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Atardecer: Pacto Arcano
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Libro electrónico655 páginas6 horas

Atardecer: Pacto Arcano

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Libro Uno de la saga de vampiros de ciencia ficción Pacto Arcano. Advertencia: contiene un lenguaje fuerte y representaciones no explícitas de sexualidad gay.

Un improbable salvador emerge para prevenir el advenimiento de la destrucción masiva y el genocidio que desciende en el mundo...

De día

Los Ángeles, 2040. Cuando la terrorista conocida como Medusa amenaza con matar a millones con una bomba nuclear robada, Nick Jameson toma una decisión fatal. Se revela en la televisión mundial como un Caminante Diurno, un vampiro con alma. Para salvar a Los Ángeles, Nick expone no solo sus propios dones sino tres culturas diferentes basadas en magia milenaria.

De noche

Las tres razas metahumanas existen en un equilibrio cuidadoso, trabajando para mantener una paz frágil. Nick y sus compañeros Caminantes Diurnos logran dominar su sed de sangre natural. Los Centinelas, armados con magia y acero, reprimen sus instintos guerreros. E incluso algunos Caminantes Nocturnos, normalmente sus enemigos naturales, han desertado de la Corte de las Sombras para unirse a la triple alianza. Nick Jameson está profundamente involucrado con dos de esos Caminantes Nocturnos: el guapo Lorcan y el poderoso Rory. Ambos hombres aman a Nick. Pero ninguno puede proteger al nuevo Embajador ante la Humanidad de los eventos que se han puesto en marcha.

Por la espada

Jeremy Harkness fue atraído al servicio de Medusa bajo falsas pretensiones. Un solitario sin nadie y sin nada a lo que aferrarse, estaba dispuesto a morir por su causa. Pero la noche en que Medusa trató de aniquilar a Los Ángeles, Jeremy conoció a Nick Jameson, lo que desencadenó la aparición de sus propios dones psíquicos. Como Jeremy es de la tercera raza de metahumanos, un Centinela, nacido para matar a los Caminantes Nocturnos sin que se le pida u ofrezca cuartel. Y ni Medusa ni la Corte de las Sombras se conformarán con la paz cuando puedan hacer la guerra.

La traición y la felonía acechan en cada esquina en el camino hacia la convivencia, y en todo momento, Nick debe preguntar a quién confiar entre sus aliados metahumanos, amigos y amantes, antes de que su civilización se sumerja en las profundidades de la oscuridad y el derramamiento de sangre. Con magia milenaria, romances emergentes y lealtades siempre cambiantes, esta serie inventiva revela un mundo brillante y homoerótico de Caminantes Nocturnos, Caminantes Diurnos, Centinelas y Humanos, que luchan por el dominio del mundo en un futuro no muy lejano.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento22 ago 2018
ISBN9781386139324
Atardecer: Pacto Arcano

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    Vista previa del libro

    Atardecer - Arshad Ahsanuddin

    Contenido

    PARTE I: REVELACIONES

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Parte II: Verdad

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Parte III: Diplomacia

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Parte IV: El engaño

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Parte V: Holocaustos

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 25

    Capítulo 26

    Capítulo 27

    Parte VI: Retribución

    Capítulo 28

    Capítulo 29

    Capítulo 30

    Capítulo 31

    Capítulo 32

    Capítulo 33

    Parte VII: Reunión de las Mentes

    Capítulo 34

    Capítulo 35

    Capítulo 36

    Capítulo 37

    Capítulo 38

    Parte VIII: Jaque Mate

    Capítulo 39

    Capítulo 40

    Capítulo 41

    Capítulo 42

    Capítulo 43

    Capítulo 44

    Capítulo 45

    Capítulo 46

    Capítulo 47

    Dedicación

    Glosario

    El reparto principal

    Cronología

    ¡Envía una crítica!

    Reconocimientos

    Sobre el Autor

    Otros trabajos

    Derechos de autor

    ––––––––

    .

    PARTE I: REVELACIONES

    Capítulo 1

    Enero 2040; Los Ángeles, California

    Todo parecía listo para una celebración, quienquiera que fuera el vencedor. La ceremonia de premiación fue ampliamente televisada, y la gente realmente estaba sintonizando este año porque el resultado del concurso de Mejor Película había sido un tema de debate polémico. Los espectadores veían a las celebridades pavonearse por la alfombra roja con sus joyas y galas, los coloridos vestidos de las damas formando un rico caleidoscopio que contrastaba con los estilos más sombríos de los trajes de etiqueta de los hombres.

    Las estrellas se reunieron bajo la luz refractada del candelabro en el centro del teatro. Su multitud de cristales angulares hacía que la luz deslumbrara y bailara mientras giraba, bruñendo las cortinas que ocultaban el escenario e iluminando las volutas azules y doradas que corrían por las paredes.

    Jeremy Harkness notó todo esto en su aparato de televisión mientras seguía al resto de su equipo detrás del escenario. Ignorado por todos los demás, quienes lo consideraban simplemente otro tramoyista, era consciente de la pistola enfundada en su cinturón, cubierta por su camisa suelta. Si todo iba según lo planeado, el equipo Alfa ya habría asegurado la sala de control de televisión. Echó un vistazo a Medusa. Una mujer de mediana edad con un traje gris oscuro, se mantenía aparte, calmada y tranquila como siempre. Muy pronto harían su movimiento, y su equipo estaría al frente y al centro para asegurar el escenario.

    Bajo el amparo de la estridente música, el equipo Gamma apartó las bambalinas para la presentación final y maniobró con el elevador de servicio hacia el espacio abierto. Hasta ahora, todo estaba sucediendo de acuerdo a lo planeado. Jeremy volvió su atención al monitor de televisión en miniatura en su mano. El tiempo lo era todo. Era su trabajo dar la señal que finalmente pondría el plan en marcha.

    Cuando se acercaba el anuncio final de la ceremonia, las cortinas brillantes enmarcaron una pantalla virtual holográfica que apareció sobre el escenario. Un silencio cayó sobre la audiencia. La música dramática cesó. Las celebridades brillantes se inclinaron hacia adelante en sus asientos mientras miraban los clips de los nominados proyectados en el aire.

    Después del último clip, Gavin St. Cloud, uno de los actores más populares de su generación y el Mejor Actor del año anterior, avanzó hacia el atril.

    ―¿Están listos?―preguntó con una sonrisa, recogiendo el sobre blanco con un puñado de aplausos. Él sonrió ampliamente―. Dije, ¿están listos? ―Los aplausos volvieron a sonar, esta vez más fuertes.

    Jeremy hizo una señal a los otros, quienes se pusieron las máscaras y desenfundaron sus armas cuando Medusa se acercó a la segunda cortina y esperó.

    En su monitor, vio al actor rasgar el sobre sellado y sacar una tarjeta blanca impresa desde adentro. Cuando St. Cloud se enfrentó a las cámaras y bajó la mirada para leer, Jeremy volvió a señalar. Medusa salió al escenario a la vista de las cámaras, con su escopeta de combate en la mano. Caminando por detrás del actor desprevenido, que estaba alargando el anuncio para generar hasta la última gota de suspenso, ella le golpeó en la cabeza y él cayó, retorciéndose hasta el suelo. Haciendo caso omiso de los jadeos y gritos de la audiencia, Medusa lo golpeó tranquilamente hasta la inconsciencia con la culata de su arma.

    Jeremy chasqueó los dedos y siguió a su equipo al escenario, su ametralladora colgando de su correa. Dos de los hombres del equipo Beta agarraron al actor inconsciente por sus brazos y piernas y lo arrastraron fuera. Al notar la aparición de más hombres armados en las salidas, Jeremy y el resto del equipo vigilaron a su líder mientras ella se ajustaba los auriculares del micrófono que llevaba sobre su pelo corto de color salpicado.

    Ella disparó su arma en el aire.

    ―¡Silencio!

    Las celebridades se detuvieron, rígidas por el miedo.

    ―Señoras y señores, pueden llamarme Medusa. Actualmente, mi gente tiene armas activadas en todos los puntos de acceso al edificio, y esta habitación en particular, así como en la sala de control de televisión. Ahora estoy en control total de sus vidas. ―Señaló a su equipo en la sala de control.

    La cortina detrás de ella se levantó, revelando el elevador de servicio en el centro del escenario. Llevaba un cilindro de metal blanco de casi metro y medio de largo y medio metro de ancho.

    ―El objeto que tienen delante es una bomba nuclear controlada por este control remoto. ―Ella levantó su antebrazo derecho, revelando una caja de metal atada a su muñeca―. Estoy preparada para detonar este dispositivo si mis demandas no se cumplen. Invito a un solo representante del gobierno a ingresar al edificio e inspeccionar la bomba, solo para demostrar que hablo en serio. Esta invitación es válida por una hora. Emitiré mis demandas en ese momento. Todos deberían ponerse cómodos. Ninguno de ustedes irá a ningún lado por un tiempo.

    Jeremy vio a las celebridades marchitarse en sus asientos, cualquier idea de resistencia intimidada por el equipo Delta cubriendo las salidas y aún más hombres armados extendiéndose por los pasillos alfombrados de rojo. Una actriz con un vestido rojo llamó su atención; se aferró a su marido con miedo, con lágrimas reales que le bañaban la cara. Irónico, pensó. Acababa de recibir un premio que reconocía su impresionante interpretación de una mujer famosa por su valentía en la batalla. Supongo que nunca sabes cuáles son tus límites hasta que te ponen a prueba. Jeremy tenía su arma preparada, pero por dentro estaba tranquilo, incluso relajado, mientras se acomodaba para esperar. Los dados habían sido lanzados. Era solo cuestión de tiempo antes de que la apuesta valiera la pena.

    Treinta minutos después, Medusa seguía parada en silencio en el atril, la escopeta acunada contra su hombro derecho. El equipo Gamma, reasignado al servicio del perímetro, subió al escenario y condujo a un hombre alto con un traje azul marino. Medusa lo miró de arriba abajo. Luego sacó el micrófono del atril y lo apuntó al recién llegado

    ―Dile a la gente en casa quién eres.

    ―Agente Jeffries de la agencia de Los Ángeles del Buró Federal de Investigaciones. Estoy aquí para evaluar la amenaza nuclear. ―La voz del agente era tranquila y controlada.

    Medusa señaló a la bomba.

    ―Adelante, agente. ―El equipo Beta acompañó al agente hasta el cilindro blanco y retiró la carcasa metálica para poder ver el interior compacto e intrincado. Sin correr riesgos, Jeremy mantuvo su arma lista hacia el agente todo el tiempo que el hombre examinaba los componentes del arma.

    ―¿Me cree, agente Jeffries?―preguntó ella.

    ―Parece auténtico ―dijo en un tono evasivo.

    Medusa resopló.

    ―La prueba se puede proporcionar fácilmente, agente, pero realmente no le gustaría. ¿Está preparado para escuchar mis demandas?

    ―Lo estoy.

    Ella sonrió.

    ―Me ha llamado la atención que el gobierno de los Estados Unidos ha desarrollado en secreto un nuevo sistema de misiles de crucero lanzado desde tierra adecuado para el despliegue nuclear, en clara violación de nuestros tratados de reducción de armas. Exijo que los Estados Unidos reconozcan la existencia de este programa de armas ilegales y se preparen para entregar el prototipo de vehículo de entrega y proyectiles a un grupo más responsable para su custodia.

    El agente la miró bizcamente mientras ella le daba la vuelta al micrófono. Finalmente, parpadeó para alejarse de su sorpresa y respondió―: No tengo conocimiento del arma que describe. Incluso si fuera real, se me hace difícil creer que hubiera llamado la atención de nadie.

    Medusa soltó una carcajada.

    ―Oh, le aseguro que soy bastante capaz, agente. También soy una patriota honorable. Por lo tanto, he decidido darle a la Administración de Daniels la oportunidad de aclarar todo por sí sola. ―Apuntó con su escopeta a la bomba―. Naturalmente, necesitaba ofrecer algún incentivo. No fue tan difícil poner a las personas adecuadas en su lugar para adquirir la ojiva de nuestras existencias obsoletas. Ahora, le aseguro que el programa de armas existe. ¿Qué va a hacer al respecto?

    El agente Jeffries la miró con los ojos entornados.

    ―Supongamos que existe, y el gobierno lo confirma. ¿Qué hará?

    Medusa se encogió de hombros.

    ―Una vez que la plataforma del arma esté segura en mis manos, simplemente me iré y me llevaré la bomba conmigo. Relativamente simple, realmente.

    ―¿Segura en sus manos? ―El agente Jeffries se enderezó y su voz era fría.

    ―Tomaré posesión del lanzador de misiles, Agente. Usted me lo traerá aquí, y mis hombres y yo dispondremos de él a mi entera satisfacción. ―La sonrisa de la terrorista se hizo más amplia―. Hasta entonces, considere la bomba mi póliza de seguro contra su inevitable intento de traición.

    El agente Jeffries la miró, aturdido por su descarado pedido.

    ―¿Quiere que le demos un lanzador de misiles? Me temo que eso es bastante improbable.

    Medusa casualmente dejó caer el cañón de su escopeta para señalar al agente mientras miraba su reloj.

    ―Entonces la ciudad va a morir. Esa plataforma de misiles será destruida de una forma u otra, Agente. Tiene veintidós minutos antes del tiempo límite original. Si no recibo la confirmación de la divulgación dentro de ese tiempo, detonaré la bomba. Le concederé amablemente otras dos horas después del tiempo límite para la entrega real del vehículo de lanzamiento desde su ubicación actual en la Base de la Fuerza Aérea de Los Ángeles. ―Ella hizo un gesto con la mano a su gente hacia adelante―. Mis hombres lo acompañarán afuera, para que pueda comunicarse con tus superiores.

    El equipo Gamma escoltó al agente Jeffries desde el escenario.

    Un campanilleo agudo sonó por todo el pasillo y Medusa vaciló, tratando de precisar el origen del ruido. Detrás de su mascarilla, Jeremy frunció el ceño. Algo no iba de acuerdo al plan. Una luz brillante centelleó a su izquierda y se trasformó en la forma de un hombre rubio de piel clara de unos treinta años que estaba parado en el escenario a unos metros de Medusa. Iba vestido casualmente con una camisa de lino blanca de manga corta, jeans azules y zapatillas deportivas. Jeremy bajó el arma en posición para cubrir al intruso mientras que el resto del equipo Beta lo rodeaba.

    El hombre levantó sus manos con calma.

    ―Paz, Medusa. No estoy aquí para lastimarte. ―Su voz resonó por el pasillo, perfectamente transmitida por el sistema de audio a pesar de que no tenía micrófono.

    ―¿Quién diablos eres tú? ―preguntó Medusa, su compostura trastabilló momentáneamente.

    Él dejó caer sus manos, encontrando sus ojos con arrogancia casual.

    ―Mi nombre es Nicholas Magister Luscian, pero siéntete libre de llamarme Nick si eso te ayuda a relajarte. ―Asintió amablemente a los hombres armados que lo rodeaban―. Les aseguro que no soy una amenaza para ustedes en este momento. La ley me obliga a interferir en su operación.

    ―¿Cómo entraste aquí? ―Ella ladró.

    ―Manipulación dimensional por fases, también conocida como tele transportación de clase tres. ―Nick le sonrió―. Y vine porque fui invitado.

    ―Tele transportación. ―Medusa se acercó un poco más, su temperamento reprimido sin piedad y su arma de fuego sin vacilar nunca de su objetivo―. Una premisa interesante. No sé quién piensas que eres o cómo pasaste a mis hombres, pero sé que no fuiste invitado.

    Nick cruzó los brazos sobre el pecho, completamente a gusto e ignoró las armas que le apuntaban. Si este tipo no estuviera arruinando meses de planificación, Jeremy habría admirado su dominio de sí mismo. Tuvo que admitir que Nick mostraba una figura impresionante, alta y despreocupada en un bosque de ametralladoras, incluso si estaba vestido para ir a bares.

    ―En realidad, si lo fui. Usted emitió una invitación para que un solo representante del gobierno ingrese e inspeccionara la bomba. No especificó de qué gobierno. ―Jeremy lo miró a través de la delgada mascarilla. ¿Qué demonios se suponía que significaba eso?

    Nick lo miró, como si hubiera escuchado la pregunta no formulada de Jeremy, y luego procedió a responderla―: Hay cuatro gobiernos nacionales en América del Norte: Estados Unidos, Canadá, México y el Consejo de Triunvirato. Estoy aquí en nombre del Consejo para evaluar la amenaza nuclear. Dejaste que los estadounidenses echaran un vistazo, ahora es nuestro turno.

    Medusa lo miró con frialdad, pero Jeremy pudo ver que su curiosidad se despertaba. Mierda. Ella nunca soltaba un problema cuando despertaba su interés. Era lo que la convertía en una analista de inteligencia tan dotada, pero solo serviría como una distracción aquí.

    ―¿Qué es exactamente el Consejo del Triunvirato?―preguntó ella.

    ―El Triunvirato gobierna a la Gente Libre de Norteamérica y mantiene la paz. ―Nick mantuvo contacto visual con Medusa, ignorando a Jeremy y al resto de sus hombres―. En términos generales, nuestras leyes nos exigen que dejemos solos a su gente para limpiar sus propios problemas, pero esta vez, dado que ha puesto en riesgo a un número significativo de personas, el Consejo ha decidido intervenir hasta los límites establecidos de tu invitación.

    Medusa sonrió, divertida a pesar de sí misma.

    ―¿Y a quién te refieres con mi gente?

    Nick miró a los hombres armados que lo rodeaban.

    ―Los humanos.

    Medusa se rio en voz alta. Dirigiéndose a Jeremy, ella le ordenó―: Deshazte de él.

    Jeremy indicó con la mano a uno de sus hombres más grandes. El otro terrorista dejó colgar su arma de la correa y se adelantó para agarrar el hombro de Nick. Alzando la mano, Nick atrapó al hombre alrededor de la garganta con una mano y casualmente lo levantó del suelo. El resto de los hombres dio un paso atrás con sorpresa mientras su colega se ahogaba, mantenido firme en el agarre del intruso.

    Jeremy salió de su conmoción.

    ―Mantengan sus armas en el objetivo ―ordenó a sus hombres.

    Nick se volvió para mirar a Medusa.

    ―Va en contra de mi honor matar seres humanos, pero lo incapacitaré sin pensarlo dos veces. Ahora, ¿por qué no me dejas hacer mi trabajo y te dejo para que hagas el tuyo?

    Medusa miró a su hombre, que estaba tratando desesperadamente de apartar los dedos de Nick de su tráquea.

    ―Bájalo.

    Nick dejó caer al hombre al suelo con un ruido sordo.

    ―Los términos de su invitación fueron muy específicos, Medusa. ¿Me va a dejar echarle un vistazo a su bomba, o no es tan honorable después de todo?

    La cara de Medusa se enrojeció.

    ―Está bien. Si eso es lo que se necesita.

    Jeremy podía ver que estaba molesta por el insulto, pero era demasiado inteligente para ser acosada. Quienquiera que fuera este tipo, podrían controlarlo hasta que pudiera deshacerse de él.

    Nick caminó hacia el cilindro de metal, deteniéndose a unos pocos metros de distancia. Jeremy y tres de sus hombres lo siguieron, sus armas rastreaban todos sus movimientos.

    ―Rapier ―dijo Nick―, dame un análisis táctico del dispositivo que tengo enfrente.

    Una nueva voz resonó por todo el pasillo.

    ―El dispositivo es un arma termonuclear B83, con un rendimiento estimado de 1.2 megatones. Está preparado para detonar mediante control remoto de microondas. La explosión en tierra destruirá inmediatamente todas las estructuras artificiales en un radio de tres kilómetros, con daños extensos a edificios civiles varios kilómetros más allá de eso, seguido de una destrucción progresiva secundaria por la tormenta de fuego térmico producida. La subsiguiente lluvia radioactiva hará que la gran área metropolitana sea hostil a prácticamente todas las formas de vida durante al menos trescientos años.

    ―¿Muertes proyectadas?

    ―Las bajas humanas estimadas superan los tres millones de muertes. Las bajas metahumanas se calculan en veinte mil muertes.

    ―Informa al Armisticio de Seguridad que la amenaza es creíble y recomienda la evacuación inmediata de toda nuestra gente en el área metropolitana de Los Ángeles.

    ―Confirmado.

    Caminando hacia el frente del escenario, se enfrentó a Medusa.

    ―Rapier parece pensar que está diciendo la verdad.

    ―Tu compañero debe tener una buena vista del escenario para poder identificar el arma con tanta precisión ―dijo Medusa, entrecerrando los ojos hacia las sombras fuera del escenario―. ¿Dónde se está escondiendo?

    ―Él no se está escondiendo. Él está aquí. Preséntate, Rapier.

    ―Saludos, Medusa ―dijo la voz―. Soy Rapier, una inteligencia artificial de tercera generación en servicio contractual hacia Nicholas Magister Luscian en nombre de Seguridad del Armisticio. Mi función es proporcionar apoyo personal, administrativo y logístico en su calidad de Embajador del Consejo del Triunvirato para la Corte de las Sombras. Mi programa actualmente reside en una red de biocircuitos cibernéticos implantados en todo el cuerpo del Embajador. Mi voz es generada por la manipulación del aire circundante para generar sonido simulado, y estoy transmitiendo voz y sonido ambiental del Embajador directamente a los sistemas de audio y de difusión de televisión locales.

    Mientras Rapier estaba hablando, Jeremy escuchó un débil susurro de sonido, y luego algo cambió. Los colores de la habitación parecían demasiado brillantes de repente, y sintió el comienzo de una migraña. Estupendo. No he tenido una de estas en años. ¿Por qué ahora? El nivel de ruido aumentó a medida que la habitación se llenaba de voces, demasiadas para distinguir las palabras. Intentó enfocarse en Medusa. No tengo tiempo para esto. Tengo trabajo que hacer.

    ―La tele transportación sería lo suficientemente difícil de procesar, sin ya creer en la IA ―Medusa resopló y miró su reloj―. Esta ha sido una agradable distracción, pero ahora has perdido once minutos de mi tiempo, y estoy bastante ocupada en este momento. Te sugiero que te vayas, o haré que te disparen.

    ―Nicholas ―dijo Rapier―, recibo una actualización táctica de Seguridad del Armisticio que se transmite por todo el sistema a través de la red de comunicaciones planetarias. Se ha declarado una emergencia de nivel cinco en la ciudad de Los Ángeles, California, subespecificación: ataque nuclear. La evacuación por tele transporte de todo el personal del Armisticio del área de explosión comenzará en diez segundos. El tiempo estimado para completar la evacuación es de noventa segundos.

    La expresión de Nick se endureció.

    ―Sácame de la lista, Rapier. Me quedaré un poco más tiempo. ―Miró a Medusa―. Solo por curiosidad, ¿cuál es tu verdadera perspectiva?

    Ella se enderezó un poco.

    ―¿Mi perspectiva?

    ―Sé que los humanos no necesitan una razón para matarse unos a otros, aunque has empezado a ser más espectacular en las últimas décadas. ―Nick ladeó la cabeza―. Pero sabías que el gobierno de los Estados Unidos no accedería a tus demandas. ¿Ni siquiera vas a pretender justificar tus acciones?

    La terrorista lo miró con incredulidad.

    ―¿Te estás burlando de mí?

    ―Un poco ―dijo Nick sin parpadear―. Quiero decir, te has tomado muchas molestias para suicidarte y llevar a millones de personas contigo. ¿Cuál es tu punto?

    ―No te obedezco a ti, chico.

    ―Entonces, ¿a quién obedeces? ―Nick miró a los hombres armados que lo rodeaban―. ¿Y el resto de ustedes? ¿Están todos tan dispuestos a dejar sus vidas por nada? Sin duda, ¿se dan cuenta de que tiene la intención de seguir adelante con eso? Ella solo ha aguantado tanto para satisfacer su propia curiosidad.

    Medusa se rio e hizo un gesto a sus soldados.

    ―No pierdas el aliento, Nick. Mis hombres son personas profundamente comprometidas. Saben que estamos cumpliendo un propósito superior.

    Mientras hablaba, solo por un momento, Jeremy la miró directamente a los ojos. Su conciencia explotó de repente: imágenes y escenas que no reconoció, pero que supo de inmediato que eran verdaderas, se apretujaron en su cerebro. Él vio todo: desde el momento presente hasta el instante en que concibió la operación que los había traído hasta allí. Año tras año de memoria se desarrolló ante él en un abrir y cerrar de ojos, y Jeremy finalmente entendió cuán completamente había sido utilizado.

    ―¡Eres una perra inconcebible!

    Nick y Medusa se volvieron para enfrentar la interrupción por sorpresa. Lanzando su ametralladora a un lado, Jeremy se quitó la máscara y la dejó caer al suelo, revelando su piel pálida y su cabello negro. Dio un paso adelante para pararse entre Nick y Medusa.

    ―Es todo una mentira, ¿no? ―le gritó―. ¡Creímos en ti, y todo es una mierda!

    Los otros hombres armados observaron confundidos. El revés de Medusa lo tomó por sorpresa, y él se tambaleó.

    ―¡Contrólate, Harkness, y vuelve a tu posición! ―gritó.

    Jeremy apretó los puños a los costados, sus ojos grises brillando sobre la enojada marca roja en su mejilla.

    ―Puedo ver lo que eres. ¡Nos has estado mintiendo desde el principio! Dijiste que solo ibas a amenazarlos, que la bomba era el último recurso, pero planeabas volar la ciudad desde el principio, sin importar lo que sucediera. ¡Todo se trata de venganza, eso es todo!

    Medusa abrió los ojos y su rostro se sonrojó.

    ―No sabes de lo que estás hablando, Harkness. ¡Ahora cierra la boca y vuelve a tu puesto!

    ―¿Por qué no nos hablaste de tu familia, entonces? ―preguntó Jeremy―. La policía los mató a los dos, y ahora solo intentas hacer que la ciudad pague. No hay una causa noble aquí; ¡nunca la hubo!

    Medusa se puso blanca de rabia y apuntó con su arma a Jeremy.

    ―Una palabra más y te mataré.

    ―Entonces mátame. Pero no moriré por ti. ―Jeremy hizo una mueca desafiante―. Tengo los ojos abiertos y no tengo miedo.

    Medusa se encontró con su mirada enojada.

    ―Está bien. Si eso es lo que quieres. ―Apretó el gatillo justo cuando Nick se movía entre ellos en un borrón. La ráfaga de la escopeta arrojó a Nick hacia atrás contra el pecho de Jeremy, tirando a los dos hombres al piso.

    Nick se levantó, su camisa ahora de un rojo brillante y goteando. Jeremy observó con incredulidad, incapaz de recuperar el aliento mientras yacía en el suelo.

    ―Quédate abajo ―dijo Nick con una expresión sombría. Levantó su puño cerrado, y una luz anaranjada brillante rodeó su mano. Luego arrojó la bola de luz a la bomba, que estalló en chispas.

    Medusa gritó de rabia antes de abrir el control remoto de su brazo y presionar el interruptor dentro. No pasó nada. Aullando, le disparó a Nick en la espalda.

    Brillantes manchas rojas florecieron en la parte posterior de su camisa blanca. Luego se giró, le arrebató la pistola de las manos a su atacante, la partió por la mitad y arrojó las piezas a los pies de Medusa. Mientras ella buscaba una pistola en su chaqueta, Nick dobló las rodillas y saltó hacia atrás, lanzándose hacia arriba y dando un elegante salto mortal en el aire. Mientras Jeremy observaba, Nick se detuvo a unos cinco metros de ella, suspendido en el aire a unos tres metros sobre el escenario. Recuperándose de su sorpresa, el resto de los soldados de Medusa abrieron fuego, pero Nick ignoró las balas incluso cuando lo golpearon. Con las manos cruzadas frente a su cuerpo, Nick giró en una apretada pirueta, girando más y más rápido a medida que una tracería de brillantes líneas florecían a su alrededor, tejiéndose en un capullo de luz multicolor. De repente, se detuvo, mirando al público. Levantó los brazos de sus costados, y la burbuja de luz se expandió, cubriendo a los terroristas que todavía le disparaban. Cuando la luz los tocó, colapsaron. La luz continuó extendiéndose en una onda esférica hasta que eventualmente cubrió los confines de la habitación, los hombres armados cayendo como moscas a su paso.

    Jeremy yacía donde estaba, acurrucado en el escenario, sin ser tocado por la fuerza que había derribado a los demás. La mayor parte de la audiencia, observó, había aprovechado la oportunidad de escapar, pisoteando a sus antiguos captores mientras huían.

    Nick bajó los brazos a los costados y se dejó caer al suelo. Caminando hacia el frente del escenario, miró hacia la forma propensa de Medusa y negó con la cabeza. Volteándose hacia Jeremy, le tendió la mano.

    ―Puedes levantarte ahora.

    Jeremy se puso de pie, haciendo caso omiso de la mano ofrecida, y miró con incertidumbre alrededor del escenario a sus camaradas caídos.

    ―¿Están muertos?

    ―No. Simplemente inconscientes. Dales unas horas y todos se despertarán con dolores de cabeza. ―Nick se sacó la camisa por la cabeza y la sostuvo con los brazos extendidos para inspeccionarla, empapada de sangre y llena de agujeros. suspiró―. Me gustaba mucho esta camisa. ―Luego la lanzó sobre la bomba aún humeante.

    ―¿Cómo hiciste eso? ―Jeremy miró a Nick en estado de shock―. Estás cubierto de sangre, pero no hay ninguna marca en ti.

    Nick se encogió de hombros.

    ―Me recupero rápido. ―Se rascó despreocupadamente el estómago―. Pero no voy a poder pasar por un detector de metales durante unos días hasta que metabolice las balas. Es decir, maldita sea, ¿qué estaban usando? ¿Municiones con cubierta de acero?

    Jeremy asintió en silencio, sus ojos buscando cualquier señal de los agujeros de bala que deberían haber acribillado el pecho de Nick.

    ―Ah, bueno, entonces será una semana. ―Nick entrelazó sus dedos, formando un triángulo con los dedos pulgar e índice. Un suave resplandor verde se extendió desde sus manos para envolver su cuerpo, luego se desvaneció, dejándolo completamente vestido de nuevo, limpio de manchas de sangre. Ahora vestía pantalones blancos metidos en botas de cuero blanco y una camisa sin cuello, blanca, de manga larga con una Cruz de Malta bordada sobre su pectoral derecho en hilo de plata, recubierta con tres círculos concéntricos de oro―. Entonces, Harkness, ¿es ese tu primer nombre o tu apellido?

    Jeremy continuó mirándolo fijamente.

    ―Apellido. Mi primer nombre es Jeremy. ―Tragó saliva―. ¿Que eres?

    Nick sonrió con aprobación.

    ―Esa es una buena pregunta, y probablemente la cosa más inteligente que has dicho todo el día. ―Sus ojos se posaron en algo invisible detrás de Jeremy―. Es hora de afrontar las consecuencias.

    Capítulo 2

    El aire detrás de Jeremy brilló, y un tercer hombre apareció en el escenario. Iba vestido con un atuendo gris, similar al diseño de Nick, y encima llevaba un chaleco de lona bordado con un logotipo: una espada azul rodeada por un círculo medio lleno de blanco. Brazaletes de cuero negro en sus antebrazos sostenían dagas envainadas. Sus ojos grandes y oscuros expresaron en silencio su diversión mientras su mirada recorría los terroristas caídos y la carcasa de la bomba quemada.

    ―Hola, Nicholas ―dijo, y sus rasgos cincelados se relajaron en una amplia sonrisa.

    ―Scott. ―Nick le dedicó una sonrisa torcida―. ¿Qué te trae por aquí?

    Scott se rascó distraídamente la barbilla.

    ―Bueno, todos los humanos armados en kilómetros a la redonda se desmayaron. ¿Obra tuya, supongo?

    ―Solo algo en lo que he estado trabajando. ―Nick se encogió de hombros―. Una versión trucada del shock neural estándar, dirigido a cualquier humano que lleve pólvora.

    ―Me di cuenta de eso cuando me pasó. Buen diseño. Bueno, después de eso, no parecía haber más necesidad de mantener fuera a los soldados de las Fuerzas Especiales que intentaban asaltar el edificio, así que decidí ver cómo la estabas llevando. ―Él asintió con la cabeza en dirección a Jeremy―. Parece que se te pasó uno.

    ―Pensé que podría necesitar un testigo.

    La voz de Scott se endureció.

    ―¿Crees que un testigo te va a ayudar en tu caso?

    ―Eso aún está por verse.

    ―¿Por qué pusiste el rango tan alto? Noqueaste a policías y soldados en todo el edificio, así como a los terroristas que estaban dentro.

    ―No tuve tiempo de volver a calcular los parámetros del hechizo, así que tuve que seguir con el radio original de un kilómetro. ―La voz de Nick era natural.

    Jeremy se envaró con eso, su mirada pasando de la cara de Scott a la de Nick.

    ―¿Hechizo?

    Scott lo ignoró.

    ―Lo configuraste para un radio de un kilómetro, contigo mismo en el centro, y lo apuntaste para incapacitar a los humanos que portaran armas de fuego. ¿Para qué estaba diseñado, vencer un ejército?

    Nick fue elocuentemente silencioso.

    ―Ya veo. ―Scott suspiró―. Nick, te quiero como a un hermano, pero si te dejo salir de aquí después de esta debacle, entonces te perseguirán y te matarán sin piedad.

    ―Lo sé. Haz lo que tengas que hacer, Scotty.

    Scott guardó silencio por un momento, perdido en sus pensamientos.

    ―Pelea ―dijo finalmente―, dar testimonio.

    ―Grabación forense habilitada ―dijo otra voz incorpórea.

    Scott se enderezó.

    ―El procedimiento judicial de Seguridad del Armisticio se inició en esta fecha y hora, presidido por el agente especial Scott Maxwell Phillips Consul Luscian. ―Miró a Nick―. Ciudadano, por favor indique su nombre completo para el registro.

    ―Nicholas Magister Luscian.

    ―Nicholas Magister Luscian, la evidencia disponible indica que ha participado en múltiples cargos de ejercicio intencional de magia con intenciones hostiles a los seres humanos sin su consentimiento. ¿Desafías esta interpretación de los eventos?

    ―No.

    ―En el momento de sus acciones, ¿sabía usted que constituiría una ofensa de clase uno, punible con la muerte inmediata y definitiva?

    ―Sí.

    ―Por la presente se le acusa de múltiples cargos de violación del Armisticio clase uno. Su rendición incondicional es requerida bajo el artículo uno de las Reglas de Compromiso.

    ―Me rindo.

    ―La Corte encuentra suficiente evidencia presente para sostener una orden de juicio dirigida de ejecución sumaria. ¿Tiene algo que decir en su defensa antes de que se dicte sentencia?

    Nick se cruzó de brazos y se mantuvo firme.

    ―Reclamo justificación bajo el artículo tres de las Reglas de Compromiso.

    Scott frunció el ceño.

    ―Actuar en protección de la vida solo se aplica a la autodefensa cuando tu vida está realmente en peligro. No hay ningún arma en esta sala lo suficientemente poderosa para matarte, con la excepción del propio dispositivo nuclear, y tuviste muchas oportunidades de escapar antes de la detonación.

    ―No mi vida ―dijo Nick. Señaló a Jeremy, que lo miraba fascinado―. Yo estaba protegiendo la suya.

    Scott miró a Jeremy.

    ―El artículo tres no se aplica a la defensa de los humanos.

    ―Él no es humano.

    Jeremy se quedó boquiabierto.

    ―¿Qué?

    ―Creo que él es uno de nosotros. Más específicamente, creo que es uno de ustedes ―dijo Nick.

    Scott se volvió hacia Jeremy y lo escudriñó.

    ―No veo evidencia del Don.

    ―Estás buscando en el lugar equivocado. ―Nick negó con la cabeza―. Creo que su Don ha sido silenciado a favor de una configuración alternativa.

    Scott arqueó las cejas.

    ―¿La mutación celta?

    ―Así que creo.

    ―¿Tienes idea de cuánto tiempo ha pasado desde que el último caso confirmado de la mutación celta coexistió con el Don completo?

    ―Catorce años.

    ―¿Y crees que encontraste a uno de nuestros Hermanos Perdidos justo a tiempo para darte un pretexto para evitar la masacre de la ciudad de tu nacimiento? ¿No es terriblemente conveniente, Nick?

    Nick se encogió de hombros.

    ―Coincidencia.

    Scott le dirigió una mirada calculadora.

    ―Presenta tu evidencia.

    ―Mientras hablaba con el líder terrorista, realicé un escaneo activo de todas las mentes en el edificio en caso de que surgiera la oportunidad de intervenir. ―Miró a Jeremy―. Unos segundos después de que toqué su mente, Jeremy demostró telepatía de alto orden. Hizo una lectura profunda de su líder, que reveló sus verdaderas motivaciones: venganza por el asesinato de su familia en un fuego cruzado de pandillas con la policía hace casi diez años. Ya había verificado independientemente ese motivo por mi propia lectura profunda.

    Jeremy lo miró, con los ojos muy abiertos.

    ―Probablemente su capacidad latente respondió al contacto directo de otra mente ―dijo Scott, continuando ignorando a Jeremy―. Pero la telepatía es predominantemente una función de la genética humana y no es exclusiva de aquellos con acceso al Don, silenciado o no. La corte rechaza su argumento.

    Nick tomó una respiración profunda.

    ―El hechizo de Shock Neural que lancé estaba dirigido contra cualquier ser humano que portara un arma de fuego. Jeremy lleva una pistola en la cadera. ―Los tres hombres miraron el arma enfundada en el cinturón de Jeremy―. No hice nada para protegerlo del hechizo, y escapó por completo de sus efectos.

    Scott consideró eso.

    ―La corte se reserva su juicio hasta que los parámetros del hechizo sean revisados ​​en detalle y se excluya una explicación alternativa. Presente su próximo argumento.

    Nick se encontró con los ojos de Scott desafiantes, enderezándose a metro ochenta.

    ―Lo último que hizo antes de que las balas comenzaran a volar fue citar la última línea de las Palabras Vinculantes.

    Jeremy frunció el ceño.

    ―¿De qué estás hablando?

    Scott lo señaló.

    ―Por favor, indique su nombre completo para el registro.

    ―¿Qué son las Palabras Vinculantes?

    ―Indique su nombre, por favor―, repitió Scott.

    ―Jeremy Kenneth Harkness. ¿De qué está hablando?

    Scott dirigió unas palabras en un idioma desconocido, y luego traducido.

    ―Mis ojos están abiertos, y no tengo miedo.

    La cara de Jeremy palideció y apretó los puños a los costados.

    ―Eso no es nada.

    Scott se acercó más, mantener el contacto visual.

    ―Eran las últimas palabras que ibas a hablar en tu vida mortal. Obviamente, tienen algún significado para ti.

    Jeremy apretó la mandíbula.

    ―No importa. «Las palabras son mías. Nadie puede tenerlas».

    ―Mi mejor amigo está siendo juzgado por un crimen capital, y todo porque salvó tu vida. ¿No crees que le debas al menos ser honesto conmigo?

    Jeremy miró a Nick, que lo observaba con atención. Finalmente le entró que había estado a punto de morir sólo unos minutos antes. Se hundió en la revelación, demasiado sorprendido para censurar sus palabras.

    ―Es sólo un juramento de niños que me inventé, parte de un juego de fantasía que he creado en mi cabeza después de que mis padres murieron. Nunca le dije a nadie sobre ello.

    ―¿Quieres decirme el resto del juramento? ―preguntó Scott.

    ―No ―Jeremy escupió.

    ―Porque significa mucho para ti como para compartirlo. ―La voz de Scott era suave―. Incluso si es el juramento de un niño. Incluso si es falso. Todavía es de vital importancia para ti, ¿verdad?

    Jeremy no dijo nada, sólo frunció el ceño.

    ―Jeremy, nací humano, pero cargué una poderosa magia heredada llamada el Don. Es un hechizo hereditario entretejido en diferentes líneas de sangre en todo el mundo por decenas de miles de años. Sólo adquiere su poder cuando se hereda de ambos padres y luego permanece latente hasta que un conjunto muy especial de circunstancias lo despierta. Nick cree que tienes el Don pero que ha sido interrumpido por una mutación genética que surgió en la población humana de Irlanda cerca de tres mil años atrás. Hace un cortocircuito con el Don y desvía su poder hacia capacidades psíquicas humanas, tales como la telepatía, la precognición y la telequinesis. El pueblo celta se refería a este fenómeno como Segunda Vista.

    ―¿La Vista? ―Los ojos de Jeremy se abrieron―. Pero eso es sólo un mito.

    ―¿Tienes alguna ascendencia irlandesa?

    Jeremy tragó.

    ―La familia de mi madre era de Dublín. ―Él negó con la cabeza―. No, esto es una locura. No te creo. Ustedes están tratando de ejecutar algún tipo de estafa en mí.

    ―Jeremy, cuando se activa el Don, se desencadena una cascada de mejoras físicas que aumentan las habilidades de combate, tales como fuerza, agilidad y resistencia. Entonces se activa una secuencia pre programada de memorias y habilidades en sintonía con la personalidad de los Dotados, convirtiendo al ser humano en un soldado al instante con todas las habilidades necesarias para luchar en una guerra que ha hecho estragos en las sombras de este mundo desde hace más de treinta mil años. ―Scott colocó su mano sobre el hombro de Jeremy―. La persona dotada deja de ser humano y se convierte en un Centinela.

    Jeremy dio un paso atrás, fuera de su alcance.

    ―No. No, eso no es posible. Los Centinelas están sólo en mi imaginación. Me los inventé. Eran como caballeros con armadura, pero con la magia.

    ―Esa es una descripción justa.

    ―Fue sólo un juego ―gritó Jeremy―. ¡No era real!

    ―Nunca fue un juego, Jeremy ―Scott dijo con infinita paciencia―. Fue una memoria racial de los restos del don. Un recuerdo de lo que estabas destinado a ser.

    ―¡No te creo! ―Jeremy alzó los puños y dio un paso hacia adelante para atacar.

    ―Soy un hijo del Crepúsculo ―Scott dijo en voz baja.

    Jeremy se congeló en su lugar.

    ―Mantengo la línea contra la oscuridad, desde la puesta del sol hasta el amanecer de un nuevo día.

    ―Vivo por la Luz; muero por la Luz. ―La voz de Jeremy se suavizó con asombro mientras dejaba caer las manos de nuevo a sus lados―. Mis ojos están abiertos, y no tengo miedo.

    ―¿Estás satisfecho?―preguntó Nick.

    ―La defensa del artículo tres se sustenta ―dijo Scott a Nick, sin apartar los ojos de Jeremy―. Los cargos en tu contra serán retirados sin perjuicio. La corte no encuentra ninguna falta en tus acciones y te extiende el agradecimiento de los Centinelas por la defensa de nuestro Hermano Perdido. Este procedimiento judicial se ha cerrado. Establecido y registrado en esta fecha sobre mí sello y firma, Scott Maxwell Phillips Cónsul Luscian, llamado el Viento de Agua, Seguridad del Armisticio.

    ―Grabación forense terminada ―dijo la voz de su IA.

    Nick exhaló lentamente.

    ―¿Lo hubieras hecho, Scotty? Si el veredicto hubiera sido al revés, ¿habrías intentado matarme?

    ―Para una violación pública tan mal, habría tenido que hacerlo. Nadie lo hubiera pasado por alto. Si te hubiera dejado ir, la tregua se habría desmoronado. ―Scott sonrió mientras se volvía hacia Nick―. Énfasis en la palabra intentado. Eres más fuerte que yo, mucho más fuerte, pero te hubiera alentado el tiempo suficiente para que los otros llegaran.

    Nick levantó las cejas.

    ―¿Otros?

    ―Eres un objetivo de alto perfil. ―Scott se encogió de hombros―. Cada Centinela en el país habría venido corriendo por la oportunidad de ayudar a acabar con el Tormento de los Asesinos de Almas.

    ―Encantador. ―Nick hizo una mueca―. Un místico libre-para-todos en el corazón de Los Ángeles.

    ―Hubiera sido una pena haber salvado a la ciudad de la destrucción nuclear, pero después reducir todo el sur de California a vidrio fundido por las secuelas. ―Scott miró a las cámaras―. Así que, tengo que decir que, sin duda dejaste al gato fuera de la bolsa en esta ocasión. Este tipo de divulgación pública constituiría una clase de incumplimiento tres si el Triunvirato no hubiera accedido a dejarte manejarlo a tu manera. Pensé que se suponía que simplemente la provocarías para que te atacara. ¿Por qué no hiciste que Rapier noqueara las cámaras?

    ―De la lectura de la mente de Medusa, sabía que iba a presionar el botón aun así. Tenía que sacarla de quicio hasta que pudiera provocarla a hacer algo precipitado. Sin embargo, ella tenía curiosidad, y tenía una veta autoritaria de un kilómetro de ancho. Mientras yo la desafiara en público con las cámaras grabando, se habría contenido con respecto a la detonación hasta que me pudiera poner en mi lugar. Jeremy echó todo a perder poniéndose de mi lado. De todos modos, es demasiado tarde para hacer algo al respecto ahora. ―Nick se volvió a Jeremy―. Hablando de eso, es el momento para que puedas tomar una decisión.

    ―¿Qué decisión?―Jeremy los miró una y otra vez.

    ―Uno de nuestros asociados está manteniendo escudos de fuerza por todo el edificio. Ella está manteniendo fuera a los refuerzos que han llegado a sustituir a los soldados eliminados por el hechizo de Nick.

    ―Los escudos se disiparán cuando nos vayamos. ―Nick señaló la bomba―. Viniste aquí para bombardear la ciudad, Jeremy. El hecho de que hayas cambiado de opinión, probablemente no tenga mucho peso con las autoridades humanas. Si quieres quedarte aquí, vas a pasar el resto de tu vida tras las rejas, junto con Medusa y el resto de ellos.

    ―Pero tienes otra opción, si decides tomarla ―dijo Scott.

    ―¿Qué opción?

    ―Es obvio que has sido capaz de acceder inconscientemente a algunos de los recuerdos de tu Don, por lo que todavía están allí, sólo suprimidos. Puedo traer esos recuerdos plenamente a tu conciencia y permitirte recordar lo que eres, incluso si no tuvieras las mejoras físicas, o la magia que debería haber sido tuya. Si eliges ese camino, puedes venir con nosotros y encontrar refugio entre la Gente Libre, al menos por un tiempo.

    ―¿Qué tengo que hacer? ―Jeremy se humedeció los labios con nerviosismo.

    ―Sólo tienes que darme tu consentimiento.

    ―¿Puedo hacer una pregunta primero?

    ―Si lo deseas. 

    Jeremy miró a Nick.

    ―Si él es un Centinela, y yo soy un Centinela, ¿entonces qué eres tú?

    Nick sonrió a Scott.

    ―Es inteligente.

    ―Tal vez deberíamos hablar de esto en otro lugar ―dijo Scott, mirando a las cámaras de nuevo.

    ―Es demasiado tarde para ser tímido, Scotty.

    Scott rio.

    ―Jeremy, en tu juego para niños, ¿cuál era el propósito de los Centinelas? ¿Qué hacían?

    Jeremy frunció el ceño.

    ―Ellos mataban vampiros. ―Se encogió de hombros―. Lo sé, es estúpido.

    Nick sonrió más ampliamente, dejando al descubierto sus colmillos.

    Capítulo 3

    Jeremy se tambaleó hacia atrás, sorprendido.

    ―¡Jesús, María y José! ―Miró a Nick―. ¡No puedes estar hablando en serio!

    ―No he dicho una palabra, Jeremy. ―Nick dejó de sonreír, y sus colmillos se retrajeron. Su voz se hizo más grave―. Si eliges vivir tu vida como un Centinela, vas a tener que ponerte al día con los acontecimientos actuales. Las reglas han cambiado.

    ―No entiendo.

    ―Lo harás ―dijo Scott―. Pero necesito tu consentimiento.

    ―Está bien. ―Jeremy se enderezó―. Has lo que tengas que hacer.

    Dando un paso adelante, Scott colocó la punta de su dedo índice derecho en el centro de la frente de Jeremy. Los ojos de Jeremy se agrandaron mientras miraba una luz blanca brillante que sólo él podía ver.

    ―Jeremy Kenneth Harkness, por tu verdadero nombre te ato. Llamo a tu Don hacia mi mano, y yo te comando, recuerda.

    Una cascada de imágenes se canalizó a través de la mente de Jeremy, rompiendo su conciencia en fragmentos de pensamientos y memorias. Inmediatamente, el hechizo unió las páginas arrancadas de su personalidad, como si reunieran un libro.

    Scott alejó su dedo de la piel de Jeremy, y el joven cayó al suelo, temblando.

    ―¿Cómo te sientes, hermano? ―Scott le ofreció a Jeremy su mano.

    ―Despierto ―dijo Jeremy, aturdido―. Como si hubiera estado dormido toda mi vida. ―Dejó que Scott lo ayudara a levantarse. Luego se volvió a mirar a Nick. Con los ojos saltados, dio un paso hacia atrás en estado de shock. Jesús.

    ―Jeremy

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