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El Collar de la India
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Libro electrónico272 páginas3 horas

El Collar de la India

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Esta obra representa el esfuerzo de recopilación doctrinaria y combinar experiencias en el área del desarrollo mediúmnico, vividas por innumerables vanguardias del progreso, que, a través del Espiritismo, fueron testigos de la grandeza de su amor a Jesús. El objetivo de estas páginas es reconocer en la mediumnidad educada con Jesús, las puertas que se abren para la gran confraternización entre los seres vivos de la Tierra y aquellos otros que habitan las diferentes Moradas del Padre.

Tabira y Japi son dos indígenas de diferentes tribus, que se enamoran y provocan una guerra entre sus pueblos. Huyendo de la persecución, acaban siendo llevados por dos religiosos, el padre Pedro y el padre Felipe, a vivir a la ciudad. Allí, muchos factores provocan la separación de la pareja originaria y el consecuente reajuste impulsado por el plano espiritual para que ambos puedan redimir las deudas asumidas. 
Tratando de ayudarlos, los dos sacerdotes buscan a un espírita, el Alférez, que los inicia en el Espiritismo y les hace importantes revelaciones. Finalmente, a pesar de muchos intentos, los dos indios no logran alcanzarsus objetivos y la Ley de Acción y Reacción entra en vigor, inexorablemente.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 sept 2023
ISBN9798223017813
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    El Collar de la India - Luiz Carlos Carneiro

    Romance Mediúmnico

    EL COLLAR DE

    LA INDIA

    LUIZ CARLOS CARNEIRO

    Traducción al Español:      

    J.Thomas Saldias, MSc.      

    Trujillo, Perú, Septiembre, 2023

    Título Original en Portugués:

    O Colar da India

    © Luiz Carlos Carneiro, 1967

    World Spiritist Institute

    Houston, Texas, USA      

    E–mail: contact@worldspiritistinstitute.org

    Del Traductor

    Jesús Thomas Saldias, MSc, nació en Trujillo, Perú.

    Desde los años 80s conoció la doctrina espírita gracias a su estadía en Brasil donde tuvo oportunidad de interactuar a través de médiums con el Dr. Napoleón Rodriguez Laureano, quien se convirtió en su mentor y guía espiritual.

    Posteriormente se mudó al Estado de Texas, en los Estados Unidos y se graduó en la carrera de Zootecnia en la Universidad de Texas A&M. Obtuvo también su Maestría en Ciencias de Fauna Silvestre siguiendo sus estudios de Doctorado en la misma universidad.

    Terminada su carrera académica, estableció la empresa Global Specialized Consultants LLC a través de la cual promovió el Uso Sostenible de Recursos Naturales a través de Latino América y luego fue partícipe de la formación del World Spiritist Institute, registrado en el Estado de Texas como una ONG sin fines de lucro con la finalidad de promover la divulgación de la doctrina espírita.

    Actualmente se encuentra trabajando desde Perú en la traducción de libros de varios médiums y espíritus del portugués al español, habiendo traducido más de 250 títulos, así como conduciendo el programa La Hora de los Espíritus.

    Índice

    PREFACIO

    ADENDA DOCTRINAL

    I La naturaleza como testigo

    II La reunión de decisión

    III Vida por una promesa

    IV Un perdedor que no peleó

    V Escape hacia lo incierto

    VI La recompensa del guerrero

    VII El comienzo de un  nuevo viaje

    VIII Descubriendo la Reencarnación

    IX Participando en una  Sesión Espiritual

    X Aprendiendo de los gentiles

    XI Encontrando la perdición

    XII La traición de Japi

    XIII Asistencia espiritual

    XIV Escapar del propio destino

    XV La fuga de Tabira

    XVI Regreso a la realidad

    XVII El conocimiento de  las leyes

    XVIII Regreso a los orígenes

    PREFACIO

    Los personajes de esta novela de Luiz Carlos Carneiro se ubican en el siglo XVII – primera mitad –, durante la invasión holandesa, en Bahía. Otro aspecto recorre los acontecimientos de esa fase histórica, resaltando los matices psicológicos de sus principales elementos humanos, contradiciendo así muchas veces lo que hoy nos dicen los documentos oficiales.

    Satisfaciendo nuestra curiosidad sobre su fuente de inspiración para escribir una narración tan fascinante, el escritor nos confió que había sido abordado, en la madrugada del 9 de mayo de 1967, en su residencia, por una entidad que se autodenominaba Amigo Espiritual, sacándolo – como él, como declaró, a pasear. Luiz Carlos lo llama El Encapuchado y lo describe: Viste ropa blanca, muy holgada, con mangas enormes, de las que emergen unas manos largas y blancas. Una capucha cubre casi toda la cabeza, dejando al descubierto solo el rostro ovalado y franco. Su sonrisa es jovial, tierna, y nos asegura que es una criatura pura y superior, de esas que infunden confianza a primera vista.

    Conscientemente se proyectó más allá de la materia perecedera y lo acompañó. Se regocijaba, flotante, ligero, diáfano, feliz. Pero, dejemos que el escritor, con sus propias palabras, nos cuente cómo fue este maravilloso viaje por el astral:

    – "En un momento, la extraña figura me dijo:

    – ¡Mira abajo!

    Miré y vi deslumbrado el mar. El mar, que rodaba suavemente en olas de espuma blanca como la nieve, sobre una playa inmensa, de arena tan blanca que se mezclaba con las crestas blancas de las olas espumosas. Más allá, el bosque virgen, verde, intercalado con distintos colores. Me sentí como si estuviera viendo una película colorida en una pantalla gigante. Seguimos, avanzando, hasta que un cerro me llamó la atención. Parecía conocerlo. Cerca se formó una pequeña y hermosa bahía. Allí, el mar, sin la complicidad de los vientos, permaneció sereno, sin olas. Estaba tratando de recordar el nombre de la montaña, cuando El Encapuchado observó, sonriendo, como siempre:

    – Monte Pascoal, el primer hito en el descubrimiento de tu tierra natal.

    – Solo lo conozco por la fotografía. Nunca he estado aquí.

    – ¿Estás seguro?

    – Pero claro que sí...

    – ¿Qué sabes, después de todo, de tu pasado, amigo mío?

    – Confieso que casi nada.

    – ¿Ves ese pueblo?

    En la dirección señalada, vi un pueblo enorme. Chozas revestidas de paja, con paredes del mismo material. Conté unas veinte, dispuestas en círculo y, protegiéndolas, una enorme empalizada de troncos de árboles. Sin embargo, desierto. Intrigado, me volví hacia Él.

    – ¿Sabes por casualidad qué año es?

    – 1967, naturalmente, mayo.

    – Te equivocas. Estamos precisamente en el 28 de enero de 1624.

    – ¿Mil seiscientos y qué? – Casi grité, sorprendido –. ¿Es una broma?

    – ¿Crees eso? Atento.

    Dirigí mi atención al pueblo. ¡Qué diferencia! Ahora todo era movimiento. Hombres y mujeres se cruzaron, algunos llevaban enormes vasijas de barro sobre sus hombros, otros fortificaban o reparaban la empalizada; mujeres trabajando en un enorme mortero hecho con el tronco de un árbol; niños y niñas corriendo de un lado a otro. En un rincón, una tosca estufa estaba encendida y un enorme ciervo se cocinaba. Los guerreros se entrenaban en el combate cuerpo a cuerpo, mientras que otros fabricaban flechas o reparaban sus chozas. Lo vi, pero no lo creí del todo.

    – Ven, quiero presentarte a alguien.

    Pronto sentí el duro suelo dentro del pueblo bajo mis pies. Me sentí asustado. Esos seres salvajes, esos Hércules rojos podrían verme y, quién sabe, tal vez no me elijan como su plato principal…

    – No te ven, amigo. Ten calma.

    Entramos en una choza. En una hamaca de paja trenzada, atada a dos gruesas vigas, dormía una mujer india. Acostada de espaldas, tenía el brazo derecho debajo de la cabeza, cuyo cabello, negro como la noche más oscura, estaba dividido, extendido, la mitad fuera de la hamaca y la otra mitad ocultando los pechos que se dejaban ver, temerosos. Dormía plácidamente, haciendo oscilar su respiración sobre su regazo aterciopelado. Alrededor de su cintura, justo debajo del ombligo, un taparrabos hecho de plumas blancas, posiblemente de garza, cubría su sexo. ¡Qué hermosa era aquella joven india! Me quedé quieto, estático, frente a la hamaca, con miedo incluso de respirar, no fuera a despertarla.

    – ¿La conoces? – Me preguntó Él, mirándome extraño.

    – No. Respondí, seguro que, en realidad, no la conocía. ¡Mucho menos si fuera cierto que estábamos en el año 1624!

    – Mira cuidadosamente. Puedes acercarte.

    Me acerqué, examinándola de cerca. Y la reconocí, o mejor dicho, algo me hizo pensar así. Me volví hacia Él y estuve a punto de decir:

    – Tú...

    – No – me interrumpió, con su inmutable sonrisa.

    – ¡¿ ... ? !

    – ¡Tabira!

    – ¡Tabira! – Repetí, mecánicamente.

    – Prepárate para escribir, amigo. Te digo, será una historia muy bonita. Y que este recuerdo de tu pasado remoto te sirva de lección en un futuro muy próximo. ¡Vamos!"

    Pocos días después de esta extraordinaria revelación, el escritor comenzó a recordar una existencia pasada, resumida en esta hermosa y conmovedora página de una vida, ubicada en el gran libro de las reencarnaciones.

    El collar de la india debe ser leído principalmente por corazones amorosos. Tampoco deben olvidarlo aquellos que desconocen en sus almas la sensación sublime del sentimiento último, que debe presidir a todos los demás: el Amor. No es privilegio de unos pocos sentirlo, todos pueden acogerlo en su interior, calentando su espíritu con su calor santificador. No hay ser en la Creación que no tenga, en algún lugar, a alguien esperando para amar. Todos tenemos nuestra alma gemela aquí, en la Tierra o en la espiritualidad, esperando ser complementadas.

    La esperanza es la virtud primordial que se puede ver, vívidamente, entre líneas de esta encantadora historia. Sí, esperanza para las criaturas que en la Tierra, a través de pruebas, tienen que recorrer los caminos de la vida, en soledad, sin el cuidado de un corazón afín. Que no se desesperen. Que no se sientan decepcionados o inferiores frente a otros que tienen compañía a su lado, en forma de cónyuge o amante. No siempre son almas afines, que provienen de la misma esencia: el clima de apoyo mutuo preside el intercambio interno, cuando hay comprensión de las causas espirituales que gobiernan las relaciones humanas. Cuando no, el caos, la disolución de vínculos sagrados es su melancólico equilibrio. Para todos; sin embargo, más allá, siempre hay amor puro y santo en la expectativa de, algún día, caminar juntos por los caminos de la eterna redención.

    Bahía, 11 de agosto de 1967

    TERESA LIMA DE JESÚS

    ADENDA DOCTRINAL

    Inaugurando una nueva fase de la literatura espírita – la indigenista –, "El Collar de la India" contribuye no solo a esclarecer al lector sobre las variadas posibilidades que dispone un espíritu endeudado para redimir sus deudas en una nueva encarnación, sino también a revelar datos importantes de la Historia de Brasil.

    "El Collar de la India demuestra cuán arrogante fue la colonización brasileña por parte de los portugueses, que no respetaron al pueblo indígena como único y verdadero dueño de las tierras recién descubiertas, así como no reconocieron su derecho inalienable a mantener sus tradiciones y costumbres, vivir de acuerdo con su entorno. Los portugueses llegaron, se establecieron y destruyeron, poco a poco, todo lo más puro y natural de esta tierra. Corrompió al nativo, se apoderó de su riqueza y, lo que tal vez fue lo peor, lo catequizó. Con la catequesis, que en este libro se evidencia como violencia contra las creencias indígenas, el indígena ni siquiera se civilizó", porque el prejuicio contra él era demasiado grande – y aun lo es... -, ni siquiera pudo ser un indio ya, entonces hecho y derecho. Fue un proceso lento y gradual de agotamiento de los pueblos indígenas, que continuó hasta hoy, cuando un ínfimo número de nativos todavía lucha, en Brasilia, por pequeños derechos.

    El lector de "El Collar de la India debe prestar especial atención a la tradición indígena que permitió al hombre tener una relación con el plano espiritual sin mayores problemas. Todos lo tuvieron y respetaron aquellas manifestaciones, advertencias y visiones. Esta sana intimidad también era sofocada por los sacerdotes, para evitar que los indios se convirtieran en presa del diablo. El Collar de la India" revela también matices muy ricos de la Doctrina de los Espíritus.

    REENCARNACIÓN EN UNA COMUNIDAD PRIMITIVA

    Para comprender mejor todo el proceso que rigió la encarnación de los espíritus en el período posterior al descubrimiento de Brasil, que abarca esta novela, el lector debe investigar los libros de la Codificación, de Allan Kardec, principalmente "El Libro de los Espíritus, Capítulo IV, pág.. 291/292 sobre Ley de Reproducción, inciso II, Sucesión y Mejoramiento de las Razas", que bien explica: el espíritu más avanzado puede regresar a una comunidad primitiva para, sufriendo las privaciones de las comodidades de la tecnología, aprender a valorar las cosas más naturales y espirituales. Las facilidades de la civilización, del dinero, del materialismo, son una dura prueba para los espíritus que se dejan llevar por estas facilidades. Esto también está muy bien demostrado en este libro.

    Además, el lector debe remitirse nuevamente a "El Libro de los Espíritus, Capítulo VIII, pág. 200, sobre Emancipación del Alma, punto I, El sueño y los sueños", para comprender qué les sucede a Japi y Tabira cuando, en sueños, predicen su futuro. Son presagios que da el plano espiritual para advertirles de dificultades futuras, con el objetivo de intentar ayudarles a no volver a cometer los mismos errores del pasado.

    En cuanto a las informaciones dadas por el Alférez sobre el Espiritismo, vale recordar que en aquella época la Doctrina Espírita aun no había sido codificada y los espíritus a través de la médium Marianita, daban explicaciones toscas, comprensibles por el grado de avance espiritual de aquellas personas. Quien quiera comprobar la información o ampliarla puede consultar El Libro de los Espíritus y El Libro de los Médiums, principalmente el Capítulo VII del primero, sobre El regreso a la vida corporal y la Segunda Parte del segundo, sobre Cómo se manifiestan las manifestaciones espirituales. ocurren a través de médiums.

    Un dato muy llamativo del libro es la intervención de Tabira para evitar que Japi se suicidara, acumulando así mayores deudas. Respecto a esta cuestión, el lector deberá consultar El Libro de los Espíritus, Capítulo IX, pág. 238, sobre Intervención de los espíritus en el mundo corpóreo, punto VII, Influencia de los espíritus en los acontecimientos de la vida, que les aportará las aclaraciones necesarias.

    Además, nunca se insistirá lo suficiente en que el estudio de las obras de Allan Kardec brinda al lector información sucinta para una filosofía de vida más rica y clara, proporcionando la base esencial para la reforma íntima que todos buscan.

    El Editor

    I La naturaleza como testigo

    Crepúsculo. En el horizonte, el sol despedía sus últimos rayos, hundiéndose suavemente en el inmenso mar. Al observador que, casualmente, parado en la playa, contemplaba su atardecer, le parecía estar haciendo enormes esfuerzos por seguir enviando sus ya débiles y fríos rayos, en un intento inútil de seguir iluminando esa parte del planeta...

    El manto negro de la noche; sin embargo, ya había comenzado a extenderse sobre el bosque.

    El mar; sin embargo, aun reflejaba los últimos vestigios luminosos del gran astro, que daba a sus aguas un color rojizo. En el cielo, aun no del todo oscuro, aparecieron las estrellas, temerosas, brillando débilmente, atenuadas por la luz agonizante y testaruda de su hermano mayor.

    Finalmente, dejando de luchar, he aquí que el Astro Rey se esconde en la curvatura de la Tierra.

    Para el espectador no se ve nada más, salvo la marca momentánea de su paso, en forma de un majestuoso resplandor escarlata, como sonrojado de vergüenza por haber sido vencido por la noche. Ese fue el esfuerzo extremo, el vano intento de seguir reinando, mientras la oscuridad comenzaba a barrer inexorablemente los restos de aquella movida, ahuyentando con decisión sus últimos rayos. Era ella, la noche, reina absoluta, ganadora indiscutible de la batalla. De un lado, el rey depuesto. Por otro lado, la Luna, la diosa Selene, parecía reinar también con gracia. Parecía burlarse de la derrota del dios Helios, quien se alejaba derrotado, en su carro dorado.

    Ahora, las estrellas brillaban en todo su esplendor, pareciendo coronar la frente orgullosa y victoriosa de la reina de la noche con una diadema resplandeciente. El mar también recibió sus regalos, en forma de la cariñosa y plateada luz de la Luna, dando la impresión que bancos de peces plateados saltaban alegremente. Se recostaba sobre las olas que corrían rápidamente a lo largo de la playa de arena blanca, haciendo que los guijarros y las conchas que llevaba susurraran dulcemente.

    Con ruido, la selva empezó a poblarse. A lo lejos, arrastrado por la brisa fresca, se oía el doloroso gemido de un perro salvaje que seguramente miraba enamorado a la Luna, su novia inalcanzable. Los búhos, que abandonaban sus nidos en busca de comida, se alejaban volando, soltando ocasionalmente sus siniestros ululares. Llegando desde más lejos, en las alas del viento, desde el corazón virgen del bosque, el rugido del jaguar, llamando a su pareja. El croar de las ranas en algún estanque, saludando a la luz de la Luna. De las luciérnagas, las luces intermitentes iluminaban la oscuridad del bosque, como una visión fantasmal.

    Esos mil ruidos, combinados con los de las olas del mar golpeando la arena, formaban una extraña sinfonía. Varios perfumes impregnaban el aire. El olor característico del arbusto se mezclaba con el de las flores silvestres. Era la misteriosa noche del bosque. Ahora, como un inmenso globo luminoso, la Luna brillaba, suspendida directamente sobre el bosque, bañando de plata las ramas y el follaje de los árboles más altos, cuyas hojas, mecidas por el viento, parecían colgantes de plata, repartidas en varios candelabros, en ese habitación inmensa del Creador.

    II La reunión de decisión

    Una pequeña embarcación avanzaba decidida, siguiendo la línea blanca de la playa. Trazos rítmicos y vigorosos la impulsaban, en silencio, por las tranquilas y chispeantes aguas del mar. Del remo, levantado momentáneamente, durante los golpes caían gotas que más parecían lágrimas plateadas. Era una canoa india, una frágil piragua. Maniobrada con agilidad, cambia de rumbo y se dirige en la dirección adecuada hacia la playa, donde su casco pronto toca delicadamente la arena. Colocando el remo en el fondo de la piragua, el remero salta rápidamente a tierra firme. Mira a su alrededor por un momento. Luego, inclinándose, sostiene con ambas manos la canoa que, liberada de su peso, se balancea suavemente entre las suaves olas. Ayudado por uno de ellos, la levanta hasta que sus pies tocan la arena seca. Comienza a agacharse y rápidamente busca algo dentro de él. Finalmente, con lo que buscaba regresa a su posición normal y se aleja hacia la boca del bosque. Sus pies imprimen suavemente su huella en la fina arena. Camina erguido, decidido, demostrando que conoce esas áreas. Llega al bosque y lo penetra. Con uno de tus brazos aleja las ramas que insisten en bloquear tu camino. Delante, está el tocón de lo que alguna vez fue un árbol altísimo, que lo obliga a saltar, ágilmente. Los pájaros nocturnos se asustan con su marcha y revolotean ruidosamente. La serpiente que desciende disimuladamente de un esbelto tronco se detiene y deja pasar al extraño personaje. La luz de la Luna, infiltrándose entre las extensas ramas, ilumina, con una luz parpadeante, el camino seguido por el invasor del bosque. Aquí está, ahora que se detiene. Examina atentamente su entorno, agudizando sus ojos de lince, intentando perforar la oscuridad de lugares donde la luz de la Luna no puede llegar. Con cautela y rápidamente, busca el refugio de un árbol espeso. De cuclillas. Se lleva a los labios el objeto que sacó de la canoa. Levanta la cabeza. Su pecho se llena de aire, y de repente se contrae transfiriéndolo todo al objeto que emite un sonido, doloroso como un gemido, que se sumará a los muchos ruidos misteriosos de la noche. Por un momento

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