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El novio fantasma
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El novio fantasma
Libro electrónico132 páginas2 horas

El novio fantasma

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Información de este libro electrónico

Días antes de su boda Agnes se entera de que su prometido ha muerto en extrañas circunstancias, y descubrir la verdad se convertirá en obsesión. Una obsesión que la empujará a un viaje por mar rumbo a Boston, a dejar su cómoda existencia en un señorío inglés para embarcarse en una aventura que cambiará su vida para siempre

IdiomaEspañol
EditorialCamila Winter
Fecha de lanzamiento5 oct 2015
ISBN9781519927729
El novio fantasma
Autor

Camila Winter

Autora de varias novelas del género romance paranormal y suspenso romántico ha publicado más de diez novelas teniendo gran aceptación entre el público de habla hispana, su estilo fluido, sus historias con un toque de suspenso ha cosechado muchos seguidores en España, México y Estados Unidos, siendo sus novelas más famosas El fantasma de Farnaise, Niebla en Warwick, y las de Regencia; Laberinto de Pasiones y La promesa del escocés,  La esposa cautiva y las de corte paranormal; La maldición de Willows house y el novio fantasma. Su nueva saga paranormal llamada El sendero oscuro mezcla algunas leyendas de vampiros y está disponible en tapa blanda y en ebook habiendo cosechado muy buenas críticas. Entre sus novelas más vendidas se encuentra: La esposa cautiva, La promesa del escocés, Una boda escocesa, La heredera de Rouen y El heredero MacIntoch. Puedes seguir sus noticias en su blog; camilawinternovelas.blogspot.com.es y en su página de facebook.https://www.facebook.com/Camila-Winter-240583846023283

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    El novio fantasma - Camila Winter

    El novio fantasma

    Camila Winter

    Primera parte

    Un accidente desafortunado

    NEW FOREST INGLATERRA- 1848

    En la mansión de la familia Bourell reinaba la tristeza, acababa de morir en un accidente el joven Laurent, prometido de la hija del barón y en señal de duelo las cortinas estaban echadas y lady Sophia dijo que no recibiría visitas. Su hija Agnes estaba muy triste y permanecía recluida en su habitación leyendo las cartas de amor de su novio muerto y recordando momentos felices que nunca volverían.  Y por momentos pensaba que todo era un horrible sueño del que quería despertar, no podía ser verdad, Alfred no podía estar muerto... y de esta idea dañina, obsesiva encontró el consuelo que necesitaba para seguir, mientras su mente comenzaba a hacer planes.

    Agnes pasaba el día entero encerrada negándose a ver a nadie, pero entonces no lloraba, no hacía más que mirar por su ventana como si esperara recibir la visita de alguien muy importante para ella. Concentraba todo su dolor y angustia en algo llamado esperanza. Un imposible, dadas las circunstancias, pues a quien realmente deseaba volver a ver: no volvería jamás. Los días pasaban, soleados, cálidos, indiferentes a su pena y ella seguía esperando.

    Los pobladores de Norfolk los observaban con curiosidad: a la señorita Bourell y a sus padres, mientras pensaban ¡qué pena, ¡qué triste morir en la flor de la edad cuando la vida te sonríe y solo tienes que extender la mano para tenerlo todo! Un caballero tan apuesto y tan bueno, y ella tan bella como un ángel quedarse sin boda y su novio tan querido.

    Ya se le pasará decían las comadres. una joven tan bella y de noble cuna encontrará otro caballero para casarse.

    Pero una de ellas dijo con desconfianza lo dudo mucho, esa joven tiene una tara.

    Tal insinuación indignó a una comadre, Helen Travis, quien conocía muy bien a la familia del conde de Trent.

    —¡Qué pena! Pobrecita, iba a hacer un matrimonio tan ventajoso. Y era un joven tan bueno. Hacían bonita pareja. Casi había dejado de ser tan callada, ¿no crees?

    Decían entonces sus familiares en voz baja.

    Siempre habían pensado que Agnes era algo extraña; tan callada, reservada y excesivamente tímida con el sexo opuesto. Parecía encerrada en sí misma.

    Su prometido la había cambiado: la veían sonriente, feliz, ambos lo eran entonces, tenían la luz de los enamorados y caminando juntos hacían planes; tenían sueños... Pero ahora solo quedaba el triste recuerdo de lo que había podido ser y un silencio inquietante en toda la casa.

    Agnes no quería abandonar su cuarto y cuando lo hizo, días después su madre se inquietó. Estaba tan pálida, tan triste. Sus ojos se llenaron de lágrimas y su esposo tomó su mano y la apretó.

    Es joven, su corazón sanará, fue voluntad del Señor y ante la muerte nada podemos hacer dijo lord Bourell con filosofía.

    La vida continuaba, pero Agnes regresó a como era antes, una joven callada, tímida y mucho más apagada. El médico le recetó un tónico para darle color a sus mejillas y aconsejó que se abrigara (aunque fuera pleno verano, la joven tenía cierta predisposición a los resfriados) y no diera largos paseos por los jardines.

    El doctor Murray aceptó un café de lady Sophia, era un amigo de la familia y había traído al mundo a Agnes y a sus hermanas mayores, mucho más rollizas y casadas, la viva imagen de la salud, pero el parto de la menor de las niñas no había sido sencillo, nació antes de tiempo y siempre había sido una niña algo extraña. Muda. Habló a los cinco años y temían que... su salud no había sido buena, había pillado varios resfriados y temía que la melancolía excesiva luego de perder a su prometido afectara...

    SUS PRIMAS FUERON A verla y también su única amiga Rosie Hamilton, pero Agnes se quedó sentada todo el tiempo sin decir palabra. Es decir, era educada, pero no sentía deseos de ver a nadie, quería estar sola y ni siquiera su amiga vivaz logró animarla un poco, no hacía más que pensar en su novio muerto.

    Le costaba mucho comprender que todo había terminado, que la vida que soñó con Alfred Laurent ya no podría ser. Que los niños que tendrían, el hogar en Mary House se esfumaría como el más imposible de los sueños sin que pudiera evitarlo.

    Porque él había muerto y no podría regresar. Comprenderlo le provocó un sudor frío, porque hasta entonces se había negado a considerar esa cuestión tan cruda. A pesar de haber asistido a su funeral, y recibido las visitas de duelo, las coronas de flores, sus hermanas y su madre llorando sobre el féretro inmenso... su mente se negaba a aceptar la verdad, tenía la sensación de que él se había marchado y regresaría de repente y todos comprenderían que había habido algún error. Porque sospechaba que había algún error, que ese joven que estaba allí enterrado no era Alfred y cuando días después comenzó a esperarle su madre la miró con extrañeza.

    Oh Agnes, pobre Agnes, esto es demasiado duro para la pobrecita, su salud, su corazón... Juro que habría deseado ocultarle la cruda verdad Edward. Oh, sí...

    Su marido que era un caballero con todas las letras dejó el periódico y la miró. También estaba preocupado por su hija, pero le pareció extravagante la ocurrencia de su esposa.

    —Debía saber la verdad querida, no hay forma de ocultar una tragedia... —dijo vacilante y acercándose a ella la abrazó despacio; —No temas Sophia, se repondrá, es joven, tiene toda la vida por delante y con el tiempo... Tal vez sí piense en casarse.

    Los ojos grises de su esposa se abrieron asustados.

    —No querido, no lo hará, adoraba a Alfred y ninguno podrá ocupar su lugar en su corazón. Ella nunca fue como sus hermanas y temo que el dolor que siente... No podrá superarlo, temo que...—dijo y guardó silencio.

    ESE DÍA LA JOVEN REGRESÓ a su casa deprimida, no hacía más que pensar en su novio muerto en preguntarse sí... No, no podía ser verdad, ¿quién habría podido hacer algo tan horrible?

    Su madre charlaba con una parienta suya en la salita y al verla entrar con los ojos llorosos se alarmó. Agnes no quiso decirle lo que pasaba y se alejó.

    —Pobrecilla, no se recupera de haber perdido a su prometido.

    Su prima asintió con expresión comprensiva.

    —Un joven tan bueno, morir así... en ese accidente. No me explico cómo siendo tan buen jinete... ¿Has oído los rumores querida?

    Lady Sophia se hizo la desentendida.

    —Es extraño, pero han dicho que su muerte fue provocada por alguien que deseaba evitar la boda. ¿Alguna jovencita celosa tal vez?

    La dama palideció y su prima continuó mordaz.:

    —Por favor, habla bajo, si mi hija escucha, está muy afectada por la tragedia y...

    —Oh sí por supuesto, perdóname querida.

    Agnes se encerró en su habitación a llorar. Su dolor era tan grande que sentía que había sido ayer y casi había pasado un mes. Un mes desde la horrible tragedia, desde que una mañana fue el padre de su prometido a comunicarle la triste noticia.

    No, no podía soportarlo, su vida estaba vacía sin Alfred, no podía... y ahora tal vez descubría que alguien lo había matado. Era terrible...

    No, Alfred no había muerto, él estaba allí, en algún lugar. Él lo había prometido, siempre estarían juntos...

    Tal vez no podía casarse con ella o se asustó... Algo le hizo cambiar de idea y se marchó, debía entenderlo.

    La joven se acercó a la mesa donde siempre escribía las cartas y buscó esa extraña misiva que recibiera días antes de su muerte. Debo irme Agnes, por un tiempo, pero regresaré, te lo prometo. Vendré pronto y podremos casarnos.

    No decía nada más, pero reforzaba la creencia de que había tenido que irse y que alguien tal vez fue muerto en su lugar.

    Agnes se negaba a creer que él pudiera sufrir un percance en su huida y tampoco sabía por qué se había marchado y días antes había estado algo extraño, era verdad, silencioso, reservado y...

    Preciosa, quisiera adelantar nuestra boda, pero no puedo... Debo aguardar, siempre debo aguardar y muero porque seas mía le había dicho en una ocasión. Y sabía que esas palabras hablaban del éxtasis prohibido de los amantes, de besos y caricias y dos seres desnudos haciendo el amor sin pensar en nada más, encerrados en su mundo de suspiros y placer...

    Luego recordaría ese momento y sus palabras, y se preguntó ¿por qué tendría prisa por adelantar la boda, y por qué le avisó que se iría?

    Guardó la nota con expresión pensativa.

    Esperaría su regreso, él no estaba muerto, alguien debió morir en su lugar, alguien que se le parecía, pero...

    Las lágrimas rodaron por sus mejillas y de pronto sintió dudas. Debió decirle la verdad al inspector, tal vez él la habría ayudado a encontrar a Alfred.

    Porque algo le decía que estaba vivo, y que regresaría a buscarla, no importaba cuanto tiempo tuviera que esperarle, él regresaría y podrían casarse como siempre había soñado.

    AGNES DESPERTÓ ASUSTADA, acababa de tener una horrible pesadilla. De nuevo ese sueño. Estaba en los brazos de Alfred, él quería besarla, pero luego sus ojos, sus labios... Iba a hacerle daño, la lastimaba, sus manos parecían garras y tenía miedo, quería gritar, pero no podía emitir sonido.

    Despertó asustada gritando, su nana la calmó con un tónico, era muy temprano todavía no amanecía. Tranquila Agnes, ya pasará le dijo su vieja niñera Emy.

    Ella miró a la anciana de cara muy arrugada y suspiró, ella había criado a su madre y también a ella. Lloró desconsolada, no, nada le daba paz. Alfred no estaba muerto, no podía estar muerto ella sentía que estaba vivo y que por alguna razón... Huyó. Él sabía que pasaría eso, le avisó y le dijo también que un día regresaría. Ahora solo quedaba esperar que cumpliera su promesa.

    Volvió a dormirse y en sueños fue a buscarlo, recorría el bosque porque sabía que él estaba allí esperándola y de pronto lo veía y...

    Días después, Agnes dio un paseo por los jardines a media mañana, lo necesitaba. En ocasiones su cabeza parecía a punto de estallar. Por momentos se preguntaba si acaso

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