Thais Un Angel Sin Alas: ¿Percepción O Déjavú Imaginación O Fantasía?
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Amante de sus tres hijos, de la msica clsica como tambin de la naturaleza en toda su expresin, a la que rinde pleitesa plasmndola en sus fotografas, haciendo alarde de ello al dedicarle, casi que con exclusividad, la que es su profesin.
Poseedora de una percepcin extrasensorial que maravilla a quienes le han conocido, y han tenido tiempo para escudriar sobre los poderes de la mente, y sin temor a equvocos, le han llamado la vidente.
Mayi como la llaman desde muy nia, en este sencillo ejemplar, ofrece al lector cinco historias llenas de veracidad, bellos sentimientos y sinceridad, y que titula:
Amor de ojos verdes
Shantall
Simplementeun Rayo de Luz
Mi vida entre sus brazos
Sardina
Historias dedicadas, a todas aquellas personas quienes permitan a la autora, entrar en sus corazones. Especialmente a su sufrida madre patria.
Maria Isabel Mathieu
Maria Isabel Mathieu nació en 1953 en Bogotá Colombia. Luego de tres décadas se trasladó a Los Estados Unidos en donde se convirtió en la escritora mayormente de ficción que hoy por hoy, ha publicado con este, 9 libros. Con su forma exquisita de narrar atrapa al lector al punto de hacerle soltar una carcajada como también una furtiva lágrima.
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Thais Un Angel Sin Alas - Maria Isabel Mathieu
Thaís
Un Angel Sin Alas
¿Percepción o Déjavú Imaginación
o fantasía?
Cuarta Edición
María Isabel Mathieu
Copyright © 2011 por María Isabel Mathieu.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2011917096
ISBN: Tapa Blanda 978-1-4633-1069-1
Libro Electrónico 978-1-4633-1068-4
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
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365160
Índice
Prólogo
Thaís Un Ángel sin Alas
Amor de Ojos Verdes
Shantall
Simplemente un… Rayo De Luz
Mi vida entre sus brazos
Sardina
Prólogo
Thaís Un Ángel sin Alas
Que maravilla es plasmar sobre el papel y compartir nuestras memorias que siempre han quedado grabadas en la computadora más perfecta que es nuestra mente. Que fijadas allí con olores, colores, sabores e infinidad de sentimientos que sólo en el momento en que se recuerdan, vuelven a renacer sin que se tenga presente el tiempo que ha pasado.
Es una forma fácil de pasar de generación en generación, estando aún y cuando ya no existamos.
Escribir momentos evocados de la niñez y la adolescencia en nuestra adultez, para que cuando estemos seniles, en un repaso hagamos llegar esos tiempos pasados a nuestra mente, que quizá regresen como flashes
pero nos harán sonreír, llorar o simplemente y con buena redacción, sorprender al lector que seguramente sentirá admiración por el escritor.
Amor de Ojos Verdes
Hacia el colegio caminaba la niña que, con la natural belleza de sus once años llamaba la atención de todos los adolescentes del barrio llamados en ese entonces cocacolos
.
De tez blanca, castaños sus cabellos como castaña su triste mirada enmarcada por grandes y profundas ojeras; una virgen con el cuerpo y el alma coloreados por la misma gama pura con que lo estaba su alma, y de gran ayuda le era el pertenecer a una familia en la cual, si algo abundaba, era el amor.
Siempre tomaba la misma ruta esta infanta quien ignoraba que existían unos ojos verdes que a diario la miraban con embeleso y un tierno deseo.
Jaime, el dueño de aquellos ojos, y quien al no resistir la ansiedad acompañada por una gran timidez, pidió a uno de sus hermanitos hablar con la niña y preguntarle si quería ser su novia. Este obedeció y acercándose a la joven dio el recado señalándole el lugar en donde se encontraba su hermano, quien sentado en la verja que encerraba el jardín de su casa, les miraba a distancia como queriendo escuchar la respuesta de la bella quien a su vez preguntó al mensajero el nombre y la edad, del que no muy lejos le contemplaba, y escuchó:
- Se llama Jaime y tiene trece años. Ella dijo entonces:
- Dile, que mi nombre es Thaís, y que en trece días le contestaré si lo acepto, o no.
Continuó su camino sintiendo el corazón un poco acelerado. La emoción de lo acontecido no le permitía concentrarse muy bien en la clase, y así sucedieron los trece días; mientras tanto él, se conformaba con verla pasar por el frente de su casa cuatro veces al día, pues su horario estudiantil le daba esa oportunidad.
Se llegó el día tan esperado. Jaime parado en una esquina que seguía pasando el colegio y en donde quedaba el teatro del barrio, esperaba inquieto por ella para conocer la respuesta, que no se hizo aguardar demasiado.
La niña vestía con su uniforme y sosteniendo los libros se le acercó y, una sola palabra salió de entre una sonrisa. ¡Sí!
Fue así como comenzó una linda historia de amor en el que el máximo acercamiento era, tomarse de la mano siempre a las escondidas de cualquier adulto que pudiera escandalizarse y enterar a la familia de la muchachita, que era muy distinguida en el vecindario.
Los dos por igual, todas las tardes al llegar a sus respectivos hogares, escuchaban la misma emisora radial Radio quince
, a la que llamaban la emisora de la juventud y, sostenían largas conversaciones telefónicas para decirse todo lo que no eran capaces en persona. Tonterías, pero que la timidez tanto como la mutua inmadurez, no les permitía.
En la ciudad de Bogotá vivían, luego de que la familia de Jaime emigrara de Medellín, y estaban también próximos a trasladarse a la ciudad de Manizales en donde fijarían su nueva residencia. Su padre era un médico, nómada incansable y había que seguirlo.
El tema de la partida se tocaba muy poco entre los niños enamorados que ya se habían prometido, escribirse a diario y sin parar, pues también pensaban que a diario, el uno del otro recibiría correspondencia y esto era como hablar todos los días. Muchos planes para el futuro de los dos.
- Júrame que cuando seamos grandes serás mi esposa. -le pedía Jaime de la forma más dulce.
- Te lo juro. –respondió ella- Pero… ¿Cómo cuántos años tendremos que tener?
- Humm. –meditó por unos segundos- Bueno, pues creo que yo, como diecisiete. Y tú, como quince ¡tendrás que esperarme!
Jaime selló la respuesta entregando a Thaís un Caduceo
(emblema de los médicos) mientras explicaba:
- ¿Ves este alfiler? Es de oro. - y explicó- Es el escudo de papá. Lo tenía en la solapa de su saco y lo agarré para ti. – y añadió- Esta, es una foto de las que me tomaron para la tarjeta de identidad; quiero que conserves estas dos cosas como un recuerdo, y cuando nos juntemos otra vez, todavía las tengas.
La niña con mucha delicadeza recibió el regalo que agradeció con su mejor sonrisa y prosiguió:
- Mira. –le mostró una fotografía- Esta soy yo con papá, en una playa de Cartagena; y ese bebe es mi hermanito; yo tenía dos años cuando me la tomaron. Pero en esta otra ya estoy grande, y fue cuando hice la primera comunión… bueno, ya te das cuenta por el vestido. Un día, yo te mostraré tu foto con el escudo, y tu tendrás que mostrarme las mías también.
Jaime continuó diciendo: Cuando escuches la canción de Enrique Guzmán Yo te seguiré
acuérdate siempre de mi. A veces creo que yo me la inventé, porque es exactamente lo que yo te quiero decir.
Parecía que con la mirada el chico le pedía a su amada que cantase la canción, cuando ella comenzó:
♫ Yo te seguiré a través del mundo entero;
mil valles habré de cruzar
mares he de navegar… yo por ti. ♫
Con los ojos empañados termina la estrofa, dando pie para que él continúe con la siguiente:
♫ Te perseguiré, como sombra junto a ti yo iré
porque nací para ti, y siempre contigo soñé
noche a noche anhelé, oír de ti. ♫
Terminando su estrofa, Jaime le besa la mejilla y, ella sonrojándose, hecha a correr hacia su casa envuelta en una sensación extraña, pero deliciosamente agradable. Fue un beso sublime del cual hubo un testigo; el hermano de Thaís quien se aprovechó para chantajearla, con la amenaza siempre de contarle a sus padres, entonces ella tenía que ver en televisión el canal que él quisiera.
Dora María una hermana de Jaime, contaba con quince años de edad y también tenía su noviecito llamado Miller; ella estudiaba en el mismo colegio al que Thaís asistía.
Cierto día caminaban las dos chicuelas y Thaís pregunta a su amiga:
- ¿A ti no te da dolor irte lejos y dejar a Miller?
- Humm, yo estoy muy contenta por el viaje. –contestó Dora- Hay veces que siento pena por él ¿pero qué le vamos a hacer?
- Yo en cambio, - dijo Thaís- cuando pienso en eso, siento que el corazón se me encoge y también siento… que me duele algo aquí en mi garganta; es algo muy feo y me dan muchas ganas de llorar. Hay veces que estoy sola y lloro, pero hay otras, que no puedo, porque me pueden ver en mi casa o en el colegio y yo no sé que voy a decir si me preguntan; además, a papá no le gusta verme llorar. Pero también cuando me acuerdo de todas las promesas, que nos hemos hecho Jaime y yo, me siento mejor, y me lleno de… creo que eso es lo que los grandes llaman ilusiones
.
- ¡Qué va! - dijo Dora riendo- La distancia es causa del olvido; eso fue lo que escuché que le decía mamá a Jaime el otro día, que estaba muy triste y le preguntaba a ella, que cuándo regresaríamos a Bogotá. ¡Imagínate no nos hemos ido, y el otro ya quiere regresar!
Thaís, con tristeza bajó la cabeza y al notarlo Dora, le puso la mano en su hombro y murmuró bajito:
- ¡Perdona. Yo no quiero ponerte triste. Lo que pasa es, que yo no quiero tanto a Miller,