Derfan: Ascenso espiritual
Por Darío Caballero
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Con estas hermosas palabras un Nama prepara a Derfan para el momento más difícil que deberá atravesar en su niñez.
Seres del bosque, medicina natural y el comienzo de un camino espiritual a través de la práctica de la CONTEMPLACIÓN, un viaje al autoconocimiento, entre espadas y reinos, guerras y amor.
Es hora de que el planeta entero evolucione y él intentará brindar su servicio al tiempo que se transforma y aprende de los seres de luz, las dimensiones y los portales, la trascendencia y el servicio aun luego de la iluminación.
Una vez que has atendido al llamado espiritual, ya nada será igual, te encontrarás en la búsqueda del camino real, hondarás por los secretos mejor guardados en tu interior y tratarás con más torpeza que certeza (al comienzo), dar con tu destino, pero si te mantienes en tu estrella lo lograrás. Adéntrate a una fantástica historia del despertar y atiende a tu propio llamado de la conciencia.
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Derfan - Darío Caballero
Editorial Autores de Argentina
www.autoresdeargentina.com
Mail: info@autoresdeargentina.com
Caballero, Darío
Derfan ascenso espiritual / Darío Caballero. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.
100 p. ; 19 x 13 cm.
ISBN 978-987-87-0911-6
1. Cuentos. 2. Narrativa Argentina. I. Título.
CDD A863
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Al universo con total gratitud…
CAPÍTULO I
La Arboleda Azul
y el Hada del Bosque
Tres horas habían pasado desde que el último jaguar se escondió bajo el torrente manantial de agua cristalina y dulce, que desde las alturas caía sobre las rocas y cubría la montaña en las majestuosas cascadas de Río Néctar, en la lejana tierra olvidada por los hombres, al oeste del mundo nuevo.
La frescura de aquella tierra profunda y vibrante reflejaba haber encontrado el destino que en su juventud anheló.
Frondosos árboles que podían contar la historia de la creación, ríos, lagos, flores salvajes, animales y seres poco conocidos animaban ese paisaje que el hombre aún no había ultrajado.
El universo sonoro de la canción eterna de los pájaros y el viento, el cortejo y el camuflaje de los expertos, el traslucir de los insectos, el arrastre sigiloso de roedores sobre una vegetación y una tierra que por debajo de su superficie tenía tanta vida como en su exterior, se fusionaban con la neblina mágica y serena que acaecía repentina y sin aviso, imperceptible a su llegada y hechizada en la brisa disonante y los susurros constantes de voces de antaño, en la ignorada entrada a la Arboleda Azul, que muchos buscaron por sus leyendas, que pocos encontraron, y tantos olvidaron.
Allí estaba Derfan, quien solía pasar las tardes corriendo y jugando entre los árboles, haciendo travesuras junto a sus amigos, sin saber del encanto de la llamada Arboleda Azul.
Las madres de aquellos niños que residían en los pueblos cercanos a la Arboleda no permitían que sus hijos se acerquen a aquel lugar, pues historias habían escuchado acerca del bosque encantado por namas que robaban el alma de quien allí entrase.
Pero Derfan y sus amigos no creían en aquello.
Maravillados estaban con la flora que les ofrecía colores nuevos cada día, solían esconderse para seguir de cerca el movimiento de algunos animales y conocían de una flor que al rozarla se cerraba sobre sí misma, luego sobre su tallo en forma de espiral y desaparecía.
Los niños engañaban a sus madres, diciéndoles que estarían ayudando a la familia Grates con su granja, y como esta familia era tan numerosa y su campo con tantos frutos tan grande, podían ciertamente estar en cualquier parte.
La familia Grates daba a los niños algunos frutos, patatas y vegetales cada vez que estos les ayudaban, entonces los cinco niños pasaban por allí quizás una vez a la semana y acumulaban entre todos la comida que mantenían segura en un lugar secreto dentro del bosque, la racionaban y la repartían de modo tal que cada uno tenga una ración diaria para llevar a casa.
Algunas madres se quejaban de lo tacaña que era la familia Grates.
Otra de las historias de la Arboleda Azul suponía que este era un bosque dentro de otro bosque, que circundaba sin un espacio o lugar determinado, que podía moverse y desaparecer, que era ciertamente mágico, y que cuando estabas en él, los colores, el tamaño y la forma de los árboles cambiaban, mientras que el tiempo parecía no trascurrir. Incluso podías estar en la Arboleda Azul y no saberlo, pues se mantenía serena y callada, y si aparecía ante ti es porque ella así lo había decidido.
La inmensidad y cantidad de árboles hacían que se entrelacen unos con otros, se movían en todas direcciones, y había quienes crecían totalmente horizontales, comenzando con sus raíces en un extremo y concluyendo de igual manera por el otro. Muchos de ellos tenían entradas por algunos orificios que permitían transitar un mundo húmedo y fresco por dentro, atravesando todo su largo entre ramas-venas y concluyendo en alguna salida, grieta, respiración o quizás la entrada o comunicación con otro árbol.
Formaban un ideal de laberinto, donde cualquiera era capaz de perderse, más aún cuando la neblina del atardecer hacía desaparecer por completo al bosque.
La historia que los adultos les contaban a sus hijos acerca de la Arboleda Azul se narra brevemente a continuación por el viejo Roff, tallador, carpintero y asiduo concurrente de la única taberna que había en el pueblo, llamada Madera Dulce
, en honor al licor más famoso de aquellas tierras, proveniente del macerado del árbol de Lañón.
—Recuerdo, ya hace casi 75 años –comenzó el viejo Roff–. ¡Un tiempo lejano! Seis niños entraron en aquel bosque y solo dos regresaron, al parecer se dispersaron mientras jugaban cerca de la cascada, entre los árboles. Uno de los niños que pudo volver aquella tarde estaba lejos del lugar donde todo ocurrió, pero el otro vio cómo los demás caminaban atraídos por una melodía celestial de flauta y una esfera iluminada que se traslucía desde los árboles como rayos de sol irisada en su luz. Intentó también acudir, pero la niebla todo lo cubrió por un lapso incomprensible y, al volver la claridad, sus amigos ya no estaban allí, como la niebla repentina habían desaparecido.
»Shanü era la tabi del pueblo (consejera, adivina y curandera). Ella dio la noticia de que un Nama se los había llevado.
»Poco se sabía de lo que era un Nama. Puras historias y leyendas de un ser en forma de hada que aparecía y desaparecía en el bosque, algunos la buscaban para ser guiados, pues se suponía que conocía el destino de cada ser. Otros le temían, en especial luego de lo acontecido con los niños, porque creían que ofrendas semejantes se precisaban para obtener su ayuda.
»Sin embargo, nadie pudo comprobar la crónica y con el paso del tiempo la historia se fue olvidando.
»Muchos relatos posteriores, puedo decir, se han escuchado por aquí, ninguno terrible como el anterior, pero pocos coinciden en el aspecto de este ser, los incrédulos aprovechan esto para desacreditar cualquier historia y decir que solo son cosas de pueblo.
»Pero muchos de nosotros creemos que no hay solo un Nama en la Arboleda Azul, y por ese motivo es que hay tantas descripciones diferentes de cómo se ve. ¡Yo mismo he visto una! Nunca olvidaré su rostro, aunque fue solo cuestión de segundos, la vi acercarse a un árbol y desapareció repentinamente.
»Yo sí creo en ellos, ¡ella en este caso!, y no me interesa lo que digan los demás –finalizó el narrador.
A pesar de la historia, todo parecía normal y sin peligro en aquel bosque, y de hecho Derfan se sentía más seguro allí que en otro lugar.
Con el paso del tiempo, el pequeño le tomó especial cariño al bosque e iba cada vez con más continuidad a la Arboleda Azul, y ya no lo hacía con sus amigos, sino solo. Conocía como ninguno los pasajes secretos de aquel lugar, y a menudo trepaba el árbol más alto para contemplar desde allí la naturaleza sagrada, compleja y misteriosa, y a su amado pueblo.