¿Quiénes son ellos?: Serie ¿Quién―? Libro 1
Por Taylor Storm
5/5
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Unos pocos adelantos:
¡Él mató a mi esposo!
Hacer un pacto con el diablo era la única forma en que él podía sobrevivir ―como una película de terror― una que quería apagar, pero no podía porque la triste realidad era que ésta era su vida.
―¡Mamá! ―Escuchó la voz de Elías―. ¡Oh, no! Este no era un espectáculo para ser presenciado por un niño…
―¿Cómo pueden todos sentarse ahí y tener a este asesino en nuestra presencia?
Quizá incluir un poco de sexo en la ecuación. Eso nunca había lastimado a nadie antes. No podía permitir que su hijo fuese criado así y estar alrededor de una persona tan malvada.
―¡Mamá, soy una modelo! ―mintió ella.
Aférrense a sus asientos mientras esta historia se desenvuelve con su red de mentiras entrelazadas, sexo, crimen y una plétora de eventos inusuales a medida que alcanzan el clímax y transmiten emociones profundas e imágenes vívidas, mientras las parejas evolucionan en triángulos sexuales de confusión.
Su matrimonio era un completo fraude. Ni siquiera dormían nunca en la misma cama y a duras penas podían soportar verse el uno al otro. Se habían convertido en una de esas parejas que no hacen más que fastidiarse en la presencia del otro y quejarse de lo patéticos que eran para el otro. No pasaba un día sin que no pelearan ni expresaran cuánto odio sentían por el otro y, Julie y Andrew…
Su hija, Jenna, era una hermosa aspirante a modelo, prometiendo serle fiel a su amor, Morgan. Morgan va a un largo viaje de negocios a Sudáfrica, y cuando regresa a casa tuvo la intención de proponerle matrimonio a Jenna, pero descubre a Crowley…
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¿Quiénes son ellos? - Taylor Storm
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 1
Él estaba en completa soledad, inmerso en el silencio y la oscuridad a su alrededor. Pensó en el dulce cuerpo de ella; la suavidad de su piel, los suaves mechones de cabello en su nuca. La idea de ella era divina. Ella estaba en la cocina preparando la cena.
Tan sólo el pensar en ella lo hacía iluminarse con alegría. Él la amaba y ella lo amaba a él. Ella le hacía sentir como nadie lo había hecho antes. Aunque había vivido la vida de un mujeriego, él siempre había querido enamorarse de alguien y que ese alguien lo amase. Ese era su único deseo y su sueño más auténtico y ahora, tenía a alguien quien de hecho lo amaba: Victoria.
Grant se acercó lentamente detrás de ella. Envolvió sus manos alrededor su cintura y le besó el cuello, gentil y suavemente. Ella se giró hacia él con una sonrisa en sus dulces y suaves labios. Los ojos de ella brillaban ante su presencia. Ella era tan perfecta y tenía la combinación perfecta entre cerebro y belleza. Se sentía tan afortunado de tenerla en su vida y ser capaz de atraer su amor.
―Oye, hoy llegaste temprano a casa. ¿Cómo estuvo tu día, Grant, querido? ―preguntó ella, feliz de verlo y mirándolo con tanto amor en su rostro.
―Mi día estuvo bien. Sólo te extrañé, querida ―él respondió suavemente.
―Yo te extrañé aún más ―dijo ella con completa honestidad, no solo por cortesía si no porque realmente lo había extrañado mucho.
Se miraron el uno al otro en completo amor, con sonrisas en sus rostros. Ella tenía una expresión extraña pero contenta en su rostro, el tipo de expresión que refleja cuán feliz eres con tu vida porque sientes que tienes todo lo que siempre quisiste.
Grant la conocía bastante bien para saber que estaba pensando en algo a pesar de la expresión en su rostro. Lo podía sentir. Estaba en su cara y él sentía la vibra de que algo la molestaba y estaba en su mente.
Él simplemente no sabía qué era, pero deseaba descubrir qué había en su mente, qué era lo que la molestaba a tal punto que era capaz de expresarlo sin tener que decir nada sobre sus sentimientos.
Pensó para sí mismo por un momento mientras la curiosidad se agitaba en su mente. Simplemente no lo podía descubrir. Finalmente, como ya no podía aguantar más la sospecha, tuvo que preguntar.
―¿Qué es? ¿Qué tienes en mente, cariño? ―preguntó, rompiendo finalmente el silencio.
Vicky respondió rápidamente a su pregunta.
―Es solo que no me puedo imaginar la vida sin ti. Siento como si te hubiese amado casi la mitad de mi vida, Grant. Eres mi roca. No pasa un día sin que piense en cuán afortunada soy de tenerte aquí. Eres la mejor persona en mi vida; el calor de tus cuidados le da el toque de pasión a mi vida. No has sido sólo un regalo para mí, sino también una parte de mi corazón, mi otra mitad...
―Shhh, ya dijiste suficiente, Vick.
Gentilmente tomó su labio inferior entre los suyos. Sin hablar mucho, un dulce gemido escapó de los labios de ella, sus mejillas se sonrojaron por la pasión que se apoderó de su cuerpo. La mano izquierda de él estaba en su nuca. Él la cargaba hacia la encimera de la cocina. Lentamente la situó en la dura cubierta de mármol. Ella sintió la ráfaga de frío de la encimera contra su espalda.
Esto fue intensificado por el calor que corría por su cuerpo al sentir su abrazo. Ella respondió con besos profundos y apasionados. Él era, después de todo, el amor de su vida. Su tacto hizo que todos sus problemas se desvanecieran. ¿Podría ella considerar amar a alguien más como amaba a Grant? Posiblemente no, pero la idea de perderlo por algo la hacía sentirse molesta, y estaba muy conmovida por ser parte de su vida y que él fuese parte de la suya. Era perfecto. Este era el tipo de vida que ella quería. Este era el tipo de vida con que había soñado y él era el tipo de hombre con quien siempre había querido estar.
Todo lo que había sobre la encimera cayó al piso. Sus movimientos se volvieron torpes con la pasión que comenzó a apoderarse de ellos. Ella desabrochó su camisa, casi arrancando los botones por frustración. Ella lo necesitaba. ¡No, ella lo quería! Él bajó hábilmente el cierre del vestido azul oscuro sin mangas, y con un movimiento fluido lo dejó caer al piso de mármol blanco como la nieve, mientras continuaban mirándose fijamente a los ojos y besándose apasionadamente.
El suelo estaba ahora cubierto con sus ropas. El guiso de camarones que aún estaba en la estufa llamó su atención. Pronto comenzó a quemarse. Ella señaló en la dirección del sartén para que él lo apagara. Él giró sus cuerpos de forma que pudo evitar que continuara quemándose, apagando la estufa y dirigiendo su atención de vuelta a su preciosa Vick.
Él le sonrió pensando en lo que ella le había dicho antes. Cómo lo que había dicho le hacía sentir satisfacción en el fondo. Un sentido de orgullo de que ella fuese suyo, llenó su corazón mientras la besaba, y luego, mientras él la miraba a los ojos, como si sus mentes se conectaran de alguna forma, ambos comenzaron a reír suavemente. Ella se aferró a él aún más, sus manos alrededor de su cuello y sus piernas alrededor de su cintura. Él la cargó hasta la cama. Él la recostó con tanta suavidad como si tuviese miedo de que se pudiera romper. Pasó la mano suavemente por su cara y hacia abajo, pasando sobre sus senos con las puntas de sus dedos. Más abajo por su suave y plano vientre, por su ombligo. Él le mordisqueó la oreja. Ella rasguñaba gentilmente su espalda. Ella quería que él la poseyera en ese momento, ser una con él. Él era su mundo y ella era el suyo. Ella quería sentirlo y que él lo sintiera también.
―¡Tómalo todo, Grant! ―le dijo efusivamente―. Todo te pertenece, cariño. Cada centímetro mío es tuyo para explorarlo y extasiarte. Por favor deléitame con tu toque mágico. Hazme sentir la magia de tu amor ―le suplicó susurrando.
Él se deslizó dentro con suavidad. Sintió el cuerpo de ella temblar de placer al ser poseída. Él conocía cada punto. Le tomó todo lo que tenía el no dejar que el éxtasis del momento se apoderara de su cuerpo. Él presionó contra su piel ahora húmeda, sintiendo su cercanía. Se permitió disfrutar la dicha del momento que en que se encontraron envueltos.
―Oh, Grant ―dijo ella con un gemido delicioso.
El ritmo ahora había aumentado hasta un movimiento suave y constante. Sus cuerpos estaban en perfecta sintonía. Abrazaron el crescendo del momento, mientras ambos alcanzaban el clímax. Ella gemía más y más fuerte, y él podía sentir que estaba a punto de eyacular. Estaban casi en la cima, cuando alguien llamó a la puerta.
―Hola, señor, servicio a la habitación ―dijo la voz femenina calmada del otro lado de la puerta.
Él se dirigió hacia la puerta para contestar después de ponerse su ropa. «¿En serio? Servicio a la habitación, ¿ahora? ―pensó».
Maldijo en silencio. La interrupción era una inconveniente y molesta invasión al tiempo personal, pero no había a nadie a quién culpar salvo a sí mismo. Después de todo, él había sido quien había ordenado. Presionó el botón de aluminio en la mitad del pomo revestido de oro y lo giró para abrir la puerta. Grant de pronto se sintió exhausto.
Era probablemente por la falta de sueño, ya que no había dormido mucho últimamente. Se había dejado llevar por los dulces recuerdos de Vick. Ansiaba tener la oportunidad de estar con ella, sentir su cuerpo cerca. Quería cada momento estar con ella. Quería disfrutar de su presencia y estar con ella todo el tiempo, y cuando no estaba ella cerca, incluso por una hora, la extrañaba tanto como ella lo haría con él. Ambos estaban locamente enamorados, y él quería estar así por siempre sin dejar que nada ni nadie se interpusiese entre ellos.
Después de que la joven se fue, se quedó mirando por la ventana. La oscuridad de la noche había dado paso al sol. Abajo, veía a gente hablando. Mientras avanzaban a lo largo de sus vidas diarias, todos parecían pequeños, casi como hormigas para Grant. Parecían tan minúsculos, absorbidos en su propia importancia personal. A lo lejos, escuchó una sirena.
Mientras el sol se elevaba lentamente, proyectaba un maravilloso brillo en el mundo. La mente de Grant volvía a Vick. Su hermosa diosa; el resplandor del sol en la mañana no parecía nada comparado con ella.
«Preferible que yo sea el último hombre parado con ella, estando con ella, muriendo con ella, que dejar que otro hombre esté con mi hermosa Vick. Debo recuperarla ―pensó».
Se sentó en el borde de su cama, pensando qué hacer. No podía permitirse perderla. El solo pensar en ella en la vida de otro hombre, en los brazos de otro hombre, y peor, en la cama de otro hombre, lo empujó hacia una pared. Sintió lágrimas llenando sus ojos.
Sin embargo, él tenía otro lado. Uno que lo volvió frío y despiadado y lo hizo cuestionar su decisión de estar con Victoria. Este era un lado de él que odiaba, pero le gustaba al mismo tiempo. Era narcisista y un poco chovinista.
«¿Qué estoy haciendo? No puedo estar llorando por una mujer ―le hizo pensar ese lado».
Sin embargo, ella no era solo una mujer cualquiera. Ella era su único verdadero amor. Grand tuvo por mucho tiempo una mala reputación de descarriarse, pero sin importar con qué mujer estuviese o quisiese estar, nadie se comparaba con Vick. Ella realmente tenía su corazón y lo que cualquiera dijese, pensase o hiciese, no importaba. Ella lo amaba tal como él la amaba a ella.
«No te preocupes, querida, volveré por ti ―dijo en voz alta, a nadie en particular».
Eso fue todo. Había tomado una decisión. Era hora de tomar acción. Caminó a través de su habitación hacia el escritorio donde estaban la mayoría de sus pertenencias. Sacó una pequeña libreta de su maletín y la hojeó. Tenía que comenzar el Plan B. Tenía que hacer una llamada. Caminó hacia el teléfono que estaba en la mesita auxiliar.
Sentado en la cama, lentamente marcó el número. Tuvo mucho cuidado en marcar el número correcto. Sostuvo el auricular en su oreja. Estaba sonando. Su corazón estaba decidido en romper su pecho y caer sobre su regazo. Estaba preocupado. ¿Qué diría? ¿Ella lo escucharía? ¿O simplemente colgaría? Estaba por colgar cuando escuchó un suave clic del otro lado. Alguien había contestado. ―Hola.
Su lado que lo hacía un mujeriego, despertó. Quería, e intentaba reprimirlo, pero no pudo. Simplemente no pudo. Era una contradicción consigo mismo y lo sabía. Sabía que había algunas cosas que tenía que resolver y se preocupó de no haberlo hecho ya, pero pensó que en algún punto lo haría y que necesitaría dejar de pensar demasiado en las cosas.
Él reanudó la conversación. Cualquier sensación de culpa, conciencia u honestidad habían desaparecido de su cuerpo. Sintió que su corazón latía «pum pum, pum pum» más y más rápido.
―Hola ―dijo él.
****
Parecía como si las cosas fuesen mejorando. Ella se sentía más sana e incluso más en forma de lo que había estado antes. Era maravilloso como un par de días de terapia a la semana combinadas con ejercicio, podían realmente curar la mente, cuerpo y espíritu de una persona y ayudarles a transformarse a sí mismos en una mejor persona física, emocional y espiritualmente. Ahora estaba comiendo bien para cuidar de su cuerpo y también estaba cuidando de Elías mucho mejor. Él parecía mucho más feliz con ella de lo que había parecido estar en el pasado. Él también parecía estar muy bien, lo que era un gran cambio de cómo eran las cosas antes de su transformación. Él había incluso dejado ver lo emocionado que estaba con su fiesta de seis años. Las cosas estaban cambiando para él y para ella, y eso era maravilloso. Ella necesitaba ese cambio, especialmente considerando de dónde venía y cómo solía ser su vida cuando estaba casada con... ÉL.
Bridgette era una mujer espectacularmente hermosa. Tenía una figura de reloj de arena con el que muchas ni se atreverían a competir, y un rostro por el que muchas pagarían por tener, ya que parecía una modelo con sus hermosos y altos pómulos, rasgos afilados y cuerpo frágil, que las mejores mujeres sólo soñarían con tener. Ella estaba ahora cómoda con su piel y sabía cuán hermosa era. Esto era algo que ella necesitaba hacer desde hacía mucho, pero ahora que lo hacía, era genial saber que le estaba yendo bien a pesar de todo. Sin embargo, no siempre había sido el paraíso para ella, ya que la vida le había dado muchos limones que ella no se merecía. Ella era una mujer humilde que sabía que había tenido una vida terrible con comienzos humildes; había recorrido un largo camino desde la persona tímida que solía ser, y se había convertido en una mujer con confianza y segura de sí misma. Era una bendición para ella el estar viva ahora mismo. Su mente viajó a hacía menos de tres años; una época que intentaba olvidar, pero también a la que su mente seguía yendo de vez en cuando a pesar de sus mejores esfuerzos de dejar al pasado en el pasado. Sin el pasado persiguiéndola ahora, estaba viviendo el tipo de vida que quería y merecía.
―¡Lleva tu trasero a la cocina y ve a preparar mi cena ―AHORA! ―gritó Henry mientras ella entraba al baño.
―Sólo necesito meter esta ropa en la secadora y estaré ahí en un segundo ―contestó ella.
―¡Dije «ahora»! ¿Y cuántas veces tengo que decirte que me llames «señor»? ―dijo él amenazadoramente mientras se