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El Viaje del Sr. Darcy
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Libro electrónico423 páginas8 horas

El Viaje del Sr. Darcy

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El Sr. Darcy ya no sabe qué hacer. Elizabeth Bennet, la mujer sin la que no puede vivir, lo escucha insultar a su familia. Ahora ella ni siquiera quiere escuchar sus disculpas. Entonces su viejo amigo, Sir Anthony Duxbury, le informa que dos de sus amigos están en un peligro terrible. Si Darcy quiere ayudarlos, tiene que viajar a Yorkshire de inmediato.

Pero algo no cuadra. Elizabeth dice que también conoce a Sir Anthony, pero por otro nombre. ¿A qué está jugando su amigo? Y ¿es peligroso? 

Sir Anthony dice que el viaje es peligroso. Los rebeldes Luditas están al borde de una revolución armada, y él debe saberlo, ya que es uno de ellos. La prima de Darcy, Lady Frederica, decide que va a ir con ellos como sea, e insiste en llevar a Elizabeth. ¿Pudiera ser esta la oportunidad para que Darcy se gane el perdón y el amor de Elizabeth?

Elizabeth preferiría enfrentarse a un batallón de soldados de Napoleón que pasar tres días atrapada en un carruaje con Darcy y su terca prima, pero tiene su propia razón para estar de acuerdo en ir. Si tan solo puede arreglárselas para controlar su temperamento, podría ser capaz de rescatar a su tío de la ruina financiera.

Pero cuando un disturbio de los Luditas estalla alrededor de ellos, son Darcy y Elizabeth los que necesitan rescate… uno del otro. 

El Viaje del Sr. Darcy es una variación sobre Orgullo y Prejuicio de Jane Austen por la autora de libros mejor vendidos a nivel nacional Abigail Reynolds

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 oct 2017
ISBN9781386418269
El Viaje del Sr. Darcy
Autor

Abigail Reynolds

Abigail Reynolds is a physician and a lifelong Jane Austen enthusiast. She began writing the Pride and Prejudice Variations series in 2001, and encouragement from fellow Austen fans convinced her to continue asking “What if…?” She lives with her husband and two teenage children in Madison, Wisconsin.

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    El Viaje del Sr. Darcy - Abigail Reynolds

    Capítulo Uno

    Kitty Bennet empujó a su hermana Lydia a la orilla del asiento del carruaje. ¡Estás acaparando todo el calor del ladrillo caliente, y mis dedos están entumidos!

    La Sra. Bennet le dio un codazo a Kitty. Estás sentada en medio, el lugar más tibio, eso debía ser suficiente para ti. ¿Por qué tu padre no habrá mandado a arreglar la ventana del carruaje? Deja entrar el frío de manera terrible. Si muero de un enfriamiento, será su culpa.

    Elizabeth Bennet sacudió la cabeza divertida. Cierto, era un día inusualmente frío, aún para ser Día de Reyes, pero nada podía interferir con alegría este día, ni siquiera hermanas peleoneras. Pronto estaría bailando con el Sr. Wickham, y no tenía duda de que le brindaría las mismas atenciones de siempre. Ese pensamiento era suficiente para hacerla mantener el calor.

    Se había vestido con gran cuidado para verse lo mejor posible para las fiestas, o más particularmente, para él. Habían pasado diez días desde la última vez que lo había visto, no que estuviera llevando la cuenta, y había sentido la falta de su amable compañía. Aun cuando la última vez que la había visitado, había parecido más interesado en hablar con su tía sobre Derbyshire que en platicar con Elizabeth. Sin duda era porque extrañaba su hogar ahí. ¿Y de quién era la culpa de que el Sr. Wickham no pudiera ir a casa? ¡Del orgulloso, desagradable Sr. Darcy, por supuesto!

    El carruaje se detuvo frente a Lucas Lodge, cuyas ventanas ya brillaban con luz, aunque apenas era el crepúsculo. ¡Qué típico! A sir William le gustaba que todo mundo supiera qué tan rico era, y desperdiciar velas caras era una forma de demostrarlo. ¿Pero qué le importaban a ella las velas esta noche? Planeaba disfrutar al máximo la compañía del Sr. Wickham, aun si su tía le había recordado en Navidad no enamorarse de él. Aun así, esa no era razón para no encontrar placer en su compañía.

    Lydia empujó a todas para salir primero del carruaje, seguida por una agitada Sra. Bennet. Elizabeth esperó hasta el último, deseando hacer una entrada serena sólo en caso de que cierto alguien estuviera buscándola. Desafortunadamente, no tuvo ninguna audiencia a excepción del ostentosamente vestido lacayo.

    Una multitud de gente llenaba el vestíbulo de Lucas Lodge. Charlotte le había advertido que la mayor parte del vecindario estaba invitado, ya que su padre veía esto también como una celebración de su próxima boda, su manera de mostrar su deleite en finalmente disponer de su hija mayor. Por supuesto, eso significaba que su primo el Sr. Collins, el futuro novio, estaría ahí, pero con una poca de suerte Elizabeth podría evitar bailar con él esta vez. La humillación de su última torpe danza con él en el Baile de Netherfield aún la acompañaba.

    Elizabeth se paró sobre las puntas de los pies e inclinó su cuello para ver sobre el hombro de Lydia. Hacía un año, ella pudiera haberlo hecho con facilidad, pero ahora su hermana más pequeña era más alta que ella, y nunca perdía la oportunidad de señalarlo. ¡Como si la altura determinara la madurez! Pero ninguno de los oficiales con casaca roja en el salón tenía los rizos dorados de Wickham. Debía encontrarse más adentro o todavía no había llegado.

    Decepcionada, se deslizó por entre una variedad de vecinos, pero por supuesto eso significaba detenerse a conversar con algunos de ellos, ya que difícilmente podía admitir que estaba buscando un caballero. Pudo disculparse de algunas conversaciones, pero luego fue abordada por la señorita Penélope Huntington y su hermana, Harriet. Ellas la saludaron extravagantemente, cada una de ellas tomando uno de sus brazos.

    ¿A qué estaban jugando? Ninguna era una amiga particular, y no las había perdonado todavía por burlarse de su hermana Jane cuando no había logrado asegurar al Sr. Bingley. Ambas se ven encantadoras esta noche, dijo ella. Eso era inofensivo.

    Y tú también, dijo Penélope con una risita. ¿No es ese un nuevo encaje el que le has cosido a tu vestido? Se ve casi como el estilo de este año.

    Y rosas nuevas en los zapatos, agregó Harriet. Tú usualmente no te esfuerzas tanto para una ocasión como ésta. ¿Hay alguien en particular a quien estás tratando de impresionar?

    ¡Como si no supieran que había estado siendo acompañada por el Sr. Wickham! Había oído lo suficiente de sus celosas murmuraciones acerca de qué podía él estar viendo en ella. Sólo para honrar a Sir William y lady Lucas por invitarnos. ¿Han visto Charlotte? Debo felicitarla por su compromiso. Y eso podía permitirle escapar de ellas.

    Oh, está en la sala de estar con toda la gente aburrida. Deberías ir al comedor donde está el baile. ¿Has visto a la señorita King esta noche? Harriet puso gran énfasis en el nombre.

    Definitivamente estaban tramando algo. Elizabeth dijo, Todavía no. Acabo de llegar.

    Las dos chicas intercambiaron una sonrisa de superioridad. Penélope dijo, Debes asegurarte de encontrarla. Luce particularmente bien esta noche.

    ¿Por qué razón querrían que viera a Mary King? Escasamente conocía a la tímida, retraída muchacha. Le diré que dijeron eso. Ahora, ¿si fueran tan amables de disculparme?

    ¡Oh, no podríamos abandonarte en esta multitud! Vayamos al comedor. Quizá uno de los oficiales nos sacará a bailar.

    Ella no vio razón para resistir sus esfuerzos, ya que tenía la intención de ir para allá de cualquier modo. El comedor estaba repleto de gente. La mayor parte de los muebles habían sido sacados y las alfombras enrolladas para hacer lugar para poder bailar. María Lucas estaba tocando un reel en el piano mientras media docena de parejas daban vueltas alrededor en un baile campirano.

    ¡Ahí estaba él! El dorado cabello de Wickham brillaba en la luz de las velas mientras bailaba. Se encontraba de espaldas a ella, pero una vez que llegara al extremo de la tanda, daría vuelta y caminaría por donde ya estaba. Entonces le dirigiría esa maravillosa mirada cálida que hacía que se le hiciera nudo el estómago.

    ¡Oh, mira! gritó Harriet. ¡Mary King está bailando con el Sr. Wickham!

    ¿Suponía ella que Elizabeth estaría celosa porque Wickham estaba bailando con otra mujer? Él siempre buscaba otras parejas después de las 2 tandas que él podía bailar con ella según lo apropiado. Él le pediría de broma una tercera tanda, pero sabía también como ella que eso causaría rumores. Me imagino que ella está disfrutándolo. Él es buen bailarín.

    ¿Y tú debes saberlo, o no? dijo Penélope maliciosamente.

    Elizabeth la ignoró. Wickham y Mary King habían alcanzado el extremo de la tanda y dieron vuelta para proceder por la parte de afuera de la tanda. Su corazón latía más rápido a medida que él se aproximaba, con una sonrisa de bienvenida cubriendo su rostro.

    Él no encontró su mirada. De hecho, miró directo a través de ella a medida que pasaba, como si ni siquiera estuviera allí, aunque saludó con la cabeza a otro conocido más adelante en la línea.

    Un peso se asentó sobre el estómago de Elizabeth. ¿Porque la estaba desconociendo? ¿Había hecho algo para molestarlo? No podía imaginar que podría ser, aunque él había estado un tanto frío cuando visitó en Navidad. ¿Y por qué estaban Harriet y Penélope observándola con expresiones tan ávidas? Debían haber sabido lo que iba a pasar, y se unieron a ella para regodearse con su turbación.

    ¿Podía ser una broma? ¿Habría Wickham preparado esto con ellas como una broma, o para ver cómo respondería? No les daría la satisfacción de mostrar sufrimiento. ¡Cuánto más placenteros son los bailes desde que llegó la milicia al pueblo! Creo que todos los oficiales deben estar aquí, dijo serenamente.

    De seguro Wickham vendría con ella cuando terminara la tanda.

    Pero no lo hizo. En lugar de eso, ofreció su brazo a Mary King y la llevó al extremo lejano del salón donde había unas cuantas sillas alineadas contra la pared. Se sentó a su lado, un poco más cerca de lo que era apropiado, y se volvió hacia ella. Elizabeth no podía ver su rostro, pero Mary King lo veía con ojos de adoración. Se sintió enferma.

    Un hombre en una casaca roja se aproximó a ella e hizo una reverencia. Señorita Elizabeth, ¿podría tener el honor de esta tanda?

    En su conmoción, le llevó un momento reconocer al Sr. Chamberlayne. Pegó una sonrisa en su rostro. Estaría encantada, señor.

    La llevó al inicio de la línea, a unos cuantos pies de distancia de Wickham y Mary King. Se rehusó a mirar en su dirección, pero no podía evitar sus voces. Los familiares tonos de Wickham le llegaron primero ¿... la siguiente tanda?

    ¡Usted sabe que no podemos, Sr. Wickham! La gente hablaría.

    El soltó una risa retumbante. No me importa si la gente se entera de mis sentimientos hacia usted. Igual que se lo había dicho a ella, hasta en las entonaciones.

    El salón estaba sobrecalentado, pero Elizabeth se sintió súbitamente fría. Para su eterna gratitud, la música empezó. Insensiblemente, tomó la mano que el Sr. Chamberlayne le ofrecía.

    Él se inclinó hacia ella. Sonría, le dijo en voz muy baja. La gente está observando. No les dé la satisfacción.

    Así que él sabía. Todos sabían. Todos menos ella.

    Al menos el Sr. Chamberlayne estaba siendo amable, en lugar de vanagloriarse en su turbación. Agitando las pestañas, le dirigió la más brillante sonrisa que pudo manejar. Sr. Chamberlayne, ¡dice usted las cosas más adorables!

    Él le dio una palmadita en la mano con aprobación. Es fácil dar cumplidos a una pareja tan encantadora.

    Tomaron las manos cruzándose con la pareja que les seguía, lo que evitó cualquier discusión posterior. Elizabeth mantuvo la sonrisa fija en su rostro a medida que avanzaban por la línea, muy especialmente cuando tuvo que pasar a Wickham y Mary King.

    Así que Wickham la había abandonado sin una palabra, y Mary King era su reemplazo. Pero ¿por qué? No se habían peleado, y nunca hubiera creído que Mary tenía ningún atractivo particular para él. Ella estaba lejos de ser una belleza, y ciertamente no podía ser llamada lista. Wickham y Mary King. La imagen de los dos juntos parecía estar grabada con fuego dentro de sus párpados. Era demasiado doloroso para contemplarlo, al menos mientras hubiera gente observándola.

    De alguna manera sobrevivió el primer baile de la tanda. Durante la pausa antes de que la música empezaba de nuevo, el Sr. Chamberlayne dijo, Bien hecho. No tiene nada de qué avergonzarse.

    Su simpatía amenazó su compostura. Con ligereza ella dijo, El Sr. Wickham no me debe nada. Si prefiere la compañía de la señorita King, no me importa.

    Él sonrió como si entendiera y le dijo al oído, Creo que no prefiere tanto su compañía como su fortuna.

    ¿Su fortuna? Debe estar equivocado. Ella no tiene particularmente buenas perspectivas.

    ¿No lo ha oído? Ella recientemente heredó diez mil libras. Él no es el único oficial que súbitamente notó su atractivo, pero él llegó primero. Wickham tiene muchas deudas de honor.

    De repente, era menos doloroso pasar saliva. Ser abandonada por dinero era más tolerable que si él lo hubiera hecho por preferencia a Mary King; de cualquier modo doloroso, pero no tan personal. No, no había oído. Gracias por aclarármelo. Explica muchísimas cosas. Pero de cualquier modo no tenía ningún deseo de verlo cortejar a otra mujer mientras la ignoraba.

    Iba a ser una muy larga noche.

    LYDIA ENTRÓ DE PRISA a la sala. Dios, ¡no puedo soportar un minuto más en esta casa! Por fin dejó de llover, y voy a Meryton. ¿Quién va conmigo? Osciló la mirada para abarcar a Kitty, Mary y Elizabeth.

    Oh, sí, grito Kitty. Ojalá que estén los oficiales. Ha pasado mucho tiempo desde que tuve la oportunidad de coquetear con ellos. Y en la sombrerería ya les deben haber llegado las nuevas rosas para los zapatos desde Londres.

    Mary ni siquiera levantó la mirada de su libro. Tal frivolidad no tiene interés para mí. Lizzy puede ir con ustedes.

    Elizabeth se enderezó. No haré nada parecido, dijo con brusquedad. Lydia tenía razón sobre una cosa: habían estado encerradas juntas en la casa demasiado tiempo.

    Lydia sonrió con suficiencia. ¿Tienes miedo de lo que dirá la gente? Quizá debiste esforzarte más para atrapar al Sr. Wickham.

    Mary cerró su libro de golpe y se levantó. ¿No tienes nada mejor que hacer que machacar sobre eso? Estoy harta de oírlo. Primero Bingley, ¡ahora Wickham! Hay logros más valiosos para una dama que su habilidad de atraer caballeros. Ella salió de la sala pisando con fuerza

    Lydia gritó detrás de ella. ¡Solamente dices eso porque está más allá de tu capacidad!

    Kitty soltó una risita. Mary es tan tonta. ¡Pero es toda una novedad poder hacerte una broma a ti, Lizzy! Normalmente siempre es al revés.

    Me alegra proporcionarte tan refinada fuente de entretenimiento, dijo Elizabeth sin entonación. Permitir que Lydia viera que había tocado un nervio solo la animaría. Me imagino que estarás aún mejor entretenida con los oficiales y Meryton. Me atrevería a decir que andarán todos dando una vuelta ahora que el clima ha mejorado.

    ¿Tú crees? preguntó Kitty. ¡Debo usar mi gorro nuevo!

    ¡Estaba planeando usarlo yo! ¡Tú sabes que le queda mejor a mi vestido que al tuyo! gritó Lydia.

    No, ¡es mío!

    Quizá la de Mary había sido una buena idea. Elizabeth dejó caer su costura en su canasta. Disfruten su caminata, les dijo.

    ¿Saludamos al Sr. Wickham de tu parte? se burló Lydia.

    Elizabeth la ignoró mientras salía de la sala. ¿Dónde podía ir que ellas no la siguieran? ¿Al cuarto de destilado, quizá? Las flores secas hacían estornudar a Lydia, así que evitaba ir ahí si era posible.

    El pequeño cuarto estaba vacío y frío, por supuesto. Los tallos de lavanda que Jane había estado secando antes de su partida, todavía estaban desparramados sobre la mesa de trabajo. Respirando profundamente el fragante aire, Elizabeth comenzó lentamente a recoger los tallos de lavanda en un mazo.

    Jane había tenido suerte, ¡había escapado a Londres! Lydia y Kitty se habían burlado de ella por haber perdido al Sr. Bingley y, aún peor, su madre no había podido dejar de lamentarse por la pérdida de sus cinco mil libras al año. Ahora Elizabeth entendía por qué Jane se había vuelto tan silenciosa cuando estaba en compañía. Las pequeñas pullas hechas por sus conocidos eran lo que más hería a Jane, pero para Elizabeth, lo que más la molestaba eran las miradas de lástima y la falsa conmiseración que le ofrecían hasta hacerla enfurecer y querer atacar. Jane solo se había vuelto más retraída y desanimada hasta que la Sra. Gardiner se había dado cuenta y ofreció llevarla con ella de regreso a Londres donde nadie sabría de su decepción.

    Cortó un pedazo de cordel y ató juntos varios tallos de lavanda, y luego colgó el mazo de uno de los ganchos en el techo bajo. Al menos su madre no continuaba recordándole a Wickham; después de todo, nunca había sido un muy buen prospecto de marido, a diferencia de Bingley. Pero ahora, como a Jane, a Elizabeth le disgustaba salir a reuniones donde tantas personas parecían vanagloriarse de saber que habían dejado plantadas a dos de las más admiradas hermanas Bennet. ¿Por qué tantas personas se complacían con su dolor?

    La puerta rechinó al abrirse y el Sr. Bennet se asomó. ¡Así que es aquí donde te has estado escondiendo! Recibí una carta de tu tía que te concierne.

    ¡Qué raro! ¿Por qué le escribiría la Sra. Gardiner a su padre sobre ella? ¿Qué dice?

    ¡Cuánta impaciencia Lizzy! ¿Ni siquiera vas a tartar de adivinar? ¿O estás curando tu corazón roto? Creí que todas las jovencitas se deleitaban en tales cosas. Después de todo, Wickham te dejó plantada muy convincentemente, mucho mejor que ese fugitivo Bingley.

    Ella rio sin emoción, ya que él claramente esperaba que lo hiciera. ¿La carta? preguntó enfáticamente.

    El Sr. Bennet suspiró. Bueno, si tienes que ser una aguafiestas, ella desea que viajes a Londres tan pronto como sea posible. Aparentemente Jane está enferma con un ligero resfriado y la Sra. Gardiner podría usar tu ayuda para cuidarla. Imagínate, ¡Jane y tú podrían disfrutar sus corazones rotos juntas!

    ¿Con los Gardiner? ¿Puedo ir? La idea de irse de Meryton y alejarse de sus molestas hermanas menores sonaba celestial. Mi tía no pediría mi ayuda si no la necesitara realmente.

    El Sr. Bennet jugueteó con sus lentes, aumentando la tensión. Supongo que sí, especialmente porque ella incluyó el costo del pasaje.

    ¿De veras? ¿Me puedo ir mañana, entonces?

    ¡Tan ansiosa de alejarte de tu pobre Papá y dejarlo sin nadie con quien hablar una sola palabra con sentido! ¡Tanta crueldad! Pero supongo que podrías irte mañana si se pudiera prescindir de una de las doncellas para que viajara contigo. Debes hablar con Hill sobre eso.

    Voy a hacer eso de inmediato. Elizabeth ató rápidamente el último mazo de lavanda, con el ánimo súbitamente elevado. ¡Dios bendiga a la Sra. Gardiner!

    No se le ocurrió hasta después que era extraño que su tía pidiera ayuda porque alguien tenía un leve resfriado.

    DARCY SE SENTÓ DE NUEVO en su silla una vez que Lady Matlock señaló a los lacayos que empezaran a servir el primer plato de la cena. Al menos él asumía que ella les había hecho una seña. Richard y él habían intentado por años determinar qué señal usaba, pero seguía siendo un misterio. En eso, como en muchas otras cosas, Lady Matlock había probado ser demasiado sutil para ellos. Esta noche ni siquiera se había molestado en intentarlo.

    Darcy, querido, dijo su señoría, ¿estás bien? Pareces decaído esta noche.

    Él se enderezó. Muy bien, gracias. Relativamente hablando, era verdad. Su cena de cada dos semanas con los Matlock estaba actualmente distrayéndolo de pensar en Elizabeth Bennet. Había soñado con ella la noche anterior, y como resultado había estado semi-vigilante todo el día esperando que ella apareciera milagrosamente en alguna parte. ¿Has tenido noticias de Richard con respecto a su licencia?

    Debería estar aquí en febrero, dijo ella. En otras palabras, con tiempo más que suficiente para acompañarte a Rosings Park a enfrentar al dragón.

    Lord Matlock carraspeó. No te burles del pobre muchacho, querida. Todos nosotros, con excepción de ti, preferimos mantenernos alejados de Catherine.

    El joven sentado frente a Darcy atravesó un pedazo de carne de un nuevo platillo aun antes de que el lacayo lo pusiera sobre la mesa. Yo no iría a Rosings ni por amor ni por dinero, dijo Jasper, el más joven y el más estrafalario de los hijos Fitzwilliam. Bueno, no por amor, en todo caso.

    Darcy escuchó un sonido raro de ahogamiento a su izquierda. Volviéndose a su prima Frederica, le dijo en voz baja, ¿Hay algún problema?

    Ella sacudió la cabeza, pero no lo miró ni respondió. Eso era suficiente respuesta de parte de Frederica, a quien, como al resto de su familia, nunca le faltaban las palabras. Aun así, ella no apreciaría una expresión de preocupación de su parte. Frederica prefería encargarse de sus propios problemas, y ya tenía tres autoritarios hermanos con quienes lidiar.

    Pero aparentemente, existían trasfondos de los que no sabía nada, ya que al final de la velada, Lady Matlock explícitamente le informó que estaría en casa al día siguiente. Eso equivalía a un mandato real, y él lo sabía. No parecía que ella estuviera molesta con él; pero, de todos modos, nunca lo parecía.

    Algunas veces Darcy se preguntaba cuál de sus tías era más problemática de tratar. Lady Catherine de Bourgh era molesta y demandante, pero él podía ignorarla con bastante facilidad. Lady Matlock era exactamente lo opuesto: gentil, agradable y considerada. Pero sin importar lo que Darcy deseara o creyera, de alguna forma siempre terminaba haciendo exactamente lo que ella quería, preguntándose a sí mismo todo el tiempo cómo por todo lo que era sagrado había estado de acuerdo con su último plan. Así que, con bastante recelo, se aproximó a la Casa Matlock al día siguiente.

    Ella pareció estar encantada de verle, aun cuando no había pasado un día completo desde que había dejado su presencia. Tomando sus manos en las de ella, volvió su mejilla para recibir su beso. Darcy, ¡qué gusto de verte! Nada podría haber completado este día tan bien para mí como una visita de mi sobrino favorito.

    Él posó levemente sus labios sobre su mejilla con colorete rojo. Señora, soy su único sobrino.

    ¡Si tuviera tres docenas de sobrinos, aún serías mi favorito! dijo ella con calidez. Ven, ¿me permites que te sirva una taza de té?

    Gracias. Darcy se dejó caer en una silla y extendió sus piernas frente a él.

    Naturalmente, ella sabía precisamente cómo tomaba él su té sin tener que preguntar. ¿Memorizaba acaso las preferencias de todos sus cientos de conocidos, o solamente lo hacía por la familia?

    Era demasiado esperar que ella fuera directamente al punto, así que respondió sus preguntas sobre el bienestar de Georgiana e hizo las indagaciones apropiadas sobre la salud de su familia. Lord Matlock y sus tres hijos recibieron todos resplandecientes reportes, lo cual era bastante sorprendente. Usualmente cuando ella solicitaba su presencia era en respuesta a alguna jugarreta en la que su hijo menor había caído, ya que se había sabido que Jasper de hecho escuchaba a Darcy. Así que se acomodó para esperar a que ella revelara la causa de su visita.

    Después de media hora de comentarios amables en los que su tía había dicho nada de importancia, decidió dejar caer una pista. No he escuchado que Jasper haya estado en dificultades últimamente.

    De hecho, dijo Lady Matlock, estoy relativamente satisfecha con el comportamiento reciente de Jasper. En cuanto a Frederica... Ella dio un delicado suspiro.

    No, dijo Darcy al instante.

    Ella parpadeó en su dirección en femenina confusión. ¿Qué quieres decir?

    No, no puedo ayudarte con Frederica. Las mentes de las jovencitas son un completo misterio para mí, como ha sido más que evidente en los últimos años. Nada que yo diga o haga podría posiblemente tener una influencia en ella. Y si necesita quien defienda su honor, ya tienes tres hijos que estarán encantados de ocuparse del asunto, esto es, si sobreviven el pleito que surgirá sobre cuál de ellos es el que más merece el placer. Él cruzó los brazos con finalidad.

    Ella se inclinó hacia en para hacerle una confidencia. Y ese, mi querido muchacho, es precisamente mi problema. No me atrevo a hablar con ninguno de ellos acerca de esto. Eso simplemente empeoraría las cosas.

    ¿Cómo podría el defender su honor empeorar las cosas? ¿Y por qué se necesita defender su honor en primer lugar?

    No se necesita defenderlo, mi querido muchacho, al menos no de acuerdo con Frederica o conmigo. Sus hermanos probablemente vean las cosas de diferente manera, pero como sabes, son excesivamente rápidos en ver desaires al honor de la familia.

    Él no podía alegar el punto, ya que la mayoría de los desaires que sus primos veían no existían en primer lugar. Como no estoy consciente de la dificultad, puedo decir cómo reaccionarían. ¿Se había comportado alguien de forma inapropiada? No podía imaginarse a ningún caballero tomándose libertades con Frederica, no cuando todo el mundo sabía que el hacerlo era arriesgarse a enfrentar a uno o a todos los hermanos Fitzwilliam.

    Lady Matlock se aclaró la garganta con delicadeza. Hubo un hombre que tuvo muchas atenciones para Freddie. Un caballero muy apropiado que no hizo ningún esfuerzo para disimular su interés, pero que nunca pidió cortejarla formalmente. Freddie se encariñó bastante con él y creyó que tenían un entendimiento. Ella esperaba que él se acercaría a su padre para pedir permiso, pero él no lo hizo como estaba planeado. Cuando ella lo vio varios días más tarde y lo confrontó acerca de ello, él le dijo que sus circunstancias habían cambiado y que el matrimonio ya no era una posibilidad. Sin embargo, se rehusó a explicar cuáles eran esos cambios, y la única diferencia que podemos determinar es que él abandona inmediatamente cualquier lugar al que ella entra.

    Desvergonzado, pero podía ser mucho peor. ¿Cómo ha manejado Frederica su deserción?

    Ella no dice nada, pero el verdadero problema es que demasiada gente estaba consciente de sus atenciones para con ella, y por lo tanto saben que la ha dejado plantada. Sus amigas la evitan y difunden chismes, y los caballeros no la sacan a bailar.

    Lamento mucho escuchar eso, pero no veo cómo puedo ser de ayuda. El grupo de moda no me va a escuchar.

    Quizá no, pero las jovencitas que quieren casarse harán casi cualquier cosa por la oportunidad de bailar contigo. Si acompañaras a Frederica a Almack’s unas cuantas veces, y marcadamente bailaras solamente con jovencitas a quienes Freddie te presente, ellas olvidarían toda esta tontería de excluirla. Y verte tener atenciones para con ella puede incitar el interés de otros caballeros.

    El rostro de Darcy se contrajo. Debe ser en Almack’s? Él intentó con valentía no poner un tono quejumbroso en su voz.

    Siempre me he preguntado por qué los hombres preferirían arriesgar sus vidas en batalla que ponerse un par de pantalones a la rodilla e ir a Almack’s. Sí, debe ser en Almack’s porque ahí es donde se encuentran aquellas que deciden las modas sociales. Reconozco cuanto detestas asistir a estos asuntos del mercado matrimonial y el tener que bailar con muchachas que tienen la mirada fija en Pemberley. No te lo pediría si no fuera tan importante reestablecer a Frederica en sociedad.

    A veces él odiaba su deber para con su familia. No importaba qué tan desagradable sería. Podía ver la dificultad, y era su deber ayudar a su prima. Y si tenía que ir a Almack’s, al menos Frederica proporcionaría buena compañía. ¡Si tan solo pudiera evitar comparar a todas esas cazadoras de maridos con Elizabeth Bennet! Pero eso era aún menos probable que divertirse en Almack’s.

    Capítulo Dos

    El Sr. Bennet hizo toda una demostración de conceder a Elizabeth el uso del carruaje para viajar a la posada de posta donde abordaría el transporte. No era una verdadera concesión, ya que ella difícilmente podía caminar hasta allá acarreando su baúl, pero Elizabeth le dio las gracias de cualquier manera. No quería que él tuviera ninguna excusa para cambiar de parecer, especialmente después de permanecer despierta la mitad de la noche preocupándose sobre qué tan enferma estaría Jane realmente.

    Nelly, la joven sirvienta que iba a acompañar a Elizabeth, parecía impresionada por la grandeza de viajar en un carruaje, sin mencionar el prospecto de viajar a Londres. He estado en una carreta con un burro una o dos veces, ¡pero nada como esto, señorita! Pero su emoción no duró mucho. A medida que procedían hacia la posada de posta, Nelly fue quedándose en silencio y líneas de estrés empezaron a aparecer en su rostro.

    Nelly, ¿te molesta algo?

    Oh, ¡no, señorita! Nelly tragó gordo, apretando su estómago. Aparentemente viajar en carruaje no le sentaba bien.

    Elizabeth se tragó una maldición poco gentil. Si Nelly no podía tolerar el viajar lentamente en un carruaje vacío, la hacinada y apestosa posta seguramente sería demasiado para ella. ¿Tendría Elizabeth que regresar a Longbourn e intentarlo de nuevo otro día con una sirvienta diferente, un retraso cuando Jane estaba enferma y su tía la necesitaba? ¡Si tan solo pudiera viajar sola!

    O, ¿podía? ¿Quién podría detenerla?

    Nelly, es probable que tomar el carruaje de posta te haga enfermarte y no puedo permitir eso. Veré si algún conocido mío pudiera estar viajando a Londres. De ser así, puede acompañarme, y tú puedes regresar a Longbourn.

    Pero se supone que yo vaya con usted, dijo ella miserablemente. La Sra. Hill estará tan enojada.

    Hill me culpará a mí, no a ti.

    Cuando llegaron a la posada, Nelly bajó junto con Elizabeth del carruaje. Con su mano sobre la boca, la sirvienta corrió hacia atrás del edificio.

    Elizabeth apretó los dientes. No. Lo lamentaba por la aflicción de Nelly, pero no regresaría a Longbourn. Si no había nadie adecuado para acompañarla en esta posta, esperaría a la siguiente. Entró en la posada y compró un boleto, algo que nunca había hecho ella sola antes; su tío o su padre siempre se habían encargado de esa tarea.

    Encontró a Nelly de rodillas sobre el suelo y temblando. Intentando sonar despreocupada, le dijo, Encontré a una compañera de viaje, así que no es necesario que tu vengas. Debes quedarte aquí hasta que se calme tu estómago, y luego el mozo te llevará a casa.

    Sí, señorita. Si está usted segura. Nelly se hizo un ovillo en su chal.

    Elizabeth la tranquilizó varias veces y le dio medio chelín para que comprara algo de beber cuando estuviera lista. Para entonces el carruaje de posta estaba llegando al frente de la posada, así que se apresuró hacia ella, apretando su pelliza contra el aire helado.

    Ningún rostro familiar esperaba el carruaje de posta. ¡Vaya! Aun así, todavía era de día, y ¿qué podía pasar en las cuantas horas que le tomaría llegar a Londres?

    Se quedó atrás hasta que se abrió la puerta del carruaje de posta y pudo asomarse adentro. Bien, dos mujeres estaban ya a bordo. Eso debía ser suficientemente seguro. Hizo señas al mozo de que llevara su baúl al carruaje de posta y pretendió no darse cuenta cuando él agitó la cabeza con gesto de desaprobación. Bueno, si él elegía contar el cuento, ¡al menos los chismosos de Meryton hablarían sobre su tonto comportamiento en lugar de que Wickham la había abandonado por Mary King!

    ¿Sentiría ella siempre este dolor por dentro cuando pensaba en él? No había estado enamorada de él, al menos asumía que un corazón roto sería peor que esto, pero de todos modos hería su orgullo.

    Con determinación subió al carruaje de posta y tomó

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