Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Secreto del Rey Serpiente: Un Thriller de Alex McCade, #1
El Secreto del Rey Serpiente: Un Thriller de Alex McCade, #1
El Secreto del Rey Serpiente: Un Thriller de Alex McCade, #1
Libro electrónico356 páginas4 horas

El Secreto del Rey Serpiente: Un Thriller de Alex McCade, #1

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El secreto del Rey Serpiente

Un pasajero desaparecido de un accidente de avión en la jungla lleva a Alex McCade y Mike Garrison a una misteriosa ciudad maya perdida. Aquí descubren una trama tortuosa de la poderosa élite para causar la muerte y el sufrimiento de millones a cambio de una inmensa riqueza. El mundo está al borde del desastre. Alex y Mike deben detenerlos antes de que sea demasiado tarde. ¿Pero cómo? ¿Es posible que la respuesta esté en la antigua civilización de los mayas? ¿Puede el Secreto de un Rey Maya de 500 años salvar a la humanidad?

IdiomaEspañol
EditorialSteve Kroska
Fecha de lanzamiento16 oct 2021
ISBN9798201074494
El Secreto del Rey Serpiente: Un Thriller de Alex McCade, #1

Relacionado con El Secreto del Rey Serpiente

Títulos en esta serie (1)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Suspenso para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El Secreto del Rey Serpiente

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Secreto del Rey Serpiente - Steve Kroska

    Steve Kroska

    Traducido al Español por Pilar Santos. 2021

    Copyright © 2016 Steve Kroska

    Todos los Derechos Reservados

    DEDICATORIA

    Dedicado a mi esposa Nami y a mis hijos Alex y Michael. Nunca podría haberlo hecho sin ti

    EXPRESIONES DE GRATITUD

    Un agradecimiento especial y aprecio a mis padres Jerry y Jackie Kroska.

    1

    LA ISLA

    Era un poco más de la medianoche cuando el Director de Proyectos Especiales, el Dr. Paul Valerius, se escabulló por la puerta lateral de la instalación de investigación ultrasecreta. El hombre de sesenta y cuatro años de escasa cabellera se agachó en la oscuridad y miró la cerca electrificada. La cerca tenía unos seis metros de altura y tenía en la parte superior unos alambres de púas.

    Este no sabía nada sobre la seguridad de la isla que estaba más allá de la cerca, pero contaba con el hecho de que la instalación estaba enfocada en prevenir robos, no fugas. Escaneó el área. Sin centinelas a la vista. Se apresuró a la base de la cerca, se arrodilló y colocó cuatro clips en un patrón rectangular en los eslabones de la cadena. Con la corriente eléctrica desviada, cortó una sección con un alicate y las separó.

    El plan era atravesar la cerca, caminar hasta bajar la empinada jungla y llegar a una lancha que lo esperaba para recogerlo en la orilla del agua.

    Había trabajado en las instalaciones durante más de 27 años y sus colegas nunca apreciaron ni se dieron cuenta de lo especial que era. Pero ahora ya era demasiado tarde. Tomó cartas en el asunto con sus propias manos; siendo esto lo que lo convertirían en un hombre muy rico. En las últimas tres horas había matado a un hombre, robado archivos clasificados y saboteado el jet ejecutivo. Lo arriesgó todo por aquello que llevaba en su bolsillo.

    Metió el pie por el hueco y salió por la cerca, sin embargo, en el momento en que su pie tocó el suelo, se encendieron luces brillantes y sonó una alarma ensordecedora. —‘Wah-ah-ah-ah!’

    ¡Maldita sea! gritó.

    Se lanzó hacia adelante, apartó la vegetación verde y bajó a trompicones por el exuberante paisaje en pendiente. Eludió las enredaderas colgantes y se tambaleó por el terreno accidentado. Se abrió paso entre la maleza y la vegetación tropical que le rasgó la cara, los brazos y le desgarró la ropa.

    La alarma sonó en sus oídos mientras el sudor corría por sus ojos. En su mente, había ensayado muchas veces sobre cómo usar esta ruta de escape, sin embargo, nunca imaginó el costo físico que pagaría su cuerpo. Ni siquiera estaba a la mitad del camino hacia la orilla del agua y sus piernas ya se estaban rindiendo. Siendo científico, hizo hincapié solo en el trabajo cerebral, no en la actividad física y ahora se arrepentía de ello.

    En su estado debilitado, se detuvo a descansar y se aferró a un árbol para mantenerse de pie. Aun con el fuerte sonido de la alarma, pudo escuchar algo. Muy tenue al principio. Pero luego, distintivo.  Sus profundos gruñidos y ladridos provocaron escalofríos en todo su cuerpo. Los perros de seguridad eran asesinos entrenados destinados a destrozar a cualquiera que intentara infiltrarse en las instalaciones de la isla. Dudaba que a los perros les importara si venía o se iba. Si lo atrapaban, lo destrozarían.

    Con el sonido de sus ladridos cada vez más fuerte, se apartó del árbol y continuó bajando por la peligrosa ladera. Se rodeó por un par de árboles anchos, se agachó bajo las enredaderas y removió del camino los helechos. Los ladridos de los perros seguían haciéndose más fuertes, y esto era una carrera para llegar a la orilla del agua. Se imaginaba que en cualquier momento sus afilados dientes se hundirían en su trasero.

    Por último, atravesó un bosquecillo de densa vegetación y llegó a una playa repleta de arena. Eufórico, corrió hacia el mar. Se sumergió en el agua que llegaba hasta su cintura y buscó el bote.  Luego, bajo la tenue luz de la luna, lo vio anclado a 30 metros de la costa.

    Los perros salieron repentinamente de la jungla con la boca llena de saliva espumosa y mandíbulas chasqueantes. Corrieron por la arena con las garras hundiéndose profundamente en la arena. Temía que se lanzaran al agua, sin embargo, patinaron hasta detenerse en la orilla. Continuaron con sus ladridos enardecidos; sin embargo, se detuvieron allí.

    Nadó hacia el bote. Su única esperanza era que fuera el barco indicado ya que no había forma de regresar a la orilla. Al llegar a la lancha, una figura oscura se agachó y lo ayudó a subir. Una vez que estuvo a bordo, el mercenario se puso al volante y encendió los dos motores del barco.

    A lo lejos, las lanchas patrulleras con luces rojas intermitentes corrieron hacia su posición, pero los motores de la lancha rápida alquilada rugieron y cobraron vida. Las lanchas patrulleras los persiguieron brevemente, pero la lancha alquilada con sus potentes motores pronto los puso fuera de su alcance. El Dr. Valerius, más exhausto de lo que nunca había estado en su vida, cerró los ojos y dejó que sus dedos tocaran el recubrimiento de las memorias USB que estaban en su bolsillo. Robar los archivos fue el primer paso de su plan. El siguiente paso fue manipular la carga que estaba en el jet ejecutivo que se encontraba programado para partir de la isla. Los dos pasos juntos iban a convertirlo en un hombre muy, muy rico.

    El sonido de un trueno en el cielo se escuchaba más alto que el sonido de los motores del barco. Miró hacia atrás y vio el jet ejecutivo con su cola amarilla con franja color azul despegando de la isla. Mientras observaba las luces parpadeantes del avión desaparecer en el cielo oscuro, una sonrisa arrugó sus labios. Porque sabía que el avión, los pasajeros VIP a bordo y su preciosa carga nunca llegarán a su destino final.

    2

    BOSQUE LLUVIOSO DE BELICE

    Alex McCade miró por la ventana del helicóptero alquilado mientras se elevaba sobre la jungla. Era una vista magnífica, un mar de árboles verdes interminable que se extendía hasta el horizonte. Habían sido un par de años difíciles y un poco de paz y tranquilidad en el resort de la jungla es justo lo que necesitaba.

    Alex miró a su amigo, Mike Garrison, dormido en el asiento junto a él. Los dos hombres habían sido amigos desde la infancia. Ambos tenían 38 años, pero eran muy diferentes. Alex era de naturaleza cerebral. Era un hombre robusto y guapo con un físico atlético, cabello corto y oscuro y penetrantes ojos negros.

    Mientras que Mike era despreocupado y parecía un modelo de un anuncio de tablas de surf. Mike tenía ojos azules brillantes, pómulos cincelados, cabello rubio ondulado y una sonrisa que desmayaba a las mujeres. Esto molestó a la mayoría de la gente, incluyendo a Alex. Lo que era más molesto era que el hombre no podía pasar por ninguna superficie de cristal sin admirar su propio reflejo. A pesar de sus diferencias, eran tan cercanos como hermanos.

    Alex retornó su mira y miró al cielo. Un destello de luz llamó su atención. Curioso, levantó un par de binoculares y miró a través de la lente. El reflejo provenía de la superficie de un pequeño jet ejecutivo, con la cola amarilla con una franja color azul, con caída hacia abajo, camino a colisionar con la jungla. Su pulso se aceleró. Señaló el avión con un dedo y dijo: Hernando, comunícate con ellos vía radio.

    El piloto del helicóptero, un hombre de unos sesenta años con piel de tez morena, removió su sombrero de vaquero por uno de los bordes y tomó la radio. Intentó comunicarse con la otra aeronave, pero solo encontró un chirrido agudo en sus auriculares. No lo entiendo; la radio estaba funcionando bien.

    Mike jadeó. Se sentó y se limpió los ojos para espantar el sueño. ¿Qué está pasando?

    Alex señaló el avión, pero no podían hacer nada excepto ver cómo se desarrollaba la escena. En cuestión de segundos, el avión se estrelló contra los árboles y desapareció, como si nunca hubiera existido.

    Esos pobres bastardos, murmuró Hernando.

    No te precipites, dijo Alex. Podría haber sobrevivientes.

    El piloto negó con la cabeza. "Señor, se lo aseguro, nadie puede sobrevivir a eso".

    No lo sabremos con certeza a menos que demos un vistazo.

    Pero...

    Entiende, puede que seamos los únicos testigos que vieron el accidente. Tu radio no funciona y no puedes reportar la ubicación. Para cuando lo informemos a las autoridades, será demasiado tarde. Depende de nosotros. Tenemos que ir".

    Hernando exhaló expresando queja. Incluso si hay sobrevivientes, no hay nada que podamos hacer. No puedo aterrizar esta nave, y usted lo sabe.

    Tienes una polea, ¿no? ¿Funciona?

    Si, pero....

    Entonces bájanos.

    ¿Ahí abajo? Hernando preguntó incrédulo. ¿Quieres que bajemos allí? Es demasiado peligroso.

    Mike se inclinó hacia adelante y sonrió. No te preocupes, dejanoslo a nosotros.

    No, no lo entiendes, el área debajo de nosotros está maldita. El piloto hizo la señal de la cruz sobre su corazón como para protegerlo de lo que iba a decir. "Hace siglos, los conquistadores españoles llamaron a este trecho de tierra ‘Tierra de los Demonios’. Dicen que los espíritus malignos deambulan por las sombras en busca de víctimas. Incluso en estos tiempos actuales la gente desaparece. Hace unas semanas, una expedición arqueológica desapareció y no se ha sabido de ellos desde entonces".

    Hernando vio la determinación en los ojos de Alex. Sacudió la cabeza con frustración y ladeó el helicóptero hacia el lugar del accidente.

    En las proximidades del área del accidente, Alex vio estrechas nubes de humo que se elevaban a través de la densa cubierta de la jungla. ¡Ahí está!

    Hernando posicionó el helicóptero a unos seis metros del irregular agujero y se quedó suspendido. Esto es lo más lejos que puedo llegar.

    Es suficiente, respondió Alex. Se desabrochó el cinturón de seguridad y se quitó los auriculares. Tocó al piloto en el hombro y se removió los auriculares de una de sus orejas. ¿Tienes un arnés para el cable?

    No, se quedó en el hangar. Lo estaba reparando, respondió Hernando. Agarró a Alex por el brazo para intentar detenerlo. "Señor, ¿está seguro de que quiere hacer esto? ¿Y sus vacaciones? ¿Qué les digo a los demás en el resort?"

    Diles que estaremos allá tan pronto como podamos.

    Alex se trasladó a la parte trasera del helicóptero. Sin arnés tuvo que improvisar. Ubicó un par de abrazaderas en una caja de cartón. Mike lo ayudó a formar puntos de apoyo circulares en el cable y usó las abrazaderas para asegurarlos. Cuando terminaron de fijar los puntos de apoyo, Mike abrió la puerta lateral y los vientos cálidos se agitaron en el interior.

    Alex arrojó el extremo del cable por la puerta y luego le indicó a Hernando que le diera más holgura. Vestido con una camiseta, pantalones cortos tipo cargo y calzado deportivo, Alex se sentó en el borde de la puerta abierta con las piernas colgando por el costado. Cogió el cable y, dando un giro con su cuerpo, salió por la puerta y bajó lentamente por el cable. Mano sobre mano, fue hasta que su pie se deslizó en el último tramo del cable. Mirando hacia arriba, saludó a Mike.

    Mike bajó por el cable de la misma manera. Mientras tanto, Hernando monitoreaba su progreso a través de una cámara que estaba montada en la parte inferior. Cuando estuvieron en posición, Hernando puso en marcha la polea y los hombres comenzaron su descenso hacia la inhóspita jungla que se encontraba debajo.

    Alex entró por la brecha que había en la cubierta frondosa. Era fácil ver el ángulo en el que entró el avión por las ramas rotas y los árboles profundamente perforados. Mientras bajaba, se apartó de las ramas y se deslizó alrededor de espesas enredaderas. Llevaba fuera menos de un minuto y ya tenía la camisa empapada de sudor. El calor y la humedad eran intensos. Desafortunadamente, cuanto más bajaba, más húmeda y oscura se volvía la jungla.

    Después de descender más de 150 pies, vio el suelo de la jungla. Mientras se acercaba, saltó y aterrizó sobre una colcha suave de hojas en descomposición. Ahuyentó a los mosquitos que zumbaban alrededor de su cara y escaneó sus alrededores. Llenaba su visión con un mundo exuberante de vegetación verde, árboles grandes, enredaderas colgantes y sombras oscuras y profundas. Mike aterrizó a su lado con un golpe seco.

    Alex tomó la delantera y se movió por el terreno accidentado. El tiempo era crítico; segundos podrían significar la diferencia entre la vida y la muerte. Treinta metros más adelante, apartó una amplia palma y encontró el pequeño jet ejecutivo en la base de un gran árbol.

    El fuselaje, que alguna vez fue blanco brillante, estaba sucio, perforado y abollado. Ambas alas habían sido arrancadas; quedando colgadas en algún lugar entre los árboles. El morro de la aeronave fue aplastado debido al impacto con un árbol ancho. La cabina de pasajeros, sin embargo, estaba intacta. Alex se lanzó alrededor de los pequeños fuegos humeantes y llegó a la puerta de embarque que estaba abierta.

    Apartó las enredaderas, bajó la cabeza y entró en el avión. Una rápida mirada a la cabina le dijo que los pilotos estaban muertos. Girando a la derecha, entró en la espaciosa cabina de pasajeros de cuatro asientos y miró conmocionado. El interior, una vez elegantemente diseñado, estaba inundado de sangre. La sangre salpicó los asientos, el suelo e incluso goteaba del techo.

    Tres pasajeros todavía abrochados en sus asientos tenían horribles heridas de bala en la cabeza. Las heridas parecían frescas y el aire estaba impregnado de olor a pólvora quemada. Alex había presenciado de la muerte lo que le tocaba presenciar en el ejército. Personalmente, no tenía ningún problema en matar a quienes lo merecían, pero los bastardos enfermos que realmente lo disfrutaban le repugnaban. Un disparo habría sido suficiente para matar a estos hombres, pero para el loco que hizo esto, un disparo claramente no fue suficiente.

    Mike se deslizó hasta detenerse detrás de él. Wao, ¿qué diablos pasó aquí?

    Alex no dijo nada. A su izquierda, miró al hombre sentado en la primera fila. El muerto vestía pantalones negros, una camisa blanca empapada de sangre y una corbata suelta alrededor del cuello. Alex se agachó y sacó la placa de identificación del bolsillo del hombre. Limpió la sangre y miró la foto. El hombre parecía tener más de sesenta años, con el cabello gris cada vez más fino y lentes. Ahora no se parecía en lo absoluto. El nombre en el ID de identificación decía: Dr. James Llewellyn, Investigación y Desarrollo de Armas Avanzadas de los Estados Unidos.

    ¿Quién es? Preguntó Mike.

    Un científico.

    Alex le entregó la identificación y centró su atención en los dos hombres a su derecha, uno sentado frente al otro. Eran policías militares de los Estados Unidos que vestían uniformes de batalla, o vestimentas militares para batalla. Notó sus porta-pistolas vacías. Lo más probable es que sea un equipo de seguridad para el científico. Alex miró hacia los casquillos de proyectil .45 gastados. El suelo estaba lleno de ellos.

    Mike dejó caer la identificación en el regazo del científico muerto y señaló el asiento vacío detrás del científico. El asesino debió haberse sentado ahí. Mató a todos y se escapó.

    A pesar de la horrenda escena que presenciaban, Alex no podía evitar sonreír. Tu razonamiento deductivo es realmente asombroso, ya que es el único asiento vacío en el avión.

    Gracias, respondió Mike. Algunos dicen que es un don.

    Alex bajó por el pasillo estrecho y miró el asiento vacío. Mike, tal vez quieras devolver ese 'supuesto' don tuyo.

    ¿Qué quieres decir?

    El asesino no se sentó aquí.

    ¡Claro que sí! Mike respondió. Caminó hasta el asiento y allí, había algo en la pared, garabateadas con sangre chorreante, estaban las palabras: ¡AYÚDAME!

    Quien se sentó aquí no está en el avión, dijo Alex. Alex notó un ID en el piso justamente debajo del asiento vacío. Lo levantó. La foto mostraba a una mujer de sesenta y tantos años, de piel amarillenta, cabello negro y ojos oscuros. El nombre en esta identificación decía: Dra. Isra Farah, Investigación y Desarrollo de Armas Avanzadas de los Estados Unidos.

    ¿Otro científico? Preguntó Mike. Alex asintió y se detuvo. Entonces, si ella es otra víctima, ¿quién mató a los demás?

    ¿Quizás un ladrón?

    Quizás. Pero Alex tenía sus dudas. Dejó la identificación en el asiento. Echemos un vistazo afuera.

    Al bajar del avión, inmediatamente vio huellas de botas ensangrentadas en el suelo. No podía creer que no las viera cuando llegó. Aunque, en ese momento, era una misión de rescate, no una escena del crimen.

    Mike puso su pie junto a la huella de bota más grande. Mira el tamaño. Tiene que ser por lo menos una bota de talla veintiuno. Este tipo es enorme.

    Y él también es pesado, respondió Alex. Mira lo profunda que es la impresión. Alex pasó los siguientes minutos caminando y estudiando otras huellas de botas. Distinguí al menos cuatro impresiones separadas, con diferentes tamaños y huellas.

    Para un total de cuatro asesinos, respondió Mike.

    Alex torció distraídamente el anillo de bodas en su dedo, un acto que inconscientemente hacia mientras pensaba. Para resumir lo que sabía hasta ahora: el avión tenía cuatro asientos, y esos cuatro asientos habían sido ocupados por dos científicos y dos guardias militares. Entonces, ¿quién los mató? ¿Ladrones? No, el avión era demasiado pequeño para transportar a cuatro personas más.

    La única explicación lógica es que los asesinos lo habían estado esperando en el suelo. Pero, ¿cómo sabían cuándo y dónde chocaría? Si los pilotos estuvieran involucrados, sería una misión suicida. Pero no podía descartar esa posibilidad. El periódico estaba lleno de historias de hombres, mujeres e incluso niños en áreas devastadas por la guerra que llevaron a cabo misiones suicidas.

    Alex miró hacia los árboles. Entonces, si los cuatro asesinos no estaban en el avión, ¿de dónde vinieron? Y ahora que tienen a la científica, ¿adónde la llevarían? No hay nada más que jungla en cientos de millas en cualquier dirección. Al final, no importaba de dónde vinieran los asesinos o cómo estos llegaron aquí. La mujer científica necesitaba de su ayuda.

    3

    Los dos hombres siguieron el rastro de sangre adentrándose en la profundidad de la jungla. Desafortunadamente, la sangre de las botas del asesino pronto desapareció, lo que los obligó a buscar pistas más sutiles, lo cual no es nada fácil. La jungla es un lugar vasto y monótono, y para encontrar pistas de cualquier tipo se necesitan hombres con habilidades expertas de rastreo; para suerte de la científica, estos eran aquellos hombres.

    Como rastreadores experimentados, compartían el principio que tienen todos los buenos rastreadores, la creencia de que nadie puede atravesar un área sin dejar algún rastro de su paso. Es importante saber qué señales buscar y poder leer esas señales correctamente. Una interpretación incorrecta puede significar ir en la dirección equivocada y perderse sin esperanza alguna. En la jungla, eso generalmente significaba la muerte.

    A medida que avanzaban, examinaron ramas dobladas y rotas, vegetación pisoteada y patrones alterados de hojas en el suelo. Para el ojo que ha sido entrenado, incluso una telaraña rota es útil para determinar la dirección en la que fueron los asesinos.

    Después de una hora de persecución inquebrantable, Alex olió el humo del cigarrillo dispersándose en el aire. Se detuvo y señaló su nariz. Mike comprendió lo que le indicaba y asintió. Avanzaron silenciosamente poco a poco. Unos metros más adelante, Alex miró a través de la vegetación y vio a tres hombres robustos vestidos con uniformes militares, sosteniendo una AK-47 de fabricación rusa. La AK-47 es un arma extremadamente peligrosa.

    Alex vio a la científica sentada en el suelo con la espalda apoyada en un árbol. Bañada en sudor y temblando, parecía asustada y agotada por su terrible experiencia. Sobrevivió a un accidente de avión solo para presenciar el asesinato de sus compañeros de viaje frente a ella. Y por si fuera poco, ahora un grupo de matones asesinos la está arrastrando a través de la jungla.

    La atención de Alex se centró en un hombre que se fumaba un cigarrillo con fuerza. Caminaba de un lado a otro mientras miraba a la Dra. Farah. El hombre se detuvo abruptamente y dijo: Tenemos que matarla. Esa perra nos está retrasando. Esos malditos nativos probablemente nos están mirando, esperando para eliminarnos uno a uno como lo hicieron con los demás. Si no aceleramos el ritmo, ¡nosotros seremos los siguientes!

    Mantén la voz baja o Veck te oirá, profirió uno de los hombres. 

    ¡No me importa! Tenemos que matarla y largarnos de aquí. Esto no fue lo que me prometieron.  No es lo que se nos prometió a ninguno de nosotros.

    No podemos matarla. Veck dice que es un regalo para Sebastián.

    El hombre de los cigarrillos negó con la cabeza. "No, Sebastián solo mencionó el caso y lo entendimos. ¿Estamos juntos en esto o no?

    Los otros hombres se miraron y asintieron con entusiasmo.

    Bien, entonces cuando Veck regrese, le diremos.

    Satisfecho con su plan, el hombre de los cigarrillos se alejó unos tres metros. Escaneó la jungla, luego apoyó su rifle contra un árbol y comenzó a orinar. Cuando terminó, se subió la cremallera y corrió hacia los demás. ¿Han visto algo?

    Los hombres negaron con la cabeza.

    El hombre de los cigarrillos se rió mostrando algo de incomodidad. Rayos, estaba tan nervioso que casi me orino.

    De repente, los tres hombres se pusieron rígidos cuando un hombre corpulento apareció a la vista. Alex retrocedió inconscientemente cuando vio el enorme tamaño del hombre. El monstruo medía al menos 6 pies y 8 pulgadas de alto y pesaba al menos 400 libras. Tenía una cabeza calva y carnosa, pequeños ojos arrugados y una nariz grande y bulbosa. Su piel estaba tan pálida como un cadáver. Tenía una fea cicatriz debajo del ojo derecho con bordes ásperos que probablemente se cosió él mismo hace mucho tiempo. Su cuerpo gigantesco le recordó a un luchador profesional de antaño; grande, con el pecho en forma de barril y claramente fuerte.

    Iba vestido con uniforme militar como los demás y tenía una mochila con estampado de camuflaje atada sobre sus poderosos hombros. Alrededor de su enorme torso, llevaba una pistola de .45 mm enfundada; la misma arma del calibre utilizado para asesinar a los hombres en el avión. En la mano izquierda del monstruoso hombre, llevaba un estuche plateado.

    El estuche era alargado y se parecía a un sintetizador portátil o un estuche de teclado electrónico, pero Alex dudaba que estos hombres fueran amantes de la música. ¿Qué había dentro? Alex recordó que el hombre de los cigarrillos dijo, hace solo unos momentos, ...Sebastián solo mencionó el caso y lo entendimos.

    El gigante se acercó a los hombres. ¡Ustedes tres cierren sus bocas! gritó con un ronco acento británico, nos vamos.

    El hombre de los cigarrillos señaló a la científica con su dedo huesudo. Necesitamos matarla ahora mismo. Nos está retrasando.

    El grandulón sonrió. ¿Tienes miedo de que los nativos te atrapen, Rafferty?

    ¿No es así? ¡Ya mataron la mitad de los nuestros!

    Ellos son prescindibles, pero ella no.

    Entonces te quedas con ella. Nos vamos sin ti.

    Veck dejó el estuche plateado en el suelo. Puso sus enormes manos en sus caderas y dijo: ¿Todos ustedes quieren irse?

    , respondió el hombre de los cigarrillos con firmeza.

    El gigante disparó miradas desagradables a los otros dos hombres cuya única respuesta fue bajar dócilmente la cabeza. El grandulón se rió y se giró hacia el hombre de los cigarrillos. Parece que estás solo, amigo.

    Los ojos del hombre del cigarrillo suplicaron a sus cómplices, pero ya no tenía tiempo. Giró. Su rifle todavía estaba apoyado contra el árbol donde orinó. Parecía calcular las probabilidades de alcanzarlo antes de que el grandulón pudiera moverse, pero el tiempo ya se había agotado.

    El monstruo sacó la pistola de .45 mm de su funda, la colocó entre los ojos abiertos del hombre de los cigarrillos y apretó el gatillo. El sonido explosivo hizo eco en la jungla. Los pájaros chirriaron y volaron lejos de los árboles cuando la bala atravesó el cerebro del hombre y salió por el otro lado. El cuerpo cayó al suelo y su cigarrillo encendido aterrizó junto a su cuerpo ensangrentado. El gigante apuntó el cañón de la pistola humeante al hombre más cercano a él. ¿Quieres unírtele?

    No Veck, estoy contigo, siempre lo estuve.

    Claro, lo estabas. El hombre gigantesco

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1