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Cazando a Wyatt: Coalición Felina 1: Lazos de sangre, #4
Cazando a Wyatt: Coalición Felina 1: Lazos de sangre, #4
Cazando a Wyatt: Coalición Felina 1: Lazos de sangre, #4
Libro electrónico405 páginas8 horas

Cazando a Wyatt: Coalición Felina 1: Lazos de sangre, #4

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Información de este libro electrónico

Wyatt Murphy es conocido en el mundo paranormal como el defensor de los inocentes. Un humano que fue criado por un cambiaformas lobo, lleno de pasión y, tal vez, demasiado altruista que lucha por todo lo bueno y respetable, pero que también tiende a meterse en problemas.

«Polos opuesto se atraen», para ambos estas palabras carecieron de sentido… hasta ahora.

Como el Pakhan de la Bratva, una de las ramificaciones de la mafia más importante de Europa, Yaroslav se acostumbró a ser temido, obedecido y odiado. Su palabra es ley, una sola mirada suya significa la muerte.

El destino no puede ser tan desalmado.

Cuando Wyatt se entromete en los negocios de la Bratva, sabe que pondrá su vida en peligro. Por lo que, cuando es secuestrado por mafiosos, él está preparado para morir; no para encontrar a su compañero. ¿El problema?: es ruso y es el maldito líder, pero sobre todo es un felino. Y, aunque Wyatt no tiene nada en contra, él quiere un lobo.

Sin embargo, Yaroslav no es de los que se rinde. Él ha encontrado a su compañero y lo quiere, así que lo tendrá, aunque tenga que cazarlo… igual que a una presa.

IdiomaEspañol
EditorialL. R. Jeffers
Fecha de lanzamiento9 mar 2023
ISBN9798215228852
Cazando a Wyatt: Coalición Felina 1: Lazos de sangre, #4

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    Cazando a Wyatt - L. R. Jeffers

    CAZANDO A WYATT

    Lazos de Sangre 4

    [Coalición Felina 1]

    L. R. Jeffers

    Título de la serie: Lazos de Sangre.

    Número: 4.

    Arco: Coalición Felina.

    Número: 1.

    Libro: Cazando a Wyatt.

    © 2020 por L. R. Jeffers.

    Registrado en Safe Creative bajo el número: 2011025776656.

    Edición y corrección: Andrea Payán Ruiz.

    Fotografías: Pixabay.

    Edición de portada: L. R. Jeffers.

    Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

    Primera edición: octubre, 2020

    Dedicado a quienes conocí como lectores y se convirtieron en amigos increíbles sin los que mi vida no sería igual:

    Ana [Nana] Adamez, Fran [Mr. Copy], Abril, Juana [China], Cristóbal, Yenni Rodríguez, Angell, Maddy, Leidy, Janeth Rose Tovar, Michiru, y Laura.

    A Andrea Payán Ruiz, por su maravilloso trabajo.

    Y a ti, que te has animado a leer estas páginas.

    ANTES DE LEER

    QUERIDO LECTOR:

    Me gustaría que supieras que no escribo esta historia desde el morbo, tampoco trato de justificar ningún comportamiento tóxico o crimen. Se trata de pura y simple ficción que, de manera lógica, no debe ser imitada.

    Ahora, después de hacer la respectiva investigación sobre la mafia rusa, decidí jugar un poco con el tema, por lo que los hechos y datos aquí expuestos no pueden tomarse como fieles. No se trata de ningún error, sino de, como ya dije, un juego de mi parte. Es por esto por lo que, por ejemplo, algunos tatuajes poseen significados distintos a los originales, mientras que otros se mantienen. Solo quise dejar volar mi imaginación. De cualquier modo, no es como si existieran los cambiaformas jefes de organizaciones criminales, ¿verdad?

    Dicho esto, te agradezco por animarte a adquirir mi libro. Deseo, de todo corazón, que sea de tu agrado. No te olvides de dejar tu reseña, esto me ayudará a llegar a más lectores y crecer como escritor.

    Un abrazo.

    LRJ.

    CONTENIDO

    ANTES DE LEER

    CONTENIDO

    PRIMERA PARTE

    INTRODUCCIÓN

    CAPÍTULO 1

    CAPÍTULO 2

    CAPÍTULO 3

    CAPÍTULO 4

    CAPÍTULO 5

    CAPÍTULO 6

    CAPÍTULO 7

    CAPÍTULO 8

    CAPÍTULO 9

    CAPÍTULO 10

    CAPÍTULO 11

    CAPÍTULO 12

    SEGUNDA PARTE

    CAPÍTULO 13

    CAPÍTULO 14

    CAPÍTULO 15

    CAPÍTULO 16

    CAPÍTULO 17

    CAPÍTULO 18

    EPÍLOGO

    SOBRE EL AUTOR

    ... I'll be right here now to hold you when the sky falls down

    I will always be the one that took your place

    When the rain falls, I won't let go

    I'll be right here...

    Right here, de Ashes Remain.

    PRIMERA PARTE

    INTRODUCCIÓN

    ROJO MANCHABA LAS, alguna vez inmaculadas, paredes de su prisión. Líneas irregulares que se extendían como pinceladas sobre un lienzo macabro exhibido como muestra de su recién adquirida libertad. Confundido, Yaroslav alzó sus manos húmedas para mirarlas y arrugó el entrecejo ante la sangre que goteaba desde ellas hacia el charco a sus pies.

    Un gemido llenó el lugar, profundo y doloroso, parecía pedir misericordia. Por supuesto, no podía existir algo como eso para quienes le torturaron durante poco más de sesenta años, utilizándole como un peón y su caballo de guerra a la vez. Un soldado, un títere que hacía todo lo que los siniestros dedos que le controlaban exigían.

    Tan solo recordarlo hizo que la bilis le subiera por la garganta.

    Él no lograba entender, sin embargo, lo que ocurría. En un momento se encontraba siendo sometido a horribles pruebas de laboratorio y al siguiente... su mundo se tiñó de negro. Ahora, después de haber vuelto en sí mismo, se encontraba con una escena que le recordaba demasiado su participación en la Gran Guerra Patria[1].

    «Yo lo hice», susurró la voz dentro de él. Yaroslav respiró profundo, juntando los párpados, y se encontró con la penetrante mirada que no había visto en..., Dios, no podía siquiera recordar en cuánto tiempo. Los cristalinos ojos grises de pupilas alargadas se mantuvieron fijos sobre él antes de que la imponente bestia abandonase las sombras que le cubrían.

    Yaroslav permaneció inmóvil mientras «el monstruo», como sus torturadores le llamaban, venía hacia él dando pasos sigilosos sobre la oscuridad. Segundos después, una mullida cabeza se frotó contra su muslo mientras un suave ronroneo llenaba el vacío. Con una pequeña sonrisa en los labios, Yaroslav deslizó los dedos sobre el pelaje de su medio animal.

    No supo cuánto necesitó esto hasta ahora.

    —Te extrañé —murmuró.

    «Y yo a ti».

    Yaroslav movió la mano hacia la mejilla de la bestia, sus bigotes le hicieron cosquillas en la piel.

    —¿Cómo...? No entiendo.

    «Un descuido», respondió. Su voz rasposa le pareció llena de odio. Perfecto, él también lo estaba. «Esperé por años y hoy, después de tanto tiempo...». Dejó salir una risa baja y siniestra. «Cachorro estúpido, ¿realmente pensó que podríamos amar a alguien como él?».

    Entonces Yaroslav lo entendió. Horrorizado, abrió los ojos para mirar a su alrededor. El cuerpo mutilado a sus pies casi le hace vomitar. Incluso si él siempre fue violento y hasta un poco malvado, nunca se atrevió a una barbaridad como esta.

    Los ojos azules del muchacho que, a pesar de la crueldad, fue su único amigo, continuaban mirándole sin mirar realmente. Con sus manos extendidas hacia él, parecía suplicar misericordia. Yaroslav estaba seguro de que lo hizo hasta el último instante.

    —¿Por qué?

    «Los humanos jamás serán amigos».

    —Él no era culpable.

    «¡Él nos veía como mascotas!», respondió con furia. «Fuimos encerrados gracias a uno de ellos, uno de ellos nos liberó. Es lo justo».

    —Pero...

    «¿Debo recordarte todo lo que nos han hecho?».

    Sacudiendo la cabeza, Yaroslav negó. Su medio animal no tenía que hacerlo, él lo llevaba tatuado en su alma, más que en la piel: el horror del cautiverio.

    Moriría antes de ser sometido otra vez.

    Sin decir otra palabra, Yaroslav caminó sobre los cadáveres en el piso, sin siquiera volverse para ver la jaula en la que permaneció encerrado igual que una bestia salvaje.

    Nunca más. Esa era una promesa.

    CAPÍTULO 1

    WYATT MURPHY OFICIALMENTE odiaba esta semana del infierno. Él no solo había sido tratado peor que basura por policías nazis-hijos-de-puta-homofóbicos, sino que también había sido golpeado hasta sacar toda la mierda de su cuerpo... solo por encabezar una protesta pacífica frente al Capitolio. Oh, está bien, quizás él no tuviera permiso de hacer eso y tal vez hubiera roto una, dos o quince leyes al mismo tiempo; y a lo mejor no debió permitir que las chicas mostraran sus atributos como método de protesta. Él podía admitirlo: eso estuvo muy mal, pero después de semanas de prórrogas y espera, él no vio otra salida.

    Wyatt estaba un poco mucho-muy harto de la burocracia de mierda que no le permitía hacer su trabajo. Él había estudiado para esto. Era su pasión, lo que amaba, y no renunciaría a pesar de las amenazas, los golpes o lo que tuviera que enfrentar. Los cambiaformas tenían los mismos derechos que los humanos, las parejas homosexuales tenían los mismos derechos que las hetero, las minorías étnicas tenían los mismos derechos que la mayoría. Punto. Y él no descansaría hasta conseguir igualdad. Aunque recibiera más palizas como esta.

    Incluso si moría en el proceso.

    Porque sus padres habían creído en él hasta el último día de sus cortas vidas y él no iba a defraudarlos.

    Porque Simon Murphy había creído toda su vida que él uniría ambos mundos y Wyatt iba a hacerlo.

    Pero estaba tomándole más tiempo del que creyó, y los años comenzaban a escurrírsele como agua entre los dedos. Todo este asunto de los cambiaformas estaba consumiéndolo y él ya no sabía qué hacer, sobre todo porque ya no era odiado solo por nazis hijos de puta y homofóbicos, sino por cambiaformas que no estaban de acuerdo con lo que él hacía. Un oh-muy-enorme grupo de ellos aún quería quedarse en las sombras; sin embargo, una minoría deseaba ser reconocida. Y Wyatt luchaba por ellos. Porque como hombre negro y gay, él mismo pertenecía a un grupo minoritario que aún era perseguido.

    Así que esta era la realidad de su perfecta vida de ensueños y Wyatt comenzaba a creer que jamás iba a mejorar ni siquiera un poco.

    Mientras miraba el techo blanco de su habitación, su teléfono sonó llenando la habitación con la música de Highway to hell, de AC/DC, y Wyatt supo de inmediato de quién se trataba: Arian, Snow, Blackheart. Un antiguo amante. El hombre no solo era un cambiaformas lobo, sino un pedazo caliente, sexi y un jodido dios en la cama. Arian era el sueño húmedo de cualquier pasivo: ardiente, dominante, insaciable... Él aún tenía fantasías con el hombre mientras se masturbaba, lástima que no hubiera funcionado.

    Con una sonrisa, atendió.

    —Servicio de strippers negros y calientes, ¿en qué puedo ayudarle?

    —¡Hey, Murphy! —La voz de Arian sonó extrañamente eufórica—. ¿Cómo has estado?

    —Oh, tú sabes: jodido, aunque no como me gustaría. ¿Tú, qué tal?

    Arian rió.

    —Bien, grandote. Regresé a mi manada.

    —Oh, genial. Siempre estabas hablando de eso. ¿Cómo te va ahí?

    —Es una puta locura. Resulta que tenemos problemas justo ahora y soy el compañero del Alfa, así que debo sacar su bonito culo del fuego.

    «Él encontró a su pareja», el pensamiento lo entristeció. A pesar de no albergar sentimientos románticos por Arian, Wyatt sintió como si hundieran una daga en su pecho. ¿Por qué todos los cambiaformas a su alrededor parecían estar hallando a sus parejas destinadas mientras él continuaba solo? No lograba entender, ¿acaso no había nadie para él, que lo amase tanto como para desear conservarlo? Estaba cansado de los polvos sin compromiso. Él anhelaba algo real y profundo, como lo que tuvieron sus padres.

    Como lo que tenían todos los cambiaformas acoplados.

    Él quería...

    —Te necesito —continuó Arian.

    Wyatt no vaciló.

    —Me tienes. ¿Qué quieres que haga?

    —Mierdas legales: algo sobre el terreno de la manada y el banco... Yo qué sé. Mi compañero quiere al mejor, ya sabes. Y tú lo eres. Yo confío en ti, Jimmy.

    Wyatt silbó.

    —Me halagas. Pero sabes que eso no es lo mío.

    —Por favor. Es importante y solo contamos contigo.

    Wyatt vaciló.

    —Bueno, veré qué puedo hacer. Me deben favores, creo que podría cobrarlos —Hizo una pausa corta—... Solo por curiosidad, ¿quién es tu compañero?

    —Rhys, Crimson, Badmoon.

    Wyatt tragó duro. Oh, joder. ¿Arian era el compañero del Alfa más temido del país? Él había oído historias. El hombre no solo había nacido Alfa y tenía la sangre pura, sino que era un Lobo Rojo gigante, el último de ellos. Era feroz y letal, y su manada había prosperado bajo su mando más de lo que lo había hecho en décadas.

    —¡Jódeme!

    Arian volvió a reírse.

    —Tienes un culo increíble, Jimmy, pero no puedo. No solo porque estoy acoplado y mi compañero iría por tu garganta, sino porque Crim me dejaría sin sexo durante meses.

    Alguien gruñó, Wyatt supo de inmediato que se trataba de Rhys.

    —Deja de joder, no quiero que él me mate.

    Nah. Crimson es un cachorrito inofensivo.

    Otro gruñido.

    —Inofensivo mi culo, Snow. No vas a joder con nadie. Tú-eres-mío.

    Arian ahogó una carcajada, Wyatt casi pudo ver su muerte. Sentirla. Sí, sería dolorosa como el infierno.

    —Dile a tu compañero que lo admiro. He oído mucho sobre él y... Oh, mierda, siempre he querido conocerlo. ¿Cuál es la dirección?

    —Estamos en la ciudad. Entre la Quinta y Beckford. Corporación Badmoon.

    —Bien, voy para allá.

    —Sí, él dice que te quiere aquí en una hora.

    —Estaré ahí en cuarenta minutos, ¿está bien?

    Síp. Cuídate —dijo, y colgó.

    Wyatt se mordió el labio. Al parecer su día estaba a punto de mejorar.

    [...]

    Él estaba equivocado . Terrible, profunda y completamente equivocado. Su día no estaba mejorando y de hacerlo, Wyatt no se daba cuenta.

    Tan pronto como cruzó la puerta, el ambiente en la oficina de Rhys Badmoon fue tensó y silencioso. Mortal. Tan pesado que casi se convirtió en asfixiante y él hubiera podido cortarlo con un cuchillo para mantequilla. Ah, sí, frágil; tanto que estaba seguro de que, si miraba a Arian por más de un segundo, el Alfa se lanzaría encima para devorarlo como el lobo furioso que parecía ser.

    Wyatt vaciló por un segundo antes de pararse firme delante de Rhys e inclinar la cabeza ligeramente en señal de sumisión. Gracias a su padre por haberle mostrado como tratar con Alfas peligrosos y su casi incontrolable necesidad de dominar a todos a su alrededor, de lo contrario él estaría en problemas graves.

    Mucho más graves.

    Arian le dio una sonrisa amable, como disculpándose por la actitud de su compañero. Rhys, en cambio permaneció silencioso, examinándole con esos penetrantes pozos carmesíes que delataban su verdadera naturaleza.

    Wyatt le dio una discreta mirada apreciativa. El hombre era caliente como el infierno. Hecho para el pecado. Con sus dos metros de estatura, piel bronceada y cabellera negra cayéndole sobre los hombros, él era una cosa digna de admirar. Pero se encontraba fuera de su alcance, no solo porque era un Alfa poderoso y estaba acoplado; sino porque era absoluta e indiscutiblemente pasivo. Bueno, mierda, si no lo fue antes ahora él lo era. Eso no lo dudaba. Porque mientras él no conocía a Rhys ni siquiera un poco, sí a su compañero. A pesar de su apariencia delicada y oh-tan-exquisita-y-hermosa, Arian era el perro de arriba durante el sexo. A él le gustaba dar, nunca recibir, y Wyatt dudaba que eso hubiera cambiado.

    —Wyatt James Murphy —dijo.

    No supo por qué había utilizado su segundo nombre, pero ¿qué mierda? Las rodillas estaban a punto de fallarle y él sentía que iba a tener un colapso en los próximos segundos si el Alfa no aceptaba su sumisión.

    Rhys lo miró de pies a cabeza, callado, y finalmente alargó la mano y le rozó el cuello con los dedos muy lentamente. Wyatt tembló ligeramente por el contacto. El Alfa destilaba dominio, poder, y él estaría loco de no reconocerlo.

    —Rhys, Crimson, Badmoon —Extendió la mano. Wyatt la apretó—. Siéntate.

    Wyatt tomó asiento frente él, con la espalda recta y las rodillas juntas. Nervioso. Su mirada voló por la oficina, se detuvo en Arian con una pequeña sonrisa y se concentró en Rhys.

    —Me ofreciste tu sumisión —Rhys alzó una ceja—. ¿Por qué? No es algo que un humano usualmente haría. ¿Fue algo que Snow te enseñó?

    Arian bufó haciendo rodar los ojos. Rhys se limitó a curvar la comisura del labio hacia arriba. Wyatt supo que ellos estaban comunicándose mentalmente, por medio de su vínculo. Era algo que sus padres solían hacer y que Wyatt admiró mientras crecía.

    Él siempre lo deseó, aún ahora.

    Negó, con una sonrisa apacible en los labios.

    —Oh, no, señor. Ese fue mi padre, definitivamente, era un lobo.

    Tanto Rhys como Arian lo vieron con asombro.

    —¿Eres un mestizo? —La voz de Rhys salió extrañamente alta, casi chillona.

    Wyatt sacudió la cabeza, negando.

    —Vendería mi alma por serlo. Pero no, yo soy definitivamente humano. Él era mi padre adoptivo y mamá su compañera. Papá me dio su apellido y me crió desde los ocho años. Él era increíble, el mejor padre del mundo. Me enseñó todo lo que sé sobre ustedes, los cambiaformas.

    Arian silbó.

    —Vaya...

    Wyatt les sonrió a ambos. Él entendía sus reacciones, las había recibido mucho en estos años.

    —Y bueno, ¿en qué puedo servirle, Alfa?

    Rhys entrelazó los dedos para apoyar su mentón. Mirándolo fijamente, él suspiró lento y pesado.

    —¿En qué te especializas, exactamente?

    Wyatt vaciló. ¿En qué maldito problema lo había metido Arian ahora?

    —Eh..., Derechos Civiles.

    Frunciendo el ceño, Rhys se volvió hacia Arian.

    —Dijiste que era el mejor.

    Bien, eso era ofensivo. Arian le restó importancia con la mano.

    —Lo es —Con una sonrisa en sus perfectos labios, Arian lo miró—. Básicamente, necesitamos proteger a nuestra manada en caso de que Crim...

    —Entiendo.

    —Y descubrimos que el pueblo entero pertenece a su familia. Si algo le sucediera a él, la manada estaría desprotegida.

    —Entonces, quieren que lo resuelva ¿o me equivoco?

    Rhys negó.

    —No lo haces —dijo—. Pero eso no es todo. Mi hermano menor es un enfermo de mierda que hizo cosas horribles. Yo soy el Alfa, por tanto, soy el dueño de las empresas familiares y... todo lo demás. Pero él aún es heredero —Hizo una pausa corta. Sus ojos atormentados se clavaron en Arian—. Si yo muriera, Bloody heredaría todo y eso sería un puto desastre.

    Bueno, él podía creerlo de alguien llamado «Bloody». Asintiendo, Wyatt comenzó a tomar nota.

    —Básicamente, quiere dejarlo fuera para proteger a su manada.

    Rhys asintió.

    —Y a mi compañero.

    —Yo puedo entender eso.

    Arian extendió la mano y deslizó los nudillos suavemente por la mejilla de Rhys, quien se relajó al instante. Wyatt solo pudo mirarlos. Ellos hacían una hermosa pareja y él podía incluso percibir en el ambiente el amor que tenían uno por el otro.

    —Bien, grandote, ¿crees que puedes hacerlo?

    Determinado, Wyatt asintió. Esta era su oportunidad de demostrar su valor, de hacer un cambio, de... unir ambos mundos.

    —Cuenten conmigo.

    «Por ti, papá». Simon se habría enorgullecido de verlo trabajar con el Alfa más poderoso del país. «Haré la diferencia, como mamá y tú querían».

    [...]

    Sentado frente a la barra superior del bar, Wyatt le dio un profundo trago a su vaso de Scotch [2]. Él no debía estar aquí ahora, bebiendo para ahogar sus males, sino trabajando. Pero no podía. Después de haber pasado toda la tarde con Arian y Rhys, él se sentía real y profundamente deprimido. Oh, no había que malinterpretarlo, él estaba feliz por Arian; es solo que después de tanto tiempo la soledad comenzaba a afectarle más que en los años pasados y él no sabía si era debido a que se encontraba más cerca de los cuarenta que de los treinta o porque era solo un dramático soñador que deseaba más de lo que obtenía a menudo.

    Como fuera, él quería desahogarse lejos de las felices parejas homosexuales que abundaban en los clubes que solía visitar. Por lo que aquí estaba: en un bar cualquiera, en un lugar cualquiera, bebiendo solo.

    Terrible, maldita y asquerosamente solo.

    —Otro —dijo golpeando suavemente su vaso contra la madera.

    El camarero le dio «la mirada», esa que decía «no te conozco y no me importa; pero eres negro y por tanto peligroso»; sin embargo, Wyatt lo ignoró. Él había venido aquí para beber, no para discutir.

    —Otro —repitió, y el camarero le dio una leve inclinación de cabeza antes de retirarse.

    Suspirando, Wyatt giró sobre su asiento en el instante en que un grupo de hombres cruzaban la puerta. Increíblemente altos, bien constituidos y de miradas feroces. Todo en ellos gritaba «cambiaformas». Hombres como esos jamás podrían ser humanos, y él había aprendido a reconocer las señales.

    El que caminaba al frente, liderándolos, levantó la mirada y la respiración de Wyatt se quedó atascada en su pecho al encontrarse con los más increíbles y hermosos ojos grises que hubiera visto antes. Casi cristalinos y animales, feroces, que se ampliaron al fijarse en él. El oh-muy-sexi hombre alzó la cabeza ligeramente olfateando el aire y una lenta sonrisa se trazó en sus labios delgados, Wyatt supo que se trataba de un depredador cuando comenzó a ir hacia él dando pasos seguros.

    Wyatt tragó duro, incapaz de apartar la mirada del hombre. Todo en él era perfecto: desde su más de un metro noventa de estatura hasta su cuerpo bien formado de brazos musculosos que se apretaban dentro de su costoso traje. La cabellera oscura le caía sobre el cuello, mucho más corta del lado izquierdo, y destacaba perfectamente su piel color porcelana. Él además tenía una barba no demasiado espesa que era francamente sensual. Perfección absoluta.

    Un maldito dios hecho hombre.

    Y estaba tan cerca...

    Wyatt jamás se había sentido tan atraído por nadie como ahora y eso lo asustaba con la misma intensidad que lo excitaba. ¿Sería el inicio de la temida crisis de los cuarentas? Él rezó porque no, tenía demasiados problemas ahora como para sumarle otro de proporciones globales. Un Apocalipsis a la vez, por favor.

    Gracias.

    El sexi dios-hombre tomó asiento en el lugar vacante justo al lado de Wyatt mientras los otros se retiraban hacia las mesas. Él respiró hondo, tratando de calmarse, y el delicioso aroma lo golpeó como una corriente eléctrica que se fue directo a su pene. Oh, demonios, el hombre olía como la gloria. El paraíso. Era como... la dulce fragancia de las Montañas Nevadas y madera. Varonil y penetrante.

    Tan bueno.

    —Lo mismo que él —dijo y su fuerte acento lo delató como ruso. Se giró hacia Wyatt, con una brillante sonrisa, y le tendió la mano—. Yaroslav.

    Él vaciló solo un momento antes de darle un apretón.

    —Wyatt.

    —Es un placer —Las erres rodaron en su lengua—. ¿Esperas a alguien?

    «A ti». Ahora, ¿de dónde había salido eso? Wyatt sacudió la cabeza, negando. El camarero dejó el Scotch frente a Yaroslav.

    —Otro —pidió Wyatt.

    El camarero alzó una ceja.

    —Paga primero, ya has bebido suficiente y yo no sé...

    —Él quiere otro, tú vas a darle otro —Yaroslav gruñó—. ¿Por qué no estás dándoselo?

    —Pero, Yaroslav Anatól'yevich, él aún no ha pagado y... 

    —Il’ya, vas-a-darle-otro. Ahora.

    El camarero, ¿Il’ya?, tembló asintiendo. Wyatt notó en ese momento que también era ruso, ¿dónde diablos se había ido a meter?

    —Sí, Yaroslav Anatól'yevich. Le serviré otro —dijo, y corrió hacia la parte trasera.

    Los hombres de Yaroslav comenzaron a levantarse de la mesa para ir hacia la barra, él los detuvo solo alzando la mano. Wyatt frunció el ceño al ver las pequeñas calaveras tatuadas en sus dedos. Santa mierda, no. Su sexi-dios-ruso era un mafioso.

    Genial. Estupendo. Amaba su mala suerte.

    Yaroslav elevó una ceja al percatarse de que estaba mirándolo.

    —¿Sabes lo que significan?

    —Has matado personas.

    Una media sonrisa arrogante se trazó en sus labios.

    —Oh, krasavchik[3], créeme: cada uno de ellos lo merecía.

    —Eres un criminal.

    —Pero de una forma u otra, ¿no lo somos todos?

    Wyatt negó.

    —Tengo que irme, esto no está bien.

    Comenzó a levantarse, Yaroslav lo detuvo sujetándole por el brazo. Electricidad pura recorrió su cuerpo en cuanto sus pieles se rozaron. Wyatt no sabía por qué, pero todo lo que deseaba era frotarse contra el hombre y pedirle que lo follara tan duro como quisiera. Oh, él no estaba en ninguna mierda kinky[4] pero por Yaroslav haría cualquier cosa. Cualquier cosa...

    Se tragó un gemido cuando la otra mano ahuecó su mejilla y la acarició suavemente, muy lento. Santo Dios, ¿qué estaba pasándole? Él no era de esta forma. Yaroslav acercó los labios a su oreja y murmuró:

    —Lo sientes, ¿verdad?: a mí, en ti.

    —No sé de qué hablas.

    —Lo haces. Me sientes, me hueles —La lengua de Yaroslav se deslizó por la piel sensible detrás de su oreja—. Yo lo hago y..., oh, yebat’[5], hueles tan malditamente bien... Tan delicioso que no puedo soportarlo.

    —Joder...

    —Sí, eso. Quiero joderte. ¿Quieres que te joda, Wyatt?

    Wyatt tragó duro, con sus piernas débiles y el corazón palpitándole furioso. Tenía la boca seca y le costaba respirar. Él quería..., no, él necesitaba a Yaroslav del modo que fuera.

    Ahora.

    —Dios... Esto no está... Tú eres...

    —No lo está. Lo soy, sí, y uno muy malo. Soy un criminal y un asesino y me iré al infierno. Pero justo ahora quiero follarte y tú quieres que lo haga. Puedo olerte, sé que lo deseas. Solo pídelo.

    Wyatt volvió a tragar duro, asintiendo despacio. Yaroslav levantó la mano sin siquiera mirar atrás y uno de los hombres de la mesa vino hacia él. Eran terriblemente parecidos: mismo color de piel y cabello, sin embargo, los ojos del hombre eran más bien de un gris ahumado en lugar de cristalinos. Él también parecía menos dominante y hasta inocente.

    —¿Qué necesitas? —preguntó.

    Su acento era menos fuerte que el de Yaroslav, y su voz menos rica. No lo estremecía haciéndole desear ser follado hasta la inconsciencia. Tampoco podía olerlo, qué raro.

    —Me iré con él. Vuelve a casa con los hombres y asegúrate de tener todo listo para mi regreso.

    —Pero Yarik, tú no puedes ir solo por ahí. Sabes que...

    Sergey, ¿ya poprosil tvoye mneniye?[6] —Casi gruñó—. Eto moy partner, i ya poydu s nim. Ne spor' so mnoy[7].

    Sergey palideció.

    —Perdóname, Yaroslav Anatól'yevich, haré lo que me dices.

    A pesar de no haber entendido ni una palabra, Wyatt sintió la hostilidad emanando de Yaroslav como olas. Pero no tuvo tiempo de preguntar, antes de que

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