La Cónsul Africana
Por Cedric Daurio11 y Cèdric Daurio
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Torbellino de suspenso romántico con alto contenido erótico.
Mariaam es una joven Cónsul de una pequeña nación africana en Buenos Aires. Todo indica que podrá vivir sin complicaciones su relación con su nuevo seductor y mujeriego novio argentino. Pero acontecimientos en su país natal vienen a enturbiar ese idilio. Unos sicarios son enviados por la dictadura para eliminar a un opositor refugiado en el Consulado poniendo en riesgo inminente a todos los integrantes que deben vivir momentos desesperados frente a los asesinos.
Un poderoso narcotraficante africano practicante del vudú inicia sus actividades en Sudamérica y arriba a Buenos Aires para despachar su cargamento a Europa y para ello debe hacer trámites en el Consulado en Buenos Aires. Sus prácticas se enfrentarán con los conjuros de la madre de la Cónsul y una mujer que la auxilia.
Cedric Daurio11
Cedric Daurio is the pen name a novelist uses for certain types of narrative, in general historical thrillers and novels of action and adventure.The author practiced his profession as a chemical engineer until 2005 and began his literary career thereafter. He has lived in New York for years and now resides in Miami . All his works are based on extensive research, his style is stripped, clear and direct, and he does not hesitate to tackle thorny issues.C. Daurio writes in Spanish and all his books have been translated into English, they are available in print editions and as digital books.
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La Cónsul Africana - Cedric Daurio11
Índice
Dramatis personæ
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo
Del Autor
Sobre el Autor
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Sobre el Editor
––––––––
.
Dramatis personæ
Terezinha Barroso: Muchacha brasileña en la frontera con Misiones.
Mariaam Koffi: Cónsul de la República de Costa de Marfil en Buenos Aires.
Awa Coulibaly: Empleada doméstica del Consulado de Costa de Marfil
Akissi Coulibaly: Hija de Awa
Esteban Wachowicz: joven nacido en la Provincia de Misiones.
Miguel, Gregorio, Nicolás: Hermanos de Esteban Wachowicz.
Lecia, María, Gilma: Primas de Terezinha
Gerard Reynaud: Funcionario del Consulado de Francia en Buenos Aires.
Makilah Helou: Esposa de Reynaud
Ahmed Mansouri: Sicario nacido de Argelia.
Etienne Legrand: Experto en seguridad francés.
Daoude Kouassi: Exiliado marfileño.
Rachid Kabore: Traficante oriundo de la república africana de Benin.
Djeneba Touré de Koffi: Madre de Mariaam
Prólogo
Noreste de la Provincia de Misiones
Hace Tres Años
Se escabulló de la finca tan pronto como pudo luego del almuerzo, mientras todos los demás dormían la siesta que el clima veraniego hacía obligatoria es esas latitudes cercanas al Trópico de Capricornio, lo que las convierte en zonas subtropicales, en el extremo noreste de la Argentina. La localidad argentina más cercana era San Pedro, pero se hallaba a una cierta distancia al oeste, mientras que la ciudad brasileña llamada Dionisio Cerqueira se encontraba mucho más cercana y gran parte del comercio, legal o de contrabando se hacía con comercios situadas en ella; buena parte de las personas que circulaban eran brasileños lo que era delatado por la mezcla étnica de ese país. Aunque el muchacho hablaba español pues era lo que aprendió en la escuela y lo que –mezclado con algunos términos polacos procedente de sus antepasados- hablaban en su familia, pero también usaba fluidamente ese argot llamado portuñol común en la zona fronteriza, compuesto de palabras del portugués y del español.
Caminó rápidamente por el campo llano atravesando franjas de bosque tupido hasta llegar al arroyo rumoroso donde habían quedado en encontrarse con Terezinha, y en realidad donde se habían encontrado casi todos los días desde que se conocieron una semana antes en un evento pueblerino en Barracao, en territorio brasileño. Ambos habían sentido entonces un deslumbramiento recíproco típicamente juvenil promovido por las hormonas que bullían a la vista del otro y concurrían llevados por los instintos que convertían a los días de separación en un tormento.
Cuando llegó al curso de agua vio que la muchacha ya se hallaba allí, de espaldas y mojando sus pies en el agua cristalina y entonces su caminar se convirtió en sigiloso; se acercó en puntas de pies de modo de no alarmar a la joven y sorprenderla, tarea que se veía facilitada por el rumor del agua que tapaba los sonidos de sus pasos sobre la arena. Una vez que estuvo detrás de ella se puso en cuclillas y estiró sus brazos cubriendo con sus manos los ojos de la mujer. Terezinha emitió un pequeño grito mientras su cuerpo se agitaba por la sorpresa, pero inmediatamente comprendió el truco y estalló en carcajadas mientras daba vuelta su cara enfrentando al joven.
-¡Oh! Esteban, no me hagas eso.- Dijo en un falso reproche. El aludido no contestó con palabras sino que tomando la morena cara acercó sus labios a los de ella y ambos se unieron en un prologado beso.
-¡Como te he extrañado!- Dijo ella.
-Nos hemos visto hace sólo tres días.- Respondió Esteban.
-Me ha parecido una eternidad.- Ambos hablaban portuñol pero los acentos variaban, mientras que el de la muchacha sonaba a brasileño, el de él era inconfundiblemente argentino.
Sin mediar más palabras el hombre se recostó sobre la mujer y ambos sobre el suelo de arena húmeda; pasó sus brazos bajo el cuerpo de ella y comenzó a acariciar su espalda y hombros.
-Me has hecho humedecer todo el vestido sobre la arena.
-Vamos a quitártelo y colgarlo en las ramas de la orilla para que se seque.
-¡Oh! Ya lo tenías planeado.-El tono era falsamente de reproche.
-No, pero no puedes volver a tu casa con la ropa mojada.
Terezinha entendió que la propuesta iba en serio y comenzó a desabrocharse el vestido, dejando al descubierto su hermoso cuerpo moreno. El joven la ayudó a sacar los botones de la parte inferior y al retirar la prenda acarició suavemente las piernas de la muchacha, que profirió un gruñido de placer. Ambos estaban sobre el borde entre la hierba y la arena y el esbelto cuerpo de ella se desplegó sobre el suelo. Esteban se sentó al lado de sus piernas e inclinando su torso, comenzó a besar los muslos a partir de la rodillas y avanzando en forma ascendente. El gruñido de ella se transformó en un ronroneo felino al sentir el aliento de su amante acercarse a su zona íntima. Ambos jóvenes ya se hallaban en un elevado estado de excitación y Terezinha separó ligeramente sus piernas exponiendo su braga diminuta, tomó con una mano la cabeza del joven y la empujó hacia abajo, incrementando el contacto entre su cara y sus piernas.
-Ya sabes lo que me gusta. Quiero comenzar con ello.
Esteban conocía las preferencias de la mujer y entendió que debía empezar con el sexo oral. Sin embargo protestó.
-Eso te satisfará a ti pero yo tengo que aliviar mis propias necesidades.
-Pues tendrás que esperar a que yo esté saciada.
Sin discutir Esteban procedió a quitar la braga, poco más que un hilo de espesor y hundió su rostro entre la fronda de la mujer.
Terezinha se hallaba sumamente caliente y tenía una gran facilidad para experimentar orgasmos de modo que los mismos no tardaron en llegar.
Ambos yacían desnudos sobre el mullido colchón de hierbas, la pasión los había hecho transpirar copiosamente de modo que la mujer se levantó y caminó hacia el vecino arroyo.
-¿Dónde vas?
-A refrescarme en el arroyo y sacar de mi cuerpo toda tu saliva...y otros fluidos.
Esteban la miró desde el suelo, contemplando su silueta magnífica y su andar sensual, hasta que finalmente se levantó y caminó también hacia el torrente rumoroso. Comenzó a arrojar agua con sus manos y Terezinha imitó su juego infantil.
Ambos amantes habían quedado dormidos uno junto al otro, totalmente desnudos. La joven se despertó primero e incorporándose sobre un codo se volteó hacia él acariciando su cara con suavidad y luego deslizando sus dedos por el cabello rubio. Realmente Esteban era lo que siempre había secretamente soñado y estar a su lado entrelazando sus piernas negras con las blancas de él le producía una satisfacción íntima y muy profunda. Solamente lamentaba el sigilo en que debían verse y que sus hermanas y primas no pudiesen verla. La madre de Terezinha siempre la prevenía contra los jóvenes y especialmente los blancos.
-Con ellos sólo conseguirás que te preñen y luego se vayan con otra mujer de su raza.
Finalmente el joven despertó y al verla a ella contemplándolo sonrió.
-¿Qué piensas?-Le dijo.
-¿Tienes hermanos?- Preguntó aviesamente la muchacha.
-Sí. Tres.
-¿De qué sexo?
-Mi casa está llena de varones.
-¿Es por eso que no te has buscado una novia polaca como tú?
-Hay chicas en las fincas vecinas, pero me resultan desabridas.
-¿Por eso te has buscado una mulata brasileña? ¿Te resulto excitante?
-Sí, pero no lo hagas sonar como algo pecaminoso.
-¿Qué pensarían tus padres si me conocieran?
-El viejo en el fondo estaría de acuerdo. Según parece de joven era muy fogoso.
-¿Y tu madre?
Esteban evitó responder. Le tomó de la mano y luego de incorporarse ambos regresaron a la orilla del arroyo e introdujeron sus pies descalzos en las frías aguas que rodaban sobre las piedras del fondo.
Terezinha exhaló un profundo suspiro; su cuerpo, alma y mente estaban conectados con el momento que estaba experimentando de la mano del muchacho que quería, luego de haber tenido sexo satisfactorio y sintiendo la suave brisa que se colaba entre las frondas de los árboles. Observó con atención el contorno, donde la orilla arenosa daba paso al suelo de humus numerosas flores de diversos colores competían por la luz solar. Numerosos pájaros pequeños de diversos colores acudían a libar el néctar de las inflorescencias sin inmutarse por la presencia de los amantes. Plumas y pétalos y el correr de las aguas transparentes. La muchacha exhaló nuevamente, su corazón de mujer estaba henchido de felicidad.
-¿Cuándo hacemos ese encuentro?-Dijo repentinamente.
-¿Qué encuentro?- Respondió Esteban, absorto en sus propios pensamientos.
-Con tus hermanos y mis primas, en este mismo sitio.
-¿El próximo fin de semana?
-De acuerdo, ustedes traigan la bebida y nosotras nos encargamos de la comida.
-¿Un picnic para ocho personas?
-Sí, con cesta de picnic y mantel como corresponde.
Cuando pudieron salir subrepticiamente de la granja Esteban y sus hermanos ya era casi mediodía. Las labores de la huerta los habían retenido y no podían interrumpirlas sin consecuencias.
-Pronto, las chicas ya deben estar esperándonos en el arroyo.- Alentó Esteban.- Y tenemos por lo menos media hora para llegar.
Cuando arribaron estaban traspirados por el esfuerzo y la corrida; Gregorio se quejó.
-No puedo presentarme ante una chica completamente sudado.
-El sudor lo podemos justificar, el retardo no.- Respondió secamente Esteban.
-Steffy, es la primera impresión la que cuenta.- Insistió el hermano.
-Bueno, ya estamos aquí. No nos queda más remedio que presentarnos como estamos.
Al verlos aparecer tras los árboles de la orilla se oyó un coro de gritos y risas femeninas mientras Terezinha se ponía de pie de un salto para correr a recibirlos. Para no dejar lugar a dudas al llegar al lado de Esteban se puso en puntas de pie y tomándolo del brazo le estampó un beso en la boca.
-Ya marcó a su hombre.- Dijo por lo bajo una de sus compañeras.
-Es el más alto de todos.- respondió con un dejo de rencor otra muchacha.
Las tres jóvenes se pusieron también de pie dejando ver sus magníficas siluetas estilizadas envueltas en pareos multicolores. Los jóvenes avanzaron lentamente observando el grupo que los recibía, sus ojos brillantes por la excitación.
Terezinha y Esteban procedieron a hacer las respectivas presentaciones. Sobre la hierba un amplio mantel de plástico estaba ya dispuesto con una cantidad de provisiones preparadas para servir. Los jóvenes dejaron en él las bebidas que habían llevado, consistentes en cerveza y gaseosas
Con la probada espontaneidad de los brasileños las muchachas probaron ser más desenvueltas que sus visitantes y la charla generalizada se desarrolló prontamente. Al ver las relaciones encarriladas Terezinha y Esteban se apartaron un tanto para disponer de un poco de privacidad.
-Parece que tus hermanos no han visto una mujer en su vida. Por poco no se abalanzan sobre las chicas.
-No temas, se comportarán en tanto yo esté presente.
-¿Eres el mayor?
-Sí. Y los tengo a raya.- La respuesta era más bien jocosa.
-Han traído cerveza. Espero que no se emborrachen.
-No va a alcanzar, solo vencer algunas inhibiciones.
-¿De quiénes?
-De tus primas.
-No las veo muy inhibidas. Están flirteando desde el comienzo.
-¿Ellas tampoco han visto chicos?
-No como estos. Me van a adorar por habérselos presentado.
La joven decidió cambiar el rumbo de la conversación.
-¿Te llaman Steffy?
-Sí. Todos tienen apodos.
-¿Cómo se llama ese rubio, el más joven?
-Nicky. Nicolás.
-Es muy apuesto. Supongo que va a tener mucho éxito hoy.
-¿Y qué hay conmigo? ¿Voy a tener éxito hoy?- La pregunta llena de doble significado hizo sonreír a la muchacha.
-Todo depende de que te propongas.- El tono de la respuesta era felino.
-En realidad no tengo nada en mente.
Contrariando sus palabras con su acción Steffy tomó a la mujer por el talle y aproximando su rostro al de ella dio un beso interminable en su boca, mientras su otra mano se deslizaba sobre las posaderas de ella.
-No precipites las cosas demasiado.-Pidió Terezinha.- La tarde es larga y calurosa.
Los restantes jóvenes festejaron el gesto cariñoso en forma estruendosa; en realidad dejaba abierta las acciones para todos.
-Vamos a regresar con los otros, por lo menos por un rato hasta que se rompa el hielo totalmente.- Dijo la joven.
-Bien, pero sólo por un rato.
Una de las chicas había traído un voluminoso grabador de música y al encenderlo comenzó a emitir una melodiosa canción romántica brasileña mientras los ocho jóvenes se sentaban sobre la hierba y en torno al mantel. La muchacha llamada Lecia comenzó a servir las porciones que habían traído en platillos de cartón mientras Gregorio abría las cervezas. El volumen de la conversación bajó mientras los comensales almorzaban y la música de María Creuza y Toquinho llenaban el aire. Las latas de cerveza, ya calientes fueron abiertas una tras otra y finalmente el alimento se terminó.
La prima llamada Gilma se acercó al grabador y cambió la música por otra bailable con un ritmo de samba y luego se aproximó al joven Nicolás, al que ya había marcado previamente, y le indicó que se uniera a ella en el baile.
-Soy malísimo bailando.- Dijo el joven.
-Sólo tienes que seguirme.- Contestó Gila, mientras comenzaba a cimbrear sus caderas.
Poco a poco todos los comensales se unieron al baile en