el celular con el horario de protector de pantalla aun así la mirada se posa automáticamente sobre tu muñeca izquierda. Tienes tiempo, la reunión es a las 10:35.
El tipo sigue con el diario. Con suerte la semana que viene lo podría terminar de leer o lo que sea demonios esté haciendo con éste y permitir así que otro lo tome. O tal vez ya esté convertido en un bloque de papel y saliva. Qué asco. Si bien tu intelecto sugiere algunos adjetivos calificativos poco amables hacia el nombrado, prácticamente ya ni te importa. Prefieres mirar los peatones pasar. Desempañas un poco la vidriera que te impide ver con claridad, consecuencia del vapor de las bebidas calientes y de la gente que fue llenando el ambiente del local. Salta a tu vista una carita sonriente en el vidrio, al parecer dibujada por el dedo de un visitante del bar en alguna ocasión de un pasado no muy lejano. De alguna forma… te contagia su expresión.
Un ruido de bocina suena repetidamente sobre la esquina de la calle. La ya típica pelea taxista vs colectivero
esta vez exacerbada por algunos insultos y amenazas en exceso. Nada de otro mundo, no al menos en esta inmensa urbe. Dedos mayores levantados, fuck you mutuos. Y los recuerdos a las madres de ambos. No mucho más.
Por unos segundos miras con desdén la carita del sonría lo estamos filmando
. ¿Por qué razón debe la gente sonreír estando en presencia de una estúpida cámara? Puff, parece que las malas vibraciones de la pelea callejera se te atracaron. Pones la mejor cara de ano que encuentras a tu disposición y diriges tu rostro hacia el lente. Es muy chiquilín de tu parte, pero te hace sentir bien.
El café, contradiciendo su aroma, no está tan fuerte como siempre. Incluso un poco tibio. La medialuna gigante y bañada en una especie de almíbar compensa lo anterior. Deliciosa. No hay servilletas de papel en tu mesa. Supones que muchos han ya desayunado allí llevándose las suyas. Llamas al mozo, que no está para nada conversador como cada lunes, para que te alcance algunas. Te chuparías los dedos de no ser porque te da un no sé qué, mezcla de no saber cuándo fue la última vez que te lavaste las manos y que aún sigues observando la cámara de la que te burlaste antes, como si un ojo prestara atención a tus movimientos.
La media (calcetín) de tu pie derecho te incomoda un poco. Tiendes a estirar tu mano como si fuera posible tocarla a través de tus zapatos, que brillan por el lustre que les diste. La picazón no se calma. Esa costumbre de usar medias grandes hace que en ocasiones queden con algún doblez sobre la planta del pie. Te pasa a menudo, pero que cómodos se sienten ahora tus dedos.
Listo. Quedó mejor dispuesta, ya no te incomoda. Aprietas para probar el pie contra el piso, cuando percibes que pateas algo. Metálico. Sea lo que sea, las monedas no suenan ni se sienten tan grandes. Miras a tu alrededor como si el mundo se detuviera a observarte, cuando a nadie le importa lo que haces.
Tus ojos se posan sobre el objeto. No es definitivamente una moneda. No... Una cadenita. Dorada. Será en verdad oro te preguntas. Tu radar interior te confirma que nadie te observa. La tomas con disimulo. El peso hace entrever que tiene algo colgado de ella. Un dije. Para ocultar tus intenciones lo palpas entre tus manos, sin mirarla. Mmm... Algo circular. Te rindes a la tentación de saber qué es. Bajas la mirada de a poco.
Parece tener en forma aproximada unos 4 cm de diámetro, y tiene un corazoncito labrado. Incluso tal vez se pueda abrir. Intentas. Sí, lo haces.
Guau... Un relicario, genuino. Nunca habías tenido uno en tus manos. Miras en su interior. Piensas encontrar, como en las películas, una foto... pero solo encuentras un nombre: Sofía.
¡Qué bello! Esteeee. ¿Qué significaba? (en algún momento de tu vida tuviste mucha curiosidad por la onomástica) La que posee sabiduría. La capital de Bulgaria también. La mezquita en Estambul...
Pero bueno basta de divagar… El tiempo ya corrió demasiado, al igual que los transeúntes que viste pasar por la calle. Ahora te apremia…
No sabes qué hacer con tu hallazgo. ¿Se lo dejas al mozo malhumorado? ¿Lo guardas? ¿Acaso esto último no sería… robar acaso? Mmm, la cuestión moral