presilla para corbatas que había pertenecido al rey Alfonso XIII y que había llegado a mis manos por razones que ahora no son del caso, pero todas honorables. Era un diminuto rectángulo en oro bordeado de pequeñísimos rubíes y diamantes con, en el centro, un “AXIII”, engarzado en las mismas piedras preciosas. Apenas mediría dos centímetros de lado, pero era tan espectacular que solo lo usaba en las escasas ocasiones en que se requería elegancia extrema.– para el esmoquin. Imagino que ahora lo lleva en la pechera un millonario venezolano o colombiano para lucirlo en antros de mala nota. Así son las cosas: duele, incluso cuando, como es nuestro caso, no tenemos apego a las posesiones superfluas.
COSAS MÍAS
Apr 03, 2023
3 minutos
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