Novia del Señor Millonario 2
Por PopNovel
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Anoche pasé una noche erótica con un desconocido en un bar.
No soy una mujer al azar. Hice esto porque estaba muy triste ayer.
El novio que había estado enamorado de mí durante tres años me dejó y se casó rápidamente con una chica rica.
Aunque actúo como si nada hubiera pasado delante de mis amigos, estoy muy triste.
Para aliviar mi estado de ánimo, fui solo al bar y me emborraché. Accidentalmente, me encontré con él.
Él es más que atractivo e increíblemente sexy. Como el deseo controlaba mi mente, tuve una aventura de una noche con él.
Cuando decidí olvidarme de todo y seguir adelante, descubrí que mi aventura de una noche se convirtió en mi nuevo jefe. Un tipo posesivo.
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Novia del Señor Millonario 2 - PopNovel
ÍNDICE
Chapter 1 Ridiculizado
Chapter 2 Misma cama
Chapter 3 Soy tu esposo
Chapter 4 Una broma
Chapter 5 ¿Le caí mal?
Chapter 6 ¿Cómo puedes ser tan inocente?
Chapter 7 ¿Estás obsesionada conmigo?
Chapter 8 No eres bienvenido aquí
Chapter 9 Su exnovia
Chapter 10 Herbert todavía la amaba
Chapter 11 Yo era la que sobraba
Chapter 12 Me he enamorado de él
Chapter 13 Mi encuentro con Hank
Chapter 14 Herbert regresa a casa
Chapter 15 La furia de Herbert
Chapter 16 No mereces ser mi esposa
Chapter 17 Estás celosa
Chapter 18 Encerrada
Chapter 19 Huelga de hambre
Chapter 20 Chequeo con la obstetra
Chapter 21 Divorcio
Chapter 22 El secreto de McKenna
Chapter 23 Chantajeada
Chapter 24 La provocación de Caroline
Chapter 25 ¡El bebé ya viene!
Chapter 26 La conspiración de McKenna
Chapter 27 Yo soy su esposo
Chapter 28 Mi hijo me dejó
Chapter 29 Golpean a Caroline
Chapter 30 Me lleva cargada a casa
Chapter 31 A Betty le gusta Hank
Chapter 32 ¿Se estaban preparando para la boda?
Chapter 33 La boda de Herbert y Caroline
Chapter 34 La conclusión
Chapter 35 La traición de Miranda
Chapter 36 Caroline está enferma
Chapter 37 Abofeteada
Chapter 38 Discusiones
Chapter 39 Entrevistador Guapo
Chapter 40 Nuevo comienzo
Chapter 41 Betty se enamoró de Hank
Chapter 42 Besada a la fuerza por Herbert
Chapter 43 ¿Ella está casada?
Chapter 44 Confusión
Chapter 45 Bella pasa la noche en la casa de Klein
Chapter 46 Herbert está enojado
Chapter 47 Mi salvador
Chapter 48 La invitación de Klein
Chapter 49 El sarcasmo de Carolina
Chapter 50 Caroline causando problemas de nuevo
Chapter 51 Capítulo 100: Bella le da una cachetada a Herbert
Chapter 52 Broche de setecientos ochenta mil
Chapter 53 Corazón latiendo rápido
Chapter 1 Ridiculizado
—¿El señor no le contó nada?
—Debe saber que a él no le gusta hablar sobre su familia —le respondí.
—Sí, es usualmente es bastante cerrado —asintió Miranda.
—Estaba en lo correcto entonces —susurré dejando salir un suspiro de alivio.
—Los abuelos del señor ya fallecieron. Sus padres viven en la mansión principal, el señor también tiene una hermana, pero ella estudia al extranjero hace años. El señor no visita la villa realmente.
—Entiendo.
Al parecer la familia de Herbert no tenía una historia muy complicada. Si tenía suerte, quizás no tendría que conocerlos nunca. Después de todo, aunque estamos casados, realmente no era algo real. Terminamos de comer y Miranda se levantó para lavar los platos. Traté de ayudarla, pero me insistió en que descansara.
Me senté en el sofá de la sala y Herbert estaba bajando por las escaleras. Al verlo, no pude evitar abrir los ojos con sorpresa. Estaba usando la ropa que le había comprado, un traje plateado, una camisa azul pálido y una corbata color vino. Le había comprado estas prendas pensando en que podría combinarlas con lo que ya usaba normalmente, no pensaba que las usaría todas de una sola vez.
Se veía increíble, y no pude esbozar una sonrisa feliz.
—¿De qué te ríes? —me preguntó.
—Nada, me acabo de acordar de algo gracioso —le mentí.
—La verdad, no estoy seguro si esta bien mi ropa, ¿y si me cambio? —dijo con nerviosismo.
—Te acostumbrarás, te ves mucho mejor que con tus trajes negros. No vuelvas a esos colores, son tan sombríos.
—¿En serio?
—¡Sí! ¡En serio! —le dije con entusiasmo, y Herbert de nuevo revisó su ropa.
—Si lo dices... te haré caso.
Asentí desesperadamente, tratando de convencerlo de que se dejara el atuendo. Era un poco más llamativo de lo normal, pero le quedaba de maravillaba.
—Múdate al dormitorio principal esta noche —me susurró en la oreja y yo me quedé viéndolo con sorpresa.
Herbert no dijo nada más y se fue. Yo me quedé en el sofá y no pude evitar reírme un poco ante la situación. Herbert podía ser tierno cuando quería. Por la tarde, moví todas mis pertenencias a la habitación principal.
—Señora, ¿no está durmiendo con el señor?
—Realmente no, este embarazo me está afectando mucho, así que no puedo dormir muy bien. Como Herbert ronca, entonces para no molestarlo, simplemente me voy en las noches al otro dormitorio.
—Entiendo, este es un momento delicado por su condición. Pero debe tener cuidado porque las parejas que no duermen juntas tiendan a distanciarse con el tiempo.
Seguimos juntas durante el resto del día y me di cuenta de que Miranda era una señora muy amable. Tenía muchos consejos para mí, pero también era sumamente diligente en su trabajo. Disfruté bastante de su compañía.
—Señora, recuerde lo que le dije. Los padres del señor Herbert duermen en habitaciones separadas desde hace diez años, esta de más decir que su matrimonio es uno bastante frío.
Me sorprendió escucharla decir esto. ¿Eso significaba que su relación no era buena? Miranda al ver mi expresión, se dio cuenta de que había hablado demasiado.
—El señor Herbert me dijo que usted debe descansar bastante, y yo estoy aquí molestándola con conversaciones innecesarias. Descanse, señora, ya no la molesto. Me iré a limpiar —se disculpó y se fue rápidamente.
Me quedé pensando en lo que me habían contado. No pude evitar reflexionar de que Herbert probablemente era así de frío porque se había creído en un ambiente igual. Me corazón se acongojó pensando en el de niño. No importaba cuándo dinero tuviera, si sus padres no eran felices en su matrimonio, eran muy pocas las probabilidades de que un niño creciera bien.
Pronto, me sentí un poco cansada, así que me acomodé y caí en un sueño profundo hasta las seis de la tarde. Me desperté porque escuché que alguien abría la puerta. Herbert entró con las mejillas sonrojadas y con una expresión consternada en el rostro. Se quito la chaqueta, la corbata y se desabotonó la camisa.
—¿Por qué regresaste tan temprano? —le pregunté al verlo tan molesto.
—¿Debería quedarme en el trabajo y dejar que todos se burlen de mí? —me soltó toscamente.
—¿Quién se está riendo de ti? —le pregunté con una sonrisa, mientras le servía un vaso de agua.
—¿Lo hiciste a propósito?
—No entiendo —le dije con confusión.
—Mi ropa.
Ah, entonces se habían reído de él por su nuevo traje. Suprimí una sonrisa para no avergonzarlo más, y fingí inocencia.
—¿Quién se burló de tu ropa?
Chapter 2 Misma cama
—Me preguntaron si me había vestido en la oscuridad —masculló por lo bajo y estallé en carcajadas sin poder contenerme.
—No te rías —gritó Herbert con el ceño fruncido. Definitivamente estaba avergonzado, así que me calmé.
—La ropa que llevas puesta hoy definitivamente es diferente a tu estilo de siempre, pero eso no significa que se te vea mal. Te da otro aire, te hace ver más abierto y vivaz. Estoy segura de que te dijeron eso solo porque no están acostumbrados.
—Mira, puedes intentar combinar esta nueva ropa con la antigua. La camisa celeste iría muy bien con tus trajes negros. La corbata color vino resaltaría muy bien si la combinaras con tu camisa negra. El traje plateado también se veía muy bien con tu camisa blanca.
Mientras le explicaba cómo podía combinar las prendas, me aseguré de no quitarle los ojos de encima. Se calmó bastante después de escucharme. Se levantó y se dirigió al espejo. Después de unos minutos, asintió con la cabeza, satisfecho, y sonrió suavemente. Me alegré al verlo así, al parecer estaba teniendo avances en llevarme bien con él.
Esa noche dormimos en la misma cama, y como mi condición era delicada, no insistió en tener relaciones conmigo. Me abrazó por detrás y caímos ante los brazos de Morfeo.
La siguiente semana me la pase en la cama como el doctor lo había indicado. Miranda era peor que un perro de vigilancia, no me dejaba levantarme para nada. Solo tenía permitido ir al comedor y al baño. Todo lo demás me lo llevaba a la cama. Después de tantos días así, sentí que había mejorado bastante. Las náuseas ya no eran tan fuertes. Decidí enviarle un mensaje a Herbert.
«Estimado jefe, ¿podría salir a dar un paseo, por favor? Me muero de aburrimiento aquí».
«Mañana saldremos a que tomes el sol», me respondió y yo me quedé pensando a que se refería con ello. ¿A dónde iríamos? Pensar que finalmente podría salir de la cama, llenó mi corazón de alegría.
«Genial, ¿a dónde iremos?».
«A la casa de mis padres», respondí y me di un vuelco al corazón. ¿Por qué quería presentarme a sus padres? Nosotros nos habíamos casado con un contrato de por medio, nuestro matrimonio no era de verdad.
«Si tienes que ver a tus padres, puedes ir a verlos sin mí, no hay problema. Miranda me cuidará muy bien», le mandé pensando de que quizás se había equivocado.
«Les dije a mis padres sobre nuestro matrimonio. Quieren conocerte. Alístate, salimos mañana en la mañana».
No podía creer lo que estaba leyendo. ¿De verdad querían conocerme? Le respondí a Herbert y luego salí de la habitación para buscar a Miranda. La encontré en la cocina y le pedí que se sentara conmigo en el sofá.
—Señora, ¿qué sucede? Estaba haciendo el almuerzo.
—No te preocupes, Miranda, puedes hacerlo más tarde. Tengo algo importante que decirte. Herbert me dijo que me llevará a conocer a sus padres mañana.
Le estaba contando esto a Miranda porque necesitaba de su ayuda. En esta semana nos habíamos vuelvo muy unidas.
—Bueno, eso es normal. Usted y el señor están casados.
—Lo sé, pero estoy muy nerviosa. No quiero que tengan una mala impresión de mí. ¿Quería preguntarte si sabes cómo debería comportarme o vestirme para agradarles? ¿Debería llevarles algún regalo? —le pregunté un poco desesperada y Miranda se lo pensó por unos minutos.
—El señor Wharton es una persona muy serena y tolerante. Siempre que te comportes con educación y no lo ofendas, no creo que haya ningún problema. La señora Wharton, por otro lado, tiene un temperamento fuerte y se da cuenta de todo. Honestamente, aún no sé qué tipo de persona es la que mejor le cae.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté, presintiendo que la madre sería el obstáculo más grande.
—Nunca la he visto feliz con ninguno de los amigos o amigas de Herbert.
—Oh, no.
—Bella, no te preocupes. Ustedes están casados, incluso si no aprueba de ti, ella tendrá que aceptarte. Su opinión no cambiará lo que el señor siente. Solo sé lo más educada posible y trata de no meterte en ningún problema.
Asentí, pero esta conversación me había dejado con más nervios que otra cosa.
Chapter 3 Soy tu esposo
Regresé a la habitación para seguir descansar, pero me detuvo en seco cuando entré. No tenía nada decente para conocer a los padres de Herbert. Salí corriendo hacia la entrada y mientras me ponía mis zapatos, Miranda trató de detenerme.
—Señora, el señor Wharton se enojara mucho conmigo si la dejo irse.
—Me aseguraré de decirle que fui yo quién te insistió. Miranda, no tengo nada de ropa, ¿sabes lo importante que es una primera impresión? No quiero que se queden con una mala imagen de mí.
—Entiendo, señora, yo la acompañaré entonces.
—Oh, gracias, Miranda, eres un ángel —le dije y juntas nos fuimos al centro comercial.
Cuando regresamos con muchos bolsas hasta los codos llenas de ropa, zapatos y carteras, nos encontramos con Herbert sentado en el sofá.
—Señora Wharton, ¿ya regresó? —soltó Miranda con miedo.
—¿A dónde fueron?
—Fuimos de compras con la señora...
—¡Te dije que no podía salir! —dijo Herbert con severidad, fulminándola con la mirada. Miranda agachó la cabeza.
—No la culpes, yo la obligué a que me acompañara —la defendí mientras daba un paso adelante para taparla. No estaba feliz con el tono de voz del hombre.
—Me voy a preparar la cena, señores —se excusó Miranda al ver el rostro de Herbert.
—¿Estás deliberadamente desobedeciendo mis órdenes? —susurró el hombre completamente tieso por el enojo.
—Oh, discúlpame por desobedecerte —me burlé sin prestarle atención mientras me sentaba y comenzaba a masajear mis adoloridas piernas—. ¿Qué va a hacer el gran jefe de la casa? ¿Me golpearas? ¿Me encerrarás?
—¡Obviamente no te voy a golpear! Pero, desde ahora estás confinada a esta casa. No volverás a salir sin mi permiso —sentenció y se fue echando humo por las orejas.
Lo vi irse a la habitación y puse los ojos en blanco. ¿Por qué se había enojado tanto por un simple paseo de compras? Además, yo debería ser la que estuviera indignada por su trato. Me había gritado y ahora me había castigado. Estiré mis piernas y me eché sobre el sofá.
—Señora, usted tiene que tratarlo con cariño y verá cómo se derretirá. Si chocan cabezas, no saldrá nada bueno y solo responderá con más enojo. Vaya, y háblele bonito al señor —trató de convencerme Miranda.
—¿Yo soy a la que le gritaron? ¿Por qué debería disculparme? —bufé—. No lo voy a tratar como un niño.
—Señora debe entender que en las relaciones de adultos. Uno debe aprender a ser flexible. Si ellos se enojan, uno debe tratar de calmar las aguas. Si ellos están muy sensibles, debemos ofrecer nuestra fortaleza para ayudarlos.
—Ay, Miranda, no sabía que eras tan experta en los temas del amor.
—Vaya arriba y haga las paces con el señor. Explíquele que tenía que comprar ropa adecuada para conocer a sus padres —dijo ella sin avergonzarse por mi comentario. Agarró las bolsas que habíamos traído, me las puso en las manos y me empujó.
Bueno, esperaba que quedara claro que Miranda prácticamente me había obligado a hablar con Herbert. Llegué hasta la puerta de nuestra habitación, pero me acobardé en el último segundo y decidí irme a la otra habitación. Justo cuando estaba dándome la vuelta, Herbert abrió la puerta y perdí el equilibrio. Una bolsa se cayó, y yo la iba a seguir, sino fuera por los brazos del hombre.
—¿Estás bien? —me preguntó con preocupación.
—Estoy bien, solo un poco mareada —le respondí mientras me tocaba la frente.
Herbert me levantó en brazos y me dejó en la cama con mucho cuidado. Luego me sirvió un vaso de agua. Verlo ser tan considerado conmigo, me derritió el corazón.
—Debes haberte cansado mucho haciendo esas compras. Bella, tienes que tener mucho cuidado, estas embarazada. Si te fatigas mucho, podrías perder al bebé. Si no te importa tu salud, al menos cuídate por el bebé.
—Perdona —respondí mientras agachaba la mirada. Ahora entendía porque se había enojado tanto.
Me sentía indigna de su preocupación. La verdad no había querido que me gritara de nuevo, así que había fingido que me caía para que me agarrara. No había previsto que se preocupara tanto por mí. Aunque tenía que darle gracias a mi plan porque, al menos, ya no lucía tan enojado.
—Me llegaron más de doce mensajes en la tarde de tus compras. ¿Tanto te gusta comprar ropa? —me dijo mientras sacaba su teléfono y revisaba sus notificaciones.
Con los ojos abiertos de par en par, le arrebaté el dispositivo y vi que en efecto, el banco le había notificado de todas mis compras. Este conocimiento no me sentó muy bien. Me sentí un poco incómoda al pensar que me estaban vigilando.
Herbert se dio cuenta de esto y frunció el ceño.
—¿Qué sucede? Ya sabes que no me importa el dinero.
—Siento que no tengo privacidad —le respondí consternada.
—Estamos casados, ¿por qué necesitas privacidad?
Hice una mueca ante sus palabras. ¿Que estuviéramos casados significaba que no tendría nunca más privacidad? Fue en ese momento en que caí en la cuenta de que había dicho que estábamos casados. Levanté la cabeza y me di cuenta de que se había quedado observándome.
—¿En qué estás pensando? —le pregunté mientras me sentaba y ponía una almohada en mi regazo.
—No puedo leerte completamente —me respondió.
Se acercó a mí, me quitó la almohada y se agachó para estar a mi nivel. Me acosté en la cama y él me siguió sin romper el contacto visual. El ambiente se electrificó.
Chapter 4 Una broma
Mi respiración se aceleró al notar la intensidad de su mirada.
—¿Qué... qué estás haciendo? —tartamudeé con las mejillas rojas.
—¿Qué crees que estoy haciendo? —me preguntó con una mirada que no pude descifrar. Su mano se poso en mi cintura y me estremecí.
—El doctor dijo que mi condición era muy delicada, así que sería mejor que no...
—¿No qué?
—Que no tengamos relaciones... —dije y sentí que mis mejillas se ponían rojas por la vergüenza. Habíamos tenido relaciones muchas veces en el pasado, no sabía porque me estaba poniendo tan nerviosa. De todas maneras, si él insistía, yo no podría detenerlo.
Herbert se quedó quieto, y luego comenzó a reírse suavemente mientras se quitaba de encima. Se acercó a la ventana y movió las cortinas para ver el paisaje.
—¿Quién dijo que quería acostarme contigo? No soy un animal, puedo controlarme. ¿O quizás la que no puede controlarse eres tú? —me dijo con suficiencia.
—¡Lo hiciste a propósito! —le grité mientras le lanzaba la almohada.
—Tal vez piensas demasiado en eso —se volvió a burlar. Ni bien lo escuché me di cuenta de que literalmente estaba repitiendo lo que le había dicho esa vez que había encontrado mi ropa interior en su bañera. Me levanté y me acerqué.
—¿Quieres vengarte de mí? —le pregunté mientras lo señalaba con un dedo.
—Solo estoy diciendo la verdad —respondió mientras me daba un suave golpecito en la frente. Cuando noté su sonrisa, sentí que mi enojo se esfumaba y mi corazón comenzaba a latir frenéticamente. Volví al costado de la cama y comencé a sacar la ropa que había comprado en el centro comercial.
—Tuve que salir hoy porque no tenía nada decente para conocer a tus padres. Como tu madre es un poco difícil, quería que tuvieran la mejor impresión de mí —le expliqué.
—¿En serio? No te preocupes, ahora te ayudo a elegir un atuendo —me dijo Herbert con suavidad. Después de revisar todo lo que había comprado, eligió un par de pantalones negros, una camisa blanca, una cartera negra y unos tacones del mismo color.
—Esto se te verá muy bien.
—Muy bien, gracias —dije mientras apreciaba el conjunto.
—Me dijeron que tu madre es muy estricta —le comentó con miedo una vez nos acostamos.
—Mañana lo verás —me respondió mientras me tomaba en sus brazos.
—Estoy demasiado nerviosa, ¿cómo es su temperamento? ¿Qué le gusta?
Antes de que pudiera responderme, Herbert sucumbió ante el sueño. Me quedé mirándolo con pánico y traté de despertarlo, pero no despertó. Me resigné y me acomodé en sus brazos. Esa noche no pude dormir bien.
A la mañana siguiente, ya estaba despierta con los primeros rayos del sol. Me vestí con cuidado y me eché todo el cabello para atrás. Nunca antes había tenido la oportunidad de