Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Sátiro de las Sombras: Los Sátiros Malditos, #3
Sátiro de las Sombras: Los Sátiros Malditos, #3
Sátiro de las Sombras: Los Sátiros Malditos, #3
Libro electrónico418 páginas6 horas

Sátiro de las Sombras: Los Sátiros Malditos, #3

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Una historia de amor entre una ninfa y un sátiro...y el dios celoso que los separó.

Hace mucho tiempo, una ninfa se enamoró de un simple mortal destinado a convertirse en un heroe legendario. Hasta que los dioses decidieron separarlos y tentar al destino.

Todos han oido la historia de Daphne y Apolo, de su transformación en un árbol de laurel para escapar de su obsesion. Si tan solo fuera tan simple. Prisionera por miles de años, Daphne está cerca de la muerte hasta que alguien la rescata en el último minuto del Olimpo y la regresa con Melancton, el sátiro que ama.

Melancton siempre ha preferido estar solo en las sombras y con apariencia estoica. Solo Daphne puede ser la luz en su oscuridad, y ahora que ha regresado, el miedo de perderla lo agita. Con grave peligro acechando en el horizonte, Melancton y los sátiros de El Aegean Inn se preparan para la batalla, pero la suerte no está de su lado.

Mientras, Apolo enlista la ayuda de Dionisio en su determinación de recuperar a Daphne y castigar a los responsables de su desaparición. ¿Es posible sobrevivir a la furia de los dioses?

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento1 mar 2020
ISBN9781071533864
Sátiro de las Sombras: Los Sátiros Malditos, #3
Autor

Rebekah Lewis

Rebekah Lewis has always been captivated by fictional worlds. An avid reader and lover of cinema, it was only a matter of time before she started writing her own stories and immersing herself in her imagination. Rebekah’s most popular series, The Cursed Satyroi, is paranormal romance based on Greek mythology. She also writes Fantasy and Time Travel. When satyrs, white rabbits, and stubborn heroes aren’t keeping her busy, she may be found putting her creativity to use as an award-winning cover artist. Rebekah holds a Bachelor of Arts in English Literature and lives in Savannah, GA with her cat, Bagheera.

Lee más de Rebekah Lewis

Relacionado con Sátiro de las Sombras

Títulos en esta serie (2)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance paranormal para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para Sátiro de las Sombras

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Sátiro de las Sombras - Rebekah Lewis

    SÁTIRO DE LAS SOMBRAS

    LIBRO TRES DE LOS SÁITROS MALDITOS

    ––––––––

    REBEKAH LEWIS

    Dedicatoria

    A Jennifer Zeffer, que me dice que Daphne se deletrea J-E-N-N-I-F-E-R. Gracias por ser tan buena amiga. Si el arco de la historia de Melancton no hubiera sido planeado y su heroína no tuviera nombre...

    A Leona, Dawn, Mia, Cheryl y Christina por ayudarme a darle forma a este libro de mi primera aventura publicada. Fue aterrador, pero ustedes chicas son lo máximo.

    Guía de Pronunciación

    ATROPOS: ah-tro-paus

    CALIX: cal-icks

    CLOTHO: kloh-thoh

    EVANDER: ev-an-der

    LACHESIS: la-chis-sus

    MELANCTON: me-lan-ston

    ORESTES: ah-ress-tees

    SYRINX: sear-inks

    VRYKOLAKAS: vree-koe-la-kahs

    Para ver la guía de pronunciación completa ir a www.Rebekah-Lewis.com

    Prólogo

    Antigua Grecia, 1123 A.C.

    El rocío está goteando por mis tallos, susurró Klytie. Hace cosquillas.

    Daphne se rio. Esconderse de un dios como Apolo significaba desaparecer durante el día. Cuando el carro de Helios apareció en el horizonte, todo el mundo debajo quedó al descubierto ante la mirada de Apolo hasta que Selene tomó su turno. Claro, los Titanes esclavizados en realidad no controlaban el sol y la luna como creían los mortales, pero mantenían al mundo en constante rotación, o eso afirmaba Apolo. Daphne trató de parecer indiferente, aunque eso no ayudó.

    Algunos hombres saborean la persecución, incapaces de comprender que algunas mujeres no desean participar. No. Esas almas desafortunadas a menudo se encontraban yendo a extremos para evitar ser perseguidas. Daphne había descubierto que los dioses, desafortunadamente, lo consideraban el último desafío para continuar en una búsqueda no correspondida en lugar de ir por una presa más fácil. Una vez que un dios elegía una conquista, nada menos que una rendición completa los satisfaría. Rendirse era algo que no tenía intención de hacer.

    Sin embargo, ocultarse entre las plantas junto a un río desde el amanecer hasta el anochecer era el método elegido para evitarlo. Una tarea que sería mucho más simple si no hubiera aparecido para bañarse delante de ellos.

    Nunca lo había visto, ronroneó Klytie. Como ninfas, podían verse claramente a pesar de su ilusión. Cualquier otro ser solo notaría la vegetación que los rodea como si fueran invisibles o se hubieran convertido en una de las plantas mismas. Quiero darle un mordisco a su trasero, sujetarlo y  disfrutarlo. ¿Crees que Apolo se daría cuenta?

    Quieta. Todos conocen los celos de Apolo. Permitir que nuestras acciones dañen a este mortal sería trágico. A pesar de sus protestas, Daphne tuvo que estar de acuerdo: el hombre en la corriente era hermoso. Había espiado muchos traseros desnudos en su tiempo, y el anterior avergonzaba al resto. Soltó un suspiro de ensueño, tan suave como un pétalo de flor en una brisa, y Daphne se relajó con su disfraz, apoyando la mejilla en su palma y el codo contra la rodilla. Si Apolo las dejara a ella y a Klytie solas, podrían estar en esa agua con el misterioso desconocido, divirtiéndose en lugar de estar de mal humor en el rocío.

    Klytie resopló a su izquierda. No veo por qué rechazas tanto a Apolo. Se cansará de nosotras cuando encuentre algo más para ocupar su tiempo. ¿Por qué no dejar que se salga con la suya para que se aburra y siga adelante? No es tan malo... me agrada.

    Porque no disfruto sentirme como una propiedad. Puedes tener Apolo. Puedo prescindir. Ella tomaba sus decisiones sobre con quién compartía su cuerpo, y en ese momento, quería más que nada compartirlo con el hombre del río. Su largo cabello negro enredado y mojado lo hacía parecer un bárbaro. Su espalda y brazos mostraban ligeros rastros de cicatrices, insinuando que era tanto guerrero como sobreviviente. Un hombre alto, fuerte y letal. Daphne se estremeció y pudo haber babeado.

    Lo deseo.

    ¿A quién? Preguntó Klytie, parpadeando rápidamente hacia ella. ¿A Apolo? Bien, estoy cansada de desperdiciar las flores. Iremos con él de inmediato y dejaremos esta tontería. Ella comenzó a levantarse, pero Daphne la agarró de la muñeca y la empujó hacia atrás.

    No. Al guerrero. Lo quiero a él. Daphne asintió con la cabeza hacia el hombre y se mordió el labio inferior cuando él se inclinó para enjuagarse el cabello y luego echó la cabeza hacia atrás. Su cabello mojado golpeaba su piel húmeda. Ella se avivó y observó la tentadora forma en que sus músculos se flexionaban.

    Bueno, si no puedo tenerlo, tú tampoco. Klytie olisqueó como ofendida. Tenemos un problema de Apolo que insistes en evitar, lo que significa que ninguna puede divertirse.

    Murmuró algo obsceno en voz baja sobre lo que Apolo podía hacerse a sí mismo, y Klytie resopló.

    Necesito una distracción. Daphne se enderezó. Tú distraes a Apolo, así él no se da cuenta de que seduzco al guerrero.

    Pero... ¿por qué juegas con él y me lanzas a Apolo? Yo también lo quiero. Ella sacó el labio inferior como niña mimada.

    Klytie, ¿te gusta estar con Apolo?

    Mmm. Sí. ¿Lo has visto desnudo? Parece un Titán bajo su túnica, y puede seguir y seguir, y—

    Es por eso que tú debes distraerlo. Puedes disfrutar a Apolo, y yo puedo disfrutar a alguien que no es Apolo. Porque Daphne no cedería ante él. Estaba segura de que su enamoramiento con ella venía de su completo desinterés en él. Quizás darle lo que quería lo llevaría a continuar como Klytie dijo, pero Daphne nunca tendría relaciones con alguien que se lo ordenara. Las ninfas eran criaturas independientes, pero incluso sus deseos mejorados no podían llevarla a copular a pedido. No sentía nada por Apolo, pero el hombre en el río avivó un fuego en sus entrañas que necesitaba ser atendido.

    Estoy haciendo esto porque siento un intenso deseo de pervertir a alguien, dijo Klytie antes de dejar de lado su glamour. Si alguien la viera, vería a una mujer desnuda con cabello castaño oscuro en cuclillas detrás de los arbustos. Y porque sé lo miserable que has sido desde que Apolo comenzó a acecharte. Aun así, pienso que si le haces el favor, él continuará. La emoción está en la conquista de los dioses. Cuando viene con un pequeño desafío incluido, se aburren.

    De espaldas al hombre, Klytie se escabulló hacia la espesura para atraer a Apolo. Daphne permitió que sus sentidos se unieran con la tierra debajo de ella y las suaves vibraciones señalaron las pisadas de Klytie. Manteniéndose unida a su amiga a través de la sensación, pudo captar el momento preciso en que su querida amiga desapareció del área como si nunca hubiera estado allí.

    Apolo no perdió el tiempo. Daphne imaginó que habían ido a uno de sus muchos templos, con los que había intentado impresionarlas una y otra vez. Al menos Daphne ahora tenía un respiro para hacer lo que quería sin que el interfiriera mientras Klytie lo mantenía distraído. Tenía pocas dudas de que su amiga tendría éxito ya que podía ser bastante persistente.

    Daphne volvió su atención al guerrero. Había terminado su baño y se estaba peinando con largos dedos que ella no podía esperar para sentir sobre su cuerpo. Mientras él seguía ocupándose de sus propios asuntos, ella intentó determinar el mejor curso de acción para atraerlo. Por primera vez en su vida, lloró su condición de ninfa del bosque en lugar de una del agua. Afortunadamente, el río tenía abundante vida vegetal. Iría a él, a pesar de que preferiría atraerlo a través de un baile erótico. De alguna manera, sospechaba que poner sus manos sobre él primero no sería una dificultad.

    Manteniendo su glamour lo más perfecto posible, entró en el agua y flotó con la corriente. Todo lo que vería sería el grupo de algas flotantes flotando si miraba en su dirección. Daphne descendió bajo el agua y acarició su muslo liso y resbaladizo, una sensación que, para él, se sentiría como una maleza enredada a su alrededor, y gimió internamente por el músculo duro como roca que descubrió allí. Sintiéndose positivamente malvada, dejó caer toda ilusión, pero permaneció debajo de la superficie del agua. Le dio al trasero del guerrero un buen apretón.

    Tomado completamente desprevenido, su guerrero intentó girar y cayó hacia atrás con un chapoteo gigantesco. Ella se las arregló para evitar ser pateada, y salió a la superficie entre sus piernas abiertas, riéndose al ver su expresión desconcertada. Daphne quedó momentáneamente sin aliento cuando sus ojos violetas hicieron contacto con los de ella. Era aún más atractivo de cerca que de lejos. Dudaba mucho de haber sorprendido a un hombre así y se deleitaba de haberlo hecho.

    No quiero ahogarte, dijo dulcemente, colocando sus manos en sus caderas y empujándose hacia donde él flotaba sobre su espalda. Su virilidad rozó la grieta entre sus senos, e inhaló bruscamente. ¿Qué te trae aquí solo? No se sabe en qué garras podrías haber terminado si no fueran las mías.

    ¿Eres... una ninfa? preguntó, finalmente encontrando su voz. El timbre profundo de esta vaciló como si lo pusiera nervioso. Daphne deliberadamente dejó que sus senos se deslizaran sobre él nuevamente. Era grande, vaya que sí. Su mandíbula se aflojó ante su avance, y la cerró con fuerza.

    Tal vez sí. ¿Por qué? ¿Has fantaseado con encontrar una ninfa sola cuando te bañas? Ella dejó que sus pestañas bajaran mientras sus dedos acariciaban su piel. ¿Haz soñado atrapar a una para que sea tu novia? Su garganta se movió mientras tragaba. ¡Lo has hecho! Cuando no intentó hablar más o aprovecharse de ella, agregó: ¿Deseas seguirme al banco y cumplir tus deseos? Te dejaré hacer lo que quieras. Daphne bajó las pestañas y le pasó la punta de los dedos por los pezones.

    Sacudió la cabeza. No sería apropiado revelar mi desnudez a una mujer.

    Su desnudez se balanceaba entre sus senos, pero no quería corromperla. Daphne se mordió el interior de la mejilla para no reírse. Un espécimen raro me he encontrado aquí. Déjame contarte un secreto. Ella bajó la voz. Planeo extenderte en la hierba y corromperte por el resto del día. Se requiere desnudez, sin lugar a dudas.

    Cuando no se movió, Daphne resopló, exasperada. ¿Quieres tenerme para ti?

    El asintió.

    Entonces, ¿por qué no me tocas? ¿Eres tímido o prefieres que te tome aquí en el agua? Ella pasó una mano sobre él y su respiración se aceleró. Luego colocó su mano sobre la de ella y la alejó.

    Mereces más.

    Daphne se quedó boquiabierta. Era el primer hombre mortal en la historia que no la aplastó debajo de él a los pocos minutos de verla. ¡Y ella realmente lo quería! Después de un largo momento, ella preguntó: ¿Cómo te llamas?

    Melancton.

    Ella sonrió, volviendo a decir su nombre para sentir el peso en su lengua. Allí sabía tan delicioso como sonaba para sus oídos. Eres el hombre más extraño que he conocido. Aquí estoy, arrojándome a ti, y eres respetuoso. ¿Qué debo hacer contigo?

    Melancton se encogió de hombros.

    Bueno, esto no es bueno. Daphne se puso de pie. El agua le llegaba hasta la cintura, y aunque Melancton hizo un gran esfuerzo para mirarla a los ojos, seguía siendo un hombre. Su mirada cayó a sus senos, y una mirada de asombro cruzó su rostro. Daphne se ahuecó. No tengas miedo de tocarme. Si no hubiera deseado que lo hicieras, me habría quedado oculta. Ella retrocedió hasta que se paró en la orilla opuesta de antes, completamente desnuda para su vista, y continuó pasando las manos sobre su cuerpo mientras el agua goteaba.

    No me pidas esto, dijo, tan silenciosamente que era casi imperceptible.

    Daphne dejó caer las manos sobre la hierba a su lado mientras se sentaba. Ella estaba dispuesta y, por lo que sentía, él también. ¿Cuál era el problema? Tal vez lo estoy tratando como un objeto en lugar de una persona, como Apolo.

    Ella evitó su mirada y se volvió. No te estoy obligando a hacer nada que no quieras. Te dejaré para que te bañes.

    ¡Si te quiero! Melancton gritó apresuradamente, chapoteando mientras nadaba más cerca. Bastante. En realidad se sonrojó.

    ¡Eres virgen! Daphne se quedó sin aliento, y él se sonrojó aún más. ¿Cómo es que un hombre como tú no ha sido mutilado por mujeres antes?

    Sus ojos se movieron de lado cuando se puso de pie. El agua, tristemente, todavía lo ocultaba de la vista debajo de la cintura. Lo han intentado. Me negué.

    ¿Prefieres hombres?

    No que yo sepa. Es que, bueno... no deseo estropear el honor de mi futura esposa tomando múltiples amantes antes que ella. Puso una mano sobre su pecho y agregó: No vengo de la riqueza, así que es una de las pocas cosas que puedo darle que es realmente mía.

    El corazón de Daphne se hundió. ¿Vas casarte?

    Los ojos de Melancton se abrieron una vez más. No. No quise decir... yo... por eso no hablo con mujeres a menudo. Me pongo en ridículo.

    Su incomodidad la cautivó. No le prometieron a otra, pero guardaba su virtud para su esposa. Oh, tener la suerte de casarse con un hombre tan honorable. Nunca había anhelado el matrimonio, no cuando sabía cuántos hombres casados ​​buscaban voluntariamente ninfas cuando Dionisio organizaba sus reuniones en la montaña. Este hombre se quedaría en casa, en cama con su esposa, y no pensaría dos veces en la depravación en la que participan sus compañeros. ¿Quién era ella para quitárselo y arruinarlo para su futura esposa?

    Perdóname por tentarte. Te deseo lo mejor. Se puso de pie para irse, pero Melancton se apresuró y apretó su mano.

    Por favor, quédate. No puedo darte lo que buscas, pero sería un honor pasar el día en tu compañía.

    El calor se extendió a través de ella ante sus palabras. Todos los hombres querían una cosa de ella, pero nunca una conversación. ¿Cómo negarte algo?

    Una sonrisa iluminó su hermoso rostro y ella casi se derritió por su resplandor. Melancton se apresuró hacia donde había dejado su ropa. Él le ofreció su quitón, pero ella negó con la cabeza. Tengo unos peplos escondidos en los arbustos al otro lado del río. Ella fue por ellos, pero él había dejado caer su ropa una vez más y ya estaba volviendo al agua. Regresó con sus peplos y se vistió mientras él lo hacía, asomándose por el rabillo del ojo para admirar su magnífico cuerpo mientras le sujetaba un peroné en el hombro para sostener el material de su quitón. Sus muslos tonificados aparecieron debajo del dobladillo del material hasta la rodilla cuando el viento lo levantó, y ella casi gimió. Amaba los poderosos muslos de un hombre. Cuánto anhelaba tenerlo debajo de ella, pero de alguna manera estaba satisfecha con solo estar cerca de él. Extraño.

    Pasaron la tarde hablando y, a medida que pasaban los días, comenzaron a reunirse en el mismo lugar todas las noches. Melancton no estaba feliz cuando le explicó cómo Apolo la codiciaba, pero aun arriesgaba su cuello todas las noches para estar con ella. Apenas se tocaban, en lugar de eso, usaban el tiempo para contar los eventos del día y hacer predicciones sobre la próxima batalla a la que Melancton pronto iría.

    Daphne lamentó que perdería a su nuevo amigo, lamentó que podría morir y nunca regresar. Y entonces fue con el único dios que a menudo aparecía en y alrededor del Monte Kithairon durante años: Dionisio. Las ninfas de la montaña afirmaron que sus antepasados ​​lo habían curado hasta que estuvo a punto de morir; algunos dijeron que, de hecho, estuvo muerto por un corto tiempo hasta que la reina Titán, Rea, le otorgó misericordia y le devolvió la vida.

    ¿Por qué protegería este Melancton por ti? Dionisio preguntó cuándo pidió su ayuda. No has venido a mis reuniones en mucho tiempo, y solías disfrutar de ellas. Tal vez me siento insultado.

    Las disfrutaba. Realmente no. Sus reuniones terminaban en sexo grupal. Solo había estado en dos, por pura curiosidad, y no deseaba regresar a la tercera. Que las otras ninfas asistan si lo desean. Antes de conocer a Melancton. Yo... me preocupo por él.

    Las cejas de Dionisio se alzaron casi hasta la línea del cabello, los largos mechones castaños casi rojos a la luz del fuego. ¿Amas a un mortal? ¿Qué diría Apolo? Pensé que eras uno de sus juguetes favoritos, y fue él quien te alejó de mí. Su oscura mirada la evaluó, juzgando. Ella se erizó.

    Quiere lo que no puede tener, pero es verdad. Mi corazón está con el mortal. Está ligado a Atenas, y nunca les daría la espalda porque es un buen hombre. Nunca le pediría que lo hiciera, pero... tengo miedo de perderlo.

    Dionisio cambió su postura y se frotó la barbilla hendida mientras medía el valor de su pedido. A menudo rechazaba la noción civilizada de la ropa, y esa noche no fue la excepción. Pero con un cuerpo tan perfectamente tonificado, Daphne entendió por qué decidió exhibirlo. Aun así, ella prefería el de Melancton.

    ¿Qué me darías a cambio de este favor? Dionisio cuestionó. El mortal no significa nada para mí, por lo que lo sacaría de la guerra por la bondad de mi corazón, sin un propósito real. Hacerlo podría convertirse en un problema si Atenea o Ares lo favorecen. Podría causar confusión dentro de mi propia familia. No permitirlo.

    Daphne se mordió el labio inferior preocupada. No había considerado a Atenea y Ares. Tal vez hubiera sido mejor ir con ellos, convencerlos de que Melancton merecía vivir. Era muy tarde. No lo había hecho, y Dionisio seguramente no la decepcionaría. Amaba a las ninfas de Kithairon. ¿Qué me pedirías?

    Cuando Dionisio sonrió, su cuerpo se estremeció. Era una sonrisa egoísta y no una que prometía favores por la bondad de su propio corazón. Se equivocó al ir con él, pero no pudo retractarse. Lo que sea que Dionisio había decidido sucedería, ya sea que ella haga su parte o no.

    No tengas miedo, pequeña ninfa. No haría que te alejaras de tu amante. Necesito que alguien vigile a una mujer mortal que me traen en la luna llena. Enséñale cómo complacerme, dile como hacer el amor para que no la tome por sorpresa ni la perjudique. Se llama Syrinx.

    Eso parecía justo, aunque no parecía que la pobre niña tuviera muchas opciones en el asunto. Por mucho que no le gustara Apolo, él era al menos respetuoso en el sentido de que no tomaba sin  consentimiento. Creía que podía molestar hasta tener el consentimiento de quien quería.

    Puedo hacerlo, dijo de mala gana. Klytie me ayudará. Klytie estaría menos inclinada a advertir a la niña que corriera mientras tuviera la oportunidad, ya que descubrió que disfrutaba bastante las atenciones no deseadas de Apolo. Daphne, por otro lado, se encogió ante la idea. Voy a entrenar a la niña para que acepte lo que rechazo todos los días. Estaba mal, sabía en su corazón que lo estaba, pero con Melancton en el radar de Dionisio, si no cumplía su parte, el dios podría dañarlo.

    Al final, Daphne no estaba orgullosa de lo fácil que eligió Melancton en lugar de Syrinx. Se dijo a sí misma que Dionisio no lastimaría a la niña; había conocido al dios toda su vida. Claro, tenía momentos en los que era aterrador e impredecible, pero nunca lo había visto ponerse violento. Eso no significa que no lo hará. Solo significa que no lo he presenciado. Aun así, no podía permitir que la duda pusiera en peligro a Melancton. Syrinx viviría si Daphne le volviera la espalda al trato con Dionisio, pero Melancton podría morir si el dios se sentía despreciado. La muerte de Melancton no la podía permitir.

    Cuando Dionisio la despidió, Daphne se preparó para regresar a Melancton por la noche. El temblor en sus manos se disfrazó solo cuando apretó los puños en el material blanco y delgado de los peplos con que tropezó en su prisa por irse. El aire de la montaña era fresco, creando protuberancias por el frío contra su piel, y podía oler el Jacinto flotando en el viento desde algún lugar debajo.

    Oh, y otra cosa... Dionisio dijo con aire de suficiencia mientras se alejaba apresuradamente, haciendo que su paso vacilara y sus hombros se pusieran rígidos. Tendrás que traerme a este hombre durante la celebración la noche antes de la luna llena. El precio de mi protección es que el mortal debe participar.

    Las lágrimas brotaron ante la idea, y ella parpadeó rápidamente. Melancton nunca participaría en el sexo grupal. Era demasiado honorable. Solo quería que su futura esposa lo abrazara íntimamente y conociera los placeres que su cuerpo podía brindarle. Pedirle eso sería una traición a la confianza que le había dado. El estómago de Daphne amenazó con rechazar la fruta que había comido más temprano en el día.

    Pero si moría...

    Su estómago se revolvió. ¿Puedo llevarme un poco de tu vino? Ella contuvo las lágrimas mientras se enfrentaba al dios del vino. Puede requerir un poco de aliento antes de que lo traiga aquí.

    Dionisio chasqueó la lengua. No estoy seguro de aprobar a un hombre que no está dispuesto a ceder a sus deseos más bajos. El concepto mismo me ofende. Frunció el ceño, pero llevó lo que ella había pedido de una roca donde había un kylix bebedor junto a dos copas más pequeñas hechas de oro. Mientras Dionisio estuviera presente, las copas permanecerían llenas.

    Daphne aceptó la vejiga del vino, y cuando puso suficiente distancia entre ella y el dios para que no la viera ni escuchara, vomitó. Cuánto tiempo estuvo sentada en el medio del camino desgastado por la ladera de la montaña, no estaba segura. Le dolía la garganta, le escurrían los ojos y la nariz, y el intentar pararse parecía una traición por mérito propio.

    ¿Qué he hecho? Ella apretó la vejiga contra su pecho y se atragantó con sus propios sollozos.

    ***

    ¿Qué es esto? Melancton preguntó mientras Daphne producía el vino justo después del anochecer en la noche de la celebración de Dionisio. Syrinx había regresado a casa para su última noche como virgen. Daphne y Klytie habían disfrutado varios días de un respiro de Apolo desde que Dionisio había decretado que eran responsables de Syrinx. Apolo estaba furioso porque habían aceptado tal oferta, pero las dejo solas. Aun así, Daphne no correría el riesgo de ver a Melancton hasta que se hubiera puesto el sol.

    Es un regalo de Dionisio. Ella colocó una pequeña copa en su mano y vertió el líquido de color burdeos en ella. Mañana, Syrinx será entregada a Dionisio en tributo, y como una de las ninfas en el área, debo celebrar. Dionisio me dio el vino como agradecimiento. Pensé que podríamos compartirlo.

    Mentirle le dejó mal sabor de boca, y Daphne apenas pudo encontrar la mirada de Melancton mientras tomaba un sorbo tentativo. Al igual que Apolo, a Melancton no le había gustado la parte de Daphne en la preparación de Syrinx para el dios del vino, pero no lo dijo. Si bien podía disfrazar la emoción mejor que la mayoría de los hombres, la aversión de Melancton a la idea se mostraba incluso ahora mientras levantaba la copa hacia sus labios. Lo probó tímidamente y luego miró el líquido con sorpresa.

    Es delicioso. Se bebió el líquido.

    Cuando se acabó el vino y la vejiga se volvió más ligera, la culpa sobre los hombros de Daphne pesaba aún más. Era un milagro que pudiera mantenerse en pie. Pero entonces, no había bebido más que unos pocos sorbos para sí misma. La piel de Melancton estaba cálida al tacto cuando la acercó y apoyó su mejilla contra la de ella. Daphne contuvo el aliento, inhalando el aroma masculino a pino. Si bien ella no creía que estuviera completamente borracho, estaba lo suficientemente influenciado como para acostarse con ella, y maldita sea, pero ella lo dejaría.

    Incluso si la odiaba al amanecer.

    Sígueme, dijo de repente. Puedes agradecerle a Dionisio por el vino. Él es un... Sus palabras atrapadas en su garganta. Un dios generoso. Ella tomó su mano y guio el camino. Subieron por la montaña, subieron por el sendero desgastado hecho por los seguidores dionisíacos. Los sonidos de los hombres riéndose y divirtiéndose resonaron a través de la noche, y el aroma de la madera carbonizada los golpeó cuando apareció la luz parpadeante de un fuego.

    ¿Por qué me trajiste aquí? Melancton parecía sobrio, deteniéndose y soltando su mano. Al lado del sendero, no muy lejos de donde estaban, las ninfas estaban entrelazadas con hombres de todas las formas conocidas.

    No les hagas caso. Daphne jugueteó con el material de sus peplos y miró su hombro en lugar de sus ojos. Dionisio debe estar más allá de estos árboles.

    "Me voy a la batalla por la mañana, ¿y me traes aquí? Solo quería pasar mi última noche en tu compañía. Espadas se le enterraban en el corazón con cada palabra. Sólo tuya."

    Ella lo miró, reclamando su mano entre las suyas, preparada para arrastrarlo lejos antes de que los vieran, pero luego Dionisio apareció a su lado, sin ropa. ¿Es esa la actitud que traes a una fiesta? Daphne, lamento decírtelo, pero tu consorte es bastante aburrido.

    Melancton echó un vistazo a Dionisio y rápidamente se controló. Se volvió completamente ilegible, y Daphne podía decir por esa acción que haría lo mismo en la batalla, sin dejar que el enemigo supiera lo que tenía en mente. Nunca dejando que otro supiera que temía algo. Sin embargo, su mano se estremeció contra su palma lo suficiente como para decirle lo inquieto que estaba cuando se encontraba frente a frente con un poderoso e impredecible olímpico. Un dios que podía destruir todas las virtudes que Melancton apreciaba. Alguien que disfrutaba corrompiendo a los mortales todas las noches.

    ¿Qué he hecho?

    Quería llorar, gritar, retroceder el día y evitarle a su Melancton cualquier cosa que Dionisio le arrojara. Era muy tarde. Melancton nunca la perdonaría.

    A pesar de que el mundo giraba a su alrededor, ella pintó una sonrisa. Dionisio, este es Melancton. Quería agradecerte por tu generosidad y tu regalo de vino.

    Melancton inclinó la cabeza, y luego Dionisio sorprendió a Daphne al abrazarlo como un amigo perdido. No reaccionó cuando el dios desnudo retrocedió un paso, pero su mandíbula apretada mostró que luchó para mantener la calma.

    No hay necesidad de reverencias. Ven, únete a la diversión. Dionisio manifestó un kylix y se lo tendió a Melancton. Era un vaso grande y requería que una persona lo sostenga de ambos lados para tomar un sorbo. Tuvo que liberar a Daphne para aceptarlo.

    Bebe, es un honor saber que lo disfrutas. Dionisio observó atentamente mientras Melancton hacía lo que le ordenaban. Cuando terminó, le devolvió el recipiente vacío al dios.

    Ve y únete a los demás. Dionisio chasqueó los dedos y el kylix desapareció. Hizo un gesto a los cuerpos que se retorcían alrededor y delante de ellos. O quédate aquí si eres tímido. Mientras seas consciente de que irse sin encontrar la liberación ofendería a los dioses, y nadie querría eso... Él le dio a Daphne una sonrisa antes de volverse hacia una ninfa rubia que estaba pasando divertida. Vuelve aquí. Tengo algo sobre lo que querrás deleitar tus ojos. La niña se rio mientras el dios la perseguía. A Daphne no le importó saber qué tenía en mente para la ninfa rubia y se preparó para la ira de Melancton.

    Su mirada era mordaz cuando finalmente se atrevió a mirarlo. ¿Por qué? No tuvo que especificar.

    Lo siento mucho. No pensé que requeriría una participación que no fuera el vino. Por lo general, es comprensivo.

    Él entiende, sin duda. Sabe que no hay nada que desee más que tomarte en la tierra como un animal. He querido hacerlo desde que nos conocimos, pero me he abstenido. La apiñó cerca de las rocas, impidiéndole escapar. Escúchame. Si sobreviviera a la guerra que se avecina, habría encontrado una manera de alejarte de Apolo y te habría pedido que fueras mi esposa. Ningún obstáculo me habría impedido volver contigo. Extendió una mano como si quisiera tocar su rostro, pero la dejó caer, apretando el puño. Eso me lo quitan. Mi honor me lo quitan. No significa nada en este momento, nada. Reducimos un acto de amor a uno de instinto primario sin un propósito real sino una actuación, ¿y para qué? Cuando Daphne trató de apartar la mirada, él agarró su rostro y la obligó a verlo. ¿Con qué propósito, Daphne? ¿Para divertir a un dios? ¿Qué propósito?

    Un sollozo desgarrador le atravesó la garganta. ¿Quería que fuera su esposa? ¿No una linda chica ateniense? Sus piernas cedieron, pero él la atrapó bajo sus brazos y la sostuvo contra él. Daphne no pudo mirarlo a los ojos cuando las lágrimas amenazaron con salir. Había ido con un dios por puro egoísmo. Mantenerlo alejado de la batalla le costaría todo. Un futuro con él que nunca había soñado tener, ya que las ninfas eran criadas para una vida de placer y evitar el compromiso. El compromiso con su especie era una jaula invisible.

    Melancton... Daphne comenzó, pero no pudo encontrar las palabras para mejorarlo. No había nada que ella pudiera hacer para calmarlo. Para corregirlo. Ella quería que él viviera, y ahora ambos se veían obligados a sufrir las consecuencias de ello. La batalla, yo—

    No hables. No puedo soportar excusas. Su cabello rozó su rostro cuando se giró para mirar detrás de él. Dionisio está esperando a ver qué haremos.

    Daphne no pudo responder.

    Melancton suspiró y retrocedió. No me arriesgaré a que te castigue. Desnúdate. Cuanto antes apacigüemos a tu dios, antes podremos abandonar este lugar. Mañana partiré para la batalla, y es posible que no regrese. Su voz se convirtió en un susurro cuando le levantó la barbilla con los dedos. Al menos ahora sabré la sensación de tu cuerpo antes de morir.

    Daphne contuvo otro sollozo mientras desataba el cordón de su cintura. Luego desabrochó los dos peronés que sujetaban sus peplos sobre los hombros y dejó que el material se acumulara a sus pies. Melancton no se desnudó. La apoyó contra las piedras frías y ásperas y la levantó por los muslos hasta que ella le rodeó las caderas con las piernas. Cuando él usó una mano para levantar su quitón, ella calmó su mano y encontró su mirada.

    ¿Por qué no me dejas cuidarte? Podría usar mis manos, mi boca. No tienes que... Esto es mi culpa, yo-

    Es tu culpa, interrumpió. "Dudaste de mi habilidad para pelear. Dudaste de mi fuerza y ​​habilidad. Es posible que hayas tomado mi decisión sobre cuándo y cómo ocurre esto, pero no obtendrás mi victoria al tenerte en la forma en que he soñado

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1