Con casi 1.270 km², el lago Champlain es uno de los destinos turísticos predilectos para estadounidenses y canadienses debido a que su contorno sirve de frontera entre Nueva York, Vermont y Quebec. Pero también sirve como punto de encuentro para amantes de lo desconocido, ya que residentes y turistas de las localidades cercanas han sido testigos desde hace años de las apariciones de extrañas criaturas, desde Sasquatchs a felinos salvajes pretendidamente extintos. Pero, sin duda, su mayor enigma es el escurridizo morador que surca las aguas del lago: Champ, un «monstruo» lacustre local ascendido a fenómeno internacional.
Todo comenzó el 24 de julio de 1819, fecha en la que el diario Plattsburgh Republican publicaba el encuentro de un tal Capitán Crum con un ser de forma serpentina a 200 metros de su barco. Su descripción fue tan esperpéntica como rica en detalles: «Bestia negra, de unos 57 metros de longitud, tres dientes, ojos color cebolla, una estrella blanca en su frente y una banda roja en su cuellos». Si bien fue su primera aparición en los medios, los relatos de extrañas criaturas habitando el lago se remontan muy atrás en el tiempo. Tribus indias como los abenaki ya hablaban de la serpiente cornuda Tatoskok acechando en sus aguas. La tripulación del explorador Samuel de Champlain, quien terminó bautizando el lago, detectó en 1619 la existencia de peces inusualmente grandes y con escamas impenetrables.
La camarera de la cafetería situada junto al lago me explicó que su suegro, capitán de barco, se encontró con el monstruo
NUMEROSOS TESTIMONIOS
Más adelante, un grupo de trabajadores ferroviarios de Dresden vio una «enorme serpiente de brillantes escamas» en 1873. Igualmente, un local divisó una serpiente de ocho metros de largo con manchas blancas en su boca en 1883. Aunque, sin duda, el factor que catapultó a Champ a la fama fue la fotografía tomada por Sandra Mansi el 5 de julio de 1977 cerca de St. Alban, Vermont, donde se aprecia una bestia y , la imagen fue objeto de todo tipo de pruebas, sobre todo tras su redescubrimiento a cargo del investigador pionero en el empleo del sónar y la fotografía submarina Joseph Zarzynski.