la ceiba de cuscatlan
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Desde su atalaya, la ceiba ve la colonización, a su pueblo reducido a la esclavitud, los cambios en la sociedad de su país con nuevas castas y nuevas normas sociales, hasta el grito de independencia. Entonces comienza otra época, con cambios en las costumbres y un avance hacia la modernidad.
Modernidad que la lleva a ser apreciada en el pueblo de Antiguo Cuscatlán hasta el final de sus días, donde se convierte en un hermoso recuerdo para los salvadoreños del lugar.
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la ceiba de cuscatlan - Guadalupe Castellanos
EL PRINCIPIO
Dicen que el viento, a su paso por los pueblos, recoge leyendas que luego susurra al oído de los seres humanos; también dicen que los personajes de dichas leyendas intentan no ser olvidados en las nuevas generaciones y es por eso que salen de vez en cuando a asustar a los vivos.
Yo no soy ni leyenda ni personaje.
Tan solo soy una Ceiba centenaria que ha visto y escuchado mucho a lo largo de su vida. Nací de forma natural hace ya algunos siglos, nadie sabe realmente mi edad y yo he perdido la cuenta de los años que me rodean.
No siempre fui tan alta ni tan gruesa, mi semilla cayó volando cuando todo en este paraje era verdor. El río solía llenar el aire con su canto, las aves volaban libres sin preocupación alguna y la tierra fértil cumplió su misión de protegerme, hasta que mi delgado tallo asomó por el suelo con la determinación de crecer cada año un poco más.
Al principio, los venados saltaban sobre mí sin ninguna consideración. Algunas veces solo corrían por diversión y en otras ocasiones huían de la flecha que buscaba cazarlos para convertirlos en alimento y trofeo.
Mis pequeñas hojas atrapaban los rayos de sol que se dejaban ver entre la maleza.
En esa época, yo estaba segura de que sería más grande e imponente que ellos y el tiempo me dio la razón.
Desde que mis primeras hojas salieron, he sido afortunada al encontrarme en una aldea donde mi presencia es venerada y sagrada. Los Pipiles, habitantes de la región de Cuscatlán, creían que mi especie unía la tierra con el cielo y por esa razón me cuidaron con gran devoción mientras