Esposa del ciego rey
Por Giss Dominguez
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Emilia no recuerda quien es. Camina sin rumbo fijo, llegando a un pueblo. Cae por un precipicio. Sus ojos ven algo: a ella misma sin vida, en el suelo. Algo más la confunde, su cuerpo tiene puesto ropas antiguas.
Avanza intentando encontrar una respuesta, un hombre la llama princesa. La arrastran dentro de un enorme castillo. Descubriendo, es la Reina y esposa de un rey que no puede verla. Y lo peor de todo ¡Es sumamente atractivo!
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Esposa del ciego rey - Giss Dominguez
Tabla de Contenido
Esposa del ciego rey
—¿Qué es lo que ves..?
—No lo sé, estoy en una carretera. Veo varios vehículos pasar por mi lado. Algunos lo hacen despacio, y otros... un poco más rápido.
—¿Y qué hay a tu alrededor? Tiene que haber algo que te diga dónde estás —me regañó alguien.
—Pues, a mi lado izquierdo veo el mar.
—¿El mar..?
—Sí, y de mi lado derecho, hay muchos árboles. Algunos tan altos, no alcanzo a ver el final de ellos. La carretera, aún sigue atestada de vehículos. Algunos me observan, debe ser por como estoy vestida.
—¿Y cómo estás vestida..?
—Tengo puesto una blusa sin mangas, y un pantalón de jeans. Siento frío, incluso mi cabeza se siente un poco congelada.
—¿Y por qué no tienes ningún abrigo? ¿Acaso no tienes alguna cartera o algo?
—No, no tengo nada de eso. Solamente me tengo a mí y a mi ropa.
—Supongo que tienes zapatillas.
—Zapatillas... zapatillas sí tengo.
—¿Y cómo te llamas..?
—Me llamo... Me llamo... no me acuerdo —dijo aquella mujer, con el semblante triste.
—Tienes que tener un nombre, piensa un poco más.
Los pasos, siguieron tambaleantes, en una ruta fija sin dirección alguna. La mujer miró hacia un costado y dijo:
—Veo un cartel de madera, tiene algunas letras bonitas impresas en el.
—Es como un pueblo.
—Creo que sí, pocos vehículos ingresan, pero me dio curiosidad. Quiero ir a ver qué es.
Eso hizo, cuando un vehículo pasó, y dió un espacio amplio para poder cruzar, lo hizo.
Al llegar del otro lado, sintió un aroma fresco de pino volar en el ambiente.
Sus zapatillas se dirigieron rápido, la prisa la invadió.
Atravesó aquel cartel, no sin antes acariciar con la punta de sus dedos. Se adentró con algo de prisa, con algo de temor. Pasos tambaleantes, una sonrisa débil.
—¿Y ahora, qué harás..?
—No lo sé... El lugar es bonito puedo ver más árboles.
—Ya me has dicho que has visto árboles ¿No hay algo más?
—No, algunos autos también pasan por mi lado, sin embargo parezco algo insignificante. Todavía no les de curiosidad ver una chica en pleno invierno en blusa manga corta.
—Lo más importante aquí, es saber por qué terminaste así. Cómo vas caminando y sin recordar nada.
—No lo sé, y tampoco entiendo por qué estoy vestida de verano cuando hace frío. Por mí, tendría un gorro de lana, y un saco... bien abrigado.
—¿Qué edad tienes..?
—No sé mi nombre, menos puedo llegar a saber mi edad.
Caminó, atravesando el espeso bosque. No fueron muchos minutos, pero el tiempo pasó volando para ella. También lo hizo para su acompañante. Llegó, a un risco, un precipicio que le hizo detenerse.
—¿Y ahora qué harás..?
—No lo sé. Quiero ver que hay más allá —comentó.
Dió un paso en falso para resbalarse y caer. Sintió como su espalda estaba en contacto con algunas piedras filosas, y sus piernas también se tropezaron con algunas ramas de raíces.
Finalmente llegó al final, cerró los ojos perdiendo la conciencia.
***
—Despierta.. —escucha una voz.
Al ponerse de pie, observó: alo lejos veía unas antorchas clavadas en el suelo, daban un poco de luminosidad. Eso la llena de entusiasmo, se sentó como pudo y se tocó el rostro. Sintió una herida en su lado derecho.
—Me duele...
—Te pasó por descuidada, habías visto el precipicio y fuiste igual.
—Tienes razón, veo antorchas, quiero ir a ver qué es.
Se puso de pie, al avanzar 2 metros, se tropezó con algo. Su cuerpo fue hacia adelante. Aunque detuvo la caída con ambas manos. Mira por encima de su hombro, se espantó.
—¡Dios mio..!
Un cuerpo, un cuerpo sin vida, estaba arrojado en el suelo. Tenía puesto un vestido, de esos de hace 300 años. No podía verle el rostro, estaba mirando a una dirección contraria.
Asustada, se acercó. Tocó el pulso, y no lo encontró.
—No deberías hacer eso... ahora dejarás tus huellas puestas en ese... Cuerpo misterioso.
—Pero hay que ver si está bien ¿no
..?
—Efectivamente está muerta.
Ella dió una mueca, rodeó el cuerpo, y se asustó. Ella era misma, vestida de época.
—¡Soy yo..! Soy yo... —murmuró completamente asustada.
Dejó caer su cuerpo, sintió el césped húmedo en su trasero.
—¡Levántate!, tiene que tener una explicación.
—No, estoy muy asustada. No puedo parar de verme, estoy con los ojos cerrados y sin pulso.
—Estás viva, tal vez... lamentablemente sea una hermana gemela o algo así.
—Sí, tienes razón.
Se puso de pie, se quitó las lágrimas y comenzó a caminar. Se acercó a aquellas antorchas, la luz le transmitía un poco de confianza y menos ansiedad.
La noche era espesa, sentía que los árboles las estaban tragando en la oscuridad. Suspiró de alivio, aunque se giró. Observando al cuerpo, apenas se veía por la oscuridad.
—Tienes que avanzar —la regañó.
—Entonces... Supongo que eres mi conciencia —dijo mientras daba pasos inseguros.
—Supongo que sí.
—¿Por qué te escucho?, ¿por qué estamos teniendo una conversación en este momento?
—No lo sé, tal vez lo haces a propósito para no sentirte sola.
La joven asintió, al terminar el pequeño camino iluminado, se sintió más aliviada. Sin embargo, algo le inquieto.
Encontró frente a ella, una gran puerta de madera. Más bien, era un portón de 4 m de ancho, y muchos metros para arriba. Para ella, era un sitio bastante inquietante y más por su pequeño tamaño.
Dió un leve golpeteo, estaba asustada y no sabía a quién recurrir. Las puertas se abrieron de golpe. Dió un paso hacia atrás, del susto.
No sabía que encontrar, y sobre todo a quién vería.
Los minutos bastaron para tragar saliva, sentir los latidos de su corazón golpeándole el pecho. Cuando tuvo visibilidad del otro lado, vió las patas de un caballo. Al seguir levantando la vista, encontró a un hombre. El hombre más guapo que había visto en toda su existencia.
¡Es hermoso..!
Cabello rubio, unos ojos azules y una piel sumamente blanca. Había puesto una sonrisa de adorno, y unos músculos, que decoraban su cuerpo.
—Buen día princesa —comentó con una voz ronca y sensual.
—Hola —comentó.
—¿Se encuentra bien..? la estábamos buscando.
—Estoy bien.
—Lo lamento, algo le ha pasado —dijo y dejó de mirarla. Ella no entendió, hasta que él volvió a hablar: —Está con ropa interior —miró a su costado y dijo:— tú dale algo a nuestra princesa.
—Enseguida señor.
Una mujer un poco regordeta, quien al verla, se aproximó y la envolvió en una manta.
—Gracias, tenía frío.
—¿Y tú quién eres..? —preguntó.
—Pues soy Elian, el príncipe ¿Acaso no me recuerdas..? —preguntó un poco confundido.
—En verdad no, ni siquiera sé dónde estoy, ni cómo me llamo.
—Entra, seguramente el rey te debe estar esperando.
No dijo nada, prefirió ser parte del silencio de la noche. La subieron al caballo y ella nunca había estado en uno o eso recordaba.
—¡Me voy a caer.! — bociferó.
—Tienes que calmarte —la regañó de nuevo esa voz y ella asintió.
No lo haría sola, además delante de ella estaba el príncipe. Lo abrazó, sentir su calor debajo de sus manos, la llenó de una satisfacción extraña. El príncipe ni se inmutó. Aunque no comprendían dónde estaba, ¿acaso aún existía la monarquía?
No tuvo mucho tiempo de pensar, el caballo se detuvo, y todas las personas a su alrededor también lo hicieron.
A lo lejos, o mejor dicho a pequeños metros de distancia, se alzaba como una especie de Castillo.
¡Es un castillo!
Asombrada abrió los ojos con sorpresa.
—Llegamos.
Pronto, se vio a sí misma llegando al lugar de sueño, la dejó marcharse. Y ya se dio la vuelta solamente para darle un último vistazo.
Contrólate...
—Es muy bello... —susurró.
—¿Decía algo su alteza..? —comentó una mujer delante.
—¡Nada..! —gritó.
Avergonzada, sintió sus mejillas arder. El caballo del joven príncipe, se alejó y ella se mordió los labios. Un hombre así, solamente lo había visto en una revista de jóvenes modelos.
Ahora se ponía a pensar porque solamente recordaba algunos fragmentos insignificantes.
¿Por qué solo prestas atención a cosas tontas?
la regañó su conciencia.
Ella puso los ojos en blanco, intentando ignorar a su voz interior.
—No me ignores.
Al llegar al interior, algunas doncellas se acercaron. Todas tenían puesto un vestido, y ella prestó atención. No había ningún tipo de luz, sino muchas velas colgadas en el techo y también en la parte de abajo. Absolutamente todo era de madera. Aunque de una buena calidad.
Muebles brillaban, y el suelo era resplandeciente.
Se mordió los labios, no entendía qué era ese sitio.
¿Acaso era una perfecta imitación de una época anterior?
—Señorita... Estábamos preocupadas por usted —comentó una mujer de tez morena.
Se acercó con una sonrisa.
—Hola.
—Parece que no recuerda nada. Yo creo... se ha dado un buen golpe en la cabeza —comentó una de sus acompañantes.
—Eso no es bueno.
—No lo es.
La llevaron hasta una escalera, la ayudaron a subir poco a poco y finalmente a una habitación enorme. Era hermoso, se sorprendió de ver algo tan bellamente decorado. Una gran cama se encontraba en el medio, con dosel. Sonrío, el lugar es la bellísimo. Muebles de algarrobo, cedro de un color blanco a los costados.
—¡Qué bonito..! —expresó.
—La dejaremos sola... esté tranquila ya se le preparó un baño de agua caliente.
La princesa asintió, sin comprender nada. La le habían llamado como su alteza, como princesa. Y la confusión se hiciera más pertinentes en su cabeza.
—Compórtate —le regañó de nuevo.