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El Refugio del Sr. Darcy
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Libro electrónico368 páginas7 horas

El Refugio del Sr. Darcy

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Información de este libro electrónico

Atrapados por tres días por una inundación, y atrapados para siempre por la sociedad a causa de ello…

 

Es en una proverbial noche obscura y tormentosa cuando el Sr. Darcy le propone matrimonio a Elizabeth Bennet de la manera más insultante. Justo cuando ella empieza su famoso rechazo, el sonido de un trueno presagia los golpes en la puerta cuando los residentes de la inundada aldea de Hunsford buscan refugio de la tormenta en la vicaría en la cima de la colina. Aún peor, la inundación se ha llevado el único puente que cruzaba hacia Rosings Park, dejando al Sr. Darcy atrapado con Elizabeth en la vicaría. El río no es lo único que se desborda en Hunsford cuando Darcy y Elizabeth se ven forzados a trabajar juntos para tratar con la crisis bajo las peores circunstancias posibles. Y puede ser ya demasiado tarde para redimir la reputación de Elizabeth…

 

En esta variación de Orgullo y Prejuicio, la línea que divide a la vicaría de Hunsford de Rosings Park ha sido reemplazada por uno de los ríos de Kent propensos a las inundaciones. Las tormentas son reales… la primavera de 1811 fue notable por las numerosas tormentas con rayos en el sureste de Inglaterra.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 ago 2021
ISBN9798201669218
El Refugio del Sr. Darcy
Autor

Abigail Reynolds

Abigail Reynolds is a physician and a lifelong Jane Austen enthusiast. She began writing the Pride and Prejudice Variations series in 2001, and encouragement from fellow Austen fans convinced her to continue asking “What if…?” She lives with her husband and two teenage children in Madison, Wisconsin.

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    El Refugio del Sr. Darcy - Abigail Reynolds

    Para

    Los fantásticos escritores y fabulosos colegas amigos

    en Austen Variations

    y para

    Jane Austen

    quien nos inspira a todos

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 1

    La pausa en la lluvia parecía una señal. Significaba que Darcy podía cabalgar a la casa parroquial y descubrir qué estaba molestando a Elizabeth. Su amiga, la Sra. Collins, había dicho que ella estaba enferma, pero su primo aseveraba que él la había visto hacía unas cuantas horas y que ella parecía estar bien entonces. Darcy hubiera pensado que Elizabeth no se detendría ante nada para venir a Rosings esta noche, la última que él pasaba en Kent, y la última oportunidad de ella para atraparlo. En lugar de eso, ella se había quedado en la casa parroquial, dejando que su amiga la disculpara con su tía, Lady Catherine.

    Ella debía estarlo evitando. No podía haber otra razón para su ausencia. Pero ¿por qué? Ella tenía todas las razones para desear estar en su presencia, a menos que ella hubiera decidido que ganar su amor era una causa perdida. Quizá eso era. Quizá el que él no se hubiera declarado la había dejado creer que él estaba simplemente jugando con ella. Quizá ella pensaba que sería demasiado doloroso verlo esa noche, sabiendo que sería por última vez. La boca de Darcy se curvó levemente al pensar en eso. ¡Queridísima Elizabeth! Qué feliz iba a estar ella de recibir sus aseveraciones de amor.

    Justo en ese momento, el golpeteo de la lluvia contra los cristales de la ventana finalmente empezó a disminuir mientras que los truenos se desvanecían en la distancia. La atención de su tía estaba enfocada en dar un consejo no deseado a la Sra. Collins mientras Richard intentaba iniciar una conversación con Anne. Él podía salir sin ser notado. Era definitivamente una señal.

    Una vez que hubo escapado de la sombría sala de estar, él no perdió tiempo en dirigirse hacia los establos. Con voz cortante pidió a un adormilado mozo que preparara su calesa.

    El hombre lo miró con ojos entrecerrados. No sé si esa sea una buena idea, señor. Con esas ruedas le llevará un momento encontrarse atascado, el camino está muy enlodado después de toda esta lluvia.

    Entonces cabalgaré, dijo Darcy firmemente. Él no permitiría que los malos caminos evitaran que fuera al lado de Elizabeth, no esta noche.

    Bostezando, el mozo salió a ensillar su caballo. Darcy tomó una fusta de una repisa, y luego la golpeó con impaciencia contra su pierna hasta que escuchó el sonido de cascos. El aire se sentía pesado, lleno de humedad. Si llovía mucho más las cosechas se pudrirían en los campos antes de que tuvieran oportunidad de brotar. Tendría que hablar con su tía sobre una subvención para los granjeros arrendatarios, pero ahora no era el momento de pensar en tales asuntos.

    Pronto estaría en presencia de Elizabeth, donde sería finalmente el receptor de sus fascinantes sonrisas y, esperaba él, de algo más. De seguro Elizabeth no sería melindrosa. No estaba en su carácter. Sí, él tenía todas las razones para asumir que ella le permitiría probar esos seductores labios que lo habían tentado casi al punto de perder la cordura. Su cuerpo se llenó de fuego tan solo con pensarlo. Él finalmente sentiría su calidez en sus brazos y sostendría esa torneada forma contra él, su brillante energía sería por fin suya, solo suya.

    Él no podía permitirse estos pensamientos, no ahora, o no estaría en condición de estar en presencia de Elizabeth. Se disciplinó para pensar en otra cosa, cualquier otra cosa... el clima, la última diatriba de su tía, su caballo. Él subió por sí mismo a la silla, ignorando la asistencia proferida por el mozo.

    El mozo había tenido razón sobre la condición del camino. Los cascos del caballo chapoteaban y salpicaban gotas de lodo. Darcy mantuvo un paso lento, ya que no quería estar cubierto de lodo cuando llegara a proponerle matrimonio a Elizabeth. El paso parecía interminable, dejando demasiado tiempo para pensamientos y recuerdos.

    Recuerdos de su padre, diciéndole que debía casarse con una heredera porque la dote de Georgiana haría mella en los cofres de Pemberley. Su madre, llevándolo a un lado para que su padre no escuchara, recordándole que él era el nieto de un conde. Ella se había casado por debajo de su nivel porque era la única manera en que podía escapar del destino que su hermano había planeado para ella, pero ella había una vez esperado atrapar al menos a un vizconde. La voz de ella aún resonaba en sus oídos. A Pemberley no le hace falta dinero ni tierras. Debes conseguir a una dama con título para dar honor al nombre de la familia.

    Luego estaba su tía, Lady Catherine, quien estaba determinada a que él se casara con su hija. Darcy resopló ante la idea de la insistencia de Lady Catherine de que había sido el deseo de su madre que él se casara con Anne de Bourgh. Su madre no hubiera creído que su propia sobrina fuera lo suficientemente buena para su hijo.

    Durante todos estos años Darcy había estado determinado a elegir una novia que hubiera complacido tanto a su madre como a su padre, pero todavía no había conocido a una heredera aristocrática que él pudiera tolerar durante una velada, mucho menos durante toda la vida, y aquí estaba él, a punto de desafiar los deseos de sus padres proponiendo matrimonio a una dama cuyo linaje era cuestionable y cuya fortuna era inexistente. El escándalo podría hasta afectar las oportunidades de Georgiana de encontrar una pareja brillante. ¿Cómo podía él hacer esto, sabiendo que estaba incumpliendo su deber para con toda su familia?

    Su decisión de seguir su corazón y casarse con Elizabeth había sido la más difícil de su vida, y todavía ahora él tenía sus dudas. Estaba siendo un tonto y lo sabía, pero por una vez en su vida estaba atrapado por una pasión más allá de su control. Él no podía evitarlo. Al menos esa era su excusa, aunque él podía imaginarse el menosprecio de su padre y la mueca de su madre si él se hubiera atrevido a decirles tal cosa.

    Por un momento él consideró frenar su caballo y volver a Rosings sin la carga de una alianza ofensiva, pero el recuerdo de los brillantes ojos de Elizabeth, y de la forma en que los labios de ella se alzaban cuando estaba divertida lo hicieron seguir avanzando. Él debía tenerla. No había nada más que hacer, al menos no sin deshonrarse más de lo que ya iba a hacerlo proponiéndole matrimonio. Los hombres jóvenes irresponsables en White tendrían ideas muy diferentes sobre cómo saciar su lujuria, sin importarles quién pudiera pagar el precio mientras sus deseos se satisficieran, pero eso no era para él. Eran tales cosas las que hacían que Darcy prefiriera la compañía de Bingley sobre la de sus pares. Bingley había sido un tonto al enamorarse de Jane Bennet, pero al menos él nunca había considerado deshonrarla. Había sido matrimonio o nada para Bingley, y era lo mismo para Darcy. Pero ¿cómo se sentiría Bingley cuando descubriera que Darcy iba a casarse con la hermana de la misma mujer que él había insistido no era lo suficientemente buena para su amigo? Él era un hipócrita así como un fracaso ante los deseos de sus padres, pero Elizabeth sería suya.

    El sonido de succión de los cascos en el profundo lodo pasó a un golpeteo de herraduras contra los tablones de madera mientras cruzaba el puente. Las aguas de la lluvia corrían presurosas bajo él, el río usualmente pacífico, serpenteante convertido ahora en un torrente impetuoso después del último mes de fuertes lluvias. Aun en la obscuridad él estaba seguro de que el agua ya debía, en ese momento, haber sobrepasado los márgenes. El viento estaba repuntando de nuevo, empezando a golpear contra su saco.

    El destello de un relámpago partió el cielo nocturno, causando que su caballo se alterara. Darcy lo calmó automáticamente mientras el estruendo del trueno hacía que el mismo aire temblara. Su piel estaba hormigueando, una señal segura de que se cernía otra tormenta. Sí, era mucho mejor pensar en inundaciones y lluvia que escuchar las voces del pasado reclamándole.

    Para su buena fortuna él llegó a la vicaría en la cima de la colina justo cuando los cielos se abrieron. Desmontando apresuradamente, Darcy guio a su caballo al débil abrigo de los aleros y ató las riendas en el anillo para ello. Silenciosamente se disculpó con el caballo quien merecía algo mejor que empaparse como lo iba a hacer. Bajo circunstancias normales él nunca trataría a una de sus monturas de una manera tan lamentable, pero esta noche no era normal, y el abrigo de un establo estaba un cuarto de milla más adelante.

    Él agradeció a las estrellas el que la entrada del frente estuviera cubierta. Ya un helado hilo de agua había encontrado el camino por la parte de atrás de su cuello, enviando un escalofrío a su columna. Él tocó la campana con fuerza, esperando que alguien viniera rápidamente. Nadie podía estar esperando visitantes, y sería difícil escuchar cualquier cosa por encima del sonido de la lluvia y los truenos.

    La puerta fue abierta, no lo suficientemente pronto para el gusto de Darcy, por una sirvienta tímida, medio desarreglada, que llevaba una sola vela. Claramente ella no había esperado que sus servicios fueran a necesitarse esta noche. Él puso su sombrero y sus guantes sobre una pequeña mesa y sacudió las gotas restantes de su saco. A su valet le daría un ataque si viera a su normalmente inmaculado patrón en tal desarreglo, pero no había nada que hacer. Él tenía una misión, y tenía la intención de llevarla a cabo. Deseo ver a la Señorita Bennet, dijo a la muchacha con voz cortante.

    Él no notó la respuesta de ella, todo su ser concentrado en el conocimiento de que en unos cuantos minutos, Elizabeth sería oficialmente suya, poniendo fin a los meses de tormento imaginando toda una vida en la que solo la vería en sus fantasías nocturnas. Medio aturdido, pasó por delante de la muchacha a la sala de estar donde Elizabeth estaba de pie, con una pila de cartas sobre la pequeña mesa pintada junto a ella. Ella se veía notablemente pálida y no sonrió al verlo. ¿Quizá de verdad estaba mal?

    Súbitamente nervioso, aunque él no sabía por qué, hizo la reverencia correcta. Señorita Bennet, su primo me informó que usted estaba demasiado enferma para unirse a nosotros en Rosings. ¿Puedo esperar que se esté sintiendo mejor?

    No era nada más que un leve dolor de cabeza. El todo de ella era decididamente frío.

    Él tomó su asiento habitual, intentando dar sentido a la seriedad del comportamiento de ella. ¿Seguramente ella debía saber por qué estaba él aquí? ¡Debía estar encantada con su presencia! Entonces cayó en la cuenta. Ella debía haber estado esperando su propuesta de matrimonio durante las últimas semanas, y su reticencia había herido su sensibilidad. Era solamente natural. ¿Qué dama no se sentiría herida cuando un pretendiente elegible parecía no ser capaz de tomar una decisión respecto a ella? Con una súbita generosidad de espíritu, el decidió ser completamente sincero con ella. Él le diría sobre su dilema y por qué se había tardado tanto, y cómo su amor por ella había superado todas las barreras. Él la ayudaría a ver que no era un reflejo sobre sus encantos o sobre la profundidad de sus sentimientos por ella. Por el contrario, la magnitud de su lucha le mostraría la fuerza de su devoción. Pero ¿cómo empezar? Ella parecía renuente hasta a mirarlo.

    La agitación de su espíritu no podía ser contenida, así que él dejó la silla para caminar alrededor del pequeño salón, buscando las palabras para expresarse. Él no quería nada más que poner su corazón a los pies de ella, pero primero tenía que atender la herida que sin querer le había causado. ¡Qué tonto había sido en esperar tanto tiempo para reclamarla como su prometida!

    Él no podía esperar ni un minuto más. Se aproximó a ella, llegando tan cerca como permitía la propiedad, y las palabras empezaron a desbordarse. En vano he luchado. No va a servir. Mis sentimientos no serán reprimidos. Debe permitirme que le diga cuán ardientemente la admiro y la amo.

    ¡Qué alivio era finalmente decir las palabras! Él tenía ahora toda la atención de Elizabeth; ella estaba mirándolo casi fijamente ahora, con las mejillas atractivamente sonrojadas, aparentemente sin saber qué decir. Decírselo fue lo correcto. Con mayor certeza, él continuó, La he admirado casi desde el momento en que nos conocimos, y ya hace muchos meses que sé que mi vida estaría incompleta sin usted en ella. Usted puede preguntarse por qué he guardado silencio hasta ahora, y cuestionarse la fuerza de mi devoción, pero le puedo asegurar que no tuvo nada que ver con la profundidad de mi amor. Yo no sabía que era capaz de una pasión como esta. Por primera vez en mi vida he entendido lo que ha inspirado a los grandes poetas a producir sus obras maestras. Hasta que la conocí, creí que sus palabras de amor no eran más que una forma de hipérbola artística, y no podía creer que algún hombre que realmente pudiera encontrarse tan abrumado con amor profundo. Pero en usted he descubierto lo que es necesitar a otro como tanto como necesitar el aire para respirar.

    Él hizo una pausa para recabar sus pensamientos mientras los truenos brevemente ahogaron su habilidad de hablar. En verdad, yo debí haberle hecho este ofrecimiento hace mucho tiempo, si no fuera por la disparidad en nuestras situaciones en la vida. Mi familia tiene una larga y distinguida historia, con la expectativa de que yo me casaría con una dama de rango y fortuna, y usted no cae en ninguna de esas categorías. Su falta de dote pudiera, quizá, ser ignorada, pero mis padres hubieran estado horrorizados ante sus bajos vínculos. Su padre es un caballero, aunque de un rango inferior al mío, pero la familia de su madre debe ser vista como una degradación. Yo no tuve más elección que luchar contra mi atracción hacia usted con toda la fuerza que pude reunir, mi juicio luchando con mi inclinación. No tengo palabras para describir las batallas que he peleado conmigo mismo, pero al final, a pesar de todos mis esfuerzos, encontré imposible conquistar mi apego hacia usted. Mis sentimientos han probado ser lo suficientemente poderosos como para sobreponerse a todas las expectativas de familia y amigos. Mi devoción y ardiente amor han sido fieramente probados y surgieron triunfantes. ¿Puedo atreverme a esperar que mi profundo amor por usted será recompensado por su aceptación de mi mano en matrimonio? Él miró los brillantes ojos de ella, esperando su respuesta afirmativa.

    Elizabeth, al parecer sin palabras, separó sus manos, pero ante su anhelante mirada, ella rápidamente volvió a juntarlas. Ella inspiró profundamente y dijo, "En casos como este, es, creo yo, el modo establecido expresar un sentimiento de obligación por los sentimientos declarados, sin importar que tan desigualmente sean correspondidos. Es natural que la obligación se sienta, y si yo pudiera sentir gratitud, yo..."

    Fuertes golpes desde el frente de la casa interrumpieron sus palabras. Las cejas de Elizabeth se juntaron cuando miró sobre su hombro hacia la puerta de la vicaría.

    Un grito profundo desde afuera hizo vibrar las ventanas. ¡Ea, los de la casa! ¡Por amor a Dios, déjennos entrar!

    Darcy frunció el ceño furiosamente en dirección del escándalo. ¿Cómo se atrevía alguien a interrumpirlo en este tierno momento y de tal manera? La voz delataba sus bajos orígenes. ¿Pudieran ser ladrones afuera en una noche como esta? Él podía ahora distinguir el sonido de niños que lloraban. ¿Dónde estaba esa doncella? Justo entonces un brillante destello de relámpago inundó el salón con luz, acompañado de un ensordecedor sonido de trueno y un resonante estrépito. El grito de un niño perforó la noche, y los golpes empezaron de nuevo.

    Darcy caminó hacia la ventana. A través de la lluvia que bañaba la ventana él pudo distinguir la forma de una rama de árbol caída. El gigantesco árbol de castañas había sido partido por la mitad, y el humo surgía del irregular tronco. Un puñado de formas se amontonaban cerca.

    Pisadas ligeras tras él lo alertaron sobre la presencia de Elizabeth. Ella estaba de pie justo detrás de él, con las manos cubriendo su boca. La palidez de su rostro lo puso en acción. Él asió su brazo ligeramente, aun en la crisis maravillándose de su derecho a hacerlo, No hay nada que temer. Un rayo cayó sobre el árbol de afuera, pero estamos perfectamente seguros. Yo me encargaré de esto.

    Él caminó decididamente hacia la puerta del frente, descubriendo a la doncella muerta de miedo en la entrada. Frunciendo el ceño hacia ella, él abrió la puerta de golpe para revelar a un anciano vestido burdamente, empapado por completo, con quizá otra docena, la mayoría mujeres, detrás de él.

    El hombre dijo, ¡Por favor, señor, el agua está subiendo ferozmente! Se llevó la cabaña de Smither y a su esposa e hijos con ella, y la mitad del pueblo está hasta las rodillas de agua. ¡Nunca había yo visto algo así, nunca! ¡Tiene que ayudarnos, señor!

    Por un momento Darcy se preguntó irritablemente si ellos creían que él tenía el poder de detener el río, luego cayó en cuenta de que la vicaría y la iglesia ocupaban el terreno más alto en esta rivera. Ellos habían huido al punto más seguro que conocían.

    Un agudo lamento llegó a sus oídos mientras una mujer aparecía, jalando el brazo del hombre. Es Jenny de los Miller. Está atrapada debajo del árbol, ¡y no podemos levantarlo!

    Darcy juró por lo bajo, luego se volvió hacia la doncella. Lleve a las mujeres y a los niños a la cocina y avive el fuego. Él frunció el ceño ante la lluvia torrencial. No había más que hacer; él tendría que salir.

    Él castaño caído no estaba más allá que a unos cuantos pasos de distancia, pero la lluvia fría ya se estaba deslizando por el cuello de Darcy cuando llegó a él, siguiendo el sonido de los gemidos de un niño. Él escasamente podía distinguir las formas que jalaban el tronco del árbol caído. Era lo suficientemente grande como para que nadie pudiera poner sus brazos a su alrededor. Una de las figuras se resbaló sobre el pasto mojado y cayó pesadamente, maldiciendo en los cambiantes tonos de un muchacho cuya voz empieza a cambiar. La vista de Darcy comenzó a ajustarse. No eran más que el anciano y dos muchachos intentando levantar una rama mucho más pesada de lo que ellos podían mover. Darcy se acuclilló cerca de la pequeña niña cuyas piernas estaban atrapadas, examinando la posición de la rama caída.

    Necesitamos una palanca, dijo él decisivamente. Tú, muchacho... corre a la casa y diles que necesitamos una ganzúa o algo parecido, lo que tengan. Él señaló al otro muchacho. Tú debes encontrar algunas otras ramas, que sean grandes. ¿Dónde están los demás hombres?

    En el pueblo, tratando de salvar lo que puedan, dijo en anciano. Me mandaron con las mujeres, eso hicieron.

    Darcy asintió, luego se volvió a la pequeña niña. Debes ser muy valiente y escuchar atentamente lo que te digo. Vamos a encontrar la forma de mover esto, y cuando yo te diga, debes arrastrarte fuera de ahí tan rápido como puedas. ¿Entiendes?

    Sss... Sí, señor, lloriqueó ella. Por favor, ¡duele mucho!

    Te sacaremos de ahí tan pronto como podamos. Y Elizabeth lo estaría esperando, como el tesoro al final de una misión del rey. Con un sentimiento cálido dentro a pesar de la fría lluvia, Darcy se quitó un rizo de cabello empapado de los ojos, luego rompió una rama del tronco y empezó a meterla bajo la leña caída.

    ***

    Elizabeth se apresuró a subir las escaleras a los closets tan cuidadosamente arreglados de acuerdo con la dirección de Lady Catherine de Bourgh. Fue sencillo encontrar las mantas que estaba buscando, pero no eran tantas como ella había esperado. Ella agregó la manta de su propia cama por si acaso, luego volvió a la cocina y empezó a distribuirlas, animando a las mujeres con niños pequeños a que envolvieran las mantas alrededor de ellos para que los calentaran. El fuego estaba tan algo como la doncella se había atrevido a atizarlo, pero los empapados refugiados todavía temblaban.

    Una mujer mayor estaba de pie sola, con las manos agrietadas extendidas hacia el fuego. Elizabeth se aproximó a ella y dijo, ¿Puede decirme cuál es la situación en el pueblo?

    La mujer sacudió la cabeza. No puede creer qué tan alta está el agua, y la corriente es lo suficientemente fuerte como para que un hombre pierda pie. No quedará mucho para cuando baje. La voz le tembló un poco.

    Elizabeth se mordió el labio. Mientras que el Sr. Collins y su esposa Charlotte estuvieran en Rosings Park, dependía de ella hacer arreglos para toda esta gente. Ella no tenía idea de que provisiones de alimentos estaban disponibles, o dónde dormirían, pero difícilmente podía enviar a los recién desamparados parroquianos del Sr. Collins a la tormenta sin lugar a dónde ir.

    La puerta de la cocina se abrió para revelar al Sr. Darcy, con los oscuros rizos empapados y goteando en su rostro, llevando a una niña pequeña en sus brazos. Él la llamó del otro lado de la cocina. Señorita Bennet, ¿podría hablar con usted?

    Ella aspiró aire bruscamente. ¿Qué estaba él haciendo todavía ahí? Ella había esperado que él se hubiera ido hace mucho después de que ella había rechazado su sorprendente oferta de matrimonio. Después de su insultante propuesta, ella lo despreciaba más que nunca, y como su pretendiente rechazado, él debía estar furioso con ella. Él claramente había esperado que ella lo aceptara. ¿Qué destino tan desafortunado los había forzado a estar juntos, especialmente bajo estas circunstancias?

    Aun así, ella no tenía más remedio que seguirlo al pasillo. Lo último que ella quería era encontrar sus ojos, así que en lugar de eso ella volvió su mirada hacia la inerte forma en sus brazos. ¿Está lesionada? preguntó ella.

    Creo que su pierna está rota. Es afortunado que se desmayara cuando intentamos moverla. ¿Cuál es el mejor lugar para ella? El Sr. Darcy sonaba notablemente calmado bajo las circunstancias. Su tono no tenía nada de la ira que ella había esperado.

    Si él podía ser educado, ella también podía. ¿Podría traerla escaleras arriba? Yo le mostraré el camino. Lo más sencillo sería poner a la niña en la habitación que compartía con María, ya que la cama en la habitación extra no estaba hecha.

    Él inclinó la cabeza. El gesto perdió mucho de su aire aristocrático debido al agua que goteaba de su cabeza. Elizabeth escasamente controló una sonrisa mientras tomaba una vela de la sala de estar y lo guiaba por las oscuras escaleras hacia su habitación. Ella puso la vela sobre el tocador y encontró una toalla para poner sobre la cama.

    La pequeña gimió cuando el Sr. Darcy la puso sobre la cama, poniendo mucho cuidado en moverla tan suavemente como era posible. Una de sus piernas estaba doblada en un ángulo no natural. Elizabeth intentó quitarle el zapato, pero se detuvo cuando su acción provocó otro gemido de la niña. Ella solo esperaba que la niña siguiera inconsciente el tiempo suficiente para quitarle la ropa mojada.

    Elizabeth se secó las manos con una esquina de la toalla, luego levantó la mirada para encontrar los oscuros ojos del Sr. Darcy fijos en ella. Ella se dio cuenta conmocionada de que, aparte de la niña inconsciente, ella estaba sola en una recámara oscura con un hombre que clamaba estar profundamente enamorado de ella. Para su completo asombro, él sonrió levemente.

    ¡Pero usted está bastante mojado, señor! Las habitaciones del Sr. Collins están a lo largo del pasillo. Estoy segura de que él no tendrá objeción en que usted use algo de su ropa. Después de todo, él estaría mortificado si usted se resfriara mientras está en su casa, dijo Elizabeth, consciente de que estaba parloteando.

    Una excelente idea, dijo él, pero no se movió para irse.

    Y yo debo encontrar a la madre de esta niña. Ella necesitará consuelo cuando despierte. Elizabeth empezó a salir de la habitación, ansiosa de salir de su enervante presencia.

    Él recogió la vela y se la extendió. No olvide esto. No quisiera que se tropezara en las escaleras.

    La cortesía de él era desconcertante, pero ella no le permitiría que la intimidara. Se lo agradezco, pero he bajado por las escaleras muchas veces, y usted necesitará la luz en la habitación del Sr. Collins.

    No sería posible que yo... Darcy hizo una pausa, y luego su rostro se iluminó con una sonrisa. Quizá hace falta un arreglo. Yo la acompañaré a bajar la escalera con la vela; luego, cuando esté segura abajo, regresaré con ella a la habitación del Sr. Collins, si usted fuera tan amable de indicarme dónde puedo encontrarla.

    ¿Era esta una lucha de voluntades para ver quién podía mostrar la mayor cortesía? Muy bien, señor. Una idea excelente.

    Él hizo una reverencia y extendió su brazo, indicando la puerta. También, no tendría caso ponerme ropa seca antes de encontrar refugio para mi caballo. El cobertizo en el jardín... ¿será lo suficientemente grande como para que quepa?

    Elizabeth asintió Entumecidamente. Quizá haya un alto en la lluvia pronto y usted podrá volver a Rosings. Eso no podía suceder lo suficientemente pronto para ella.

    Él negó con la cabeza. No sería posible que yo la dejara sola aquí bajo estas circunstancias. Además, no habrá necesidad de que pare la lluvia. Sin duda Lady Catherine ordenará el carruaje para el Sr. y la Sra. Collins, y yo volveré en ese transporte.

    Cómo lo desee. Ahora, si me disculpa, debo averiguar a cuántos más huéspedes debemos proporcionarles refugio. Cualquier cosa que le diera una excusa para dejar su compañía. Ella empezó a descender las escaleras.

    La voz de él continuó detrás de ella. Sin importar cuantos estén aquí ahora, es probable que el número aumente. Aparentemente algunos de ellos aún están intentando recuperar sus posesiones, y ellos muy probablemente llegarán más tarde. Ya he dado instrucciones a los hombres afuera de que se acomoden en la iglesia. Afortunadamente, no es una noche fría, así que con cobijas y ladrillos calientes tendrán suficiente para mantenerse calientes hasta la mañana.

    ¡Había que confiar en que el Sr. Darcy asumiría el mando de cualquier situación, sin importar si tenía algún derecho en el asunto! Elizabeth echaba chispas, no menos porque a ella no se le había ocurrido esa solución. Ella no confiaba en no responderle de manera temperamental, así que no dijo nada. Ella no debía desperdiciar su energía en el Sr. Darcy, cuando había tantos otros que necesitaban de su asistencia.

    Capítulo 2

    Darcy se quitó la ropa mojada tan rápidamente como fue posible, pero tuvo que luchar con su ajustado saco, el cual le quedaba tan justo que usualmente requería a su valet para quitárselo. El que estuviera saturado de agua no ayudaba para nada. Si tan solo pudiera pedir a Elizabeth su asistencia... ¡cómo iba a disfrutar el que ella lo ayudara a quitarse la ropa!

    Sus ropas mojadas crearon un charco en el suelo mientras él se frotaba con una toalla para secarse lo mejor posible. La fricción ayudó a calentar su fría piel un poco, pero no tanto como Elizabeth podía hacerlo con solo mirarlo.

    El reciente comportamiento de ella, sin embargo, era desconcertante. Ella había parecido casi arisca justo ahora, diferente de cómo era normalmente. Quizá ella estaba preocupada acerca de fallar en manejar esta crisis con el aplomo que él esperaría de la señora de Pemberley. Esa era sin duda la causa; ¡era típico de su dulce Elizabeth ya estar tomando su futuro papel con seriedad! Él tendría que asegurarse de decirle qué tan bien lo estaba haciendo. Después, quizá, él podría darle algunos consejos sobre cómo debía haberse comportado. Era generoso de parte de ella intentar ayudar a los aldeanos ella misma, pero ella no debería haber estado en la cocina como

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