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El Amor Que Marcó Mi Destino
El Amor Que Marcó Mi Destino
El Amor Que Marcó Mi Destino
Libro electrónico147 páginas4 horas

El Amor Que Marcó Mi Destino

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Información de este libro electrónico

Usted puede pensar que sta es un historia ms de amor y aventura, pero le aseguro que, adems de ser un hecho real, va mucho ms all. Al adentrarse en cada captulo, descubrir una trama emocionante, intensa y llena de amor, como lo es cada da en la vida de la autora.
"El Amor que marc mi destino" nos invita a seguir gozando la magia de la vida y a seguir firmes en el camino a pesar de los obstculos que pudiramos encontrar. Y nos muestra que cuando parece que nada sale bien y creemos estar "solos", es cuando menos lo estamos; ya que es cuando esa luz que deseamos que nos gue, aparece y slo es cuestin de confiar en nuestra instuicin y saber captar los mensajes divinos.

Gracias Ivy Kano por compartir tu amistad y tus enseanzas. Por ser esa persona que escucha a aquella que est acostumbrada a estar en silencio escuchando a los dems... y claro, gracias por compartir conmigo este libro.

Claudia N. Oliva
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento11 jul 2013
ISBN9781463358594
El Amor Que Marcó Mi Destino
Autor

Ivy Kano

Ivy Kano nació el 25 de marzo de 1972 en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México. Estudió Artes Escénicas en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Su gran sensibilidad y sentido del valor humano le permiten entrar en la vida de las personas y vivir junto a ellas sus experiencias, lo que evidentemente plasma en sus escritos, "El Amor que marcó mi destino" es su segundo libro publicado.

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    El Amor Que Marcó Mi Destino - Ivy Kano

    CONTENTS

    DEDICATORIA

    PRESENTACIÓN

    DEDICATORIA

    Este libro quiero dedicarlo a dos personas que han sido muy importantes en mi vida:

    Mi Hermana Becky

    Quien desde niña siempre fue una bendición para mí. Ella siempre me acompañaba en todas mis locuras. Recuerdo sus ojitos de niña que se abrían al contarle mis historias en aquel día descabelladas, y que nunca dudaron de mí. Siempre con su fortaleza adulta que nunca la vi como una niña. Ella fue demasiado madura para su corta edad, pues pasó conmigo todos mis tropiezos y fracasos; y hoy, me acompaña en todos mis éxitos, ayudándome a levantarme una y otra vez, recordándome quien soy y lo que siempre he significado para ella.

    Este libro es para ti, mi pollo, a ti que me hablaste con tu vocecita diciéndome lo que era bueno y lo que nunca se acabaría, LA ESPERANZA; y con la voz de la VERDAD, tan fuerte como la espada, para decirme que no importaba qué hiciera para lograr lo que quería, pero que nunca dañara a terceros para ir con la frente en alto sin sentir vergüenza ni arrepentirme de nada…

    Gracias por esas palabras que marcaron mi vida, por ser la única persona que puede detenerme y por ser ese rayo de luz en la obscuridad…

    Y a mi hijo Edy,

    Ha de haber sido difícil vivir tras mi sombra, asomando tu carita tras mi espalda, oculto para muchos pues en ese entonces la sociedad me marcaba y era necesario para obtener ese puesto que nos daría las comodidades que se necesitaban para sacarte adelante. Mi pequeño niño, que me decías al dejarte en la guardería… ¡No llores mamita te encontraré de nuevo esta tarde! Esas palabras que me daban la fuerza necesaria para ir a enfrentar ese mundo incierto. Tu valentía me mostraba que no necesitaba de un hombre, pues te tenía a ti.

    Nunca te he tratado como un hijo sino como un compañero de camino y te admiro por que nunca me has reprochado nada. Tenemos mucha historia juntos, cariño, y sabes que estoy orgullosa de ti, y aunque no he sido la mejor madre contigo, sé que soy la heroína de todos tus cuentos; y tú, el príncipe guerrero que me ha rescatado siempre de todas mis batallas…

    Gracias por elegirme, y vivir conmigo esta linda aventura, por ser la chispa que enciende mi vida, pero sobre todo…

    GRACIAS POR SER EL HÉROE DE MI HISTORIA.

    PRESENTACIÓN

    Haber escrito este libro fue para mí como abrir el baúl de los recuerdos. Tener en mis manos aquellos 789 correos impresos y borrosos por el tiempo, era la prueba fiel de una historia que cambió el rumbo de mi vida. Recordar… por más que utilizas palabras o frases para describirlo, nunca podrá alguien entenderte a menos que haya experimentado una situación igual…

    Quién puede mentirse y no reconocer que en algún momento de su vida se ha sentido solo…

    Quién a veces no ha sentido la necesidad de irse y volar…

    Quién no se ha sentido esclavo de algo o de alguien…

    Por más que te engañes, si a lo largo de tu vida nunca has sentido ganas por un momento de librarte de todo y experimentar las cosas sin pensar en alguien más, quizá estés tan acostumbrado a las cadenas que llevas puestas que ni siquiera las veas, mucho menos puedes llegar a sentir esa fuerza que transforma tu cuerpo que te obliga a despertar…

    Este libro te abrirá los ojos a un mundo que siempre has guardado en secreto en tu corazón, esperando el día en que reconozcas realmente la fidelidad a tus instintos…

    Deseando que te abras a recibir aquello que sueñas como una linda realidad…

    Con Amor,

    Ivy Kano

    Un brillo de esperanza a través de la distancia

    Esa luz a distancia llegó a dar un toque de esperanza con un nuevo latido al corazón… Las líneas escritas de un receptor atendiendo el llamado de un alma solitaria pudieron cambiar la idea fraga del amor…

    —¡Llegó el paquete Licenciada! ¡Llegó el paquete!

    Estaba parada frente a la puerta del baño, cuando vi a un mensajero bajar del camión de paquetería. Creí que sería algún envío de mis clientes foráneos, pues yo trabajaba en una oficina que se dedicaba a la venta de equipos de cómputo, y en ocasiones nos enviaban sus equipos para alguna reparación de cualquier ciudad del país. Pero mi fiel compañero y amigo, mi jefe, el Ingeniero Mitchell sabía que algo bueno traería el destino para mí esa mañana.

    —¿La Licenciada Anny Kobs? —Preguntó el mensajero.

    —Sí, es ella —contestó mi jefe. Yo aún estaba paralizada, y sin darle importancia a lo que sucedía, sequé mis manos con la toalla guinda que había en un pasillo y avancé a ver la caja. Aún no entendía el entusiasmo de mi jefe que parecía un niño viendo a Santa Claus a la puerta con regalos, y con una sonrisa ancha, estaba más ansioso que yo por saber de qué se trataba.

    —Firme aquí—. Contestó el chico sin dejar de ver el paquete.

    —Está muy bien cerrado —dijo— como si jamás fuera a abrirse. Quien lo envió tenía fuertes deseos de que llegara íntegro a su destino. Bueno eso es todo. Gracias —se despidió con una sonrisa y se marchó.

    —¡Ábrelo ya! Deja de hacerte la fuerte, ¡es de él…! ¡Es de él…! Hans ha contestado, eres única, aún no puedo creerlo… Todo era verdad, siempre te quiso, y nunca te olvidó. Llamaré a don Enrique y a Blanquita para avisarles, todos estamos ansiosos de saber qué desenlace traerá esta odisea—. Salió dejando la puerta abierta. Fue avisarles a todos: a los de la tienda, a los de enfrente, a todos ellos quienes antes se burlaron y me juzgaban de loca. ¡Al fin tocaba mi turno de estar frente a la verdad!

    Miré la caja durante varios minutos. Era grande, de color café, fuertemente cruzada por cordones de hule grueso y grapas incrustadas. Había un sobre color mantequilla colocado boca arriba. Los sellos se veían borrosos, pero claramente podía leerse el remitente Deutschland, August 26th/99… con el nombre al frente: Dr. Hans Thysen Köhler. Tan sólo el leer su nombre mi corazón aún palpitaba de emoción a pesar del tiempo que ha pasado. Temblé, me quedé estática y helada al ver lo que tenía enfrente. Di vuelta a la caja y la acerqué hacia mi pecho. Se me fue el aire de la emoción, al fin se asomaba a la luz mi esperanza. Las lágrimas corrieron por mis mejillas, porque aunque sabes que es cierto y que existe, siempre esta ahí esa vocecita en la cabeza diciéndote: ¿crees que existe en realidad? Y de pronto sentí un aire de paz al recordar cómo había sido nuestro encuentro, esa gran amistad que nació de la nada y que ahora se convertía en un sueño, donde ni la distancia ni las adversidades habían importado. Y aunque para muchos nuestra amistad les parecía extraña e increíble, ahora tenía la firme idea de que toda realidad es posible cuando se entrega el corazón honestamente.

    Parecía que fue ayer. Aún puedo recordar esos días de primavera del año ‘96, esos días tan absurdos para mí. Comenzaba a radiar el sol dejando el rocío del amanecer, y yo iba a toda prisa tratando de llegar antes que el ingeniero a la oficina. ¡Siempre metida en el trabajo! Mi jefe dándome todas las instrucciones que debía seguir para tener la orden del día. Siempre estaba ahí, dispuesta a hacer todo lo que me ordenara olvidándome de mí misma y ser responsable de la oficina tal y como si fuera mía. Había que surtir los cinco equipos de Juan Solís; llevar la papelería al banco; pedir la nueva chequera; comprar el ramo de flores para la oficina; preparar el estado de cuenta del mes; en fin… toda una administración. Pero estaba a gusto con mi trabajo, eso me mantenía ocupada dándole aliento a mi cuerpo sin vida.

    Apenas si tenía tiempo para comer, aunque comer en aquellos días del ´96 era toda una bendición, ya que hacía una sola comida al día, y eso casi a las cinco de la tarde. Todo era trabajo, y mi jefe, que veía mi soledad, se empeñaba en tratar de encontrarme una pareja o algo que se le pareciera. Fallaba en sus intentos, aunque decía que mi cara tenía una sonrisa escondida, un tesoro oculto. A veces hablaba bien de mí, aunque la mayor parte se burlaba porque decía que yo era muy remilgosa.

    Una vez, recuerdo que fueron los muchachos de los negocios de enfrente a invitarnos a la inauguración de un bar que estaba por abrir, y le pidieron a mi jefe que me llevara. Todo mundo se divertía insistiendo en dejarme ver y divertirme un poco, y yo con mi seriedad terminaba por cansarlos. Me tomaban por aburrida y amargada.

    —¿Por qué no sales? —me preguntó mi jefe esa tarde— …O bueno ¿por qué no platicas con alguien además de mí, don Enrique y Blanquita? Te aseguro que quizá si fueras un poco más confiada podrías hacer nuevas amistades. Mira te enseñaré algo —se pasó a mi escritorio y se lanzó a teclear algo en la computadora. Me ubicó en una página de Internet donde salían y salían letras y más letras, por todas partes. Frases y cuadritos de anuncios por toda la pantalla. Me explicó que era una sala de chat y que ahí había miles de personas de todo el mundo conociendo gente y haciendo amigos—. Tú puedes hacer amigos, quizá alguien más también necesite a alguien con quien platicar y podrías ayudarle. Alguien con quien no tengas que salir, sino que puedas platicar sólo por tu computadora y así pasar el tiempo. —Sólo de esa manera podría convencerme y él lo sabía. Nada en el mundo me complacía más que ayudar a la gente y así me dio permiso de platicar en mis horas de comida.

    Así comenzó esta odisea. En aquellos años la tecnología era muy distinta a la que hay actualmente. No había tantos canales de chat, y no todo el mundo tenía acceso a una computadora. Empecé por tomarlo a la ligera, incrédula tal vez, pero no tenía más que hacer sino esperar la hora de salida. Había sido un día tranquilo. Ahí estaba yo, sentada, y ya que mi jefe no estaba y había terminado con los pendientes, me conecte a Internet. El sólo escuchar el chillido agudo de cables de la conexión me daba una emoción de aventura por saber que me depararía el destino. Elegí la página que me había dicho el ingeniero, y nada. No entendía la mecánica del juego, sólo veía letritas y frases de colores, ni veía dónde estaban los dichosos amigos a quien ayudar. Unos hablando en inglés, otros en italiano y otros con palabras altisonantes que distaba mucho de lo que mi jefe me había dicho. Aún así escribí: ¿Alguien habla español?, ¿Alguien habla español? Nadie contestó. Así estuve por 30 minutos sin respuesta alguna… al no ver contestación, cerré la página, apagué mi computadora y me fui a casa.

    Así pasó toda la semana. El inge, como le llamaba al ingeniero, me dejaba conectarme de una a tres de la tarde, mientras que él se iba a un curso que estaba tomando. Él me dejaba lista la página para que dedicará mi hora de comida única y exclusivamente a estar en el dichoso chat, que yo ni sentido le hallaba y cuando regresaba de su curso, me preguntaba qué tal me había ido. Yo, la verdad aún sin poder contactar a nadie, me la pasaba viendo las frases que enviaban en otro idioma, y a ver cuánta gente entraba y salía apareciendo la leyenda… ¡rollomodoro254 salió de la sala!

    —Anny no puedo creer que seas tan lista en unas cosas y tan zonza en otras. Todo mundo conoce a alguien en el mismo día, y tú llevas ahí más de una semana y media y nada—. Se reía y a cada cliente que venía le platicaba mi mala suerte.

    Cuando iba a la tienda de don Enrique a comprar mi refresco para mi comida, él y su esposa Blanquita me preguntaban: ¿Cómo vamos con la búsqueda? ¿Aún no llega el príncipe azul?… me di cuenta de que tanto ellos como mi jefe estaban creyendo que mi felicidad dependía de una computadora.

    Me fui molesta porque no entendía la razón

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