Los visitantes
Por Freddy Fuentes
()
Información de este libro electrónico
Desde la primera línea, Freddy Fuentes nos propone una novela atrapante, en la que el lector se adentra en una atmósfera a la vez onírica e inquietante, que oscila permanentemente entre lo real y lo soñado. En este relato, el autor nos invita a acompañar a su protagonista, Ernesto, en una introspección, en la que explora, entre otros, la complejidad humana, el amor y la muerte.
Editorial Forja
Autores relacionados
Relacionado con Los visitantes
Libros electrónicos relacionados
El ojo de Dios: Saga DRHILLORGE Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMagôkoro: Carta del padre de Haru Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSin que sepamos nada de la última gota Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuadernos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAmor, última apuesta 2: Amor, última apuesta, #2 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El manuscrito del brujo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Sello Purhépecha: Episodio I El Despertar Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLily: Una Novela en Espanol Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Catarsis: Bendita maldición Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAllá afuera - Aquí dentro: (Mis cuentos) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRecuérdame por qué he muerto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRecuérdame siempre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLo que el cuerpo vale Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUn Sueño Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl lamento de los muertos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNáufragos de un barco de papel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCabo Norte Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesHerederos malditos - Hator Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNo hay buen puerto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesOjos en las sombras Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNo sucedió en el downtown Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMundos paralelos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPecados sin cuento Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La memoria donde ardía Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Andando con pies de plomo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTríptico Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos tiempos de Dios Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Narraciones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos trapos sucios Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Marionetas sin hilos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción hispana y latina para usted
El llano en llamas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cartas a Clara Calificación: 4 de 5 estrellas4/57 mejores cuentos de Amado Nervo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los mejores mitos y leyendas indígenas de México Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los amigos no se besan Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La marquesa de Yolombó Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El gallo de oro y otros relatos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los hijos de Huitzilopochtli Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los pasos perdidos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La creciente y otras narraciones Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLeyendas Mexicanas para Disfrutar en Familia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El color de la piel Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Francisco de Quevedo: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCuentos completos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El vuelo del colibrí Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl eterno viajero Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCicerón: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSéneca: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Pedro Páramo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5No Fue Invitada a la Boda: Un Romance Para Siempre, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl hombre que nunca existió Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Kintsugi Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Un Dulce olor a muerte (Sweet Scent of Death) Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La casa de los espíritus de Isabel Allende (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El Relojero: Una Novela Corta (Edición en Español) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Obras de Emilio Salgari: nueva edición integral Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesThe Teacher \ El maestro (Spanish edition): A Novel Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos espíritus de Venezuela Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Comentarios para Los visitantes
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
Los visitantes - Freddy Fuentes
Los visitantes
Autor: Freddy Fuentes
Editorial Forja
General Bari N° 234, Providencia, Santiago-Chile.
Fonos: 56-2-24153230, 56-2-24153208.
www.editorialforja.cl
info@editorialforja.cl
Diseño y diagramación: Sergio Cruz
Edición Digital: Sergio Cruz
Edición: Isabelle Ahués
Primera edición: octubre de 2016.
Prohibida su reproducción total o parcial.
Derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o trasmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor.
Registro de Propiedad Intelectual: Nº 256.366
ISBN: Nº 978-956-338-290-7
Para cualquiera
1
Cuando llegué a esta casa por primera vez sentí un estremecimiento. Fue como un golpe de corriente que se desplazó desde la espalda hasta el cuello. Recuerdo que hacía frío. Recuerdo, también, que en el pueblo había tanta calma que cuando me detenía podía escuchar claramente el sonido de mi reloj. Aunque eso quizá haya sido mi imaginación. No podría asegurar que de verdad lo escuchaba, porque llevaba puesta ropa gruesa y porque mis orejas estaban entumecidas. El aire cortaba.
Había una neblina que parecía estar suspendida en el aire, y a la distancia podía verla hecha cúmulos, como fantasmas que habían perdido su rumbo y que miraban las calles con desconcierto. La neblina era tan húmeda que me empapaba el rostro. Creo que si hubiese podido avanzar en zigzag por las calles me habría entumido menos. Tuve la impresión de que esa niebla intentaba espantarme, de que deseaba que me fuera del pueblo. Pero ya no podía regresar a ningún lado.
–Si te vas, no vuelvas hasta que obtengas algo.
Esa fue una de las últimas cosas que me dijo mi madre antes de que partiera.
Hasta que obtenga algo. No supe a qué podía referirse con eso. Pero no debía molestarla con preguntas. Simplemente asentí con la cabeza y sonreí de mala gana. El humor no importaba, lo importante era que ella nos viera sonreír a todos.
La casa me pareció como salida de un sueño. No estaba acostumbrado a los segundos pisos, ni a los miradores, ni a las persianas, ni a las puertas dobles. Me pareció que la casa estaba vacía, que tal vez resultaría necesario tirar abajo las puertas para poder entrar. Toqué tres veces. Escuché que alguien se acercaba por dentro dando pasos cortos y ligeros. Me figuré una mujer. Se abrió un cerrojo y, tras unos segundos, la puerta. Apareció el rostro inexpresivo de una joven. No sabía qué decirle. Que me llamo Ernesto, que busco al abuelo Octavio, que soy de ninguna parte, que no sé qué hago aquí. En vez de todo eso articulé un saludo que noté más como una disculpa. Ella respondió y la noté enfadada.
–Tú eres Ernesto, supongo –dijo.
–Y tú debes ser Lidia –contesté.
Me sorprendí. Ya alguien le había dicho que yo llegaría en algún momento. Me habían ahorrado el trabajo ansioso de la presentación. Le pregunté cómo sabía mi nombre y ella más bien sentenció la respuesta.
–Yo conozco a todos los que llegan aquí.
La casa tenía un aspecto fúnebre. Parecía que estaba repleta de presencias silenciosas que me observaban, que esperaban algo en completa quietud. Era tan oscura que por un momento pensé que el clima hostil de afuera resultaba más agradable que estas paredes infinitas y el techo inquisidor, demasiado alto, por encima. Ahora que lo pienso, mirando estas mismas paredes, supongo que fue la sensación de no tener un hogar la que me hacía ver todo de esa manera. El lugar más hermoso puede resultar un infierno si uno está perdido y no tiene adónde ir.
Me indicó las habitaciones con rapidez, como si lo hiciese por inercia y sin importarle si yo entendía o no las explicaciones. La cocina allá al fondo; las piezas arriba. Me señaló una escalera enorme. La apuntó con un dedo y estiró el brazo como si me estuviera exigiendo que me retirara.
Para ese momento había olvidado todo el trayecto anterior: la estación, las calles vacías, la neblina, la sensación de haberme perdido. Vi algo moverse en la entrada del pasillo que llevaba hacia algún lugar de la casa. Miré a Lidia pero ella se veía más impenetrable que nunca. Tuve un recuerdo, una imagen que no supe exactamente de dónde me había venido.
Ahora, en medio de esta oscuridad inquieta, distingo con dificultad lo que es real de lo que son mis ideas. Hay un vacío enorme dentro de mí que comienza a llenarse poco a poco, con una lentitud exasperante, y puedo sentir cada uno de mis músculos recobrando su fuerza, sus movimientos. ¿Tengo miedo? Creo que hasta el miedo desaparece en los momentos inesperados. En su lugar emerge una tensión que no puedo describir. No ahora.
Las paredes de la casa me parecen de un aspecto terrible, como si nos hubiesen vuelto la espalda y permanecieran indiferentes a nuestro lado, cuchicheando entre sí, burlándose en secreto. Están alrededor de nosotros, enormes, despiadadas, como unos monjes que rinden culto a lo desconocido, tal vez a la noche o al silencio. Pero no es real. Lo único verdadero en este momento es mi confusión, mi estado de perplejidad. Comienzo a recobrar la lucidez. En este instante todo ha vuelto a ser claro y tengo una sensación vívida de reconocimiento. La casa, este cuerpo tendido y yo estamos aquí por casualidad. El mundo nos ha abandonado.
2
Subí las escaleras para ver al abuelo. Lo hice con sigilo, no sé por qué, si lo más probable era que él nunca advirtiese mi presencia. En medio de su habitación había dos moscas volando en círculos sin hacer ningún ruido. Se veían torpes, quizá asfixiadas por el encierro.
–Hola, abuelo –dije.
Hacía varios días que solo tenía ganas de hablar,