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Las columnas de la tierra tenían aluminosis
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Las columnas de la tierra tenían aluminosis
Libro electrónico357 páginas5 horas

Las columnas de la tierra tenían aluminosis

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La única solución: que despierte la Humanidad y empezar de cero, de nuevo.

El autor de este libro no es escritor. Su historia es la historia de un luchador, un buscavidas, una especie de Lazarillo de Tormes que considera un mensaje, más bien una denuncia, que los pilares que sostienen las religiones es una falsedad, una mentira, como un templo.

A través de la historia desgrana, desde el principio de la humanidad, las opiniones y declaraciones de los filósofos, astrónomos, científicos y genios de la historia. A través de dichas interpretaciones nos demuestra, y sobre todo, gracias a la ciencia y la tecnología, la existencia de algún ser superior. Al mismo tiempo demuestra que la base de esos pilares, también fueron los pilares de las bases de los poderes ocultos, hasta nuestros días.

Con este libro intenta despertar a la humanidad, intentando liberar la mente del ser humano, para conseguir que sea libre de pensamiento, eliminando la mente de dogmas y adoctrinamiento; la humanidad no necesita cambio ninguno, porque con los cambios solo se consigue pan para hoy, pero los mismos problemas para mañana. La única solución: que despierte la Humanidad y empezar de cero, de nuevo.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento2 oct 2017
ISBN9788417164249
Las columnas de la tierra tenían aluminosis
Autor

Diego Verdugo Vega

Diego Verdugo Vega nace en el año 1946 en un pueblo del interior de Andalucía, de la provincia de Cádiz, situado en la ruta de los pueblos blancos. La ruta de los pueblos empieza en Cádiz y termina en la provincia de Málaga, de esta España en blanco y negro, donde la sombra de la guardia civil era demasiada alargada y marcaba todo con miedo y opresión. Desde que terminó la Guerra Civil Española, en el año 1939 y aproximadamente en los años 55-60, había mucha hambre en España.

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    Las columnas de la tierra tenían aluminosis - Diego Verdugo Vega

    Las-columnas-de-la-tierra-tenan-aluminosiscubiertav2.pdf_1400.jpgcaligrama

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Las columnas de la tierra tenían aluminosis

    Primera edición: septiembre 2017

    ISBN: 9788417120450

    ISBN eBook: 9788417164249

    © del texto

    Diego Verdugo Vega

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Capítulo I: Inicio, tema, y parte de la biografía del autor del libro

    Basándome en la novela escrita por el británico Ken Follet, ambientada en la Edad Media; en concreto, en el siglo XII durante un periodo de guerra civil conocido como «Anarquía de Inglaterra» entre el hundimiento del Barco Blanco y el asesinato del arzobispo Thomas Becket.

    Sin embargo, también se recrea un viaje de peregrinación a Santiago de Compostela, a través de Francia y España, donde empieza la historia del albañil Sr. Tom, donde comienza construyendo catedrales e iglesias como la morada de Dios.

    ¿Cómo es posible que todavía, en los tiempos actuales, esos cimientos que aguantan los pilares que sostienen la religión no hayan sido derribados de tanta dogmatización y tanta mentira? «Es una metáfora» la aluminosis, es una anomalía de algunos prefabricados de los años entre 1955 y 1975, realizados con cemento aluminosis, y con el tiempo, es susceptible de degradarse y alcanzar resistencia mucho más bajas que las iniciales. ¿Cómo es posible que la humanidad siga viviendo bajo la creencia de algo ficticio y místico?

    Por supuesto, los intereses creados son muy difíciles de eliminar. Intentaré explicar y hacerle ver al lector una forma para buscar la elevación de la conciencia del ser humano, fomentar el pensamiento único, para recuperar la capacidad de pensar por nosotros mismo, para que entre todos podamos construir un mundo mejor, sostenido con nuestra sabiduría, la bondad, y amor universales.

    Yo diría que la mayor parte de la humanidad sufre un tipo de amnesia que, cada vez más, se está sumergiendo en la ignorancia, por infinitas distracciones, pero otra parte de la humanidad creo que empieza a despertar y comienza abrirse camino hacia una nueva forma de vida. Si no aprendemos a relacionarnos de otra forma en la tierra, vamos camino de la extinción.

    Antes de recorrer un largo camino en la historia de la humanidad y poder darle al lector los máximos argumentos posibles sobre la mentira de las religiones, porque los poderes, creados por ellos mismo (poderes, todos ellos, ficticios), fueron la base que les sirvió para dominar a las masas, al pueblo. ¿Para qué sirven tantas catedrales iglesias, monasterios, etcétera? Absolutamente para nada. Según la religión, para salvar «almas». Es al contrario, esas «almas» se convierten en «ARMAS» para la dogmatización y sometimiento de la mayor parte de la humanidad.

    Lo intentaré. Desde el principio siempre he tenidos deseos de escribir, pero en mi lucha en esta vida por situarme, crear una familia, y buscar un bienestar para mi familia, y para mí, no disponía de tiempo, ni tampoco tenía argumentos ni temas para escribir, porque nacimos y crecimos con miedo, y ese miedo domina al inconsciente y a la sociedad. Cuánto más miedo, más conflicto.

    Estos escritos son los primeros que escribo en mi vida. Intentaré ser los más claro posible, al mismo tiempo mezclaré mis vivencias, desde que tengo uso de razón hasta hoy, 26–3-2015, cuando cumplo 69 años (para estos escritos ya llevo un tiempo documentándome de secuencias y hechos reales de la historia desde el conocimiento de la humanidad).

    A lo largo de este manuscrito, iré ensartando noticias que me sean eficaces para el argumento de este manuscrito.

    A finales del año 2014, las noticias más destacadas: el gobierno de Cataluña abre un proceso de participación ciudadana, en el que los catalanes y las catalanas y las personas residentes en Cataluña puedan manifestar su opinión sobre el futuro político de Cataluña, donde la participación fue un éxito. Fue una participación masiva donde se demostró que Cataluña quiere y desea la independencia, algo que al gobierno central y al reinado de turno, y por la grandeza y el imperialismo de España, le sentó con una dosis de malestar en sus partes y en su constitución, por no decir otra cosa.

    Mi nombre es Milaina, en honor a una perra que tuvimos en casa. Era de una raza llamada chow-chow donde toda ella radiaba, como una torre de trasmisión, una paz con nobleza celestial.

    Espero que mis escritos sean como ondas en un estanque, a lo cual espero llegar a todos los confines de este estanque, llamado humanidad. Por lo menos, espero que mis deseos se puedan y se conviertan en una realidad. En principio, lo veo muy difícil; de todos los nuevos partidos políticos que salen al ruedo, todos dicen lo mismo. Hay que cambiar en mi opinión. ¡Hay que empezar de cero, de nuevo!, buscando verdades con argumentos, basándome en las vivencias de mi extensa vida, y como instrumento a través de este libro, poder introducir valores, conectar humanidades, para el cambio de conciencia.

    Soy un emigrante andaluz, que también me pronuncio, como el malogrado escritor, Sr. Francisco Candel, famoso por sus escritos sobre la emigración andaluza a Cataluña, a lo cual en sus escritos en los periódicos, cuando leía algunas noticias, siempre acababa con la misma frase: «yo no lo entiendo». Pues yo digo lo mismo, «yo tampoco». Siempre se refería a algún hecho cotidiano.

    Nací en el año 1946 en un pueblo del interior de Andalucía de la provincia de Cádiz, situado en la ruta de los pueblos blancos. La ruta de los pueblos empieza en Cádiz y termina en la provincia de Málaga, de esta España de blanco y negro, donde la sombra de la guardia civil era demasiada alargada; de miedo y opresión. Desde que terminó la guerra civil española, en el año 1939 y, aproximadamente ente los años 1955 y 1960, había mucha hambre en España.

    Dentro de esa España predominantemente rural, el sistema caciquil tuvo, según todos sus indicios, su principal fortaleza en el mundo agrario y en el sur de la península, concretamente Andalucía, resultando ser campo abonado, donde creció con mayor comodidad el caciquismo al que dirigieron ya desde finales del siglo XIX. El caciquismo se consolidó en España durante la restauración, entre 1874 y 1923. Los caciques se encargaban de controlar los votos de todas las personas con capacidad de voto de su localidad. Los caciques son personas, con poder económicos, que cuentan con un séquito (gente que trabaja para él), formados por grupos de gente armados, capaces de intimidar a sus convecinos, que saben que si las cosas no trascurren según los deseos del cacique, pueden sufrir daños físicos. Con la dictadura, peor todavía.

    Yo, como mis hermanos, fui concebido por derecho de pernada. Mi madre, una mujer de bandera salvaje y explosiva, criada en el campo, inculta, fue presa fácil para el señorito de turno (aunque el derecho de pernada no fue lo que ocurrió, para el caso, viene hacer lo mismo). La engatusó, se encaprichó de ella y pudo llevársela al huerto. En aquellos tiempos, estamos hablado en de los años 1939 y 1940, estaban el hambre, las necesidades y las carencias. En aquellos tiempos, mi madre sucumbió, y no tuvo más remedio que caer en las redes del señorito, y la convirtió en su amante, puesto que ya estaba casado. Este hombre ya tenía un hijo, casi con la misma edad de mi madre.

    En esa etapa de mi vida, hasta los doce años aproximadamente, vivimos en la abundancia. Tuvimos dos casas, la última muy grande, con mucho espacio, donde teníamos un corral del tamaño de una pista de tenis. Había dos olivos grandes. Al fondo del corral, teníamos un almacén para la leña, el carbón, y el cisco de todo el año. El cisco se obtenía, igual que el carbón, con el material de la poda de los olivos, y en invierno nos servía de calefacción. Se colocaba, convertido en un brasero de bajo de una mesa camilla redonda, y ahí nos sentábamos alrededor de la estufa. En aquellos tiempos recuerdo que teníamos como una especie de criada canguro mientras mi padre se llevaba a mi madre a distintas ciudades de Andalucía. A veces era la hermana de mi madre quien hacía de canguro y nos sentábamos alrededor de la mesa camilla, y nos contaba leyendas, historias, y cuentos, y nuestra mente se poblaba de fantasías y sueños. Mi madre nunca nos contaba cuentos.

    Cada año mi padre, antes de Navidad, nos mandaba dos cerdos, y como la casa era muy grande, nos llenaba una habitación de maíz. Los cerdos se tiraban un tiempo comiendo, y bebiendo. Cuando ya no podían ni andar se sacrificaban, siempre antes de Navidad, y entonces se realizaba el ritual de la matanza del cerdo, todo un espectáculo, de madrugada: llegaba a mi casa mi abuela, madre de mi madre, su hermana y mis tíos, hermanos de mi madre; encendían una gran hoguera para calentar el agua. Mientras se calentaba el agua, se despertaba a los cerdos. Toda la familia tomaba café, aguardiente, y pastelitos. Entre todos inmovilizaban al cerdo y se llevaba a un banco de madera sobre el que era sacrificado con un corte limpio en el gaznate. La sangre se utilizaba para hacer morcilla. Conforme sangraba el cerdo, con la mano se removía para evitar su coagulación. Cuando el cerdo estaba sacrificado y desangrado, con el agua hirviendo, se escaldaba, y se afeitaba todo el cerdo.

    A partir de ahí, se colgaba en uno de los dos olivos que teníamos en el corral de la casa y, acto seguido, se descuartizaba, y como dice el dicho, «del cerdo se aprovecha hasta los andares», y durante el año, nos mandaba aceite, garbanzos, patatas y los pavos de Navidad.

    Dos acontecimientos cambiaron el rumbo de nuestras vidas: mi hermana pequeña empezó a tener problema de la vista, al mismo tiempo, mi madre se enamoró de otro hombre. Aunque no recuerdo qué fue primero, la cuestión fue que a mis dos hermanas mayores y a mí, que tenia once años, nos tuvo que poner a trabajar.

    Cuando mi padre lo descubrió, se acabó la buena vida. Nunca nos reconoció. En aquellos tiempos, no existían leyes para regularizarlo. Cuando se aprobó las leyes para legalizar la paternidad, yo personalmente intenté luchar por ese reconocimiento. Nosotros ya no vivíamos en el pueblo, nos habíamos trasladado a vivir a Barcelona, entre problemas monetarios y la distancia. Encima, mis hermanos no querían saber nada de esa persona. Al no encontrar apoyo, desistí.

    Mi madre mandó a mis hermanas a servir de criadas a Sevilla, y a mí con unos familiares de mi madre, una prima hermana de mi madre y su marido, que necesitaban a alguien para cuidar de su hija, una niña pequeña.

    Mi pueblo, situado en la provincia de la serranía de Cádiz, donde había plantaciones de campos de olivares. Estos familiares necesitaban que, mientras ellos cogían las aceitunas, alguien cuidara de la niña.

    En aquellos tiempos, para la recogida de olivas, por lo menos, se necesitaban dos personas fuertes. Entonces tenían que trasportar una escalera de tijeras grande de madera. Cuando se abría la escalera, a un metro desde el suelo, se colocaba entre una escalera y otra, como si fuera una vela de barco pero horizontal, una lona de tela, más bien de paño. Los hombres, en el hueco que deja la escalera abierta, metían la rama del olivo y cada uno por la escalera ordeñaban las ramas y caían las olivas en la lona. Muchas caían en el suelo y ahí entraban las mujeres, que se ocupaban de recogerlas del suelo.

    La recogida de las aceitunas se realizaban en los meses noviembre y diciembre: los hombres encendían hogueras para calentarse las manos. El frío por las mañanas era horrible, tenías que estar constantemente calentándote las manos. Yo cuidaba de la niña, y una de las veces, que yo le llevaba la niña al tajo¹ para que la madre la amamantara. Mientras que la madre amantaba a la niña, yo reemplace a la madre, y empecé a coger aceitunas del suelo. Los hombres, asombrados, vieron que yo cogía más aceitunas que la madre. Se cambiaron los papeles, yo ocupé el puesto de la madre, y la madre ocupó el mío. Veinte años más tarde, yo ya vivía en Barcelona. Volví de visita al pueblo y vi, de nuevo, a aquella niña a la que yo la cambiaba, ¡madre mía!, si pudiera cambiarla ahora, vaya morenaza andaluza.

    Yo tenía once años. Aún guardo la cartilla escolar del último curso, que fue el curso 1957-1958. Desde los once años hasta que me jubilé, no he dejado de trabajar. Eso significa que he estado trabajando cincuenta años. Yo tenía derecho a jubilarme con sesenta años, pero por culpa de la burocracia, no pude, y me jubilé con sesenta y dos años.

    Aquí empezó lo que no me hubiese gustado empezar: fumar. Hoy en día, el tabaco me ha dejado secuela: tengo enfisema pulmonar por culpa del tabaco, pero ¿quién lo sabe a esa edad? Los hombres me liaban los primeros cigarrillos, tabaco de contrabando. Eran de cuarterones prensados de Cuba auténticos, no como ahora con tantos aditivos. Fumando alrededor del fuego, fue la primera vez que escuché sobre la no existencia de Dios. Exactamente no recuerdo cómo fue, lo único que recuerdo es que estos hombres por circunstancias de la vida, oyeron en la conversación de dos curas decirle uno al otro que no creían en ningún dios, y esa versión la explicaban con miedo a ser escuchados por los demás.

    A mí me encantaba leer y me sigue gustando. En el quiosco del pueblo donde compraba los cigarrillos sueltos, se alquilaban novelas. Me costaba un real o una perra gorda; exactamente, no lo recuerdo. En aquellos tiempos, el alquiler de una novela se contaba por reales o perra gorda. Todas las novelas eran de Marcial Lafuente Estefanía, de la Editorial Bruguera. Cuando leía las palabras «Editorial Bruguera, Barcelona». soñaba, pero nunca me imaginé que acabaría viviendo en Barcelona.

    Dos años atrás se me infectó un ojo. Me salió un herpes. En aquellos tiempos, los curanderos de entonces, le llamaba una culebrina. Normalmente, este tipo de infecciones suele salir en cualquier parte del cuerpo y los curanderos de antaño calentaban al rojo vivo una aguja y, con la punta, buscaban el ojo de la culebrina y eliminaban la infección. Hoy la medicina sabe que es un nervio infectado. Mi padre nos llevó a mi madre, y a mí a Jerez de la Frontera, donde existían especialistas de oftalmología. Fue la primera vez que me monté en un coche. Mi padre tenía un coche negro, de aquellos tiempos del Capone. Aún recuerdo la imagen: a través de las ventanillas, cómo parpadeaban la sombras de los eucaliptos a lo largo de la carretera. Estuve un tiempo, creo que fueron dos semanas, el tiempo que duró la cura del ojo, que por cierto, fue un fracaso: perdí la visión del ojo izquierdo en un 70%.

    En Jerez de la Frontera, una ciudad muy bonita, yo tenía muchos tebeos, y en el barrio, me cambiaba los tebeos con otros niños. Los tebeos que existían: El Capitán Trueno, El Jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, El Guerrero Antifaz, El Cachorro. Escribiendo los nombres de estos tebeos, me invade una nostalgia de sueños y aventuras placentera.

    En el curso escolar de 1956-1957, en el verano de ese curso, mi padre era alcalde del pueblo y con su influencia, consiguió mandarme, junto con los niños de la alta jerarquía del pueblo, a un campamento de verano. Nos disfrazaron de flechas del frente de Juventudes, cuerpo creado por José Antonio Primo de Rivera, donde nos inculcaban la disciplina, el orden, el «Cara el sol», y las leyes de la dictadura, junto con la religión católica, aunque yo, junto a otro chico, me tiré prácticamente el mes castigado, recogiendo en un cubo de madera cuadrado todos los papeles u objetos del suelo de todo el campamento. Yo era muy travieso y me gustaba mucho el cachondeo, y me sigue gustando. El campamento estaba situado en el pueblo de Chipiona, donde conocí por primera vez el mar. Fue algo impresionante ver por primera vez tanta agua.

    Cuando se acabó la recolecta de las aceitunas, mi padre ya no colaboraba en la manutención como antes. Mandaba al limpia botas del pueblo como recadero, con el dinero para pasar muy justito el mes. Aún recuerdo el color verde del billete de mil pesetas para alimentar a mi madre y seis hijos. Éramos seis hermanos. Ante tales perspectivas, mi madre me mandó a trabajar al campo con mi tío Pepe, hermano de mi madre. Mi tío era manigero, que es lo mismo que jefe de personal. Como yo era el único que sabía leer y escribir, al mismo tiempo que trabajaba, hacía de listero, pasaba las cuentas y pagaba al personal.

    En aquellos tiempos se sembraba mucho algodón, donde se necesitaba mucha mano de obra. La siembra del algodón se realizaba de la siguiente manera: una junta de mulos, compuesta de cuatro mulos, que arrastraba un arado para hacer cuatro surcos en la tierra. Para dominar las riendas de una junta de cuatro mulos, se necesitaba una persona dominante y nervios de hacer. Esa persona era mi tío Pepe. Él iniciaba los primeros surcos, colocaba a una distancia de aproximadamente de entre trescientos cincuenta y cuatrocientos metros un palo, con un pañuelo o tela blanca al principio del terreno. Mi tío cogía las riendas de la cuadrilla de mulos; los fustigaba con el látigo, arrastrando un arado de cuatro surcos. Se guiaba con la vista en el palo con el trapo y conseguía hacer los surcos lo más rectos posible. En cada surco abierto, una persona colocaba a una distancia de pie y medio, cinco, o seis semilla de algodón; las pisaba y otra persona con los pies, cerraba los surcos y enterraba las semillas. Pasado un tiempo, brotaban las plantas y, a continuación, se empezaban la entresaca: significa que solo se tiene que dejar de cada brote, dos o tres plantas. Las demás se destruían.

    Más tarde, se hacía la escarda: con una azada pequeña, se limpiaba todo el campo de malas hierbas. En todos estos procesos se necesitaba mucha mano de obra. Y al principio de septiembre, se recolectaba el algodón, el maíz, y los garbanzos en agosto.

    El maíz se tenía que coger con guantes de paño de lona; si se hacía a mano, se te ponían las manos en carne viva. Cada hoja de la mazorca es como si fuese un papel de lija. Y los garbanzos se recolectaban de noche. Si se recogían de día, se caían muchos garbanzos al suelo. De noche con el rocío, se aguantaba en la mata. Actualmente, nada de eso existe. El avance de la tecnología eliminó toda mano de obra. Así que, desde los once años hasta los diecisiete que nos marchamos a Barcelona, estuve trabajando en los campos de Andalucía.

    Mi madre, después de recorrer con mi hermana pequeña Jerez, Cádiz, Sevilla. Mi hermana cada vez se encontraba peor y no encontraban la solución a sus males, al final todos los médicos le recomendaban al famoso «doctor Barraquer». Ante tales perspectivas, mi padre, que pasaba de nosotros. Mi madre vendió la casa, y cuando supe que nos veníamos a Barcelona, se me llenaba la boca de satisfacción igual que cuando el presidente olímpico, señor Samarah, pronunció la candidatura de Barcelona, escogida para la celebración de los juegos Olímpicos. ¡BARCELONAAAA!


    1 Puesto de trabajo

    Capítulo II: Corrupción y Monarquía

    Volvamos a la actualidad, a las noticias del día: las tarjetas opacas y la corrupción galopante. Bien es sabido que, a lo largo de la historia, es caldo de cultivo de la alta jerarquía y el poder de turno, de una manera o de otra, si se le da pie para robar, roba, esté quien esté. Tenemos tantos chorizos, que los palos que los aguantan, no se sostienen, se rompen. Hay que sustituir las leyes de esos palos, porque esas leyes están creadas por el poder de turno. Al dinero le ponen un perrito y lo que hay que poner es un león hambriento.

    Con la corrupción existente, ¿cómo es posible que personas de la alta aristocracia reinante, estos seres, lo único que les interese sea alimentar, más y más, su asquerosa codicia? Es normal. Estas personas, al menos yo las llamo «personas», pero se han ganado el derecho de llamarse buitres carroñeros, están bajo el abrigo del poder y del reinado de turno, y con derecho a la carnaza.

    Un reinado sin sentido. Lo que costó el desfile del Día de la Hispanidad, y posteriormente el banquete y recepción de los ilustrísimos y amados reyes, junto con toda la oligarquía que creó el poder.

    Ese dinero, más lo que cuesta mantener una monarquía con la crisis actual, ese dinero se podía emplear en muchas necesidades en el mundo, que tienen más valor que venerar a un reinado que, en los tiempo actuales, está más que caduco. La realeza y la aristocracia comen aparte; para el pueblo llano, las sobras de esa abundancia.

    Cuando reinaba el rey Carlos, en unas declaraciones suyas decía que la justicia era igual para todos. Miente, Sr. Carlos. No hace mucho me viene a la memoria un hecho lamentable: una pobre mujer una tarjeta se encontró. La pobre mujer se encontraba en una situación de mucha necesidad, y consiguió hacer uso de la tarjeta, comprando las necesidades básicas del ser humano: pañales y comida paras su bebé. Sacó doscientos euros, pero fue descubierta. Por lo tanto, fue juzgada y condenada por uso indebido de un dinero que no era suyo, pero lo hizo por pura necesidad.

    Hoy en día se están juzgando a directores, políticos, banqueros, personajes de la alta burguesía. Estos señores, con sueldos de ensueños, despilfarrando cientos de miles de euros para satisfacer sus caprichos y su asquerosa codicia.

    Al propio rey Carlos se le descubrió en una cacería en África con la amante de turno, gastando el dinero del pueblo. Cuando se vio descubierto, lo único, que se le ocurrió decir es la ya famosa frase («Lo siento, no volverá a ocurrir»). Un rey, aparte de ser honesto, también tiene que demostrarlo. La cara se le tenía que caer de vergüenza; no se le cae, porque vergüenza no tiene ninguna, y encima estos personajes son aforados.

    Yo, personalmente, lo considero una aberración dictatorial.

    Justo en este momento, dejo de escribir este párrafo del rey, me meto en la cocina para hacer un guiso de habas tiernas con alcachofas; mi compañera tenía puesta la televisión y dan las noticias. Concretamente, que el rey Carlos ha sido demandado judicialmente para que reconozca una paternidad, aunque creo que tiene más de una.

    Todos estos personajes, al final como siempre, tendrán impunidad total.

    No hace mucho, creo recordar que fue en el diario 20 Minutos, se publicó una poesía de Isabel Moreno. Más bien, yo diría verdades como puños. Suena calcado a esta situación de sinvergüenzas.

    Dice así: «El día despierta con un nuevo titular, otro caso de corrupción de avaricias sin límites, de ausencia total de valores de enriquecimientos ilícitos, a costa de la nada y de siempre. Otro día más de impunidad está presente antes hechos repugnantes. Es la forma de ser, de estar, de existir, se instala entre nosotros como algo cotidiano, lo que antaño podía ser impensable hoy toma cariz de normalidad, y entre tanto, una sensación de profundo asco va extendiendo por doquier, una náusea nace en nuestro estómago, y desata el atracón de la injusticia, esa peste negra de epidemia a gran escala va tiñendo el horizonte carcomiendo paulatinamente nuestros cuerpos, cuerpos herméticos como buitres, siguen devorando un cadáver del que ya no queda nada, una y otra vez, más esas aves de carroña, emprenderán el vuelo infranqueable y nunca más miraran para abajo».

    La propia hija del rey, otro personaje, la infanta Cristina. Las noticias, primero que ha sido imputada por blanqueo de dinero; más tarde, que no es imputada.

    Vamos a ver, el que encumbre a un ladrón, es de la misma condición. Por lo tanto, debe ser juzgada junto a su marido y condenados. Y si es posible, a doble condena, por ser quienes son para que sirvan de ejemplo.

    Ya veremos cómo acaba. Me da la impresión de que me moriré y no me enteraré de cómo fue el desenlace.

    Yo, personalmente, tengo mi versión del funcionamiento del ser humano: para mí el centro del mundo, del ser humano, es el estómago. Si el estómago está contento, tenemos las baterías a tope y todo perfecto, pero estas personas padecen de un virus muy malo, el virus de la gula. Al mismo tiempo, para que el mundo de la persona se mueva, tiene que tener contenta la entrepierna. Si la entrepierna está contenta, todos estamos contento, pero estas personas tienen otro virus muy dañino que es el virus de la lujuria.

    Tuve un compañero de trabajo que estuvo estudiando en Navarra en un colegio de monjes, y este navarro me explicaba y me contaba que los monjes vestían aquellos hábitos con capuchas. Así, cuando salían de noche, se colocaban la capucha cubriéndose el rostro, y así nunca sabían quién le había dado por culo a quién. Lo explico de esta forma pero el caso es lo mismo, porque «la jodienda y la comienda no tiene enmienda».

    Este compañero me decía que su máxima era: «No te pronuncies nunca si no tienes conocimiento de causa». Explico esto por el espectáculo tan vergonzante creados por los curas. El abuso a niños es increíble, siendo uno de pilares de la religión, que son pobreza, obediencia, y castidad. Y tienen la desfachatez de salir en público, tumbarse en el suelo y pedir perdón. Yo los cogía y, con una vara de acebuche², los azotaba en sus partes, los despojaba de sus hábitos de por vida y los condenaba a la cárcel con los presos comunes. Y ahí los presos le leerán la cartilla y los pondrán a gusto.

    Tenía diecisiete años cuando llegamos a la estación de Francia de Barcelona. Aún me suena en los oídos el sonido del traca traca del tren «el Sevillano», que así se llamaba en aquella época. Un viaje horrible desde Sevilla a Barcelona. El viaje duraba veinticuatro horas; los asientos eran de madera. Llegamos concretamente en el año 1963, el mismo año que asesinaron al presidente norteamericano, John F. Kennedy, cuyo mandato duró poco tiempo. En ese corto periodo de tiempo, no llego a los dos años, tuvo lugar los siguientes acontecimientos histórico: la invasión de la Bahía de los Cochinos, las crisis de los misiles de Cuba, la construcción del muro de Berlín, el inicio de la carrera espacial, y la consolidación de los Derechos Humanos. Su asesinato se archivó y todavía no se sabe por qué lo mataron: fuerzas y poderes, oscuros y ocultos. Que no interesaba que gobernara el país, lo eliminaron. Hay muchas versiones pero ninguna demostrada.

    Las noticias del día: el gobierno español comunican una querella contra el presidente de la Generalidad de Cataluña y dos consejeros por convocar unas votaciones para que el pueblo de Cataluña decida si quiere la independencia o no. El gobierno español prohibió dicha consulta. Por lo tanto, según el gobierno español, el gobierno de la Generalidad ha violado las leyes. Las leyes nunca pueden ser una barrera para

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