Los cuentos del Roble
Por Marzia Bosoni
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Seis cuentos fantásticos para niños ambientados en el bosque del viejo roble
En el denso bosque, allí donde los árboles son más gruesos y la luz apenas alumbra el suelo, se abre de repente un gran claro. El viejo roble vive allí y cuenta al viento las extraordinarias aventuras de los habitantes del bosque. Sus historias hablan de Parpar, la oruga que siempre tenía miedo porque sabía que en el bosque vivía un gran enemigo; de la hermosa Silverina, un hada de cascada que se enamoró de un elfo de los árboles; de la vieja roca, cuya sabiduría ayudó a incontables personas pero no pudo salvarlas de su arrogancia; y de Ashur y de la historia bella y triste de su hija Bath-alon. El viejo roble del claro sabe mil historias y le encanta contárselas a quien se sienta sobre una piedra, a la sombra de sus ramas, o a quien, tumbado en la cama, es capaz de oler el perfume del lejano bosque.
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Los cuentos del Roble - Marzia Bosoni
A Luce, Niccolò, Samuele y Daniel
y a todos los niños que,
como semillas de amor,
difunden la fantasía y la alegría
Érase una vez un gran bosque, donde crecían centenares de árboles: abetos, alerces, castaños, olmos, plátanos y arces. Las raíces y las ramas se unieron en perfecta armonía y amistad para que nadie se sintiera solo y todos pudieran contar siempre con el apoyo de todo el bosque. Miles de hierbas y arbustos hicieron de la maleza un sotobosque difícil de atravesar. Esta barrera verde se hacía cada vez más y más densa conforme se acercaba al centro del bosque y los troncos de los árboles que llevaban caídos durante décadas bloqueaban todas las entradas. Mientras tanto, las hierbas trepadoras crearon redes densas entre estos troncos y el suelo.
¡El corazón del bosque tenía que ser una inmensa maraña de árboles, hojas, raíces y arbustos!
Y, en cambio, tras pasar la barrera de plantas trepadoras y troncos caídos, se abría de repente un gran claro en forma de media luna, donde el suelo estaba cubierto solo por hierba tierna y baja con rocas y piedras esparcidas aquí y allá. En el punto más ancho había un roble enorme y muy viejo. Harían falta al menos seis hombres para abrazar su arrugado tronco y sus hojas se alzaban orgullosas hacia el sol. Era el conjunto de ramas y hojas más increíble que existía. Y bajo tierra, donde nadie las podía ver, sus raíces se extendían hasta los límites del claro para unirse a las de los árboles que delimitaban el bosque.
Era un roble magnífico que cobijaba decenas y decenas de criaturas. Sus ramas resonaban constantemente con el canto de los pájaros, siempre había ardillas y hurones atravesando su tronco, mientras que entre sus raíces vivían topos, conejos e infinidad de insectos.
Pero no solo los animales buscaban refugio entre los pacientes brazos de aquel gran roble. Se decía que, a veces, en los días especialmente calurosos, los incansables ángeles mensajeros también se paraban a descansar un poco entre las ramas del roble, protegidos y escondidos bajo las hojas que ondeaban lentamente en el viento.
Pero las criaturas más extraordinarios que vivían desde siempre junto a los ángeles y los pájaros en el viejo roble eran los elfos.
Un grupo del Pequeño Pueblo de los Árboles vivía desde tiempos inmemoriales en el roble, cuidando y protegiendo el bosque y todas sus criaturas. Los elfos son criaturas pacíficas y amables, con orejas largas y ropa color hoja. Viven en las plantas que les dan todo lo que necesitan: alimento, ropa, descanso y... magia. De hecho, los elfos no tienen poderes si están lejos de los árboles, por eso nunca se alejan mucho de ellos.
Con el paso de los años, el viejo roble del centro del bosque fue testigo de la infinidad de historias que le encantaba contar a las criaturas que lo habitaban y a los pocos visitantes que se acercaban hasta el claro y