La joven Lizzie está ordenando la tienda de sombreros de la señora Tozer. Ayer hubo muchas ventas y está todo revuelto. La tienda es pequeña, está situada en el barrio de Cranbourne Alley, de Londres. Lizzie lleva años trabajando para la señora Tozer como modista. Le gustan sus sombreros. Son elegantes, y dicen mucho de las personas que los llevan. De copa, hongo, Canotier, o Jipijapa, los conoce todos. Además, le dan dinero. Se necesita en casa. Son ocho hermanos. Los ama a todos. En especial a su hermano Harry, que sufre una discapacidad intelectual. Cuando llega a casa le suele leer los poemas que escribe. Tiene la sensación de que es el único que los entiende. Lizzie sabe leer y escribir, lo que no es habitual en las clases bajas del Londres de 1840. Su madre Elizabeth no entiende de poesías. Y su padre, Charles, solo tiene tiempo para la cuchillería donde trabaja. Lizzie cree que nadie leerá nunca sus poesías. Se equivoca. 150 años después se siguen leyendo. Lizzie, como se la conoce cariñosamente, es Elizabeth Siddal. Originalmente su apellido se escribía Siddall, pero un pintor y poeta prerrafaelita, del que se enamoró, le cambio el nombre. Con una «L» es más fácil. Pero ella aún no ha conocido a ese hombre que le cambiará, no siempre para bien, la vida.
LA MUSA DESCUBIERTA
Lizzie ha sacado tiempo para ir a comprar a un pequeño mercadillo del centro de Londres. Ha decidido darse un capricho, y ha comprado mantequilla para Harry. De vuelta en la tienda, ha querido probar la mantequilla, y algo ha descubierto que le cambiará la vida. El tendero decidió envolver la mantequilla con la página de un viejo periódico que contenía ciertos versos: «Vio que su lirio de agua florecía, /contempló el yelmo y contempló la pluma, /dirigió su mirada a Camelot». Se ha emocionado. Son versos