El Reto del Billonario: El Reto del Billonario
Por K. Matthew
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Ésta es la trilogía completa de El Reto del Billonario. Los libros incluidos en esta trilogía son:
El Reto del Billonario
La Curación del Billonario
La Sumisión del Billonario
El Reto del Billonario: Cuando Mía Harrison aceptó participar en la fiesta de Subasta a una Secretaria para Caridad, no espera más que un poco de horas extra en su paga. Pero cuando a Mía la gana el billonario sexy Garret Fabel, recibe mucho más que solo una noche de diversión.
La Curación del Billonario: Las cosas se empiezan a poner calientes cuando la Dra. Iserman le asigna a Mía y a Garret algunos ejercicios para ayudar a Mía a superar sus problemas de autoestima. Garret es más que solidario al alabar a mía con su amor y con su cuerpo. Con la ayuda de Garret, ¿podrá Mía aprender a amarse a sí misma de nuevo?
La Sumisión del Billonario: Cuando Garret no quiere jugar bajo las reglas, Mía empieza a tener dudas de su propuesta de matrimonio. ¿Caerán las cosas en su lugar mientras Mía trata de enseñarle a Garret el estilo de vida, o se destruirá su relación por completo?
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El Reto del Billonario - K. Matthew
El Reto del Billonario
Estaba parada en el escenario, toda arreglada como las demás perras falsas a la par mía. ¿Por qué accedí a esto? A través del tiempo, tenía que estármelo recordando. Esto podría ser una función benéfica, pero yo definitivamente no lo estaba haciendo de gratis. Aun así, parada bajo las calientes luces que nos alumbraban, siendo subastada como un pedazo de carne, rápidamente estaba empezando a arrepentirme de mi decisión de seguir el juego.
La fiesta anual de Subasta a una Secretaria para Caridad. Era la primera vez que mi jefa había podido participar—la primera vez que su pequeña firma de relaciones públicas había hecho suficiente dinero para ameritar participar en tal evento.
Cuando me lanzó la idea, me encogí por dentro. ¿Por qué no se lo pides a Charlise?
Rápidamente la referí a la vivaz pasante de diecinueve años recién contratada. Ahora, esa chica podría conseguir bastante dinero para caridad. Una cosa tan bonita. Por qué mi jefa quería mandar a la anticuada de casi treinta años que soy yo, era incomprensible para mí.
Charlise no es mi secretaria,
me recodó la Sra. Eddison.
Podríamos fingir.
Traté de no verme muy feliz con la idea.
Vamos Mía, será divertido,
me aseguró. Podrás vestirte elegante y arreglarte el cabello y las uñas y conocer hombres muy ricos. Quien sabe, hasta puede que consigas un novio millonario.
Muy poco probable, pensé. Aunque ya habían pasado siete años desde mi asqueroso divorcio, yo aún odiaba a los hombres. A todos ellos. Ricos, pobres, atractivos, feos, inteligentes, tontos. Todos eran despreciables para mí. Agradables para mirar, buenos algunos, pero no merecían mi tiempo.
Y en cuanto al cabello y las uñas, creo que ella no me presta mucha atención. Puedo contar con los dedos de una mano, las veces que he lucido mi cabello de otra forma que no sea sujetado en una cola. Y la cantidad de veces que me he arreglado las uñas en la vida es cero. Nunca he sido una chica muy femenina. Simplemente no es mi estilo. Mucho trabajo.
Si la señora Eddison no me hubiera dado para esas cosas, nunca me las hubiera hecho. Aún después de todos los tratamientos de belleza y los mimos, no me sentía como una princesa. De hecho, el calor de las lámparas arriba de nosotras me estaba haciendo sentir como una escultura de cera derritiéndose. Las capas de maquillaje pintadas en mi cara, aceitosas e incómodas, estaban empezando a caerse con el sudor. Mi largo cabello oscuro, normalmente lacio y sin vida, empezaba a picar por la gran cantidad de fijador que era necesaria para mantener los rizos que el peluquero logró de alguna manera. Podía sentir los ganchos que lo sujetaban lejos de mi cara deslizarse de su posición original. Para el final de la noche, me vería como un desastre. Estaba segura de ello.
Enfocarme en mi incomodidad era lo único manteniendo mi ataque de ansiedad bajo control. Allí estaba yo, al menos cinco años mayor que todas las demás secretarias, y la más pesada por mucho. Estaba segura de que todos los demás jefes habían sido lo suficientemente inteligentes cómo para escoger a sus empleadas más atractivas. No es posible que todas estas chicas sean secretarias. La que estaba a mi derecha se miraba como la Barbie Malibú, con cabello rubio brilloso, senos grandes y un trasero del que podías rebotar. A mi izquierda estaba una chica que fácilmente podría haber sido una super modelo. Me preguntaba si la Sra. Eddison se daba cuenta ahora del error que cometió al enviarme a mí, en vez de Charlise.
El anunciador o el orador o lo que sea que era—el hombre que nos iba a subastar como ganado, se paró en el escenario y empezó su larguísimo discurso, agradeciendo a los invitados por llegar, hablando de la historia de la subasta y de las organizaciones que beneficiaba. Yo estaba ocupada mirando a la multitud, sintiéndome demasiado avergonzada como para escuchar algo de eso. Ya podía imaginar que traería la menor cantidad de dinero. Era el mismo sentimiento enfermo que sentía en la escuela, sabiendo que sería la última en ser escogida para cualquiera de los equipos de deporte porque nadie pensaba que sería lo suficientemente buena. Mis ojos empezaron a mojarse prematuramente y sentí la urgencia de bajarme del escenario. Sin embargo, esa no era una opción, no si quería tener un empleo al día siguiente, así que me la aguanté. Lo más probable es que terminaría con un caballero amable de avanzada edad. La mayoría de los hombres en la habitación eran mayores, hambrientos de una jovencita. Los pocos hombres jóvenes probablemente lucharían por las chicas a mis lados. Ciertamente eran las más bonitas de la habitación—garantizadas de ganar grandes sumas de dinero para sus organizaciones de caridad.
Cálmate, me dije a mí misma mientras comenzó la puja por la primera chica de la fila. Obtendrás la oferta más baja, saldrás con un señor mayor dulce, tendrás una buena comida gratis y darás un paseo en un lujoso auto que nunca podrías costearte, finge pasarla bien y luego ve a casa a llorar hasta quedarte dormida, temiendo tu mierda de trabajo de baja paga la mañana siguiente. Bueno, no soy toda una bola de ánimo.
Naturalmente, cuando la subasta llegó a la Barbie Malibú, el dinero empezó a volar. Cómo predije, la escogió un hombre de negocios joven y guapo que probablemente buscaba más que una cena casual. Qué suerte la de ella, pensé mientras escuchaba los aplausos cuando fue adquirida por la enorme cantidad de setenta y cinco mil dólares para el Hospital de Niños de St. Luke.
Luego era mi turno. Mientras el subastador anunciaba mi nombre, di un paso al frente, dejando que mis pensamientos cayeran a los tacones de tres pulgadas que llevaba puestos. Eran horriblemente incómodos, a pesar de que no eran tan altos. Yo nunca usaba tacones. Simplemente no tenía sentido para mí, caminar de puntillas con un arco nada natural en tu pie.
Qué comiencen las ofertas,
dijo el hombre, llamando mi atención a la multitud. No miraba ninguna de sus caras, más bien sobre ellas, directo a la parte trasera de la habitación. Estaba tan nerviosa y avergonzada que ni siquiera quería ver quien estaba ofertando por mí.
Como era de esperarse, un hombre mayor de cara amable empezó con una oferta baja. Esto es todo, pensé. Está será mi única oferta y la noche continuará como predije.
Otro hombre ofertó, igual de viejo, igual de bajo. Ambos hombres lucharon ida y vuelta, solo por espectáculo. Para cuando el subastador dijo, A la una, a las dos,
la oferta había subido a trece mil dólares, la oferta más baja de todas las chicas. Mi corazón se hundió al punto que pensé que iba a vomitar. Tomó todo dentro de mí recordarme que era todo para caridad, y que media vez consiguiera algo de dinero, había hecho un buen trabajo. Aun así, era emocionalmente devastador saber que de nuevo era la última chica en ser escogida para el equipo deportivo.
Justo cuando el subastador empezó a decir vendida,
otro hombre se puso de pie, cantando a todo pulmón una oferta sorpresa de cien mil dólares. Mis ojos casi se salen de mi cabeza. No sólo era la oferta más alta de la noche, pero este hombre era joven y extremadamente atractivo.
Vendida, al Señor Fabel de MemeBoards,
anunció el subastador, lo que causó mucho asombro en la multitud. Las chicas a mis lados me dieron miradas de odio, pero estaba demasiado asombrada para notarlo.
Al principio, no había sabido quien era este extraño que había sorprendido a la multitud al ofrecer la mayor cantidad de dinero por la chica menos atractiva, pero en cuanto escuché la palabra MemeBoards, su perfil entero llegó a mi mente. Garret Fabel, veinticuatro años, dueño de las redes sociales número uno del mundo—el único que podía contender con Facebook. Este chico era más allá de rico, más allá de más joven que yo, más allá de guapo y más allá de soltero. Tomó todo dentro de mí mantener la mirada de engreída lejos de mi cara, aunque sabía que era una oferta por lástima para publicidad. No había ninguna mujer en toda la habitación que no quisiera una cita con él, estaba segura. Pero sería yo.
Mi sentimiento de engreída me dejó cuando terminó la subasta, sustituido por el temor de haber sido ganada por un hombre tan prominente. Todos los ojos estarían puestos en nosotros por el resto de la noche. Nuestra cita probablemente hasta sea