Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El jardinero
El jardinero
El jardinero
Libro electrónico199 páginas2 horas

El jardinero

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

¿Alguna vez te has preguntado qué secretos pueden esconderse en un hermoso jardín?

Narciso planta la semilla de la curiosidad y te sumerge en un mundo donde nada es lo que parece, arrastrándote profundamente con su enredadera hacia la oscuridad del abismo.

Necesita encontrar la combinación perfecta que le permita cumplir su promesa, sin miedo a cruzar o romper todos los límites. Nada se interpondrá en la creación de su "jardín perfecto".

Un thriller psicológico, crudo y despiadado, que ahonda en la exploración de la complejidad humana. Una novela de obsesión y locura, donde las historias van germinando diferentes personajes y entrelazando sus vidas, sin esperar el destino que les depara si llegan a cruzarse en el camino del jardinero.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 dic 2023
ISBN9789564063461
El jardinero

Relacionado con El jardinero

Libros electrónicos relacionados

Psicología para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El jardinero

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El jardinero - Michael Vera Villanueva

    Jardinero

    Persona que tiene por oficio cuidar o cultivar los jardines.

    No me queda nada más que imaginar un lindo jardín. ¿Por qué? Por él.

    A él nunca le gustó mucho salir de su casa, solo lo hacía cuando era necesario. También salía en los días de lluvia; no era necesario, pero le gustaba la lluvia y su melancolía. Eso me dijo alguna vez, quizás fue cierto.

    Nadie sabía de sus padres o algún familiar, de su pasado, de quién era o de dónde venía. Era alguien de muy pocas palabras, las precisas y eso desde siempre me ha parecido muy interesante en un hombre.

    La primera vez que lo vi, pasó a comprar varias cosas de jardinería, eso llamó mi atención. También fue su aspecto físico, parecía muy fuerte y se veía muy atractivo. Intenté saludarlo cordialmente, tal y como nos enseñan a hacer con los clientes. Él no respondió y eso me molestó, pero no dije nada, la fila estaba llena y dejé pasar ese desaire. Me dio rabia, lo admito, nadie antes había sido tan indiferente conmigo, al menos no en este país.

    A los extranjeros nos tratan distinto, sobre todo a las rubias de ojos claros. Yo llegué hace ya casi dos años a este país, siguiendo a mi verdadero amor que, finalmente, lo único de verdadero que tenía eran sus deudas, su gran gusto por el alcohol y las mujeres casadas. Lo dejé apenas supe y así, sin más, me quedé en la calle.

    La vida se hace bastante rutinaria cuando no conoces mucha gente. Siempre me traté de imaginar cómo una persona solitaria puede llevar su vida sin compartir con otros. Yo soy más sociable, o eso intento hacer, pero por mi experiencia me cuesta confiar. Él no tenía nada más que su jardín, o al menos eso pensaba. Vestía bien y compraba cosas caras. Siempre me pregunté: ¿cuánto podría llegar a ganar un jardinero?

    Confieso que me obsesionó un poco y hasta llegué a averiguar qué días hacía sus compras; es más, cambié mis turnos para verlo y tratar de sacarle una palabra. Al principio lo único que obtenía era un «no, pero guárdalo», cuando preguntaba si quería donar el vuelto, aunque este nunca fue demasiado.

    Siempre me sorprendió su habilidad de entregar la cantidad exacta del valor de la compra. Aún no terminaba de pasar los artículos y él dejaba sobre el mostrador el pago casi exacto. Al principio no creía, incluso digitaba mal a propósito para probarlo, pero sus cálculos eran impresionantes, todas y cada una de las veces estaba en lo correcto.

    Una vez compró más cosas de lo habitual. Me animé a preguntarle si siempre salía con calculadora. Recuerdo que le comenté algo como que me gustaban los números y que me gustaría estudiar algo relacionado a ello. Y ahí, mientras le contaba de mis cosas, me interrumpió con un cortante «no», tomando sus cosas y yéndose muy apurado, mientras yo quedaba hablando sola, sintiéndome como una tonta.

    Después de un tiempo, ya había perdido un poco el interés, muchos intentos de mi parte y solo indiferencia de la suya. Ahí me dije «ya no me importa si me habla o no, me da lo mismo». Y como una broma del universo, esa misma tarde, aparece en mi caja y dice:

    —Quiero hablarte, mañana en mi jardín, a las cinco.

    Se fue sin más y me quedé ahí, congelada, pensando un millón de cosas. Recuerdo que tuve que ir al baño, no podía concentrarme y me hice la enferma el resto del turno.

    Yo sabía que su jardín quedaba a un par de cuadras de la tienda, tengo que confesar que lo seguí más de una vez, con la excusa de un llamado importante que atendía mientras lo seguía.

    Al día siguiente, estaba muy nerviosa y no sabía qué hacer, si iba o no a verlo. No tenía a nadie que considerara cercano para pedir su consejo, así que tuve que decidir por las mías y lanzar una moneda al aire. La suerte fue mi mejor consejera.

    El azar me había señalado que debía ir y la curiosidad me animaba aun más a seguir ese consejo. Estaba muy emocionada por el encuentro. ¿De qué quería hablar? ¿Será de esos enamorados tímidos? ¿Le gustaré tanto como él me gusta a mí? Mi turno terminaba a las siete de la tarde, pero cambiarlo no fue difícil, era la celebración de la tienda y todos estaban preocupados de eso. Nada me importó y caminé para estar puntualmente a las cinco, además su casa estaba cerca. ¿Qué tan malo podría ser? Me pregunté en ese momento.

    Llegué a su casa. Era sencilla y pequeña, pero su jardín delantero era espectacular. Muy bien cuidado, mostraba distintas flores y plantas, todas muy hermosas y bien combinadas. No recuerdo cuánto tiempo me quedé mirando perdida en lo hermoso de la naturaleza, no podía creerlo. Yo como una amante de las flores, simplemente me pareció maravilloso y ciertamente que un lugar así requería de mucho tiempo y dedicación.

    Toqué el timbre y al instante abrió la puerta, me miró y dijo:

    —Son las cinco y siete, llegas tarde.

    Se dio media vuelta y caminó al interior. Dejó la puerta abierta y avancé para ingresar.

    El interior estaba decorado con pequeños árboles, plantas y flores, muy pocos muebles y una que otra decoración que combinaba a la perfección. Su gusto era una genialidad, tan ordenado, tan pulcro, tan perfecto.

    Apareció desde un pasillo llevando unos pequeños pasteles y un vaso de agua. Con un sencillo gesto me invitó a sentarme y así lo hice sin decir nada.

    —Quiero hablarte.

    Lo miré y asentí en silencio con mi cabeza, sabía que ahora era yo la que debía escuchar.

    —Mi nombre alguna vez fue Jacinto, pero eso es parte de un pasado distante, lejano. Ahora mi nombre es Narciso y, como tú, soy una flor más que pertenece al jardín más hermoso del mundo. La transformación ha iniciado, debo continuar antes de marchitarme por completo.

    Al principio pensé que era una broma, no entendía mucho lo que estaba diciéndome, pero creyendo que era un juego, le seguí la corriente y sonriendo le dije:

    —Eres una flor muy bonita y puedo ver que haces muy buen trabajo cuidando a las demás.

    Después de eso, solo bajé mi mirada. Comimos callados y nos mirábamos de reojo. Me ofreció agua, le devolví una sonrisa y respondió tomando mi mano, diciendo:

    —Tú también eres una flor muy hermosa, pero puedo ver que te estás marchitando. Si quieres, yo podría cuidarte.

    No sabía qué hacer, quizás me llamaba flor para cortejarme… No lo sé, solo seguí su juego y respondí:

    —Pero tú no me conoces, ni yo a ti. No soy cualquier flor y, si bien eres muy bueno en lo que haces, no sé si puedas cuidarme como yo lo necesito.

    Soltó mi mano, se levantó y comenzó a mirar su jardín en silencio. Luego me dijo:

    —Te conozco. Eres Filippa, trabajas hace 293 días en el supermercado de la vuelta, casi lo que vive un pensamiento bien cuidado. Hace 161 días que intentas conocerme, lo mismo que vivió la mejor caléndula que he criado. Te gusto, sabes cuándo y qué compro cada una de las 23 semanas que nos hemos visto. Sin dudarlo viniste cuando te llamé, incluso cambiaste tu turno 120 minutos. Tienes muchos conocidos, pero ningún amigo verdadero; esto te pesa y te hace sentir sola. No quiero cuidar a flores que no me quieren y, si tú me quieres, yo te puedo cuidar.

    Me quedé congelada, en silencio, sin saber qué hacer. La situación se había vuelto un poco extraña y comencé a asustarme, ya no me parecía divertido todo ese cuento de las flores. Estaba un poco mareada, creo que lo notó en mi cara y, sin decir palabra alguna, se fue de improviso a otra habitación.

    En ese silencio casi sepulcral y sin pensar mucho, me decidí a huir. Sentía náuseas y, mientras avanzaba a tropezones, le grité:

    —¡Gracias por todo! Pero tengo que irme, tengo la celebración de la empresa y, la verdad, no me siento muy bien, disculpa. ¡Nos vemos en otro momento!

    Di unos cuantos pasos por ese pasillo, el que se volvió interminable. De pronto sentí cómo agarraban mi brazo muy fuerte y finalmente un pañuelo con un fuerte olor envolvió mi rostro. Todo se desvaneció.

    Desperté amarrada, estaba todo muy oscuro y no sabía bien qué pasaba. El hedor a humedad y encierro me abrazó con fuerza, lo que me hizo tratar de gritar con desesperación, pero mi boca estaba cubierta con una especie de tela con sabor terroso. Traté de forzar las amarras, pero solo conseguí dolor y más desesperación. Lloré y grité mucho, casi vomité varias veces, ahogada por mis babas y mis gritos sordos. El sabor del terror es horrible.

    Escuché unos pasos e intenté gritar, lloré de nuevo y reconocí su voz en esa silueta que lentamente se acercaba.

    —No te preocupes, yo te cuidaré. Serás la flor más linda de todas en este jardín, uno más en mi camino a la perfección. Acompañarás y alimentarás a cada una de ellas. Serás parte de todas y todas serán parte de ti. La fórmula está avanzando muy bien, eres una privilegiada, pues puedo afirmar que mis avances han dado sus frutos. Tranquila, esto será rápido y casi, casi sin dolor.

    Cuando vi el reflejo del bisturí acercándose, sabía que nada más podía hacer. Solo cerré mis ojos y lloré.

    No me quedaba nada más que imaginar un lindo jardín.

    Flor

    Brote de muchas plantas, formado por hojas de colores, del que se formará el fruto.

    La observaba desde antes de que ella me viera por primera vez y eso fue cuando planté los primeros pensamientos.

    La estudiaba a diario, desde el principio llamó mi atención. Su linda figura y su simétrico rostro mostraban una genética por sobre la media, lo que me entregaría interesantes datos para mi investigación. Miraba desde lejos la forma de sus ojos y su pequeña nariz, así como la manera en que acomodaba su cabello antes de cada turno. Siempre me preguntaré si esa fijación representaba, de alguna manera, un pequeño acercamiento a lo que llaman amor a primera vista o si solo me pareció un sujeto de prueba ejemplar que no podía dejar pasar. Me interesó de sobremanera comprobar si la variabilidad genética podría presentar diferencias en los resultados, era una respuesta que solo tal vez el tiempo me lo revelaría.

    Cada vez que compraba mis cosas en la tienda, ella intentaba hablarme. La ignoraba la mayoría de las veces, nada personal, únicamente por costumbre. Me cuesta relacionarme con la gente en general y, para ser sincero, me desagrada la mayoría de la gente. Con ella fue distinto y por eso, sí le respondía pocas veces, las necesarias para mantener el interés. Las frases cliché que siempre funcionan toman elementos comunes y los hacen especiales. «Me gusta salir los días de lluvia, esa melancolía que refleja creo que es especial para mí y, si no me equivoco, para ti también». ¿Quién se podría negar a eso? Tal vez hablar con ella fue como hablar con las caléndulas, siempre hermosas, siempre radiantes. Me hizo mucho más fácil todo; de hecho, fue placentero y agradable lo que germinó con ella.

    Este jardín tiene y tendrá muchas plantas y flores, es el primero que deja resultados satisfactorios en lo que se refiere a la fórmula, que va en constante mejora. Todas ellas son como mis hijas, por eso mi jardín necesita pruebas previas, pero también necesita de una alma hermosa que pueda hacerse cargo de las demás y yo soy el único que sabe cómo dársela, estoy muy cerca de mi fórmula perfecta.

    Ella estaba generalmente sola, no tenía amigos, unos pocos conocidos y uno que otro admirador que la seguía. Me entretenía bastante mirar ese comportamiento, tan evidente, tan normal y que claramente no daba ningún resultado; nunca supieron llegar a ella. Yo sí lo sabía. Cada dato recolectado en la naturaleza puede representar un valor, cada valor puede ser comparado y graficado y al ser graficado los patrones emergen. La gente no es más que un montón de patrones predecibles.

    Teniendo todo en orden, me acerqué y la invité. Tal y como esperaba, accedió sin hacer preguntas; su interés en mí era evidente. Cuando me dijo que era una flor muy linda y que cuidaba muy bien a las demás, me pareció hermosamente infantil. También sabía que estaba siguiendo el juego a mi discurso, todo estaba saliendo como lo había planificado.

    La escena era perfecta, meses revisando cada detalle, cada objeto, cada palabra en su lugar. Al parecer tuve algunos errores en los cálculos basales, pero el uso de soluciones alternativas me pareció válido. Hay que considerar que siempre trabajamos en rangos dinámicos, por lo que se necesita estar preparado para superar este tipo de situaciones y yo siempre estoy preparado.

    Al principio, cuando le hice ver cada detalle de su vida, se sorprendió, se sorprendió mucho, pero al indicar que podía cuidarla, sus mejillas enrojecieron, era lo que ella esperaba oír. Ese romanticismo que abriría su mente para imaginar la vida feliz. Ahí entendí claramente en lo profundo de su mirada que quería ser cuidada, que necesitaba ser protegida. Entendía su soledad, sabía que estaba sufriendo y

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1