Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El Rey Oscuro: La Cosa Nostra, #0.5
El Rey Oscuro: La Cosa Nostra, #0.5
El Rey Oscuro: La Cosa Nostra, #0.5
Libro electrónico131 páginas2 horas

El Rey Oscuro: La Cosa Nostra, #0.5

Calificación: 5 de 5 estrellas

5/5

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Soy Nazalie Mitchell y acepté ser la esclava voluntaria de Carter King.

La desesperación es algo curioso, ya que te empuja a hacer cosas que nunca habrías esperado.

Cosas como entrar en la oficina de Carter King.

Carter King, el millonario de corazón frío y mi antiguo matón del instituto...para rogarle que me ayudase como protector de mi padre moribundo.

Debería haber sabido que no podía esperar bondad de un hombre apodado Sin.

Está dispuesto a ayudar con una condición...poseerme durante doce meses para hacer su voluntad. Sin hacer preguntas. Normalmente le habría dicho que se fuera al infierno, pero estoy acorralada y sin más opciones.

 

IdiomaEspañol
EditorialR.G. Angel
Fecha de lanzamiento18 may 2023
ISBN9798223700975
El Rey Oscuro: La Cosa Nostra, #0.5

Relacionado con El Rey Oscuro

Títulos en esta serie (2)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Romance multimillonario para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para El Rey Oscuro

Calificación: 5 de 5 estrellas
5/5

3 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El Rey Oscuro - R.G. Angel

    El Rey Oscuro

    La cosa Nostra 0.5

    R.G. Angel

    Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, los lugares y los acontecimientos son producto de la imaginacion del autor o se usan de manera ficticia, y cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, establecimientos comerciales, eventos o sitios es pura coincidencia.

    Copyright@ R.G. Angel

    www.rgangel.com

    Reservados todos los derechos

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright, salvo para su uso en reseñas.

    Diseño de cubierta de MSB Studio.

    Sinopsis

    Soy Nazalie Mitchell y acepté ser la esclava voluntaria de Carter King.

    La desesperación es algo curioso, ya que te empuja a hacer cosas que nunca habrías esperado.

    Cosas como entrar en la oficina de Carter King.

    Carter King, el millonario de corazón frío y mi antiguo matón del instituto...para rogarle que me ayudase como protector de mi padre moribundo.

    Debería haber sabido que no podía esperar bondad de un hombre apodado Sin.

    Está dispuesto a ayudar con una condición...poseerme durante doce meses para hacer su voluntad. Sin hacer preguntas. Normalmente le habría dicho que se fuera al infierno, pero estoy acorralada y sin más opciones.

    Para mis lectores.

    Gracias por darle una oportunidad a mis historias.

    Contents

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Epílogo

    Sobre la Autora

    Capítulo 1

    image-placeholder

    Nazalie

    Todo fue un error. Me daba cuenta ahora, de pie frente al escritorio de Carter King. Sus ojos azul cobalto, sin emociones, se clavaron en mí. Sus labios estaban fruncidos. Sus grandes manos descansaban sobre el escritorio. Obviamente, estaba más que molesto por mi presencia en su despacho, y quién podría culparlo.

    Físicamente, Carter King, alias "Sin", siempre había sido imponente. Con su metro noventa de estatura, tenía el cuerpo de un defensa. De piel aceitunada, cabello ondulado tan negro que a veces parecía azulado, mandíbula poderosa como si estuviera cincelada en mármol y labios carnosos, era tan magnífico que resultaba hasta ridículo. Parecía uno de los modelos de portada de las novelas románticas oscuras que tanto me gustaban, pero sin Photoshop. Era así de hermoso. Incluso en el instituto había sido un forzudo a tener en cuenta, caminaba por los pasillos como si fuera el dueño del lugar. En muchos sentidos lo era.

    Entonces pensaba que Carter era una fuerza de la naturaleza, pero ahora, casi diez años después, me daba cuenta de que ni siquiera se había acercado a todo su potencial. Ahora sí era francamente aterrador. Y no había pronunciado ni una palabra todavía.

    Dios, Nazalie. Has dado el paso equivocado, chica. Suspiré. La desesperación era algo curioso, te hacía actuar en contra de tus mejores instintos.

    —¿Tienes un debate interno? —preguntó mientras se recostaba en su sillón de cuero—. Ya que has irrumpido

    en mi despacho sin invitación, me encantaría saber qué está pasando por esa cabeza demente que tienes.

    ¿Demente? Fruncí el ceño.

    —No soy demente.

    Enarcó una ceja y una media sonrisa burlona se dibujó en su rostro.

    —Has estado acosando a mi equipo y a mi secretaria durante los últimos días, y luego pareces Houdini burlándote de la seguridad para plantarte en medio de mi despacho, inquieta como un pez fuera del agua. Tu cordura, chica, debería ser cuestionada.

    —Intenté ponerme en contacto contigo por lo de mi padre, pero me ignoraste.

    Se inclinó hacia delante y apoyó los codos en el escritorio. Entrelazó los dedos y posó la cabeza sobre ellos.

    —Tienes cinco minutos. Utilízalos con sabiduría.

    Entonces me di cuenta de que no tenía idea de quién era yo. Habíamos ido al mismo instituto durante tres años. Había pasado gran parte de ese tiempo menospreciándome a mí y a los otros chicos que habíamos estudiado allí con becas. Aunque, supongo, no era realmente sorprendente que no me reconociera. ¿Por qué iba a recordar a la chica regordeta con gafas de montura gruesa y un corrector dental que había llevado durante demasiado tiempo? La misma chica que había sido voluntaria en todas las causas de la escuela y siempre se había ganado una mirada de soslayo cada vez que intentaba concienciar a la gente.

    —Mi padre está ingresado en la residencia Willows. No puedo...Mi casa no es segura para él...—. Hice una mueca al pensar en mi estudio del último piso, que extrañamente olía a pis de gato, aunque yo no tuviera gato. Aunque había algo de moho negro creciendo alrededor de aquella única ventana de un solo cristal... Sacudiendo la cabeza, añadí: Están a punto de echarlo porque me he retrasado un poco en los pagos. Por favor, yo...

    —¿Y este es mi problema porque...? —Interrumpió, con el

    rostro tan impasible como en el instituto.

    —Porque es un anciano enfermo que necesita cuidados —gruñí —. Porque ha trabajado toda su vida en la fábrica de neumáticos y lo perdió todo, incluida su jubilación, cuando King Holdings hizo una adquisición hostil al sustituir la fábrica por apartamentos. King Holdings es el accionista mayoritario del Willows Care Home, esto es lo justo y...

    —¿Lo justo? —preguntó, con tono burlón—. Creo que me confundes con una obra de caridad, niñita...

    —Nazalie —lo interrumpí. Niñita me irritó. Sabía que parecía joven, pero en realidad tenía su edad.

    —¿Qué? —preguntó, frunciendo el ceño con evidente disgusto. No le gustaba que lo interrumpieran.

    —Me llamo Nazalie Mitchell, no niñita. No soy tan joven, tengo veintiocho años.

    —Nazalie...—Ladeó la cabeza, mirándome con detalle con sus inquietantes ojos. Ahora me estaba observando de verdad y eso no me gustaba—. Fuiste al instituto Fordham, ¿verdad?

    Asentí una vez.

    Su pose agresiva se relajó ligeramente y se reclinó en la silla. —Eras la benéfica bondadosa.

    —Estudiante becada.

    Hizo un gesto despectivo con la mano.

    —La misma cuestión. ¿Por qué debería ayudarte?

    —¿Amabilidad?

    —Amabilidad. —Se rio como si yo acabara de decir la cosa más graciosa que jamás hubiera oído—. Como he dicho antes, no soy una organización benéfica. Soy un hombre de negocios. No concedo favores a no ser que tenga algo que ganar. ¿Qué me estás ofreciendo?

    —Ahora mismo tengo tres trabajos. Mi tiempo es...—me reí—. No tengo tiempo. Pero podría dejar uno de mis trabajos y…—me

    encogí de hombros—, no sé, ¿trabajar para ti?

    —¿A cambio de qué? ¿De dejar que tu padre se quede en Willows? Asentí.

    Suspiró golpeando el escritorio con el índice en un ritmo casi hipnótico.

    —Vuelve mañana.

    Sacudí la cabeza, segura de que me estaba descartando.

    —No, yo...

    Golpeó el escritorio con la mano, deteniéndome en seco. —¡He dicho mañana!

    Cuando se levantó, me di cuenta de que mi memoria no le había hecho justicia. No solo era imponente, era francamente aterrador.

    —Podría coger el teléfono y echarte en cinco segundos. Demonios, eres tan diminuta que podría cogerte con una mano y echarte yo mismo.

    Di un paso atrás instintivamente, pero mi miedo no detuvo mi sorpresa. Era bajita, cierto. Apenas rozaba el metro sesenta, pero nunca me habían llamado diminuta. No, mi talla de ropa había sido de dos dígitos desde que llegué a la pubertad. Estaba en el lado curvilíneo de la escala. Mi figura no era algo que me molestara. Viví momentos maravillosos. Tuve novios gentiles que me querían exactamente como era, pero diminuta no era un adjetivo que la gente utilizara normalmente para describirme. Aunque supuse que todo sería diminuto para esta montaña de hombre.

    Me encontré con sus ojos, tratando de sostener su mirada a pesar del aterrador ceño fruncido.

    —No me gusta que cuestionen mis palabras. He dicho que vuelvas mañana, así que eso es exactamente lo que harás. No tengo reparos en echarte. Cuando dije que volvieras mañana, lo dije en serio. No me hagas reconsiderarlo.

    Asentí, demasiado ansiosa por escapar de los confines de su despacho y de su abrumadora presencia.

    —Bien —dio un paso atrás, saliendo de mi espacio y permitiéndome relajarme ligeramente. Solté el aliento que había estado conteniendo.

    —Mañana, a las diez. No llegues tarde —. La firmeza de su voz demostraba que había terminado conmigo por hoy.

    Volví a asentir. Realmente parecía que su exasperado arrebato me había quitado la capacidad de hablar. Yo no estaba acostumbrada a los matones.

    Me di la vuelta para marcharme, pero me detuve. Al día siguiente trabajaba como camarera en la cafetería. Las propinas allí eran siempre decentes en las mañanas ajetreadas. Me giré. —¿Y ahora qué?

    —Es que...por la mañana tengo trabajo y...

    —¿Un trabajo que vale más que una estancia en Willows?

    Era una pregunta estúpida. Apenas podía pagar las mensualidades de Willows con tres trabajos, así que no, claramente no.

    Debió de verlo en mi rostro porque asintió bruscamente.

    —Mañana a las

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1