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Oh, ¡Bebé!
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Libro electrónico223 páginas4 horas

Oh, ¡Bebé!

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Información de este libro electrónico

Él es exactamente  lo opuesto a la clase de hombre que ella quiere... pero puede ser exactamente lo que ella necesita.

Lena Shapiro, es una cirujana exitosa y una  hija abnegada.  Ella sacrificó su vida personal para construir su carrera y cuidar de su madre y de  su hermana.  Ahora con treinta y nueve años y soltera, observa a sus compañeros emparejándose y teniendo hijos, y se pregunta si ya ha perdido su propia oportunidad de ser feliz.

Asignada para ser la mentora de un colega visitante, Lena se encuentra a sí misma enamorándose de este hombre. Pero Adam Sterling es todo lo que ella no necesita: es demasiado joven, demasiado arrogante y demasiado dispuesto a sobrepasar los límites personales y profesionales, como si fuera poco se va de L.A. por un trabajo en la costa opuesta.

Con la fecha de la partida de Adam cada vez más cerca, ¿se recluirá Lena en la seguridad de su vida solitaria, o se arriesgará a un futuro incierto con el hombre que podría hacer realidad sus sueños?

(Nota: Este es un romance contemporáneo apasionante que contiene temas maduros y contenido explícito, destinado a adultos mayores de 18 años. Es una novela independiente, sin cliff-hangers, y un HEA garantizado.)

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento28 jul 2020
ISBN9781071534199
Oh, ¡Bebé!
Autor

Jill Blake

Jill Blake loves chocolate, leisurely walks where she doesn't break a sweat, and books with a guaranteed happy ending. A native of Philadelphia, Jill now lives in southern California with her husband and three children. During the day, she works as a physician in a busy medical practice. At night, she pens steamy romances.

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    Oh, ¡Bebé! - Jill Blake

    CAPITULO UNO

    Lena Shapiro tocó la pantalla de inicio de su iPhone. Ni llamadas ni mensajes desde que lo había revisado cinco minutos antes, una única barra en la parte superior de la pantalla seguía allí parpadeando.

    Dando unos pasos hacia la izquierda o hacia la derecha, esperando para ver qué sucedía, lo más probable era que en su lugar recibiría el temido mensaje de Sin servicio. Se había pasado los primeros diez minutos de la fiesta intentando encontrar una señal que enganchara, sosteniendo el teléfono en alto como un palo de radioaficionado.

    Lo que único que sí encontró era un lugar para instalarse, en la esquina de la propiedad de Rachel y Erik. Así que tomó una botella de agua mineral fría, para mantener el calor a raya, y se plantó ahí en una mesa con sombrilla incorporada.

    A lo lejos, las aguas grises y azules del Pacífico brillaban bajo el sol del mediodía. Ahora que la niebla de la mañana se había disipado, podía ver la línea costera que se extendía hasta el muelle de Santa Mónica. Había peores lugares para estar, especialmente si tenías que recibir llamadas en un 4 de julio.

    Lena, cariño, ¿qué haces aquí?

    Lena levantó la vista y le sonrió a Rachel, su mejor amiga desde la universidad. Estoy pendiente del teléfono, tengo un par de pacientes post-operatorios que me preocupan.

    Rachel se deslizó hasta el asiento vacío más cercano a ella. Te lo dije, deberías haberte dedicado a la guardia de urgencias médicas. Hago mi trabajo y me voy a casa, sin llamadas fuera de horario ni dolores de cabeza.

    Seguramente, dijo Lena. Pero entonces tendría que lidiar con borrachos, adictos en busca de drogas y obstrucciones fecales...

    Tú ganas, Rachel dijo riéndose. ¿Has comido algo?

    Sí, gracias, Erik hace unas hamburguesas de lujo.

    Rachel sonrió y miró a través del césped hacia la cocina construida al aire libre, donde Erik todavía estaba volteando hamburguesas y salchichas italianas mientras entretenía a sus invitados. Tengo novedades para contarte.

    Vale...dime.

    Rachel se acercó y bajó la voz. Estoy embarazada.

    ¡Oh, Rach! Lena abrazó a su amiga, tragando la mezcla agridulce de sensaciones entre alegría y envidia que la asaltó. Felicitaciones, ¿De cuánto tiempo estás?

    Ya de doce semanas, Gemelos, ¿puedes creerlo?

    Considerando que Rachel y Erik habían estado sometiéndose a FIV durante los últimos seis meses, Lena no se sorprendió en absoluto. Eso es maravilloso, Rach. ¿Cómo te sientes?

    Mientras Rachel lanzaba una detallada descripción de las náuseas y los pechos hinchados y la necesidad de orinar cada cinco minutos, Lena se concentraba en tratar mantener una sonrisa firmemente pegada en sus labios. Si alguien merecía tener una familia, era Rachel. Lena estaba feliz por ella.

    Y si, el anhelo que la atravesaba se sentía al igual que un dolor físico, pero Lena era lo suficientemente fuerte como para ignorarlo. Ella desde un principio había tomado su propia decisión, en primer lugar estaba su carrera.

    De lo que no se había dado cuenta en ese entonces era del tiempo que le llevaría asentarse en su carrera y de lo mucho que tendría que sacrificar en el camino para lograrlo. Aún no sabía si a la larga realmente valía la pena.

    Y sí, era socia de un muy concurrido consultorio de práctica quirúrgico, Vicepresidente del Departamento de Cirugía del St. Mary's Hospital y miembro del Colegio Americano de Cirujanos. Tenía más derivaciones de pacientes de las que podía manejar, y tantas responsabilidades administrativas que Rachel le dijo que debía pararse frente a un espejo y practicar para aprender a decir No.

    Lo que Rachel no entendía era que Lena no tenía problemas para poder decir No, al menos cuando tenía que ver con su vida privada, probablemente por lo cual seguía soltera y sin hijos a los treinta y nueve años.

    Oh, Dios mío... Rachel chilló y le agarró el brazo a Lena. ¡No mires!

    ¿Qué? Lena parpadeó, instintivamente siguiendo la mirada de Rachel hacia las puertas corredizas de cristal de la parte trasera de la casa. "Oh. ¿Qué está haciendo él aquí?"

    Te dije que no miraras. Rachel frunció el ceño por el recién-llegado, que se dirigía hacia los invitados agrupados alrededor de la parrilla. O no había visto a Lena, o estaba decidido ignorarla. Lo siento, Erik debe haberlo invitado, ¿Estás bien?

    Bien. Lena hizo un esfuerzo para mirar hacia otro lado.

    Estás mejor sin él, dijo Rachel. "El tipo es un capullo total, de hecho, así es como deberíamos llamarlo de ahora en adelante: Doctor Capullo".

    Totalmente de acuerdo, dijo Lena con una leve sonrisa. Doctor Capullo, el Urólogo. Muy gracioso, ¿o debería decir patético?"

    Su teléfono sonó, lo cual le vino muy bien, no tenía ganas de recordar otra relación más que había fracasado. Especialmente con su bien intencionada y asquerosamente feliz amiga casada y embarazada.

    ¿Cuál era el punto, de todos modos? El patrón de la vida amorosa de Lena era siempre el mismo, incluso si los rostros cambiaban. Los hombres la veían como un desafío, pero en algún punto se cansaban de competir con su carrera. Cuando le cancelaba a uno varias citas por causa de su trabajo, su enojo se convertía en frustración, lo que inevitablemente llevaba a un ultimátum.

    En serio, ¿qué había en el ego masculino que hacía que los hombres pensaran que ella los elegiría por encima de sus responsabilidades como cirujana? ¿Y por qué incluso, en una sociedad tan avanzada como la de hoy en día, tenía que elegir y tomar luego una decisión?

    Tres minutos más tarde, Lena le dio una mirada en su teléfono a los resultados preliminares de laboratorio de la paciente y se dirigió a la casa.

    Estaba a mitad de camino hacia la puerta principal cuando la voz de Erik la detuvo.

    ¡Lena, espera!

    Ella miró hacia atrás, la tez de Erik estaba más enrojecida de lo normal, un brillo de sudor cubría su cara y  tenía unos mechones de pelo rojizo claro pegado a sus sienes.

    Ella deslizó el teléfono en el bolsillo lateral de su bolso y esperó a que él la alcanzara. Siento estar escapándome, le dijo ella. Llamaron de Urgencias por una posible apendicitis.

    Entonces no te retendré, dijo. Sólo tengo que pedirte un pequeño favor, hay un practicante de segundo año de oncología quirúrgica que comienza a trabajar mañana con nosotros, necesito que te encargues de él.

    Sus dedos se apretaron alrededor de la correa de su bolso. ¿Qué quieres decir con que me haga cargo de él?

    Que coordines su rotación en St. Mary's, estás en la facultad de la CRI, ¿no?

    CRI, o el Instituto de Investigación del Cáncer, estaba mínimamente afiliado a St. Mary's, y la mayoría de los miembros de la facultad eran parte del personal fijo del hospital.

    Lena asintió.

    Ya has trabajado con algunos de sus colegas, Erik le dijo. Así que ya conoces el procedimiento, Así que asígnale al hombre algo de tiempo en el quirófano y en la clínica, supervisa su trabajo, asegúrate de que vea una variedad de casos distintos casos durante los próximos cuatro meses.

    Lena frunció el ceño, no tenía el tiempo ni la paciencia para hacer de niñera y tener a cargo un practicante. Vale, quizás un chico de segundo año no le estorbaría tanto como un estudiante de medicina o un residente. Pero si tuviese la opción de elegir, preferiría recibir llamadas todas las noches durante los próximos cuatro meses, si eso le quitara de encima jugar a  ser la mentora de otro hombre que seguramente pensaba que caminaba sobre el agua. Algunos de los que ya habían pasado por St. Mary's tenían egos aún más inflados que los hombres con los que había salido.

    Te enviaré por e-mail su CV esta noche, dijo Erik. Y una carpeta con los requisitos del programa, deberías revisarlo antes de conocerlo mañana.

    Tragó con fuerza. ¿Mañana?

    ¿Eso te significa un problema?

    , ella quería decir,  un gran problema. Pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta.

    Porque a pesar de todo Rachel tenía razón -Lena necesitaba bajar un cambio y dejar de acumular más más trabajo en su ya desbordante plato-, ahora no podría hacerlo.

    Evidentemente hoy no, y ciertamente no con Erik, que seguía siendo su principal socio y mentor, así como también Jefe de Cirugía del hospital. Puede que estuviese sobrecargada de trabajo y sobrepasada, pero no era ninguna estúpida.

    Así que respiró hondo y murmuró: No hay problema.

    Bien. Erik se giró para volver a la fiesta. Su nombre es Adam Sterling, le comentó por encima del hombro. Se reunirá contigo en la oficina mañana a las ocho.

    CAPITULO DOS

    A la mañana siguiente, cuando Lena entró a la oficina lo primero que Lena escuchó fueron distintas voces. Un profundo estruendo masculino, seguido de una risita que pertenecía a Debbie, su recepcionista; en la sala de espera no había nadie.

    Lena apretó los labios y siguió el sonido por el pasillo hasta la pequeña sala de descanso del personal. Empujó la puerta y se detuvo, mirando la escena.

    Debbie estaba apoyada en la mesada al lado de la máquina de café, con los dedos girando un mechón de  su largo pelo rubio mientras miraba al hombre que estaba contra la pared más cercana.

    Lena aclaró su garganta. Buenos días, Debbie.

    ¡Dra. Shapiro! La recepcionista  exclamó llamar su atención. Tu primer turno canceló. Estaba enseñándole a Adam, digo el Dr. Sterling, el consultorio.

    Gracias, dijo Lena. Yo me ocupo a partir de ahora.

    Debbie asintió, sonriendo al visitante a modo de despedida, dejándolos solos.

    El hombre se enderezó lentamente hasta alcanzar la totalidad de su estatura. Dra. Shapiro.

    Lena inspiró hondo. Era grandote, unas buenos veinticinco centímetros más alto que su propio metro y medio. No sólo era su altura, era todo,  su cuello,  sus hombros y sus bíceps  marcados bajo las mangas de su camisa abotonada. ¡Y esas manos! ¿Las pinzas hemostáticas venían con agujeros lo suficientemente grandes como para que sus dedos entraran?

    Se sonrojó mientras lo miraba acercarse, resistiéndose a la necesidad de dar un paso atrás,

    Se detuvo a un metro de ella, y sus ojos de un color avellana -más verdosos que marrones, con los bordes de un gris ahumado- se clavaron en los de ella.

    Adam Sterling, dijo, estirando una mano. Cuando ella no respondió, él levantó una tupida ceja, varios tonos más oscuros que su cabello. Me estabas esperando, ¿verdad?

    Fue la alegría en sus ojos -reflejando el mismo sentimiento en su voz- lo que rompió su aturdimiento pudiendo prestar atención nuevamente, ella le dio un brevísimo apretón de manos.

    Si me acompañas, tenemos unos minutos para repasar todo lo necesario.

    Se giró y se dirigió a su oficina en la parte de atrás, híper consciente de su presencia detrás de ella.

    Siéntate. Hizo un gesto con la mano hacia una de las sillas de visitas y extrajo su teléfono, luego guardó su bolso en el cajón de siempre. No sé cuánto te habrá explicado el Dr. Harding...

    Levantó la vista, y por un momento perdió el hilo de pensamiento. Él había hecho exactamente lo que se le habían indicado, pero su postura relajada atrajo la atención hacia el resto de él, las partes que ella no había observado en la sala de descanso. Sus poderosos muslos estaban separados y se delineaban claramente con los pantalones que vestía. La prominente protuberancia entre ellos atrajo su mirada y la hizo olvidar por un momento que no era de buena educación mirar tan fijamente.

    Su voz rompió su trance. El Dr. Harding me dijo que me enseñarías cómo funciona todo.

    Sus ojos volaron hacia arriba para encontrarse con los de él. Maldita sea, la había visto mirándolo. Sus labios temblaban, como si tratara de contener una sonrisa.

    Respiró hondo y se concentró en acomodarse en su silla detrás del enorme escritorio. Le llevó unos cuantos intentos antes de que pudiera iniciar sesión en su computadora, y ella también le echó la culpa a él, su mirada aún estaba fija en ella. Podía sentirlo, como el zap de un Bovie cauterizando hemorragias, era sorprendente que no hubiese olor a piel chamuscada.

    Abrió el email que Erik le había enviado. No es que lo necesitara como referencia, pero le daba algo en  que concentrarse que no la distrajera tanto como este intimidante hombre.

    Leí tu currículum, ella dijo. No estoy segura de lo que podemos ofrecerte aquí en St. Mary que ya no hayas visto en Kaiser y en la Clínica Ángeles.

    Necesito subir mi puntaje, dijo. Es difícil cuando se compite por los casos más interesantes con los residentes de la tercera edad. Todo el mundo quiere entrar en el tema hepatobiliar y aquí podré utilizar el sistema quirúrgico Da Vinci, ¿entiendes? Verás, aquí podré dar los primeros pasos con todo esa tecnología médica.

    Ella hizo un esfuerzo por no poner los ojos en blanco. Un pequeño hospital comunitario como el St. Mary's no trataba demasiados casos complejos de oncología quirúrgica, estos eran derivados principalmente a instituciones académicas más grandes como UCLA y Cedars.

    Veré qué puedo hacer, dijo. ¿Ya has conocido a alguno de nuestros cirujanos?

    . Nombró a varios de sus colegas. De hecho, voy a asistir en una lumpectomía más tarde hoy con el Dr. Harding, y en una osteosarcoma a primera hora de la mañana con el Dr. Hunter.

    Oh. Ella parpadeó. De acuerdo, entonces, eso está es muy bueno.

    La oportunidad simplemente surgió, no te importa, ¿verdad?

    Por supuesto que no. ¿Por qué me importaría? Miró su reloj, mierda. ¿Cómo había pasado tan rápido el tiempo?

    Estaremos trabajando juntos durante los próximos cuatro meses, dijo Adam. Quisiera  asegurarme de que no estoy interfiriendo en el trabajo de nadie.

    Ahí estaba otra vez esa media sonrisa, la que le aceleró el a pulso y le hizo que se le cortara la respiración.

    No lo estás haciendo, dijo ella, apartando sus ojos. Abrió su agenda y se desplazó a través de la lista de turnos matutinos. Pero me ayudaría saber qué más has programado, para que podamos coordinar tu tiempo en el quirófano. Asumo que seguirás el postoperatorio de los pacientes, ¿Podrás con ello?

    Puedo acomodar mis horarios para los pacientes de esta consulta, pero no puedo garantizarle el mismo acceso a los pacientes ambulatorios de otras clínicas. Sólo pensar en la logística le daba dolor de cabeza. ¿Por qué Erik no pudo encargarle esta faena a otra persona del departamento?

    Está bien. Adam le echó una mirada a  su teléfono. Tengo una conferencia matutina los martes, y necesito un par de días a la semana para investigar, pero puedo trabajar en el horario de la clínica.

    Ella asintió. "El Dr. Harding y yo alternaremos días en el quirófano y en la oficina. Yo opero los martes y jueves, mientras él está en la clínica. Lunes, miércoles y viernes por medio, estoy en la clínica mientras él está en el quirófano. Hacemos nuestras propias rondas post-operatorio antes y después

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