Guasuru
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Guasuru "El Elegido". - Inspirado en un ser de alguna tribu indigena, en la selva de algun remoto lugar. Alli imperaba la inocencia, que alguna vez existio en el. Sin embargo, se desvio de sus dones, creyendo seguir la voluntad de los dioses, sin percatarse de que ahora eran otras fuerzas las que irian apoderandose de el, despertando a otro ser en su interior. Uno lleno de pasiones, sentimientos confusos y contradicciones, que lo poseian y dominaban para confundir la grandeza de su ilusion con la tentacion y las fuerzas del error, hasta caer en su dependencia y en la dualidad del conflicto interno, antes de poder retornar a su verdadero ser.
GUASURU es una leccion de vida.
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Guasuru - Alexis Hernandez Hidalgo
Guasuru
Alexis Hernandez Hidalgo
Derechos de autor © 2023 Alexis Hernández Hidalgo
Todos los derechos reservados
Primera Edición
PAGE PUBLISHING
Conneaut Lake, PA
Primera publicación original de Page Publishing 2023
ISBN 978-1-66249-331-7 (Versión Impresa)
ISBN 978-1-66249-328-7 (Versión electrónica)
Libro impreso en Los Estados Unidos de América
Tabla de contenido
Agradecimientos
Prólogo
Capitulo Primero: La luz
Capitulo Segundo: El encuentro
Capitulo Tercero: La confusión
Capitulo Cuarto: La intriga
Capitulo Quinto: La transformación
Capitulo Sexto: La herida
Capitulo Septimo: Lo inesperado
Capitulo Octavo: El Elegido
Capitulo Noveno: El Estruendo
Capitulo Decimo: El retorno
Sobre el Autor
A mi esposa Ma. Carolina, a nuestros hijos Emil, Leyzer y Fabián, cuyas presencias han llenado de dicha nuestro hogar y quienes siempre me han apoyado en todos mis proyectos por variados que estos sean.
Y, a Dios, por haberme permitido vivir todo cuanto he vivido.
Agradecimientos
Nuevamente a mi esposa María Carolina por su ánimo e interés al haber escuchado los pensamientos que me inspiraron aún antes de que esos tuviesen secuencia en el cuento, estimulando así, mi imaginación.
A Roció Núñez, a Marielena y Maria Carolina Capriles, por el tiempo y cariño que le dedicaron a la revisión del texto.
Tambien, a Anahi Pena por su interes en la diagramacion del bosquejo de este libro, sus estimulantes opiniones y a Milagro Haack, a quien a travez de ella, despues de haber leido el borrador y aun sin haberme conocido, su calificada opinion he agregado como prologo de esta obra.
Prólogo
Guasurú, es un viaje, dador de la imagen que fluye cuando se enfrentan los principios del ser con su antítesis. Es un constante comunicado con el inconsciente colectivo brotando por un hecho realzado por la disociada sombra, del llega, que produce un íntimo ahogo del mismo ser, siendo esto, el hallazgo, la visión del autor de este libro, llevándonos de la mano de su personaje Guasurú, develando sus pensamientos, su asombro, dándonos por recordatorio que la esencia natural humana, existe y todo puede suceder en los linajes de la frontera y de la urbe. Como lector puedo decir, que en este libro de Alexis Hernández Hidalgo, encontramos una lectura filosófica natural de vida, dentro de un entorno místico humano que nos alienta a volver la mirada hacia la raíz del ser, sus valores, sus influencias y por supuesto su evidencia de permanencia y pertenencias con desenlaces casi onírico, pero de igual columna real con su vivencia.
Guasurú, puede ser cualquier joven de nuestra sociedad o ancestral; pero en esta historia Guasurú era un indio común
, con sus mitos, mundología muy típica con el vislumbrar del paisaje, el sonar del río donde se inicia el ritual de su experiencia, con esa otra parte no conocida, la cual lo llevará a sentir sus dioses en lucha dentro y fuera de sí mismo. Asimismo, este libro que puede ser leído por todo público, por su claridad en su accesible lenguaje, narrando el desnudo espejo para el brote de la reflexión evidente, hilada por todas las épocas.
Milagro Haack. De profesión Terapista ocupacional: área psiquiatría, se desempeña activamente como promotora cultural. Ha publicado varios libros de poemas. Sus textos han sido traducidos a otras lenguas. http://milagr.
Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos
. Confucio.
Capitulo Primero: La luz
La luz
Guasurú era un hombre de la selva. Allí había nacido y allí había vivido. Su comuna estaba integrada por otros individuos como él, que eran ingenuamente felices dentro de una miseria relativa y una vida sencilla afectada por la ignorancia, el desconocimiento y las inclemencias de plagas y enfermedades. Solo el Gran Marita, personaje muy importante por ser el brujo de la tribu, podía protegerlos con sus sabios poderes e interceder ante los dioses, quienes en ocasiones ayudaban a los que sufrían.
Guasurú era un indio común; la naturaleza no lo había proveído con atributos especiales, pero tampoco con desventajas significativas frente a sus semejantes. No era fuerte ni hermoso, pero tampoco era débil ni tenía mal aspecto.
Era un indio más, que comunicaba su cuerpo con su alma en las puras aguas del río. Refrescaba la sequedad de su aliento con el néctar de las frutas que encontraba alrededor de sus caminos. Soñaba y se sorprendía de las mismas cosas que veía todos los días.
Entre los suyos, no era él en quien se pensaría como un posible jefe, quizás ni notaban su ausencia cuando divagaba por los alrededores, pero su presencia tampoco desagradaba ni disturbaba. Su existencia no estaba de más, Guasurú era un miembro de su tribu. Una noche, recostado sobre una piedra a la orilla del río, Guasurú observaba las estrellas y escuchaba los diferentes sonidos que armonizaban con el silencio del ambiente.
La voz del río se oía como un canto de fondo en la algarabía formada por la conversación que sostenían los grillos y las ranas. Para él era un lenguaje comprensible, al que dejaba de prestar atención para concentrarse en el mensaje que recibía de las estrellas, o en las leyes que la luna ordenaba para su gente. De repente, vio como una de esas estrellas resplandeció más que todas las otras. Una inmensa y brillante luz comenzó a bajar desde la oscura noche hacia la tierra, hasta un lugar no tan lejano, allá donde los grandes ríos se abrazan para intercambiar sus aguas.
Maravillado cambió de posición, e incorporándose, corrió para buscar un lugar desde donde su visión pudiera tener mayor alcance; desde ahí vio a la luz besar la tierra con un inmenso brillo que luego desapareció detrás de la cortina de la noche sin dejarse volver a ver.
Guasurú no pensaba en nada, el corazón le latía aceleradamente, su rostro se había ruborizado y todo su cuerpo temblaba acalorado.
Lentamente fue recuperando su estabilidad y junto con ella su movimiento; giraba mirando a su alrededor... no había nadie. Solo estaba él junto con los sonidos que por momentos había dejado de escuchar y que uno a uno volvían a resonar hasta unirse todos pareciendo decir: Guasurú... Guasurú... Guasurú
.
La inesperada emoción que había vivido le produjo gran cansancio, se sentía agotado; tanto, que antes de volver con los suyos se volvió a acostar sobre la gran roca en la que anteriormente se encontraba y, cuando se dio cuenta, fue la luz del sol la que nuevamente abrió sus ojos.
Había dormido más que otras veces y sintió su cuerpo descansando, pero supo que era más tarde que la mañana de los otros días, porque ya las aves habían levantado su vuelo y la voz del río tenía un sonido diferente.
Guasurú corrió hacia su aldea. Sentía que había estado mucho tiempo fuera; al llegar caminó entre los diferentes grupos en los que se habían reunido los demás indios de su tribu.
Unos se dedicaban a reparar y organizar sus instrumentos para la caza y la pesca, otros arreglaban las chozas; los niños jugaban desnudos y sucios de tierra y lodo, concentrados en lo que fuera que estuviesen haciendo, mientras que las mujeres, laboriosas, trabajaban como artesanas fabricando cestas, tapices y collares adornados con semillas, madera y piedrecillas de mucho brillo que conseguían en los ríos; artículos estos que después de elaborados servirían para hacer los intercambios por ropa, dulces y objetos raros que de cuando en cuando traían hombres distintos, venidos de algún lugar en el que gustaban las cosas que ellos fabricaban.
Guasurú continuaba caminando entre los suyos y saludaba en su dialecto pensando que alguien se estaría preguntando por él, pero no era así. Respondían cordialmente el saludo, pero ninguno lo había echado de menos. Para todos él estaría ocupándose de algo, pero fuera lo que fuera, tampoco le preocupaba a nadie. Guasurú era feliz y a su manera, sentía que comunicaba su cariño a los demás.
Después de recorrer la aldea, notó que nadie había comentado nada sobre la brillante estrella que había caído durante la noche anterior y pensó: «Si el único que la vio había sido él, entonces debió ser un mensaje de los dioses para Guasurú»...
Otra vez se alejó y volvió al mismo sitio a la orilla del río. Miró todo a su alrededor recordando lo que había sucedido; su intuición le decía que debía buscar el lugar en donde la luz se había besado con la tierra y comenzó a caminar.
Pasó la mañana y apareció la tarde. Por la orilla del río, Guasurú avanzaba cantando en su dialecto melodías que parecían no cambiar de tono; sin embargo, variaban mucho para los oídos de aquellos que la sabían escuchar. De pronto, a lo lejos, pero al alcance de su mirada, vio brillar algo que aumentaba y disminuía su brillo constantemente.
Emocionado, sintió que era la señal con la que los dioses le indicaban el lugar que venía buscando. Apresuró sus pasos involuntariamente cada vez más y más, hasta que se dio cuenta de que iba corriendo, y así continuó; pero poco a poco, en la medida en que se acercaba al lugar, fue disminuyendo la velocidad de su andar hasta parar por completo frente al cuerpo de un gran pájaro de hierro, que era como los que muchas veces había visto volar por encima de su aldea.
El gran pájaro de hierro estaba herido, o quizás muerto, porque el cuerpo se le veía partido en varios pedazos. Tal vez le dolía y a lo mejor los dioses lo mandaron a llamar para que él lo curara. Se acercó más y vio como de una de las partes salía humo. Humo como el que soltaban los maderos cuando eran sacrificados para calentar los alimentos, esos que le daban a él y a su gente las fuerzas que necesitaban para que los cuerpos pudieran mantener el peso de sus espíritus.
Con cuidado y temor se fue acercando un poco más... eran muchas las partes dispersas por todos lados, y aquel cuerpo grande le parecía distinto al de todos los pájaros conocidos por él. Lentamente