Domando al motero
Por Cassie Alexandra
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Tras un par de tórridos encuentros con Taylor (conocido como Tail) Adams, un popular mujeriego de la zona, Lauren Macey descubre que está embarazada de él. Lauren, consciente de no querer criar a su hijo en el ambiente de los Club de Motos y sabiendo que Tail no está deseando precisamente ser padre, opta por mantenerlo en secreto. Pero la cosa se complica cuando descubre que ninguno de los dos está dispuesto a dar por finalizado su pasional romance.
Novela de 37.000 palabras. Puede leerse de forma independiente.
Cassie Alexandra
USA Today bestselling author Cassie Alexandra (pen name of NY Times Bestselling Author, Kristen Middleton) has published over 40 titles since 2011. She writes romance, horror, fantasy, and suspense thrillers. www.kristenmiddleton.com www.cassiealexandrabooks.com
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Comentarios para Domando al motero
5 clasificaciones1 comentario
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El libro me pareció llevadero lo leí en una tarde, para mí le faltó sexo explícito , y el final dio un sierre abrupto , con ganas de más
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Domando al motero - Cassie Alexandra
Domando al motero
Cassie Alexandra
––––––––
Traducido por Laura Pastor
Domando al motero
Escrito por Cassie Alexandra
Copyright © 2023 Cassie Alexandra
Todos los derechos reservados
Distribuido por Babelcube, Inc.
www.babelcube.com
Traducido por Laura Pastor
Diseño de portada © 2023 Book Cover By Design
Babelcube Books
y Babelcube
son marcas registradas de Babelcube Inc.
––––––––
Cassie Alexandra
Copyright ©2016 by Cassie Alexandra/K.L Middleton
Cover Design by Book Cover By Design (Kellie Dennis)
Cover Model - Connor Smith
Photographer - Reggie Deanching/RplusMphoto.com
All rights reserved.
No part of this book may be reproduced, or stored in a retrieval system or transmitted in any form or by any means, electronic, mechanical, photocopying, recording, or otherwise without express written permission of the author.
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Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Prólogo
Taylor
––––––––
Hace siete años...
––––––––
Miré el reloj; eran casi las nueve de la noche
«¿Dónde cojones estás?»
No estaba seguro de si estaba cabreado con mi novia o preocupado por su integridad física. Amber, con la que llevaba saliendo tres meses, no me cogía las llamadas ni respondía a los mensajes y estábamos invitados a una fiesta. Se suponía que tenía que haberme recogido hacía media hora y ella nunca llegaba tarde. Desafortunadamente, mi viejo me había quitado las llaves de la moto el fin de semana anterior tras haberme pillado conduciendo bebido. Como es natural, se puso hecho una furia.
—Joder, —maldije en voz alta dando vueltas en la cocina—. Será mejor que tenga una buena excusa, ya lo creo. Tenía que ser esta noche precisamente.
La fiesta se celebraba en honor de mi amigo Carter. Era su décimo octavo cumpleaños y su hermano mayor, Drew, le había organizado una fiesta desenfrenada.
Scott, mi padre, entró en la cocina. Llevaba el pantalón gris cubierto de pintura y parecía agotado.
—¿Qué sucede? , —preguntó abriendo la nevera. Cogió una lata de cerveza, la abrió y dio un largo trago.
Volví a mirar mi teléfono.
Sin noticias de Amber.
—Se suponía que tenía que estar ya en la fiesta de Carter. Amber no ha aparecido y no sé qué demonios está pasando, —dije suspirando— ¿Me puedes devolver las llaves de la moto?
Eructó. —Claro, el lunes.
—Mira, sé que la cagué, —le dije inclinándome sobre el mostrador de la cocina—. Pero no volverá a suceder. Me quedaré en a dormir en casa de Carter si bebo alcohol.
—Lo siento hijo, pero he dicho que no. Ya conoces las normas, —respondió sentándose a la mesa de la cocina. Estiró las piernas, cogió un paquete de tabaco de la mesa y se encendió uno.
—Pero es el cumpleaños de Carter, —dije enfadado—. ¿No podrías ser un poco indulgente?
—¿Ser indulgente? Creo que ya lo he sido demasiado, —respondió Scott expulsando el humo y frunciendo el ceño—. Mira, ya es bastante malo que bebas siendo menor de edad, pero lo hiciste conduciendo la moto, Taylor. Si vas a andar haciendo esa clase de gilipollez, será mejor que te tumbes en la carretera esperando a que te atropelle un camión.
—Solo me tomé un par de cervezas, —respondí frustrado—. Ni siquiera me encontraba mal.
—Me da igual lo que digas. Conoces las normas de sobra, —repitió—, y aún así las rompiste. Ahora deberás enfrentarte a las consecuencias. Deberías darme las gracias por devolverte las llaves el lunes.
A juzgar por su mirada, supe que no iba de farol.
—¿Puedo coger tu camioneta?
—Es como hablarle a la pared, —masculló frotándose la mandíbula—. No, no puedes coger mi camioneta.
—¿Y la furgoneta de Sheila?
Estaba desesperado. Lo último que quería era aparecer en la fiesta con la pequeña furgoneta de mi madrastra, pero cualquier cosa era mejor que no ir.
—No. Acéptalo, no vas a conducir esta noche. Joder, ni siquiera debería dejarte salir.
—Tengo que ir. Es mi mejor amigo. Ya lo sabes.
Me observó durante unos instantes y señaló a la ventana. —Si es tan importante para ti, ¿por qué no vas andando?
Volví a mirar el reloj. Vivía a casi diez kilómetros. Era mayo y la caminata no era demasiado dura.
Además, quizás Amber pudiera recogerme de camino.
—Vale. No voy a faltar. Él no me haría algo así.
Scott suspiró. —A la mierda. Yo te llevo. No voy a dejarte ir andando. Hay demasiados borrachos descerebrados ahí fuera. Algunos de ellos conduciendo motos.
—Gracias, —dije ignorando el sarcasmo.
Apagó su cigarrillo y asintió. —Vamos. Iremos en mi camioneta. Te dejaré conducir.
—Genial, —respondí fríamente.
—No seas gilipollas, Taylor. Tienes suerte de que te haga el favor.
—Lo sé, —dije forzando una sonrisa—. Te lo agradezco.
—Eso espero.
Cogí mi chaqueta de cuero y le seguí al garaje.
La fiesta estaba en pleno auge cuando llegamos a su casa, que parecía un palacio en comparación con la nuestra. Scott era carpintero y Sheila trabajaba a tiempo parcial como camarera en un bar de carretera llamado Sal's. No nos sobraba el dinero y nuestra casa era pequeña, pero tenía que admitir que la vida con ellos no estaba mal. La familia de Carter, sin embargo, tenía mucho dinero, sus padres siempre estaban discutiendo, y él estaba deseando marcharse a la universidad en otoño. Gracias a él era más consciente de la suerte que tenía. Mi viejo podía ser un gilipollas a veces, pero me trataba bien. La verdad es que solía merecerme los castigos.
—¿Sus padres están en casa? —preguntó Scott frunciendo el ceño al ver el número de coches aparcados en la calle. Afortunadamente, la casa de Carter estaba lo suficientemente alejada de sus vecinos y la fiesta no podía molestar a nadie. Aún no, al menos. La policía se había presentado en un par de ocasiones cuando su hermano mayor aún vivía en casa. Una vez, cuando Carter y yo teníamos quince años, robamos unas cervezas durante una de las juergas de Drew y nos disponíamos a pillarnos un buen pedo en la casa de invitados. Cuando llegó la policía, tres chicas mayores vinieron donde nos encontrábamos para huir de la pasma, y antes de que acabase la noche ambos habíamos perdido la virginidad. Había sido la mejor noche de nuestras vidas.
—Su hermano Drew ha venido de la facultad para la fiesta, —dije—. Él lo tiene todo bajo control.
—Me alegro, —dijo fríamente.
—No pasa nada, —dije aparcando en la entrada de la casa—. Es solo una fiesta.
—Eso es lo que me preocupa, —dijo mirando boquiabierto a dos chicas con minifalda y tacones que se dirigían a la casa. Sonrió—. Quizás debería entrar y asegurarme de que Drew lo tiene todo bajo control. Algunas de esas chicas parecen peligrosas.
Resoplé. —¿Qué diría Sheila?
—Sheila pensaría que es una buena acción.
—Sí, claro, seguro.
Otras dos chicas salieron de la casa y Scott fingió limpiarse la baba. —No puedo creer que sus madres les dejen salir así.
—Probablemente han cogido esa ropa del armario de sus madres MILF —dije preguntándome qué llevaría puesto Amber. Por lo que a mí respectaba, podía ponerse una bolsa de basura y aún así estaría sexy.
Él se rió. —Ya lo creo. Joder, creo que nací en la época equivocada. Le entraría a todas esas macizas si fuese tú.
—¿No se supone que deberías decirme que tenga las manos quietas? —pregunté fríamente.
—Tú protege tu polla, hijo, y haz con esas manos lo que quieras, —dijo echando un vistazo a dos rubias que caminaban juntas hacia la casa—. ¿Te has liado con alguna?
—No, Amber es mi chica. Ya lo sabes.
—Eres demasiado joven para estar solo con una chica.
Suspiré.
Otra vez la misma conversación. Le parecía que íbamos demasiado en serio. Quizás así era, pero era una fiera en la cama y empezaba a quererla de verdad.
—Lo sé. Sólo quiero decir que deberías tener otras opciones. Eres joven y, —dijo sonriendo—, te pareces a tu padre. Veo cómo te miran las chicas. No malgastes todo tu encanto solo con una. No a tu edad, al menos.
Scott había sido un rompecorazones de joven. Una vez se jactó de haberse acostado con ochenta mujeres en un periodo de cinco años. Según relataba, se trataba de sus años de facultad en el equipo de hockey. Al parecer, había metido su «disco» en tantas puertas que empezaron a llamarle Percutor-Scott. Aunque el mote tenía más que ver con las veces que una tía le habían percutido la cara en público por celos. Desafortunadamente, todo acabó cuando se rompió la muñeca, lo que no solo acabó con su carrera de hockey, sino también con su vida sexual. Un año más tarde conoció a mi madre. No recordaba mucho de ella porque había muerto cuando yo tenía cuatro años en un accidente de tráfico. No obstante aún conservaba algunas fotos de nosotros tres. Sabía cuánto la había amado Scott y cuánto nos había querido ella.
—De acuerdo, —dije tratando de zanjar la conversación.
—Eso espero. Escucha, llámame si necesitas que te recoja luego, —dijo saliendo de la camioneta.
—Lo haré. Gracias. Salí y examiné los coches aparcados en la calle. Cuando vi el Jeep blanco de Amber fruncí el ceño.
«¿Qué cojones pasa?»
—¿Qué pasa? —preguntó mi padre al ver mi gesto.
—Nada. Luego te llamo, —dije metiéndome las manos en los bolsillos de mi chaqueta de cuero.
Se metió en el lado del conductor. —Recuerda, llámame si necesitas que te recoja.
—Gracias, —respondí alejándome con la cabeza gacha. Lo último que deseaba era que me martirizasen en la escuela por haber llegado a la fiesta con mi padre.
—¡Ey Taylor! —dijo una voz femenina sumida en la oscuridad mientras me acercaba a la puerta.
Miré al lateral de la casa y vi a Lauren Macey sola oculta entre las sombras. Era la conquista más reciente de Carter, una preciosidad de pelo castaño rojizo, grandes ojos verdes y un cuerpo que bien podría haber encajado en un anuncio de Victoria's Secret. Aunque aún no se la había tirado, sabía que él esperaba hacerlo aquella noche. Ya habían salido unas cuantas veces y según él, ella estaba muy cachonda. A diferencia de Amber, que me había metido mano a mitad de la película de terror que habíamos ido a ver