El juglar del sauce acuático

Por Elaina J. Davidson

A orillas de un río, un niño ve y oye reír a una niña, la música más gloriosa, y se enamora. Sin embargo, el tiempo no es el mismo para ellos. Erin es humana; Kell es otra cosa.

 Kell la mira desde las sombras bajo el sauce al borde del agua, negándose a rendirse a sus diferencias. Para Erin él toca la música más bella, porque puede que nunca le hable y ella no pueda verle. La música se convierte en sus palabras.

El amor, sin embargo, no puede medir el tiempo. El juglar mantiene su vigilia; su musa escucha su canto, y ambos se mueven solos a través de los años, hasta el día en que algo cambia...

• Idioma: Español
• Editorial: Elaina J. Davidson
• Fecha de lanzamiento: 16 oct 2021
• ISBN: 9781547536085

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CAPÍTULO 1

La risa es un puente entre extraños.

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Las líneas formaban un intrincado mapa en su cara.

Ella ya era vieja, pero para él seguía siendo siempre hermosa. Sabía las razones de sus arrugas, lo que ella había soportado en su vida. La había observado desde que tenía dos años.

Acuclillado bajo el sauce, donde las hojas arrastraban la superficie del plácido río, él la observó arrodillada con infinito cuidado hasta que pudo llegar al claro estanque de donde sacaba su agua potable.

Tan lento ahora, cuando se sentía como ayer cuando ella vino gritando alegremente abandonada hasta la orilla del agua, los rizos de miel rebotando.

Miró a su alrededor como si esperara a alguien, pero él sabía que ella estaba sola aquí. Ella no estaba cuidando a alguien esperado. Había estado sola mucho tiempo.

Él era el único que miraba, aunque ella nunca lo había visto. A veces, sin embargo, tenía la sensación más clara de que ella seguía siendo consciente de él, a pesar de su retirada en los últimos años. Ya no se preocupaba por vivir, sólo por morir; sino que en el pasado, cuando su paso era más ágil y su vista más clara, miraba a través de la extensión del río directamente a las sombras bajo el sauce. Una vez que ella le llamó, supo que él le observaba. Ella no le había mirado a la cara, pero le dijo que la música lo significaba todo para ella.

Ahora se dio cuenta de que ella escuchaba atentamente el silencio natural como esperando escuchar las notas de la vida misma.

Cerrando los ojos, deseó haber traído su pequeña lira para elegir tonos suaves, para entretejerlos en el canto de los pájaros que los rodeaban.

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Hace ochenta años él mismo era un niño, chapoteando en las aguas poco profundas con el calor del verano, cuando escuchó el sonido de la risa.

Instantáneamente su madre lo arrastró a los árboles más allá de donde las sombras eran densas, abandonando los conos y las ramitas que habían recogido para el hogar de vuelta a casa, pero él la