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Acaramelada espina
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Libro electrónico335 páginas4 horas

Acaramelada espina

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Información de este libro electrónico

Isi sabía que la vida no era fácil. El divorcio de sus padres y el acoso escolar le habían marcado, había crecido como una persona fuerte y reservada, con un carácter espinoso. En su última relación, había lastimado a la persona que realmente la amaba y ahora estaba decidida a cambiar.
Antes de emprender su viaje soñado, asistió a un baile, donde conoció a un chico con el cual hubo una conexión que nunca había sentido.
El destino los unió en el mismo camino. En Verona, Alejandro, el chico del baile, decidió conquistarla. Pero Isi se mostraba reacia. Su pasado le había hecho desconfiar del amor y él tendría que demostrarle que era diferente.
Isi tendría que aprender a amar de verdad y Alejandro tendría que esforzarse para ganarse su confianza.
¿Logrará Alejandro conquistar el corazón de Isi?
Corazones rotos, amistades sanadoras, una desilusión y un viaje que cambió la vida de Isi.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 feb 2024
ISBN9788410681408
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    Acaramelada espina - Filadelfiat

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Filadelfiat

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Celia Jiménez

    ISBN: 978-84-1068-140-8

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    Filadelfiat

    Conocerte a ti misma es lo más difícil. Pasas de odiarte como si fueras un verdadero monstruo, te autodestruyes,

    hasta que aprendes a amar quién eres. Y renaces de nuevo.

    Para todos los que se están conociendo a sí mismos.

    Prólogo

    Las decisiones que tomamos a lo largo de nuestras vidas, en muchas ocasiones son las causantes de nuestros malos ratos y está claro que yo soy un vivo ejemplo de ello. A mi corta edad estoy cansada de mi realidad, cansada de la situación que yo misma cree, no era el momento para arrepentirme, pero ya estaba harta de lo que era. Me equivoqué está claro, pero lo lamentaba y merecía un descanso. 

    —No me confundas más —dice Tomás con sus ojos a punto de soltar una lágrima en su bello rostro.  El pecho se me comprimió al observarlo, no merecería nada de esto y odiaba la situación—. Te amo.

    —No me amas, si me amaras no serías egoísta —El amor es egoísta, quise decirle, pero para ocultar el mal momento simplemente me callé. Sus palabras me rompieron el corazón, pero yo ya le había roto el suyo. En estos momentos ambos estábamos siendo la grieta del otro, pero seguía creyendo que ambos podíamos reconstruirnos juntos. Sin pensarlo un segundo y no midiendo mis actos, me acerqué rápidamente y lo besé con efusividad. En el momento que respondió a mi beso, supe que nada estaba perdido y que tenía una oportunidad.

    Capítulo 1

    Bueno, antes de que esperes tanto de mí, conóceme. Mi nombre es Isidora, Isi para mis amigos. Actualmente tengo 15 años, soy géminis, uno de los signos más amados ja, ja y me encanta andar en bicicleta. A diferencia de otras chicas de mi edad, yo no me maquillo y tampoco me preocupo de mi outfit, colocándose muy guapa para ciertos días. No soy así. Soy más práctica. Al menos eso pensaba cuando era tan joven. Durante la básica mis padres se separaron y sentí como todo mi mundo perdía sentido. Lloraba por las noches en mi habitación mientras todos dormían. Nos mudamos a la casa de mis abuelos, ahí también vivía mi tía Susana. Ella era como mi hermana mayor. Me hacía sentir que era capaz de lograr cualquier cosa. Lo malo es que en el colegio esa frase quedaba sepultada. Ya que una sola persona lograba que mi existencia se viera como que no existiera. Paloma era una chica conflictiva. Ya daré más detalles más adelante. Pasaban los años y aún no le contaba a nadie qué era lo que me sucedía. Cada vez que quería contarlo mi garganta se apretaba y mis lagrimas no brotaban, estaban estancadas. En todo este proceso de mierda emocional que estaba viviendo me enteré de que le gustaba a un niño, pobrecito, pues yo no creía en el amor. Menos cuando mis papás me demostraban que el amor te dañaba. Te gritaba, te hacía sentir menos y que cada sonrisa por esa persona se transformaba en decepción. Aunque eso no quiere decir que descuidara mis estudios, al contrario, los estudios era un pilar donde yo sentía que estaba segura. Me quedaba a talleres de matemáticas y de lenguaje. Tratando de mantener mi mente ocupada. Un día en el taller de lenguaje me quedé escribiendo un poema en la sala. Esa tranquilidad de estar sola, que nadie te moleste. Bueno, hasta que llegó él. Un chico de cabello café, ojos negros, piel morena y alto para algunas chicas, no para mí. Él se acercó con valentía y me entregó una carta con una flor arrancada del jardín de la escuela. Con mis manos recibí de mala manera la carta y comencé a leerla. Si resumo lo escrito, decía que era el motivo del cual iba al colegio, decía que mi belleza era hipnotizante y que me veía más hermosa que las flores. Todo un poeta el chico. Al final de la carta decía «Me gustas, no sabes cuánto. Me gustaría que fueras mi polola», él me miraba con satisfacción. Pero en un segundo cambió su expresión al yo reírme mirando la carta.

    —Ni en tus sueños. Aaah, y me faltó decirte algo más especial, vete a la MIERDA. Porque ahí perteneces.

    Antes de salir de la sala en pleno recreo, rompí la carta y pisé la flor mientras él se quedaba mirándome con sus ojos acuosos a punto de llorar, pero se aguantó. Mientras que yo solo quería patear cada puerta que se topara con mi simple presencia. Sí, ya lo sé, fui una idiota. No porque yo estuviera en el infierno en vida tenía que comportarme como una imbécil con alguien que no se lo merecía. Tenía mucha furia interna. Ganas de golpear a todos, bueno, a una persona en especial. Esa malcriada detestable que me hacia la vida imposible. Y tenía ganas de gritarles a mis padres. Los detestaba. No amaba a nadie.

    Como cada día pasaba por el puente que tiene las vías donde pasa el tren. Me acerqué y miré las líneas.  Tablas antiguas de madera y rieles bastante gastados. Si me acerco solo un poco ¿me dolería?, no. Te morirías al instante. Capaz que caería en la calle de abajo. Me acerqué más. Y ahí venía el tren. Son solo dos pasos y se acaba todo. Todo el dolor y sufrimiento. Cuando iba a dar los pasos se me vinieron recuerdos con mi familia. Mi abuela riéndose porque yo me mojaba en un río, mi tata levantándome para que subiera al techo, correr con mi tía para que no me hiciera cosquillas, mi mamá abrazándome, porque me había asustado ver una araña en el patio, mi papá elevándome en sus brazos y cuando aprendí a andar en bicicleta sintiendo el aire pasar por mi rostro a los seis años. Se me hizo un nudo en el estómago. Lo cual fue tan doloroso que mi rostro soltó una lagrima deslizándose por mi rostro lentamente. Observé mis pies. Pasó el tren. Esperé, cuando ya había pasado comencé a caminar hacia la casa de mis abuelos. Me imaginaba que si me hubiera matado como hubieran estado mi familia llorando por mí. Estarían muy tristes. Mencionaba mi conciencia.

    Cada vez se me hacía más difícil de ocultar el infierno que estaba viviendo. Tenía miedo de que todo jodiera, miedo a sentirme peor de lo que ya me sentía. Era débil, no sabía defenderme, casi ni hablaba. Mi opinión siempre causaba problemas. Y callarse era lo que consideraba mejor en ese momento.  Sin embargo, las mentiras tienen una vida corta. Un día, después del colegio, como siempre me dirigí a mi casa. Quedaba como a 3 cuadras, cerca. Saludé a mi abuela Claveles y a mi tía Susana. Pero esta última al abrazarme me miró mi pelo con cara de horror y después con cara de furia. Yo instintivamente puse cara de pánico.

    —¿Qué pasa tía? —mencioné abrumada. Ella seguía en silencio—. Tía —repetí.—¿Isidora que te pasó en el pelo? —Qué iba a saber yo.

    —Nada que yo sepa —respondí evitando mirarle a sus ojos. Ya que su mirada me leía mis gestos.

    Respuesta equivocada.

    —¡¿Cómo que nada?! —gritó levantándome el pelo.

    —¿Qué quieres decir?

    —Tienes un chicle pegado en el pelo, mira —Acercándome mi pelo largo para que pudiera verlo—. ¿Quién lo hizo?

    Yo ya sabía la respuesta, Paloma, pero no quería decirlo. Mi tía me observaba cada gesto, hasta que decidió acusarme.

    —Mamá, la Isidora tiene un chicle en el pelo —Bien hecho, a mi abuela se me dificultaba mentirle—. ¡¿Qué?! —Se acercó a nosotras rápidamente.

    —Así es, mamá, a la Isidora le pusieron un chicle y no quiere decirme quien fue.

    Mi abuela me observó el pelo.

    —Vamos a tener que cortarlo, está completamente pegado —Empecé a sentirme frágil, me temblaban los labios, mi garganta estaba apretada, me dolía todo mi cuerpo. Mi respiración se entrecortaba. Empecé a taparme el rostro con mis manos. Mi lindo cabello—. Cariño, confía en nosotras.

    —Isi, sabes que puedes contarnos lo que sea, estamos para ayudarte y apoyarte en lo que tu necesites —me dijo mi tía de forma más calmada. Con esas palabras ya no pude soportar y las lágrimas escaparon de mis ojos. Apreté mis manos formando puños—. Lo sientooo —logré decir casi tirándome al suelo.

    —¿Por qué te disculpas, mi niña? —dijo mi abuela con una voz dulce que me rompía el corazón en pedazos.

    —Les mentí.

    —¿En qué nos mentiste, Isi?

    —Paloma me colocó este chicle en el pelo, me hace la vida imposible y ya no lo soporto más —Con mi mano secaba las lágrimas que no paraban de descender por mi rostro—. Llegué hasta tal punto de pensar en suicidarme en el tren que está cerca del colegio, me… quedé mirándolo estuve a punto de colocarme frente a este per… pero me acordé de ustedes.

    —¿Por qué te acordaste de nosotros?

    —Porque los amo, amo a mi familia. Y sé que hubiera sido difícil par... para ustedes haberse enterado de que su nieta, su hija, su prima y su sobrina había muerto. Me imaginé sus llantos y su dolor. Y por eso no me maté —dije mientras seguía llorando—. Mi niña, te amamos y siempre debes contarnos cuando tengas un problema que no sepas manejar —dijo mi abuela reprimiendo el tener que llorar frente a mí.

    —Somos tu familia, somos un pilar de apoyo para que no te caigas y si te caes, también te podemos ayudar a levantarte y hacer de ti un pilar fuerte.

    —Gracias —Me abrazaron ambas y ahí mi tía lloró junto a mi abuela y por supuesto junto a mí. Luego tomé la decisión de contarle a mi mamá. Ella pasaba llena de trabajo. Es profesora de diseño de vestuario—. Hola, mamá.

    —Hola, tesoro. ¿Cómo te ha ido en el colegio? —Auch, eso dolió. Cállate.

    —Mal.

    —¿Te has sacado malas notas? ¿Necesitas mi ayuda?

    —No, mamá, tengo las mejores notas del curso —Tomé aire—. Tengo que contarte algo muy importante, así que por favor no me interrumpas, porque me es difícil decirte esto.

    —Ya, hija, dime —Mirándome expectante. Se me hacia un nudo en la garganta y sentía que me asfixiaba en vida—. Me hacen bullying —Se quedó callada, bajó un poco la cabeza y empezaron a brotar lágrimas.

    —Hija, ya lo sabía, hace unos minutos tu tía me contó. Yo no le creía, ¿Cómo mi hija sufría de bullying? Esta niña dulce, amable y sonriente.

    —Pues a esta dulzura le tiran el pelo cuando sale a recreo —Con furia y tristeza—. La empujan en la entrada al casino, le gritan estupideces, le roban sus cosas y le pegan chicle en el pelo—. Y le mostré el chicle—. Hija, ahora mismo voy a llamar a la directora del colegio.

    —Bueno.

    —Pero te vamos a tener que cortar el pelo ¿te parece bien?

    —Sí, mamá —Era lo único que se podía hacer en esta situación. Mi mamá buscó las grandes tijeras que guarda mi abuelita. Me senté en un piso negro, mi tía me colocó una bolsa alrededor de mi cuello—. Ahora voy a cortar —Asentí. Cerré los ojos apenada. Y eso ocurrió, mi hermoso pelo de más de 70 cm de largo quedó en 40 cm. Mi hermoso cabello de años. Largo y sedoso, ahora estaba corto y rígido. 

    Pasó una semana de eso. Pero no tenía idea del favor que me estaba haciendo Paloma. La chica que me hacía bullying. Me cambié de colegio. Yo lo elegí. Quedaba cerca de la casa, pero un poco más lejos. El colegio se llamaba Elián. El nombre del colegio era personalidad y fuerza. No es para menos, el nombre era de un personaje griego, que representa la luz del sol. Brillante y luminoso es su significado. No me fue difícil adaptarme, si bien era más exigente, también era divertido y sin molestias. Mi primer día de clase fue, como decirlo, me aterraba la idea. Mis manos sudaban, avancé cabizbaja y solo me dediqué a pasar inadvertida. Aunque me hice amigas ese mismo día. La primera se llamaba Trinidad, ella era un poco más alta que yo, piel media clara, ojos cafés, con su cabello café oscuro y unas pestañas largas. La segunda se llamaba Julieta y a ella sin conocerla la percibí divertida y lo era. Ella era del mismo porte mío, tenía el cabello café, ojos cafés claro y su piel era clara. La tercera y última era Isabella, una chica tímida a morir, no hablaba casi nada, pero con ella me sentía en un hogar. Alta con el cabello largo, café oscuro, ojos cafés, piel pálida y desde ese momento sabía que seríamos mejores amigas. Y finalmente, yo, como dice mi mamá, uno también tiene que ser su mejor amiga. Soy bajita por eso cuando formamos fila voy de las primeras. Mi cabello es corto y es café oscuro, mis ojos casi del color de las aceitunas. Me sorprendí al encontrarme con un compañero del antiguo colegio de mierda que fui alguna vez. Se llama Tomás, es alto, mucho más alto que yo, muy delgado, ojos cafés y juega a la pelota. Y no ha cambiado, apenas pasó un mes y quebró las ventanas del colegio, debido a que estaba jugando con la pelota en la sala con sus amigos Mario, Benjamín y Maximiliano. Obvio, los castigaron haciendo limpieza comunitaria de la sala.

    Capítulo 2

    Pasaron los años como días. Ya tenía 17 años y seguía siendo la más bajita del curso. A esa edad a uno suele preocuparle su estatura, cuerpo y hasta como te vistes. Algo que claramente lo coloca la sociedad. Eso lo aprendí mucho después. Todos los días me iba en colectivo al colegio y no me molestaba. Pero saqué esa faceta de ahorro de mi papá y como él me daba cada semana 5000 para el pasaje, pensé en... y ¿por qué no quedármelo? Buena idea, ¿verdad? Toda una administradora en sus gastos. Tenía una bicicleta, a esta le llamaba el tornado, era rápida y tenía muchos cambios de velocidad. Me creía como si fuera de rápidos y furiosos. Se me ocurrió ir al colegio todos los días en bicicleta. Les comenté de mi idea a mis papás, obvio fue por separado, había que hacerlo con estrategia. Y así logré que ambos lo aceptaran. Pero siempre me decían que tuviera cuidado en el recorrido. Ya llevaba semanas de ir y venir en bici del colegio a mi casa. Y ese día, al llegar al colegio, unas chicas murmuraban, otra la miraba y le confirmaba. ¿Qué le confirmaba? Al ver a Julieta le pregunté.

    —¿Qué pasa allá? —Mirando de soslayo.

    —¿No te enteraste? —Abriendo mucho los ojos.

    —No… ¿De qué? —susurrándole. 

    —Les llegó la menstruación.

    —Aaah, ¿y por eso tanto alboroto?

    —Pues sí, ya son mujeres, ya pueden tener hasta hijos si no se cuidan. Y ahora es cuando sus hormonas se vuelven locas.

    —Ooooh.

    —Y a ti ¿no te ha llegado?

    —No, pero ya me llegará. Hasta los 18 es normal, así que a esperar nomás. Y tú igual.

    —Sí, aunque no quiero que me llegué por ahora. Así seguimos corriendo y hacemos yoga tranquilas.

    —Sí, en eso tienes toda la razón, Isi.

    —Hola, ¿qué hacen? —preguntó la Trini apoyándose en la mesa.

    —¿No nos ves? —bromeó Julieta—. Obvio conversando de temas del servicio de inteligencia. Cosas primordiales, baby.

    —Ja, ja, ja, qué divertida.

    —Tema: la menstruación.

    —Aaaah, a mí ya me llegó ayer en la noche. Fue un caos, pero saben, no es lo peor del mundo.

    —Para ti capaz, porque otras compañeras se quedan en sus casas por el dolor —dijo Julieta.

    —Sí, Julieta. Siempre tienes la razón —comentó Trini redondeando los ojos. Estas dos pasaban peleando por cosas que a mí no me interesaban. Lo bueno es que nunca se peleaban de verdad, sería una lástima.

    Ese mismo día en la tarde me dio fiebre en la última clase, me retiré antes de que esta empezara. Mi abuela me fue a retirar, nos veníamos caminando y conversando, ella intentaba distraerme de la fiebre. Estuve una semana completa en mi casa, acostada en mi cama sin poderme ni el peso de mi cuerpo, todo giraba, colores muy alumbrados, amarillos, verdes y naranja. Formaban figuras en el techo. Al parecer estas figuras no existían, era por causa de la fiebre. Empecé a gritar de miedo, me daba pánico como me mareaba todo. Bummm, me pincharon mi lindo trasero. Grité del dolor. Me daba pánico las agujas. Tenía tripanofobia. Al rato se me quitó la fiebre, por fin, y me mejoré.

    Al otro día, estaba más alta, mi pelo un poco más largo y me tuvieron que comprar otras zapatillas, ya que las que estaba usando me quedaron chicas. El lunes al comenzar de nuevo la semana, fui a dejar mi justificativo médico donde la inspectora del colegio, todas le decíamos por cariño la tía Laura.

    —Hola, Isi, estás de vuelta, me alegro y ¿de qué te resfriaste esta vez? —Este año me había pasado resfriando, lo cual era aburrido. Quería ver más a mis amigas.

    —Hola, tía Laura, esta vez me dio faringitis aguda y además fiebre.

    —Pobrecita, aunque ya te veo con las pilas nuevas, ¿creciste? Estas altísima —Se colocó a mi lado, midiéndome con su mano alzada—. Parece que ya no te vas a formar de las primeras —Le dediqué una sonrisa de boca cerrada, pero por dentro estaba gritando de alegría. Por fin crecimos. Avancé hasta llegar a mi sala, estaba tan emocionada que me equivoqué de sala y entré a la sala de 2.º medio. Como eran menores que yo saludé y me fui. Al salir de la sala choqué con un joven que parecía de mi edad, pero era menor. Cara pálida, ojos verdes, alto como de 1,75 cm aprox.

    —Disculpa —mencioné tímidamente.

    —Tranquila.

    —¡Chao! —dije corriendo.

    —¡Oye! ¿Cuál es tu nombre?

    —Isidora —respondí a lo lejos.

    Entré a mi sala con la cara roja de vergüenza.

    —Hola, Isi, ¿qué te pasó? —dijo Juli.

    Me topé con un chico muy lindo.

    —Uuuuuh, por eso vienes roja —Se comenzó a carcajear.

    —Oooh ¿ya estás coqueteando, Isi?, apenas has llegado hoy de su licencia —mencionó Trini.

    —JA, JA, JA, qué chistosa, amiga.

    Se nos unió un nuevo compañero, ya ni me acuerdo de su nombre, pero la Trini no dejaba de mencionarlo, no sé qué le veía, era un idiota a mi parecer. Sí era alto, ojos cafés y el cabello repleto de rulos negros. No era feo, pero tampoco me sentía intimidada por su confianza con las chicas. Al menos con él no. En cambio, con el de segundo era… intimidante.

    Llevaba poco tiempo en el colegio, pero a diferencia del de básica, a este me encantaba ir. Se venía el día de las mamás y yo ya estaba actuando como Nala del Rey León, estábamos practicando con otros compañeros de otros cursos. Y ahí lo vi, al chico de ojos verdes. Me molestaba con mi compañero de actuación Andrés.

    —Si tanto te molesta que esté actuando con él ¿por qué tu no quisiste el papel? —le comenté.

    —Ya quisieras, Isi.

    Se sabía mi nombre. Le devolví una sonrisa egocéntrica. Cuando terminó el ensayo me llamó el chico de los ojos verdes.

    —¿Qué pasa? —mencioné de mala gana. No te coloques nerviosa… respira…inhala… exhala. Vas bien.

    Isi ¿me das tu Instagram?

    —Pensé que no te importaba —dije desviando la mirada.

    —Sabes, en este momento te ves muy simpática —Me dedicó una sonrisa que sentía que ya se me salía el corazón—. Okey. Aquí está.

    —Gracias.

    —¿Y cuál es tu nombre?

    —Aaah ¿ya te intereso?

    —Lo siento, por ahora no.

    —O sea, en un futuro puede ser. Y respondiendo a tu pregunta, mi nombre es Matías.

    —Encantada de conocerte, Matías —Estrechamos las manos.

    —Al llegar a mi casa, Matías ya me

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