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Libro electrónico216 páginas3 horas

Incontrolable

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Información de este libro electrónico

Me contrataron para ser la representante de la banda, no para emborracharme y despertar casada con el cantante luego de una noche de sucio, rudo e inolvidable...

Bueno, ya me entienden.

El punto es que esta no soy yo. Soy una profesional. Me tomo mi trabajo con seriedad.

Por desgracia, lo único que Ash Woodcox se tomaba con seriedad era volver a meter mano dentro de mis pantalones. No volvería a pasar, sin importar lo sexy que fuera. Iba a controlar mis deseos.

Qué mal que Ash fuera tan incontrolable. Cuando un excliente celoso comienza a esparcir rumores sobre mí, de nuevo me convierto en el centro de atención..

No dejaré que Ash arruine su carrera por mí.

Ash no dejará que nadie "le falte el respeto a su mujer."

Si creías que un chico malo y estrella de rock sureño era incontrolable, solo espera a que se enamore de ti..., o descubra que te embarazó en Las Vegas.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento27 feb 2021
ISBN9781071590560
Incontrolable

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    Incontrolable - Alexa Montes

    Índice

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Capítulo 15

    Capítulo 16

    Capítulo 17

    Capítulo 18

    Capítulo 19

    Capítulo 20

    Capítulo 21

    Capítulo 22

    Capítulo 23

    Capítulo 24

    Capítulo 1

    TRINITY

    No me había sentido así de bien en un largo, largo tiempo. Todo el cuerpo me dolía. Era un dolor agradable, del tipo que te recordaba que la noche anterior había sido..., bueno, llamémosla especial. No me había divertido tanto desde la universidad, y aun entonces, ningún idiota de la fraternidad me había hecho sentir de este modo.

    Cerré los ojos, saboreando el momento mientras me recostaba sobre el hombre responsable de aquel éxtasis inolvidable. Mis dedos recorrieron su pecho de arriba abajo. Firme. Musculoso. Atractivo. El cuerpo de un hombre de verdad.

    Maldita sea, ¿había elegido bien o no? Estaba sonriendo tan fuerte que era casi doloroso.

    Por un momento, me sentí avergonzada por ser tan superficial. Normalmente era conservadora cuando se trataba del sexo. Tenía que serlo por mi profesión. Además, el sexo simplemente era mejor cuando había una conexión emocional más profunda.

    O al menos, eso es lo que siempre había creído hasta anoche.

    Un temblor se apoderó de mí mientras los recuerdos inundaban mi mente. Las cosas que había hecho. Lo que habíamos hecho. Lo que él me había hecho. Se sintió todo tan real y, a la vez, fue tan intenso que parecía que sólo podía ocurrir en mis sueños.

    De repente, sentí su miembro duro sobresaliendo entre mis muslos.

    Era grande. Sorprendentemente grande.

    Así que esa parte había sido real.

    Me retorcí sobre su cuerpo desnudo, con mi rodilla deslizándose entre sus piernas y su miembro reaccionó al instante; se hizo aún más grande.

    Miré de arriba abajo su perfecto cuerpo cubierto de tatuajes. Era blanco, pero no llegaba a ser pálido. Tenía un brillo saludable que indicaba que sabía lo que era el sol, pero al mismo tiempo carecía del color naranja tan desagradable que adquirían algunas personas en su búsqueda de la vanidad.

    Mi dedo recorrió desde su clavícula hasta la barba incipiente de su barbilla. Era alguien que se rasuraba la mayoría de los días y despertar con él quería decir que no había tenido la oportunidad de hacerlo como Dios mandaba.

    Sin mencionar que no habría podido hacerlo de haber querido.

    Cabello oscuro y tupido. Dios, estaba buenísimo.

    De hecho, era tan hermoso, que era increíble que aún no lo hubiese visto en portadas de revistas.

    ¿O sí?

    Comencé a temblar. Reconocer a alguien no siempre era algo bueno. Cuando tienes ciertas responsabilidades, hay ciertas cosas que simplemente no haces con ciertas personas.

    Como él.

    Él.

    Con quien yo estaba.

    Le estaba poniendo un nombre al rostro. Una historia al rostro. Una leyenda al rostro.

    Mis labios balbuceaban, un escalofrío me recorrió la columna vertebral al tiempo que intentaba comprender lo que estaba pasando.

    Este era Ash Woodcox.

    Estaba desnuda en la cama con Ash Woodcox.

    Había cogido con Ash Woodcox.

    Con toda esta realidad golpeándome, hice la única cosa lógica y razonable posible.

    Grité.

    Muy fuerte.

    Salté de la cama y dejé que escucharan mi voz.

    ¿Qué diablos estaba haciendo él aquí? ¿Qué diablos estaba haciendo yo aquí?

    No pude controlarlo. Sentía terror. Sorpresa. Algo. No lo sé, estaba en una situación que ni siquiera podía entender.

    Había pocas cosas de las que estaba segura en este mundo, y una de ellas es que jamás debía acostarme con alguien como Ash Woodcox.

    —¡Jesús! —él gritó a su vez, luchando por ponerse de pie.

    No había muchas explicaciones para la situación en la que me encontraba, excepto la que sugería exactamente eso: Me había acostado con Ash Woodcox.

    Me acosté con el mujeriego imbécil. Dormí con el hombre que no tenía respeto por nadie. El idiota hablador que se metía en peleas a la menor provocación, o peor, era alguien que se metía en peleas si había algún indicio de provocación, o incluso cuando nadie lo había provocado para empezar.

    —¡Cálmate! —rugió, con sus manos en mis hombros —. En serio, ¡ya pinches cálmate!

    —¿Qué me pinches calme? ¿Qué me calme? ¡Estoy aquí contigo! ¡Contigo!

    —¿Qué? ¿Qué tengo yo de terrible? —me miró de arriba abajo, y su mirada se quedó fija en mi pecho..., y en lo que había entre mis piernas.

    Porque encima de todo, lo que más necesitaba era un enorme recordatorio de que estaba desnuda.

    Sola. En una habitación.

    Con el maldito Ash Woodcox.

    Grité de nuevo y lo empujé mientras cubría mis partes íntimas con timidez y lo apartaba de mí.

    Su mirada bajó hasta mi trasero. Le gustaba lo que veía.

    Grité más, al tiempo que corría hacia la cama y me cubría con las sábanas para obtener algún tipo de cobertura.

    —¡Eres un maldito cerdo!

    Caminaba de un lado a otro sin saber que debía hacer. Debería haberme escabullido por la puerta, huido y olvidado que todo esto siquiera ocurrió.

    Sería muy difícil olvidar algo como esto, pero me habría gustado intentarlo y aprender a no odiarme a mí misma.

    Entonces, noté que había un pedazo de papel encima de la mesita de noche, junto a nuestra cama.

    Me acerqué a él con timidez.

    Un documento oficial del estado de Nevada, completo con el sello del estado para que supieras que no provenía de la impresora de cualquier imbécil.

    Ash Woodcox.

    Trinity Hall.

    Casados.

    Grité una vez más.

    Capítulo 2

    ASH

    Coño, esta chica era absolutamente hermosa.

    Maravillosa. Atractiva. Tan sensual que endurecía penes.

    Necesitaba más sinónimos para describirla. Digo, yo era compositor, un letrista, pero aun así ella me dejaba sin palabras.

    Ese oscuro cabello largo que tenía, esos pechos redondos y suaves, ese trasero curvado y una vagina en la que quería sumergirme. Todo en ella era delicioso, junto con su cuerpo que era del color del caramelo. Se sintió como un estereotipo usar un sabor dulce para describirla, pero diablos, con alguien tan dulce como ella, ¿quién podría culparme?

    Caí en cuenta de que la parte salvaje de mi cerebro que me decía que debía probar algo de aquello, lo hacía en tiempo pasado.

    Ya la había probado.

    Si te despiertas desnudo con una chica, y eres yo, era poco probable que tan solo hubieras dormido inocentemente a su lado.

    El pene me dolía de tal manera que sabía que me la había cogido bien.

    Al ver el fuego en sus ojos, estaba más que listo para cogérmela otra vez.

    ¿Cuál era el problema entonces? Que ese fuego no quería nada de mí.

    —¿Qué puta madre es esto? —caminaba por la habitación pisando fuerte. Medía 1.50 y estaba furiosa. Tomó un pedazo de papel y lo aventó hacia mí. Estaba muy, muy claro que estaba enojada, pero el papel es un proyectil muy inútil cuando no está doblado.

    Cayó sobre la cama.

    Estaba tan curioso como ella sobre lo que estaba pasando, sólo que mucho menos enojado. Fui hacia él y lo recogí:

    —Ok, déjame leer esto.

    Mmm. Documentos oficiales. Elegante.

    —Tiene que ser una broma. Esto en serio tiene que ser una broma.

    ¿Padre Jonathan San John? ¿Ofició una boda? ¿Ese era tan siquiera un nombre de verdad?

    —Por favor, dime que es una broma. Esto en serio no puede ser un documento real.

    Matrimonio, ¿eh? Espera, ¿estoy casado? Mis ojos lo buscaron. Sí, era el cónyuge uno en el documento. Ash Donovan Woodcox.

    ¿Cónyuge dos?

    —Eh... ¿tú nombre es Trinity Hall? —dije con lentitud, y con mi confusión apenas aclarándose.

    —¿En serio estás preguntándome mi nombre después de lo que me obligaste a hacer?

    —¿Qué te obligué a hacer?

    —¡Casarme contigo!

    —Esta noticia es tan nueva para mí como para ti.

    Ella gruñó, sus manos se estaban convirtiendo en garras. Podía notar que quería apretarme la garganta con ellas. Era una mujer aterradora, pero absolutamente hermosa

    —Entonces eres Trinity, ¿verdad?

    —¡Sí, soy Trinity, imbécil!

    Miré el documento de nuevo para estar seguro de lo que había visto y no era una alucinación.

    —Muy bien, entonces supongo que estamos casados.

    Otro grito.

    Y luego un despertador que venía directo hacia mi cabeza.

    Por suerte, no tenía la puntería de un pitcher de ligas mayores, así que logré esquivarlo con facilidad.

    —¿Qué mierda?

    —¡No puedo estar casada contigo! ¡No recuerdo haberme casado contigo! ¿Cuándo diablos le dije «sí, acepto» a esto?

    —Yo tampoco lo recuerdo, pero no recuerdo demasiadas cosas, sólo que me estaba divirtiendo muchísimo haciendo lo que fuera que estuviera haciendo —sonreí, aferrándome a los vagos recuerdos de la noche anterior. Eran sólo breves momentos del tiempo que pasé con ella: sosteniéndola, tomándola, sintiéndome en completa serenidad a su lado.

    El whisky había venido a mí muy temprano durante la noche, y siempre he sido un borracho feliz.

    Pero casarme luego de una larga noche de fiesta era algo nuevo. Era una línea que nunca pensé que cruzaría, aun cuando estuviera cayéndome de borracho.

    Pero, ¿Trinity?

    Podía ver por qué la línea se había vuelto algo difusa. Ella se veía absolutamente hermosa mientras me gritaba y yo aún la quería conmigo.

    También quería calmarla. Darle algo de paz.

    Sin embargo, la furia que la poseía en ese momento no era algo que pudiera apagar con facilidad.

    Me lanzó aún más cosas.

    —No puedo creerlo, ¿qué clase hombre debes ser para hacer algo como así? ¡Eres repugnante, actúas como un niño! ¡¿Por qué querría casarme contigo, aun estando hasta el culo de peda?!

    Más evasiones de mi parte.

    —Necesito llamar a la policía. Demandar. Hablar con los medios. ¡Exponer el pedazo de basura que eres realmente!

    Con todos esos gritos, bueno... comencé a caer en cuenta que esta podría ser una situación seria y las cosas podían ponerse terriblemente mal.

    Este era un documento oficial. Busqué algún error ortográfico o algo que lo hiciera parecer un chiste obvio.

    Sin embargo, lo que realmente me hizo darme cuenta de la gravedad de la situación fue el anillo que llevaba en el dedo. Detuve la vista sobre él para observarlo. Era un hermoso y típico anillo de compromiso dorado.

    Investigar mi propio dedo, por supuesto, provocó que Trinity hiciera lo mismo. Miró el suyo.

    —Un puto anillo. ¡Estoy usando tu puto anillo! —gritó y continuó lanzándome cosas.

    Venían tan rápido que ya no lograba identificarlas. Era un tipo más ingenioso y listo de mujer despechada, y eso la hacía aún más aterradora.

    ¿Qué diablos había pasado anoche? No caminaría hacia una mujer como ella para seducirla y buscar un encuentro de una noche. Estaba muy claro que ella era más que sólo eso.

    Necesitaba respuestas. Respuestas que ella no tenía; respuestas que yo no tenía. Luego de pensar un momento, recordé más de la noche anterior.

    Chance y Phoenix estaban conmigo. Eso era lo único de lo que estaba seguro antes de que nos separásemos y cada quien tomara su propio rumbo por un rato.

    Como Chance era un tipo grande, podía manejar muy bien el licor y podía confiar en que nunca bebería hasta quedar inconsciente.

    Miré alrededor de la habitación y escarbé mis pantalones; rebusqué entre los bolsillos hasta hallar mi celular. Lo saqué y comencé a buscar algo.

    —¿Qué estás haciendo? ¿Llamas por teléfono a alguien justo ahora?

    Levanté un dedo para pedir algo de silencio.

    Lo que obtuve en su lugar fue otro objeto volando hacia mí. Creo que era sólo un lapicero, pero logré esquivarlo.

    —Ash —dijo Chance al responder la llamada—. Voy a patearte el culo.

    Parpadeé por un momento, pensando bien las cosas y mirando a Trinity mientras tomaba la llamada. Lo hacía en parte porque era hermosa, y en parte porque quería mantener viva mi racha de esquivar los objetos que me lanzaba.

    —Oye —comencé—. No es el momento de amenazarme con peleas absurdas. Pasó algo grave anoche.

    —Claro que sí. ¿Cuánto del presupuesto desperdiciaste planeando esta broma?

    —¿Cuál broma? ¿Cuándo nos ha importado una mierda el dinero? Necesito hablar con alguien sensato ahora mismo. Necesito que mi hermano se comporte como tal.

    —¿De qué demonios hablas, Ash? ¿Qué está pasando?

    —Hay una mujer aquí que está a nada de cortarme la yugular.

    —¿Ella también es parte de la broma?

    —¿Qué broma, hermano? No es ninguna broma. Nadie se está riendo.

    —Este —comenzó.

    Puede que haya dicho algo más, pero tuve que lanzarme al piso pues un florero pasó rozando mi cabeza y tuve que evadirlo.

    —El certificado de matrimonio —lo oí decir.

    —Necesito hablar contigo sobre exactamente eso —respondí con rapidez— Ven aquí, Chance. Vamos, te necesito, hermano.

    No hubo respuesta del otro lado del teléfono.

    —¿Chance?

    Había colgado.

    Qué grosero.

    Sonaba como si estuviera teniendo su propia jaqueca matutina. No era el tipo de persona capaz de traerme de vuelta a la realidad.

    Consideré hablarle a Phoenix, pero era un zombi por las mañanas, así que sabía que no sería de mucha ayuda.

    Además, Trinity aún estaba histérica. Debía hacer algo al respecto.

    —Cálmate —dije, aunque me lo decía más a mí mismo que a ella.

    —¿Por qué debería? —me dijo, caminando de un lado a otro—. Estoy casada contigo. Contra mi voluntad.

    —¿De qué demonios hablas? ¿Contra tu voluntad?

    —No quiero estar casada con una controversia andante, Ash. Tú eres una controversia andante.

    Asentí con un gruñido. En realidad, no podía negarlo.

    —No es como si hubiera obligado a alguien a casarnos. No soy un villano de cuento de hadas con ese tipo de poder.

    —¡Pues no recuerdo haber dicho «acepto»!

    —¡Yo tampoco! —negué con la cabeza—. Mira. Escucha. Debimos haber estado borrachos a más no poder. Los dos. Nos casamos en una ceremonia nocturna en Las Vegas. Yo compré los anillos.

    —Oh, tú los compraste, ¿eh? ¿Estás seguro de eso?

    —Nunca te habría dejado pagar por algo como eso a menos que fueras, no sé, algún tipo de heredera billonaria,

    —¿Y quién dice que no lo soy? ¿Están haciendo suposiciones sobre mí?

    Me detuve, y arqueé una ceja.

    —¿Lo eres?

    —¿Soy qué?

    —¿Eres una heredera billonaria?

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