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Juegos de Venganza: Juegos de Venganza
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Libro electrónico235 páginas4 horas

Juegos de Venganza: Juegos de Venganza

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Caleb Ryan es el único hombre que alguna vez he amado. El único chico que reconocía mi existencia cuando fuimos juntos a la secundaria. Pero después me traicionó…

Pasé años tratando de superar lo que me hizo, afilando mi odio hasta que se convirtió en un cuchillo afilado. Ahora finalmente tengo la oportunidad de cobrar mi venganza. Ni siquiera lo verá venir. Planeo deshacerme de él sin importar lo que tome.

El único problema es que lo necesito para lograr otro propósito. Me guste o no, vamos a tener que trabajar juntos.  Pero aún planeo hacerlo pagar.

Éste es el primer libro del dúo Juegos de Venganza. Es una dulce comedia romántica entre una chica singular, un entrenador personal musculoso y un billonario sexy. NO hay infidelidades, y un final feliz por ahora, garantizado.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento6 abr 2019
ISBN9781547574018
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    Juegos de Venganza - Sky Corgan

    Esta serie está dedicada a todos aquellos que han luchado alguna vez con su peso y sus sentimientos de baja autoestima debido a ello.

    CAPITULO UNO

    WILLOW

    ––––––––

    ¡Finalmente soy libre!

    Bailo en medio de las cajas y los muebles esparcidos por todo mi apartamento.

    Libre de mis padres. Libre de mis molestos hermanos. Libre del pequeño vecindario donde vivía. Libre del acaparamiento de mi madre. Libre de mi pasado—de la niña patética y sin esperanza que solía ser.

    Bienvenida a tu nueva vida, Willow Stroop, me digo a mi misma mientras doy un salto volador hacía mi cama. La base cruje desafiándome, y los olores pútridos a moho y comida podrida y polvo de mis condiciones de vida anteriores subieron en una nube invisible y atacaron mis fosas nasales. Me encogí de vergüenza.

    Voy a tener que airearte, le digo al colchón. Voy a tener que airearlos a todos ustedes. Mi mirada incluyó a todas las cajas en el cuarto. Con suerte, unas cuantas docenas de velas se desharán del hedor de mi antigua vida. El olor a pintura nueva en mi apartamento ayuda definitivamente.

    Me abrazo a mi misma, una gran sonrisa plasmada en mi rostro mientras ruedo y brinco de la emoción. No puedo recordar la última vez que me sentí tan feliz. Debe haber sido hace siglos, antes de saber que tan cruel puede ser este mundo—antes de darme cuenta de que mi niñez no era normal—que yo no era normal.

    Todo eso quedó atrás ya. No quiero pensar más en eso. Por eso me mudé aquí, para empezar de nuevo como si nada de eso hubiera existido. Nadie aquí conoce a la Willow Stroop que creció en Marfa, Texas. San Antonio es una ciudad tan grande, que la probabilidad de encontrarme alguien de mi pasado son de una en un millón. Aquí la gente podrá verme por quien soy, no por quien era.

    Sólo de pensar en las posibilidades de nuevas amistades, y, sobre todo, nuevos intereses amorosos, hace que mi pecho se sienta como si estuviera lleno de burbujas. Estoy tan malditamente emocionada. Oh Dios mío, todo es tan perfecto. La vida es tan asombrosa y maravillosa y... simplemente no puedo contenerme.

    Dejo que la felicidad fluya a través de mí, un sentimiento al que no estoy acostumbrada. Quizás por eso es tan intenso. Mi cuerpo hormiguea por la sobrecarga de emociones placenteras.

    Prácticamente me lanzo de la cama para desempacar las cosas esenciales. Luego las no tan esenciales. Mientras ordeno mis ollas y cacerolas, tengo la brillante idea de hornear galletas para mis vecinos. Sé que es una tradición antigua que ya murió, y que, en el pasado, los demás cocinaban para el nuevo vecino, pero quiero estar en buenos términos con todos mis vecinos. Aunque vivamos en un complejo de apartamentos, eventualmente tendremos que vernos unos a otros. Además, realmente quiero comenzar a hacer amigos. He visto tantas series donde los vecinos de apartamentos se vuelven amigos. Quiero eso. Quiero que mi vida sea perfecta, justo como todas las series y películas que miraba cuando era menor.

    Corrí a la tienda de Dólar más cercana a comprar justo lo que necesitaba para hornear las galletas. Haré mis compras generales mañana. Saldrá más barato ir a una tienda de conveniencia grande donde pueda utilizar todos los cupones que he estado guardando. Pero hoy en la noche, realmente no tengo la energía para caminar por largos pasillos y abrirme paso en un mar de gente.

    No tengo energía suficiente para eso, pero sí para hornear galletas, pienso para mí misma con una ligera sonrisa. Aún estoy un poco extraña, supongo. Mis prioridades están desordenadas, pero voy a dejarme ir por esta noche. 

    Regreso a mi apartamento y rápidamente preparo un lote de galletas con chispas de chocolate. Es la receta de mi madre, lo que significa que lleva toneladas de mantequilla y azúcar. Espero que no sea demasiado para mis vecinos. Por supuesto que yo no voy a tocarlas. Estoy en una dieta increíblemente estricta y ya he llegado a mi límite de calorías por el día. Además, hice la receta de mi madre a propósito, para no sentirme tentada. Recuerdo lo que estas galletas me hicieron en el pasado y no voy a ir allí de nuevo.

    Mientras espero que las galletas se horneen y enfríen, desempaco algunas cajas. Realmente no hay muchas cosas. Me traje el mínimo necesario, porque planeo reemplazar todo poco a poco. No podía irme de casa sin lo básico, solo porque no puedo reemplazar todo de un solo. Eventualmente, no habrá rastro de quien era ni de donde vine. Todas estas cosas que traje conmigo serán donadas a la caridad, y no tendré más recordatorios asquerosos de mi antigua vida.

    Mi humor baja un poco cuando pienso en que tan fuerte estoy tratando de escapar. Sin embargo, tiene sentido. Cualquiera que venga del mismo ambiente haría exactamente lo mismo. O tal vez no. Mis hermanas estaban felices de quedarse en casa y continuar en la pobreza y mugre y malos hábitos. Pero esa no soy yo. Esa nunca seré yo de nuevo.

    Pongo una docena de galletas en un plato de papel con un azafate de plástico por debajo, frunzo el ceño de tan ordinario que se ve. Luego frunzo aun más el ceño al pensar que probablemente no me devolverán el azafate. Debí comprar platos de papel más gruesos y durables mientras estuve en la tienda de Dólar, pero no estaba pensando tan adelante en el futuro. El hecho que me esté preocupando por eso ahora, es señal de que tan ordinaria soy—de que tan pobre soy. Espero que no sea así por mucho tiempo.

    Inhalo profundo, tratando de convencerme a mí misma que eso no tiene importancia, mientras le pongo plástico encima a las galletas. Luego me pego una sonrisa mientras salgo a presentarme con mis vecinos del lado derecho de mi unidad. Aliso el frente del vestido negro que llevo puesto antes de tocar a la puerta. Me quedo parada allí unos minutos, tratando de escuchar signos de vida dentro del apartamento. No me toma mucho tiempo darme cuenta de que no hay nadie en casa, así que me muevo al apartamento a la izquierda del mío. Esta vez, cuando toco la puerta, escucho pasos acercándose. Paran frente a la puerta y yo cambio mi peso de lado, tratando de verme amistosa. Unos segundos después, escucho que los pasos se alejan. Me toma tres minutos completos darme cuenta de que las personas dentro del apartamento no van a abrir la puerta. La euforia que sentía empieza a disiparse rápidamente. Tal vez hacer amistad con mis vecinos no será tan fácil como pensaba.

    Miro hacia el apartamento frente al mío y me pregunto si debería tomarme la molestia. No sé porque estoy tan sorprendida del resultado hasta el momento. Estoy en la gran ciudad ahora. Las cosas no son iguales de como son los pueblos pequeños. La gente es más cautelosa o no quiere ser molestada. Quizás hasta piensan que soy un vendedor. Por un segundo considero volver a tocar y anunciar que soy la nueva vecina, tal vez así abran, pero parece un poco desesperado.

    Con un suspiro, me vuelvo y me acerco al apartamento justo enfrente del mío, no esperando mucho. Ni siquiera me pongo una sonrisa después de tocar, mirando hacia abajo a las galletas y preguntándome que haría con ellas si nadie contesta o me ignoran de nuevo.

    Pasos se acercan y me pongo una sonrisa, aunque no tan vibrante cómo la de antes. No es hasta que la puesta se abre que me ilumino. ¡Sí! Voy a conocer a mi primer vecino y tal vez a mi primera amistad.

    La puerta se abre y yo oro en silencio que sea una mujer más o menos de mi edad. La idea de finalmente tener una amiga cercana eleva mi emoción al techo.

    Pero no es una mujer. Es un hombre. Y cuando veo su rostro, cada onza de alegría que sentí cuando llegué a mi nuevo apartamento, se desmorona como un cristal roto.

    ¡Tú!

    Mi reacción interna al hombre parado frente a mí es tan fuerte que la mordaz palabra casi abandona mis labios.

    Lucho contra el impulso de estrechar mis ojos, pero el calor que siento adentro ciertamente ha subido a mi cara.

    ¿Cómo diablos pudo pasar esto? ¿En una ciudad con más de dos millones de habitantes, cual es la probabilidad que me mude al lado de este pendejo?

    Caleb Ryan me sonríe, aunque también se ve un poco sorprendido. ¿Te puedo ayudar en algo? me pregunta dudosamente antes de volverse para llamarle la atención a su perro por querer pasar más allá de sus piernas.

    Sé que debo parecer una lubina, mi boca está abierta. Mis ojos están bien abiertos.

    ¿Puedo ayudarte? ¿Sólo eso? ¿En serio?

    Me toma un momento recuperar la compostura. En el segundo que lo logro, aparto mi mirada. Sólo mirarlo, me hace sentir un montón de cosas desagradables. Sólo quería venir a decirte que me mudé al apartamento de al lado.

    Mira atrás de mí, señalando alrededor con su dedo cómo una vara de Zahorí.

    Allí. Hago un ademán hacía el apartamento frente al de él.

    Ah. De acuerdo. Asienta con la cabeza, sus ojos posan sobre el plato de galletas que sostengo. ¿Esas son para mí?

    No. Las aparto de él y las sostengo cerca de mi pecho. Yo simplemente... las tenía conmigo. Me mira extrañamente. Estar bajo su mirada me hace sentir caliente en todos los sentidos. Bueno, ya me presenté, debo irme. Me alejo de él.

    Él suelta una pequeña risa. Pero no te has presentado.

    Eso hace que mis ojos vuelvan a mirarlo. Y en ese momento, lo entiendo. Él no tiene idea de quién soy. No estoy segura si eso duele o me hace feliz.

    Soy Caleb. Extiende su mano hacia mí.

    Cambio el plato de galletas a un brazo, apartando un mechón de pelo detrás de mi oreja antes de estrechar su mano cuidadosamente. Willow. Murmuro, sabiendo que me reconocería el segundo que escuchara mi nombre.

    ¿Cómo? Pregunta.

    Aclaro mi garganta, preparándome mentalmente para la incomodidad que se aproxima. Soy Willow.

    Oh. Hace su cabeza hacia atrás. Bueno, encantado de conocerte Willow. Hazme saber si alguna vez necesitas algo.

    Lo miro fijamente, sintiendo que mi mandíbula está a punto de desprenderse. ¿Realmente no me reconoce después de que le dije mi nombre?

    Bueno, que tengas buenas tardes. Me alejo de él despacio, esperando que descifre mi identidad en cualquier momento. No lo hace, sin embargo, y logro llegar segura a mi apartamento.

    Una vez adentro, presiono mi espalda contra la puerta y gruño, sintiéndome más miserable de lo que me he sentido en mucho tiempo. ¿Cómo puedo sentirme lo más feliz que me he sentido y lo más miserable que me he sentido en el mismo día?

    Simplemente no parece justo.

    Pongo las galletas en la isla de la cocina y tiro mi pecho sobre la isla, dejando salir un gemido. Caleb Ryan. El único hombre que he amado. No lo había visto en cuatro años y ahora es mi vecino.

    El destino es cruel. Digo con un bramido. Es más que cruel. Se está burlando de mí.

    Inhalo profundamente, levantándome bruscamente de la isla. No puedo permitir que esto arruine mi nueva vida. Tengo que deshacerme de él, cueste lo que cueste. Seguramente, debe de haber una manera de hacer que se mude, o de hacer que lo saquen.

    Me siento en el sofá a pensar ideas de cómo hacer para que Caleb se mude. Mientras tanto, los recuerdos de nuestro tiempo juntos en la secundaria me invaden. Yo era una tonta enamorada en aquel tiempo, ciega a quien él realmente era.

    No ha cambiado mucho, creo. Aún es guapo, aunque se ve un poco más rudo. Cuando estábamos en la secundaria, mantenía su cara bien afeitada. Ahora parece que ha decido dejarse crecer una barba y un bigote algo cortos. Más como barba de unos cuantos días y no una barba completa. Lo hace ver más maduro, menos infantil. Siempre estuvo en forma, pero definitivamente ha ganado más músculo desde la última vez que lo vi.  Su camisa se aferraba a su pecho ancho, los músculos bien definidos debajo, lo apuesto. Creo que la peor parte es que sus ojos aún son amigables. Esos ojos marrones que me engañaron tantas veces. Ese brillo en ellos cuando se ríe. Eso me engañó, haciéndome pensar que era honesto—que de verdad éramos amigos.

    Ahora lo odio. Siempre lo voy a odiar por lo que me hizo. No voy a sufrir el vivir a la par en el futuro cercano.

    Pasé la noche planeando mi venganza. Es perturbador lo rápido que mi felicidad se convirtió en odio. Lo rápido que mi sueño se convirtió en pesadilla. En este momento, tengo la ventaja ya que él no conoce mi verdadera identidad, pero quién sabe cuanto durará.

    Con suerte, nunca recordará quién soy.

    Con mi humor completamente arruinado, me voy a la cama temprano, aunque a penas logro dormir un poco. Mis pensamientos se vuelven ridículamente asesinos, desde empujar a Caleb por las escaleras, hasta atropellarlo con mi auto.  Si tan sólo él supiera que tan irreparablemente me traumatizó. Pero no le daré la satisfacción de saberlo. Sólo deseo hacerle lo mismo a él, pero sé que no es posible. Él siempre ha sido tan perfecto cómo es posible ser. Popular en la secundaria. Todos lo amaban. Todas las chicas querían salir con él, incluyéndome. Era el tipo de persona que le ayudaba a las ancianas con sus compras y se ofrecía de voluntario para servir comida a los indigentes. Estoy segura de que muy pocas personas conocían su verdadera naturaleza. Sólo sus amigos más cercanos...y yo por accidente.

    Cuando por fin logro dormirme, no me despierto hasta casi el mediodía.  Me quejo mientras los rayos de sol entran por las persianas a quemar mis retinas. Si no fuera porque mi estómago está gruñendo, me habría quedado en la cama todo el día. Por como están las cosas, necesito ir a comprar víveres desesperadamente.

    Me levanto de la cama y me visto, lamiéndome los labios al ver las galletas sobre la isla de la cocina. Por mucho que odio lo que me hicieron en el pasado, sé que son deliciosas y eso las hace más tentadoras.

    No. Sacudo la cabeza y las meto en una gaveta vacía para que no estén a la vista. Las llevaré al trabajo mañana para causar una buena impresión. Lo que realmente quiero hacer es botarlas a la basura, pero sería mucho desperdicio.

    Me cuelgo la cartera al hombro y salgo de mi apartamento, tirando una mirada a la puerta del apartamento de Caleb. Con suerte, nunca nos cruzaremos. Dentro de menos lo vea, mejor.

    Sólo he dado un par de pasos por el pasillo, hacia el ascensor, cuando veo un montículo caliente de mierda de perro allí. Una sonrisa malévola cruza por mis labios y asiento la cabeza para mí misma. No es lo suficientemente grande cómo para pertenecer al Husky de Caleb, pero eso no importa. Dudo mucho que los empleados del complejo de apartamentos se tomen el tiempo de venir a medirlo.

    Tomo el ascensor hacia abajo y me desvío hacia la oficina del complejo. Cuando llego, haciéndome la enojada le informo al agente de arrendamiento que un perro defecó en el pasillo de mi apartamento y miento diciendo que vi quien fue. Una vez que he reportado a Caleb y su perro, me voy feliz a realizar mis compras a la tienda de conveniencia. Sé que reportarlo una vez no hará que lo saquen, pero será inconveniente para él recibir la advertencia. Decido en ese momento que cada vez que vea pupú en el pasillo, lo reportaré. Si recibe suficientes advertencias, lo multarán. Luego, tal vez amenacen con desalojarlo. Él se disgustará y decidirá mudarse por su cuenta, no queriendo ocuparse de la situación. Sólo tengo que esperar a que termine su contrato. Si logro que lo desalojen antes, mejor.

    Termino mis compras y regreso a casa, sintiéndome superior. Tal vez la vida aquí estará bien, después de todo.

    ***

    Empezar en un nuevo empleo nunca ha sido tan emocionante cómo ahora. Probablemente porque relaciono empezar un nuevo empleo con empezar una nueva vida. Además, aquí es dónde probablemente haga mi primer amigo, ahora que mi sueño de ser amiga de mis vecinos ha sido truncado. En todas las series que he visto en mi vida, la gente siempre tiene un amigo en el trabajo. ¿Por qué sería diferente para mí?

    Nos llevan al salón de capacitaciones y me sientan a la par de una hermosa rubia que se presenta cómo Becky.

    Estoy tan emocionada. Prácticamente está saltando en su silla. Su energía es contagiosa y no puedo evitar sonreír.

    Yo también.

    Éste es mi primer empleo después de la secundaria.

    Esa confesión me hace sentir menos contenta. Fui a la universidad a estudiar para ser un codificador médico, y aquí estoy, trabajando

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