Levantando una nube de polvo, la caravana de burros de carga marcha a tumbos hacia la puerta del corral, seguida por un vaquero delgado con una impecable camisa blanca y espuelas que tintinean al paso de su caballo.
Al menos unas tres veces a la semana, Eleonary “Nary” Arce Aguilar, de 34 años, debe bajar desde su rancho, azotado por la sequía, para abastecerse de suministros indispensables de agua que le permiten a su familia permanecer en su tierra ancestral en la meseta alta de la sierra de San Francisco, Baja California Sur.
Mientras los animales están en el abrevadero, Nary bebe en abundancia de un tubo de PVC conectado a un manantial a 13 kilómetros en la montaña, una línea de vida para el puñado de ranchos que sobrevive en este remoto agujero de la serranía. Pasa casi una hora llenando garrafones de 20 litros y cargando a sus burros con ayuda de su hermano mayor Ricardo, quien administra el rancho de abajo. Vuelve a montar y comienza a subir hacia su casa, mientras el sol se hunde tras las crestas y deja el camino en penumbras.
El camino que Nary recorre es parte del antiguo Camino Real, una arteria rural de más de 300 años. La vía alguna vez conectó la red de misiones españolas que corría a lo largo de la península.
Cuesta arriba, en zigzags