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Criaturas Oscuras
Criaturas Oscuras
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Libro electrónico217 páginas7 horas

Criaturas Oscuras

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Historia de fantasía urbana ambientada en Londres. Narissa busca al vampiro que mató a su padre y en el camino se topa con algunos peligrosos seres sobrenaturales.

Un misterioso vampiro. Una bruja que huye. Un agente paranormal sospechoso. Y una mujer empeñada en vengarse. Durante diez años, Narissa Knight ha perseguido al vampiro que asesinó a su padre. Desesperada por acceder al secreto mundo de los vampiros, recurre a ofrecerse como comida a la élite de los chupasangres. La nueva donante de sangre de Calin no se parece a nadie que haya conocido antes, pero a medida que crecen sus sospechas sobre sus verdaderas motivaciones, ¿será capaz de elegir entre su credo y su corazón? A medida que las mentiras y los secretos comienzan a acumularse, la presa de Narissa cambia las tornas y se encuentra con el secreto más devastador de todos... ¿Es el coste de la retribución demasiado alto incluso para ella? Criaturas oscuras es el primer libro de la emocionante saga de fantasía urbana Criaturas oscuras. Si te gustan los vampiros malhumorados, las heroínas atrevidas y la acción trepidante, entonces adorarás la historia sobrenatural de Ella Stone.
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento2 feb 2022
ISBN9788835434900
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    Criaturas Oscuras - Ella Stone

    Capítulo Uno

    Narissa


    He hecho muchas cosas estúpidas en mi vida, pero estoy dispuesta a apostar que ésta es la peor de todas.

    Me ciño la chaqueta alrededor del pecho y reboto contra el frío, mientras miro hacia abajo y compruebo la hora en mi reloj. 8:15 p.m. Han transcurrido dos minutos desde la última vez que miré. Cuatro minutos desde la vez anterior. Está surgiendo un patrón. Son los nervios. Lo sé. Nervios racionales, pero nervios al fin y al cabo. Después de todo, si esto se va al traste, hay más en juego que la única amistad que me queda.

    No te preocupes, lo tienes controlado, me digo a mí misma, mientras mis ojos escudriñan la carretera de arriba abajo. Esto va a funcionar.

    No estoy segura sí las palabras de ánimo ayuden. No soy el tipo de persona que da ánimos. Soy el tipo de persona que pone los ojos en blanco ante las charlas de ánimo y le dice a la gente que se vaya al infierno. Aun así, significa que no estoy mirando mi reloj y debatiendo la estupidez de lo que voy a hacer. Estoy bastante segura de que, si alguien tuviera alguna idea de lo que estoy a punto de afrontar, diría que soy una suicida. Pero no lo soy. Conozco los riesgos. Simplemente me he quedado sin opciones.

    En algunas partes de la ciudad, la gente miraba con asco o con amor a un estudiante de veinticuatro años, de pie en la acera con unos pantalones vaqueros rotos y una chaqueta recortada a esa hora de la tarde. En muchas partes, de hecho. Pero este no es ese tipo de zona. Esta es una parte bonita de Londres. Esto es Mayfair. Hyde Park a pocas calles de distancia. Aquí, las casas son tan grandes como museos y tienen pequeños balcones con árboles en macetas. Árboles pequeños, obviamente, pero todos perfectamente podados con la misma forma y tamaño. Podrían ser de plástico, supongo, pero apuesto a que no lo son. Apuesto a que, cuando tienes suficiente dinero para vivir en un lugar así, pagas a gente para que les haga una manicura diaria a tus árboles.

     El hecho de que esté viviendo aquí significa que tiene dinero. Y, si tiene dinero, es probable que sepa cosas. Y eso es lo que necesito ahora. No me arriesgaría por un vampiro de poca monta.

    Saco un papel arrugado del bolsillo y lo extiendo, escaneando la información que contiene, pero ignorando convenientemente el nombre del destinatario en la parte superior de la impresión. Un nombre que no es el mío. De hecho, el mío no es ninguno de los tres que aparecen en este documento. La culpa me invade. Si Blackwatch se enterara de que he hecho esto, Oliver probablemente acabaría metido en un montón de mierda y, de todas las personas del mundo que no quiero que se metan en mierda, él es el primero de la lista. Por otra parte, si me hubiera ayudado cuando se lo pedí, no me habría visto obligada a recurrir al robo.

    Inspirando profundamente, compruebo de nuevo la hora, la fecha y la dirección (esta vez, la hora del papel y no la de mi reloj). En cuanto a la hora, llego temprano. Pero eso es bueno. Las notas de la impresión dicen que hay que llegar temprano y entrar. Con suerte, eso me dará un poco de tiempo extra para husmear también.

    Estoy a punto de volver a mirar el reloj, cuando la veo al otro lado de la calle, y algo en mi pecho da un vuelco. Va perfectamente vestida para esta zona de la ciudad, con un abrigo largo, azul empolvado y de doble botonadura, y lleva el cabello recogido de manera medio formal. Pero sus zapatos están desgastados y no deja de echar miradas por encima del hombro, como si le aterrara que alguien la estuviera observando. Lo cual es así. Pero ese no es el punto. No soy uno de ellos. Y dudo que ella sepa aun lo que son.

    ¿Joanna? Me lanzo al otro lado de la carretera y le cierro el paso. Es Joanna Castle, ¿verdad?

    Se detiene bruscamente, sus ojos se abren de par en par mientras lanza otra mirada petrificada a su alrededor.

    ¿Quién eres? ¿Estás con ellos? ¿Eres uno de los que me enviaron?

    ¿Blackwatch? Pregunto.

    Sus ojos se posan en el trozo de papel que tengo en la mano. Lo más rápido posible, lo hago una bola y lo introduzco en el bolsillo.

    No, no estoy con ellos. Bueno, no oficialmente. Estoy aquí para hacerte una propuesta.

    Se le forma un surco entre las cejas. ¿Pensé que por eso estaba aquí? Pensé... Es la primera vez que hago esto. Dijeron que sabría qué hacer cuando llegara acá.

    La culpa que sentía por robarle a Oliver se desvanece inmediatamente. Esta pobre chica no tiene ni idea de en qué se está metiendo. Ni la más remota idea. Mi mejor suposición es que Blackwatch la recogió de alguna esquina dudosa, le ofreció diez veces su tarifa habitual y mantener las piernas cerradas, siempre y cuando mantenga la boca cerrada también. No habrá sexo, pero igual se venderá. Sólo que una parte diferente.

    Mira, le digo. Sé que no te dicen mucho, pero tienes que creerme. Este lugar al que te están enviando, no es un lugar al que quieras ir. No es un trabajo que quieras hacer.

    Ella resopla. Sí, como si necesitara que me dijeras eso. ¿Crees que alguien quiere hacer este tipo de cosas? Pero necesito el dinero. Sus ojos se encuentran con los míos. Realmente necesito el dinero.

    Puedo verlo. No son sólo los zapatos desgastados. De cerca, sus mejillas están hundidas, su piel es cetrina y el maquillaje sólo ha llegado a cubrir las ojeras. Una punzada de compasión me pilla por sorpresa y le tiendo la mano. Mira, lo entiendo. En serio lo hago. Pero tienes que confiar en mí. Estas... cosas. No son como tus clientes normales. No son... normales.

    Sus labios comienzan a temblar. Como dije, no hay nada que pueda hacer. Necesito el dinero.

    Cuando se da la vuelta para irse, la tomo de la mano. Joanna, escucha. Déjame subir. Podemos dividir el dinero, al cincuenta por ciento. No quieres hacer esto.

    ¿Y tú sí? Sus cejas se levantan con curiosidad, una dureza ahora fija en su expresión.

    No, no realmente, pero estoy mejor preparada. Sé en qué me meto. Hago una pausa para dar tiempo a que mis palabras calen. Mira, apuesto a que el cincuenta por ciento de lo que obtienes por esto sigue siendo equivalente a media semana de trabajo normal, ¿no? Y, de esta manera, no hay riesgo alguno.

    Mientras sus cejas permanecen levantadas, un profundo surco se abre paso entre ellas. 

    ¿Qué ganas con esto?, pregunta. Si este tipo es tan malo como dices, ¿por qué te arriesgas a subir?

    Es una buena pregunta, a la que no puedo dar una respuesta honesta. Pero intento acercarme a la verdad tanto como puedo.

    Para cerrar, digo yo.

    Inmediatamente sacude la cabeza. No puede ser. Esos tipos, de Blackwatch, saben que estoy aquí. Ellos me enviaron aquí. Si entras ahí y revuelves algo... si tú, ya sabes...

    Oh Dios, no. Levanto las manos, dándome cuenta de lo que cree que es mi plan. No voy a hacerle daño. No creo que pueda hacerlo. Sólo necesito hablar con él, eso es todo. Te lo prometo. Nada malo va a salir de esto si me dejas subir. Sólo necesito hablar con él.

    Y entonces, como si entendiera en algún momento -aunque realmente no hay manera de que lo haga- asiente.

    ¿Sesenta y cuarenta?

    Intento parecer molesta. Da la casualidad de que yo también necesito una inyección de dinero, pero subiría por nada. Además, sé lo que le pagarán.

    Bien. Digo, ofreciéndole una mano para estrechar, la cual acepta de mala gana. 

    Un torrente de alivio me invade. Encontrar una impresión en la oficina de Oliver me había llevado semanas de husmear, enviarle a comer pizza y sugerirle las películas más aburridas y tediosas posibles para ver, con la esperanza de que se durmiera, para poder escabullirme en su habitación y husmear. Si eso no hubiera funcionado, habría vuelto a merodear por las estaciones del metro y los bares de mala muerte.

    Mas temprano me ha mandado un mensaje, dice Joanna, sacando el teléfono de su abrigo azul celeste. El cliente que es. Hay un código para la puerta. Toma.

    Me muestra la pantalla, donde leo el mensaje y guardo el número de cuatro dígitos en mi memoria. 1891. Si tuviera que arriesgarme a adivinar, diría que es una fecha de nacimiento. Probablemente la suya. Incluso los muertos son predecibles.

    Soy yo, le digo, ahora tecleando mi número en su teléfono. Llámame ahora, para tener tu número también. Luego, cuando termine, te llamaré y te daré tu parte del dinero.

    Un breve momento de vacilación aparece en su rostro. Para que quede claro, no vas a.… ya sabes... a hacer nada que me meta en problemas, ¿verdad? ¿Lo prometes?

    Hay una fracción de segundo en silencio. Uno que nos envuelve tan completamente, que casi puedo oír los latidos de su corazón. Y del mío también. Un centenar de imágenes pasan por mi cabeza. Recuerdos que he pasado los últimos diez años tratando de ocultar. Recuerdos que hacen que me duela el pecho y que mi pulso se acelere tanto que parece que podría romperse una costilla. Sin embargo, cuando vuelvo a mirar a la chica, mi cara es una imagen de calma. Al fin y al cabo, en una ciudad de diez mil vampiros, ¿qué posibilidades hay de que sea ella la que esté empeñada en matar?

    No. Por supuesto que no. Le ofrezco mi mejor sonrisa. Todo lo que quiero hacer es hablar.

    Capítulo Dos

    Mi buen humor se ve empañado al entrar en el edificio, vistiendo el abrigo azul de lana. Esta cosa pica muchísimo. No es broma. No es de extrañar que las mujeres ricas parezcan siempre tan miserables, si su vestuario las hace sentir así. Deberían invertir en un poliéster suave como la seda. Aun así, fue una buena decisión por parte de Joanna. Estaba a sólo dos metros de la entrada, cuando me llamó.

    Espera, dijo, acercándose a mí y quitándose el abrigo. El hombre que... que me contactó. El hombre de Blackwatch. Dijo que debía vestirme bien para esto. Ya sabes... me miró de arriba abajo, ... con clase.

    Estoy segura de que una persona de menor categoría habría reaccionado ante el insulto flagrante tanto en el comentario como en la mirada. Para ser honesta, no había pensado realmente en lo apropiado o no de mi atuendo cuando me vestí esta mañana. O cualquier otra mañana de la última década. Vaqueros, una camiseta vieja y zapatillas deportivas en verano. Vaqueros, un jersey y botas en invierno. Con un guardarropa tan amplio, no puedes equivocarte. Estás preparada para todo: trabajo, conferencias, situaciones sociales. Vale, olvida la parte de las situaciones sociales. No era exactamente una mariposa social antes de que todo pasara. Ahora, sería considerada una reclusa al límite. Si no tuviera que hacer cosas como asistir a conferencias y ganar dinero (otro pequeño problema que he decidido dejar de lado), dudo que saliera de casa. De todos modos, supongo que lo que estaba diciendo es que fue una buena decisión por parte de la chica. No había ninguna forma de que Blackwatch me dejara ir donde un cliente vestida como estaba, así que el abrigo fue una buena idea. Aunque probablemente no va a permanecer mucho tiempo puesto, una vez que esté allí.

    Incluso desde el exterior, se puede ver que el edificio está repleto de dinero. Es uno de esos lugares con ventanas de guillotina y un enorme y elaborado arco de piedra sobre la puerta. En el interior, y más allá de las escaleras del vestíbulo, hay un ascensor con una rejilla de hierro. En serio. Un ascensor completo. Al entrar, deslizo la puerta metálica y me tomo un segundo para estabilizar mi respiración. Según las instrucciones de la hoja de Oliver, esta cosa vive en el tercer piso, así que ese es el botón que pulso. Durante los siguientes treinta segundos, los pisos se deslizan lentamente al otro lado de los hierros. Con un repentino tirón, el ascensor se detiene y pronto me encuentro en el rellano, mirando una gran puerta de madera solitaria. Esta soy yo.

    Tal y como había dicho Joanna, hay un teclado situado junto a la puerta principal y sólo toma un momento teclear el número. Tengo prisa por husmear lo máximo posible antes de que llegue, aunque cuando la luz indicadora se pone en verde y la puerta se abre, pierdo un minuto en quedarme mirando. 

    Jesús.

    Por el estilo típico y clásico del exterior del edificio, esperaba lo mismo del apartamento en el interior, pero este lugar podría ser algo sacado de una película de James Bond.

    Por mucho que odie admitirlo, supongo que mis estereotipos en lo que respecta a los vampiros están bastante arraigados y, al entrar, me doy cuenta de que esperaba algo mucho más gótico. Cortinas de terciopelo, quizás. Tal vez algunos candelabros y lámparas de araña, o cuadros de hombres de aspecto serio, con corbatas, mirando desde las paredes. Me doy cuenta de que eso es hacer un perfil, pero cuando bebes la sangre de la gente para sobrevivir, pierdes el derecho a ofenderte. 

    Aunque definitivamente no es una cripta de sótano, el lugar no es precisamente hogareño. Supongo que se podría llamar estudio, en el sentido de que es de planta abierta, pero es fácilmente el doble de grande que cualquier otro piso en el que haya vivido. Me llama la atención el área de la cocina, que estoy dispuesta a apostar que nunca se ha utilizado. Las encimeras son de mármol negro reluciente, que contrasta con los armarios blancos y brillantes. Sólo el suelo de madera, barnizado del color de la miel, ofrece algo de calidez. La curiosidad me gana y me dirijo a la nevera para abrirla. Desafortunadamente, sólo hay un par de botellas de agua con gas. 

    Interesante, digo, guardando ese pequeño detalle. Tal vez haya algo significativo en ello. Tal vez el agua de soda sea algún tipo de repelente natural al agua bendita. No es que eso funcione, según mi padre. Mi padre. La razón por la que estoy aquí. La única razón por la que sé que estas cosas existen. Y la razón por la que quiero vengarme.

    Con la nevera cerrada de nuevo, abro un par de cajones. Los cubiertos están espantosamente limpios y obsesivamente rectos, como si nunca se hubieran usado. Lo que probablemente sea el caso. Aun así, me cuido de no alterar nada. No tardo en aburrirme de buscar en los armarios de la casa, así que me dirijo a la cama. No sé nada sobre el número de hilos o el algodón orgánico, pero hasta yo puedo decir que este material es costoso. Muy costoso. Azul oscuro. Me doy cuenta de que es muy suave, mientras paso la mano por encima, dejando una enorme arruga en

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