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Conjuro de Obsesión
Conjuro de Obsesión
Conjuro de Obsesión
Libro electrónico342 páginas3 horas

Conjuro de Obsesión

Por Anny

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Información de este libro electrónico

¿Cómo podríamos describir la vida de Antonella Rossi? Bueno, créeme que la palabra “fácil” no cabe allí. Antonella ha tenido que soportar maltratos psicológicos por parte de su familia. Toda la vida de Antonella da un giro drástico cuando a su vida llegan 6 hombres, los líderes de la mafia Rusa. Unos hermanos prepotentes, orgullosos, despiadados y mucho más. Ninguno de los hermanos conoce la palabra “no”. Estos quedaron embobados con la belleza de Antonella. Antonella no piensa ceder tan fácil con aquellos hermanos. Los hermanos no piensan rendirse. Antonella se ha convertido en la más grande adicción de los hermanos Kiselev. Bienvenidos al juego del ave y, sus captores...
IdiomaEspañol
EditorialXinXii
Fecha de lanzamiento17 nov 2023
ISBN9783989830622
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    Conjuro de Obsesión - Anny

    Prefacio

    EL AMOR Y EL ODIO... dos palabras tan opuestas, pero tan complementarias al mismo tiempo.

    El amor... el amor... el amor. Es una palabra que escuchamos con frecuencia, ¿no es cierto? Pero, ¿cuál es su verdadero significado? Si le preguntamos a Google, lo más probable es que responda que es un sentimiento puro hacia una persona a la que amas profundamente. Pero, sinceramente, no se dejen guiar por esas palabras vacías.

    Antes de que llegaran a mi vida, tenía esa misma concepción. El amor no se limita a encontrar a tu príncipe azul que te esperará toda la vida. En ocasiones, tú lo buscas activamente; a veces, no es un príncipe, sino una princesa; y en algunas ocasiones, ni siquiera llegas a encontrarlo. Esa es nuestra realidad.

    ¿Cuál es mi definición del amor? Es bastante sencillo: obsesión, dolor, dominación, sumisión, muerte, lascivia y muchas otras cosas más, ninguna de las cuales podría considerarse sana. Quizás piensen que estoy desquiciada por tener esa forma de pensar y actuar. Puede que sí, y sinceramente no me importa cuán trastornada esté. Si yo lo estoy, ellos también lo estarán, y me aseguraré de eso siempre.

    ¿Dicen que me he convertido en una persona egocéntrica, orgullosa y demás cosas sin fin? Se equivocan. Siempre fui así, y nada ni nadie podrá cambiar eso. Simplemente, ellos sacaron a relucir esa versión de mí misma.

    Muchas personas sueñan con encontrar su paraíso, pero ¿realmente quedan satisfechas una vez que lo encuentran?

    Capítulo 1

    ANTONELLA

    Doy vueltas en mi cama, intentando conciliar el sueño, consciente de que es lunes y de que en pocas horas tendré que levantarme. Sin embargo, me resulta imposible dormir. Mi preocupación aumenta debido a la ausencia de mi madre. Lo más probable es que esté bebiendo o drogándose en algún casino, apostando dinero que ni siquiera tiene.

    Miro el reloj de mi mesita de noche: 2:05 am. Sin más remedio, me siento en la cama y me pongo mis pantuflas. Decido bajar y esperar allí hasta que ella llegue. Sé que puede parecer absurdo, pero me siento más tranquila de esa manera.

    Camino hacia la cocina para beber un vaso de agua. En ese momento, escucho la puerta abrirse. Me asomo, esperando ver a mi madre, pero para mi sorpresa, no es ella. Es Albert.

    Lo observo detenidamente, pero él ni siquiera nota mi presencia. Está muy entretenido besando a una mujer atractiva de tez morena. Una pequeña vocecita en mi cabeza me insta a reclamarle, a echar a esa mujer con la que está siéndole infiel a mi madre. Sin embargo, otra voz me dice que no lo haga, que simplemente tome mi vaso de agua y espere a Elisabeth.

    Decido seguir a mi segunda voz, ya que en numerosas ocasiones he comentado a mi madre acerca de las infidelidades de mi padrastro y solo he recibido golpes y reclamos por meter mis narices en asuntos que no me incumben.

    Dejo que Albert y la mujer sigan con su encuentro, los observo mientras suben las escaleras y me siento en el sofá, esperando la llegada de mi madre.

    Los minutos pasan y justo cuando creo que estoy a punto de quedarme dormida, escucho cómo intentan abrir la puerta. Me levanto rápidamente, sabiendo que es mi madre. Abro la puerta para encontrármela. Luce fatal en comparación cuando la vi salir.

    —Quítate, me estorbas— aunque no quiera, la ayudo a llegar hasta un sofá cuando veo que no puede hacerlo por su cuenta.

    —¡Oh, Dios! —grito asustada cuando, gracias a la luz, puedo observar el rostro de mi madre. Tiene rastros de sangre seca y puedo ver un golpe en su mejilla derecha.

    —Esto —señala con dificultad su mejilla— es culpa tuya —dejo que me insulte, que se desahogue.

    Esta ya es una rutina. Mi madre me culpa de todas las desgracias de su vida. Me culpa de que mi padre (a quien no conozco) la haya abandonado cuando se embarazó de mí. Para ella, solo soy un imán de desgracias.

    La dejo en el sofá y voy a mi habitación, saco el pequeño botiquín de primeros auxilios que tengo y regreso con mi madre.

    Elisabeth no opone resistencia mientras limpio sus heridas. Mis párpados se sienten pesados, así que lucho por no quedarme dormida en ese mismo lugar.

    —¿Quieres contarme qué sucedió, madre?

    ¿Quieres contarme qué sucedió, madre? —imita mi voz, irritada—. ¡Pues resulta que debía dinero y no me quisieron dar más tiempo para pagarlo! ¡Todo esto es culpa tuya, Antonella! —Empieza a gritarme de la nada.

    —Mamá... —intento calmarla, pero es inútil. Solo consigo que se altere aún más.

    —¡Te dije mil veces que me dieras el dinero que debía y no lo hiciste! ¿Qué clase de hija eres? ¡No sirves para nada!

    —El dinero no alcanzaba. Si te hubiera dado lo que me pedías, no habríamos pagado el alquiler de la casa y no habríamos comido en al menos 2 meses.

    —No vengas con excusas baratas, Antonella. Tienes dos malditos trabajos.

    —Creo que ya es muy tarde. Iré a dormir. Te bajaré una manta. No creo que sea recomendable que subas las escaleras en tu estado —bueno, tampoco quiero que te encuentres a Albert teniendo sexo con quién sabe quién.

    Voy a mi habitación sin esperar respuesta por su parte. Cojo una manta y, cuando bajo las escaleras, mamá ya está dormida. La acomodo como puedo para que no duerma incómoda y no amanezca con dolor de espalda.

    Una vez de nuevo en mi habitación, logro dormirme después de alrededor de media hora. Cuando suena el despertador, siento que no he dormido absolutamente nada.

    Me levanto de mala gana. Hago mis necesidades, me doy una ducha y me pongo mi uniforme escolar. Me miro en el espejo y me repugno. Las ojeras están muy marcadas y mi cabello está hecho un desastre. Como puedo, trenzo mi cabello para que no parezca un nido de pájaros.

    Cojo mi mochila y antes de salir, veo que Elisabeth sigue igual que cuando la dejé.

    Cierro la puerta para finalmente irme, pero alguien desde dentro de la casa me lo impide.

    —Lo siento —murmura la mujer antes de salir corriendo literalmente.

    Ignoro eso y sigo mi camino. Estoy tan distraída en mis pensamientos que choco accidentalmente con alguien.

    —¡Ay! —murmuro, levantando la cabeza para disculparme con el sujeto con el que acabo de chocar. Pero... diablos, las palabras se quedan atascadas en mi garganta cuando lo observo.

    —¿Se encuentra bien? —me tiende su mano, que no dudo en tomar. Me ayuda a levantarme y es ahí cuando lo observo detenidamente. Su cabello es oscuro, negro, y está perfectamente peinado. Sus ojos son de un gris azulado. Es alto, muy alto. Me atrevería a decir que es el hombre más guapo que he visto en mi vida.

    —Disculpa... no me fijé, venía absorta en mis pensamientos. De verdad lo siento —me disculpo, sintiéndome como una completa idiota.

    —No hay problema. ¿Cómo te llamas? —dice de repente.

    Estoy a punto de responder, pero recuerdo que llego tarde y me voy a meter en problemas, así que, como si fuera una criminal, salgo corriendo de allí sin responder. Antes de perderme por completo, escucho un Nikolai. No me giro para ver de dónde proviene, así que asumo que ese es su nombre.

    Llego al instituto, sin distraerme, y me dirijo directamente a mi salón de clases. Maldigo internamente al ver que todos ya están sentados y el profesor ya está allí.

    —Señorita Rossi Colin, llega tarde nuevamente —me quedo en la entrada del salón, esperando a que termine su regaño para poder pasar—. Solo por esta vez se lo dejaré pasar, la próxima vez citaré a su madre, ¿entendido?

    Asiento y me dirijo a mi asiento. Encuentro a Melanie, mi compañera. Observo que tiene una hoja en su escritorio, pero no tengo tiempo para echar un vistazo, ya que el profesor prácticamente me arroja una en la cara.

    —Ya saben: si los veo copiándose, suspenderán su examen sin derecho a recuperarlo.

    ¡Maldición, maldición, maldición! Lo olvidé por completo. Con tantas cosas en la cabeza, no tuve tiempo de estudiar.

    Leo atentamente el examen y me doy cuenta de que no está tan difícil. Intento concentrarme, pero Melanie me da un codazo.

    —Pss, Antonella, ayúdame —murmura, y decido ignorarla para evitar problemas

    —Hey, no me ignores. ¿Cuál es la pregunta 2? —insiste.

    —No puedo decírtelo —susurro sin apartar la vista de mi examen.

    —¿Qué está sucediendo allí? —grita el profesor.

    Levanto la cabeza rápidamente.

    —Nada —respondo de inmediato.

    —¡Yo vi claramente, señorita, que usted le estaba diciendo algo a su compañera! —me señala.

    —Profesor...

    —¡Profesor nada! —me quita el examen sin dejarme hablar—. ¡Su prueba queda suspendida! ¡Abandone el salón de inmediato si no quiere ser expulsada también!

    Respiro profundamente, recojo mis cosas y salgo del aula. ¡Qué maravillosa mañana!

    Sin nada más que hacer, espero a que llegue la hora de salida y, una vez que suena, salgo corriendo directamente a mi primer trabajo: la cafetería.

    Cuando llego, me tomo un momento para respirar. Dejo mis cosas en el casillero y saco mi otro uniforme para cambiarme.

    Al salir para comenzar la tarde, me doy cuenta de que mi jefe está de mal humor.

    —Señor, buenos días —saludo mientras paso a su lado para dirigirme a la cocina. Él no me devuelve el saludo.

    —Anto, hoy te toca atender las mesas —me dice mi compañero mientras limpia las paredes de la cocina.

    —Ah, está bien. Gracias —salgo de nuevo y comienzo a atender a los clientes que van llegando.

    Pasadas unas horas, veo que es hora de mi almuerzo-merienda, así que una compañera me cubre para evitar problemas con el jefe.

    —Eh, eh —maldigo internamente cuando me siento en una esquina de la cocina a comer y mi jefe llega.

    —¿Sucede algo? —tomo un bocado de mi comida.

    —Sí, sucede que estás aquí, cómodamente sentada, mientras afuera hay muchos clientes esperando para ser atendidos.

    —Jefe, con todo respeto, estoy en mi hora de descanso.

    —No me importa en absoluto, descansarás cuando termine tu horario laboral —me arrebata la comida de las manos.

    —¡Oiga! Eso no es justo —reprocho, ya que siento que si no como algo, me desmayaré.

    —Si no te gusta cómo llevo las cosas en MI negocio, puedo darte la carta de renuncia.

    Resoplo y me levanto de mi lugar. No me conviene en este momento perder mi trabajo.

    —¡Mesa 3! —escucho que me grita mi compañera.

    Me dirijo a la mesa indicada, saco mi libreta y, cuando levanto la mirada, siento que me falta el aire.

    Maldición... ahí está el hombre con el que choqué esta mañana, acompañado de otros 5 hombres que... oh, Dios mío, son bastante atractivos. Todos tienen un gran parecido.

    —Buenas tardes. Mi nombre es Antonella y seré la encargada de tomar su orden —trato de sonar lo más profesional posible—. ¿Ya saben qué pedirán o desean ver el menú? —No los miro, ya que si lo hago, comenzaré a tartamudear como una estúpida.

    Después de tomar la orden de los seis hombres atractivos, atiendo a un par de mesas más antes de llevar el pedido de la mesa 3.

    —Y aquí está —murmuro para mí misma mientras sirvo el café al hombre que parece ser el mayor de todos.

    Las horas pasan y celebro cuando finalmente es hora de cerrar la cafetería. Los hombres de las mesas me dejaron una generosa propina antes de irse, así que no me fue mal, excepto por la parte en la que casi me muero de hambre debido a mi jefe.

    Realizo el cierre de caja, ordeno las mesas y las sillas, y finalmente salgo del local. Tomo un autobús para regresar a casa, ya que las calles están muy solas hoy y eso me da miedo. Mientras estoy en el transporte, veo un coche que parece estar siguiendo al autobús.

    Niego riendo por las tonterías que pasan por mi cabeza y tarareo una canción para mantenerme despierta mientras llego a casa.

    Me bajo en mi parada y, antes de entrar a casa, noto que ese mismo auto sigue allí... Me asusto un poco, pero después de unos segundos, veo que se marcha, así que me tranquilizo.

    —¡Por fin llegas! Me muero de hambre, cocina algo —me recibe Albert, mi padrastro, quien espera a que descargue todo para que le prepare la cena.

    —Tuve un día agotador y todavía me espera otro trabajo —me justifico.

    —No me importa, eres mujer y esa es tu responsabilidad. Tengo hambre, así que cocina algo.

    —Albert...

    —He dicho que tengo hambre —se acerca a mí y su repugnante aliento me llega. Intenta acercarse más, pero lo esquivo y entro rápidamente a la cocina.

    Saco todo lo necesario para preparar una sopa, ya que no quiero demorarme mucho. Albert suele darme miedo... en ocasiones ha intentado pasarse de la raya conmigo, y eso no me agrada para nada.

    Me concentro en terminar rápidamente y poder darme una ducha. Una vez que la cena está lista, camino hacia el comedor donde él ya está sentado.

    —Necesito dinero —dice sin apartar la vista del televisor.

    —Tenemos muchas deudas y con lo que trabajo apenas puedo mantener la casa.

    —No me importa. Necesito 100 dólares.

    —Veré qué puedo hacer —bufo mientras camino hacia mi habitación.

    —¡Esta mierda qué es! ¡Ni siquiera sabes cocinar bien! —Ignoro sus reclamos y me encierro en mi habitación.

    Lo único que quiero es dormir, pero sé que si toco la cama, me quedaré allí. Por lo tanto, me dirijo al baño, me ducho, me lavo los dientes y salgo.

    Para mi vestimenta de hoy elijo un vestido negro bastante corto, junto con unos tacones altísimos de punta. Me pongo encima un gran abrigo que me cubre casi todo el cuerpo.

    Ato mi cabello en una cola alta y maquillo mi rostro como me han enseñado en el club donde trabajo.

    Sí, mi segundo trabajo es en un club. No es algo que me agrade mucho, pero fue lo único que encontré.

    Mi trabajo consiste en dar pequeños shows bailando, eso es todo. A veces se vuelve difícil porque hay clientes que intentan pasarse de la raya conmigo, pero por ahora debo aguantarlo.

    Reviso mi teléfono móvil antes de salir para ver si tengo algún mensaje, pero no, no tengo nada.

    Capítulo 2

    ANTONELLA

    —Hey, por fin llegas, Antonella —murmura Olivia apenas entro a los vestidores.

    —No me vayas a reclamar por estar puntual —no la miro de muy buena manera.

    —Ya, ya. Lo siento —me miro en el espejo y termino de retocarme.

    Pongo mi atención en ella cuando veo que no está lista y solo me está mirando como una boba.

    —¿Qué sucede?

    —¿Sabes que te quiero mucho, Anto?

    Suspiro perezosamente. ¿Ahora qué favor me pedirá?

    —No tengo dinero, Olivia —aviso de antemano.

    —¡No, no! No es eso... mira, lo que pasa es que... estuve hablando con mi novio, ¿sabes?

    Momento épico donde nos propone un trío.

    Subconsciente, no es momento de bromear.

    —Aja... continúa.

    —Él se enfadó mucho conmigo por no haberle dado suficiente atención, así que esta noche, para evitar que siga enfadado, he decidido darle una pequeña sorpresita y...

    —Necesitas que te cubra —termino la oración por ella.

    —Exacto. Por favor.

    —Olivia, de verdad que lo haría, pero estoy realmente cansada.

    —Anto... no seas mala. Sabes que si fueras tú la que necesitara ayuda, yo te cubriría. ¿Vas a dejar que pierda el dinero que ya invertí en algunas cosas para pasar una buena noche con mi novio?

    —¿Tienes algo específico para esta noche? —Me rindo fácilmente.

    —¡Genial! —Me da un fuerte abrazo del cual me tengo que separar, ya que siento que me está asfixiando.

    —¿Tienes algo específico para esta noche? —Reitero la pregunta.

    —No, lo de siempre.

    —Está bien, solo recuerda que no hago servicios privados, ¿de acuerdo? —En realidad, evito hacerlos para evitar problemas, ya que muchos de ellos suelen querer aprovecharse o confunden un baile con otro tipo de servicio... ya sabes.

    —Sí, sí. Besitos, me tengo que ir —Sin más, se marcha.

    Termino de arreglarme y salgo, lista para comenzar la noche y que termine lo más pronto posible para poder descansar.

    ¿Por qué no nos relajamos un poco? Una copa no nos vendría mal...

    Subconsciente, esa idea, créeme, no es la mejor.

    Antes de llegar al escenario para empezar uno de mis shows, el encargado del club aparece en mi campo de visión.

    —Antonella —dice.

    —Buenas noches. ¿Sucede algo? —No es muy común que él me dirija la palabra, por lo que hago la pregunta.

    —Quería comentarte que hoy tu trabajo será un poco... diferente.

    —No entiendo, ¿a qué se refiere?

    —Llegaron unas personas muy importantes y te han solicitado para un privado.

    —Ya sabes que...

    —Sí, ya sé que no haces privados, pero esta es una excepción. Son muy adinerados y solo quieren un simple baile.

    —¿No puedes decirle a otra chica?

    —Quieren uno tuyo, fueron muy específicos, Antonella. Ya te están esperando. Sube a la parte VIP a la habitación 101.

    No me da tiempo de objetar, cuando ya se ha marchado.

    ¿A qué se refiere con quieren?

    ¿Cuántos serán?

    No sé, solo espero que no sean viejos verdes.

    Como cosa rara, ignoro a mi subconsciente y sigo mi camino hacia donde me indicó el encargado. Supongo que puedo hacer una excepción esta noche. ¿Qué es lo peor que podría suceder?

    Una vez llego a mi destino, las manos me empiezan a sudar por alguna extraña razón. Toco suavemente y abro despacio cuando escucho un pase.

    Las luces se encienden automáticamente cuando entro. Observo toda la habitación y quedo impresionada al ver que los sujetos para los cuales bailaré son los mismos de la cafetería. También está aquel con el que me choqué antes de ir al instituto... creo que se llamaba Nikolai.

    — ¿Sigues en este planeta? — Los vellos de mis brazos se erizan al escuchar la voz de uno de ellos.

    —Sí, lo siento —mierda, actúo como si fuera mi primer día trabajando en esto. No sé qué hacer.

    —Baila —escucho hablar al de cabello largo, el que parece ser el mayor.

    Me acerco lentamente a la tarima que se encuentra en la habitación, mientras los seis me observan cada uno de mis movimientos, lo cual me pone muy nerviosa.

    — ¿Tienen alguna canción en específico...? —Apenas termino de hablar, automáticamente comienza a reproducirse la melodía de una canción.

    Me toma unos cortos segundos adaptarme, ya que no la conozco. Una vez que agarro el ritmo, empiezo a menear suavemente mis caderas de un lado a otro, evitando mirarlos por mucho tiempo a los ojos. En uno de los pasos que hago, aprovecho y me suelto el cabello, dejándolo caer libremente.

    En esta ocasión no veo un tubo, por lo que tengo que hacerlo sin él. Sigo concentrada en la canción y en cómo debo moverme. Utilizo un movimiento específico para agacharme, esta vez mirando a uno de ellos. Paso lentamente las manos por mi cuerpo mientras relajo mis movimientos. Me dejo llevar por la música que resuena en la habitación, olvidándome por unos minutos de todo.

    Minutos después, la canción termina. Mi nerviosismo aumenta al no captar ninguna reacción por parte de ellos. ¿No les habrá gustado?

    —Otro —finalmente habla uno de ellos.

    —Era solo uno —protesto. La verdad es que hoy me siento muy cansada, más de lo normal, y presiento que caeré rendida en cualquier momento.

    —Pagaremos el triple de lo acordado si nos das otro baile —insiste otro de

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