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Libro electrónico377 páginas5 horas

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Información de este libro electrónico

Nerzabet es una joven con una vida aparentemente normal, pero en su cumpleaños 17 una inesperada visita llega a cambiar su tranquilidad por una responsabilidad demasiado grande para poder llevarla sobre sus hombros, a partir de ese momento todo da un giro de 180°. ¿Qué pasaría si un día te das cuenta de que no eres quien creías ser? ¿Qué nadie a tu alrededor es quien aparenta? ¿Qué harías si la vida de tus seres queridos está en peligro?
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento28 feb 2014
ISBN9781463378691
NERZABET
Autor

Sayurami Contreras

Nació en Aguascalientes. Inspirada en novelas juveniles comenzó a escribir sus primeros cuentos y estos fueron afamados por la comunidad estudiantil, otro de sus logros literarios fue el premio al mejor ensayo de la región al contar solo con la edad de 14 años; Tomo un taller de literatura un año más tarde que dio nacimiento a la novela “Nerzabet”, actualmente desarrolla la continuidad de esta interesante y enigmática novela.

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    NERZABET - Sayurami Contreras

    Copyright © 2014 por Sayurami Contreras.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 22/07/2014

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive, Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    603789

    ÍNDICE

    Capítulo 1 La Profecía

    Capítulo 2 Nemain

    Capítulo 3 El Misterio detrás del Dije

    Capítulo 4 La Verdad

    Capítulo 5 Los Rarámuris

    Capítulo 6 Rhiannon

    Capítulo 7 La Academia Villa Teresa

    Capítulo 8 Nuevo Encuentro

    Capítulo 9 Distracción

    Capítulo 10 ¡¿Qué Rayos con la Vida?!

    Capítulo 11 Es terrible que no puedas hacer nada por la persona que amas

    Capítulo 12 Entrenamiento

    Capítulo 13 ¿Qué si no quiero ser una @!#¿&! Diosa?

    Capítulo 14 Decisión

    Capítulo 15 Theia

    Quiero agradecer a todos aquellos que me apoyaron durante la redacción de esta novela; sus opiniones y críticas (algunas no muy amables), dieron un gran resultado. Quiero agradecer especialmente a mis padres y abuelos que siempre me apoyaron y creyeron que llegaría lejos; sin ellos no habría sido posible terminar.

    Dedico este libro a mi familia, a mi novio Ari, que me dio ideas geniales para la historia y me ayudó en la imagen de portada, a mi amiga y hermana Andrea -un personaje está basado en ella-, siempre dándome ánimos para seguir escribiendo.

    En ese momento lo único que podía pensar era en que todos estábamos en un peligro mortal; indefensos. Sentía que me partían en dos. Sólo habían pasado unos segundos, y ahora, estábamos perdidos. Una sombra captó mi atención, era la figura de un joven; era irreconocible, no podía quitar los ojos de él… ¿Qué le había pasado?…

    CAPÍTULO 1

    LA PROFECÍA

    Un rayo de luz que entró por mi ventana, interrumpió mis sueños. No me molesté por haber despertado, pues esa luz era especial, al igual que este día, 13 de Febrero; mi cumpleaños. Mi décimo séptimo cumpleaños. Luego de un rato de divagaciones sobre lo genial que eso me resultaba, abrí mis ojos.

    No estaba sola, mi padre y mi madre estaban conmigo, con un enorme pastel de cumpleaños y un 17 al centro, les regalé mi mejor sonrisa, y ellos también me sonrieron; me sonrieron cálidamente. Ellos me aman, y yo a ellos. Los últimos 17 años habían cuidado de mí y lo seguirían haciendo y siempre se los agradecería. Me llenarían de obsequios, si yo se los pidiera.

    —Bueno hija, apaga la vela que se está extinguiendo —me dijo mamá con su sonrisa imperturbable, sacándome de mis recuerdos viejos.

    —Sí, mamá, lo siento, ya mismo lo hago —le dije un poco distante.

    —Pero no te olvides de tu deseo —me dijo papá guiñándome un ojo.

    —De acuerdo —dije apenas en un susurro. Cerré mis ojos y musité en mis adentros: espero que este día sea inolvidable, y apagué la vela. Mis padres rompieron en aplausos. Alcancé a escuchar abrirse y cerrarse la puerta de mi habitación y un ¡FELICIDADES ERZI!, el corazón me dio un vuelco. Se detuvo y aceleró descompasadamente, mientras sentía que me ponía roja completamente. Abrí los ojos y vi a Daniel parado detrás de un caballo de peluche enorme, café y blanco, con su sillita de montar y su crin blanca y ondulada. Llevaba puesto el uniforme de gala de la escuela, el cual es azul, que hacía que sus ojos se vieran aún más azules; su cabello despeinado con un poco de gel y su sonrisa cálida que guardaba para mí, me di cuenta de eso en sólo un segundo, ¿increíble no?; yo misma me sorprendí.

    —¡Daniel, te acordaste! —me dedicó otra gran sonrisa y sus ojos se volvieron cálidos y llenos de comprensión.

    —Claro que me acordé, no soy olvidadizo —su voz sonó ofendida, pero su rostro mostraba diversión.

    —Ay amigo, eres genial, y te ves bien.

    —Lo sé, pero tú tienes un aspecto horrible —fruncí el ceño y lo miré con mala cara y él soltó una carcajada fuertísima que, acto seguido, se tapó con la mano disponible (la otra sostenía al caballo), y luego se disculpó. Había olvidado la presencia de mis padres y con voz calmada musité:

    —Lo siento, pero Daniel tiene razón, me veo horrible, me pillaron justo cuando iba despertando, necesito un minuto a solas —dije.

    —Sí, está bien —dijo mamá.

    —Te esperamos abajo, ¿por qué no vienes con nosotros Daniel? —dijo papá.

    —Sí, está bien —Daniel estaba con un pie adentro y uno fuera, se veía indeciso— esperen, bajo enseguida, olvidé decirle algo a Erzi.

    —Okey pero no te demores, esperamos que te quedes a desayunar antes de irte a la escuela —el rostro de Daniel se iluminó, a él le encantaba que mamá cocinara, en realidad a casi todos; es una cocinera excelente.

    —Sí, no me tardo —dijo Daniel con un exceso de alegría. Mis padres bajaron y me dejaron a solas con Daniel. Bien, antes de que piensen algo erróneo, Daniel es mi único y mejor amigo. Nos conocimos en pre-escolar, y hemos sido inseparables desde entonces. Doce años juntos como amigos, todo un récord. Mis padres lo estiman, por obvias razones; por algún extraño motivo, nadie me hablaba, -claro, con excepción de Daniel-; por eso mis padres lo querían como un hijo más, y, bueno, yo le agradaba de igual manera a sus padres, por los mismos motivos.

    —¿Qué se te olvidó decirme Dan? —lo llamaba Dan por razones de…cariño, podría decirse. Como él me llamaba Erzi, mi nombre es Nerzabet. No sabía entonces su significado, así que por ahora, sólo Nerzabet. Tuve que preguntarle lo que había olvidado; se veía indeciso e incómodo.

    —Erzi, yo —okey, eso no me agradaba.

    —Sí, Dan —dije y mi tono de voz se oyó preocupado.

    —Yo sólo quería decirte que… —¡Dios!, odiaba que me dejara preocupada y en duda—. Quería decirte…

    —¡Demonios!, ya dime Daniel. —Miró al caballo, luego a mí y otra vez al caballo, sonrió y dijo:

    —Felicidades, eres un año más vieja. Toma te traje esto —extendió el caballo hacia mí, yo lo tomé y sólo pude darle un gracias apenas mayor a un susurro.

    —De nada, bueno, te dejo, iré a comer algo, tengo muchísima hambre —se despidió con la mano y bajó corriendo las escaleras.

    Ok, tenía un caballo gigante de peluche, realmente hermoso. Se preguntarán que a mis 17 años, cómo era posible que me gustaran los peluches; bueno es que, ¡me fascinan los peluches!, y más si son caballos, ¡amo a los caballos! Me levanté, me puse mi uniforme, las calcetas azules, mis zapatos, tomé mi mochila, me cepillé rapidísimo mi cabello y lo adorné con un broche de un angelito. Bajé. Ya habían comenzado a comer, Daniel estaba muy concentrado en su plato. Me aclaré la garganta lo bastante fuerte como para que me escucharan. Mis papás interrumpieron su bocado y me miraron con rostro de inocencia; sólo sonreí y negué con la cabeza. Tomé asiento y comencé a comer, acabamos en poco tiempo y nos encaminamos Daniel y yo a la escuela.

    En la puerta había una anciana extraña deteniendo a cada chica que entraba y mirándolas fijamente. Parecía que estaba buscando algo, o a alguien; era obvio que era a una chica a la que buscaba. Traté de entrar corriendo pero me detuvo. La observé; uno de sus ojos era blanco completamente y el otro de un bonito azul. La mitad de su rostro estaba quemado y con cicatrices extrañas. A su mano derecha, la que me sostenía, le faltaba el dedo índice. Después de algunos segundos, que parecieron una eternidad, soltó mi mano. Una chica de mi grupo pasó a mi lado y me golpeó el hombro.

    —Cuidado Nerzabet, fíjate por dónde vas —dijo y se alejó, riéndose como boba sin sentido alguno. Di un paso y la vieja me tomó del brazo otra vez.

    —Mi tiwí¹, qué bueno que estás bien, toma esto, te servirá —entonces, justo como si hubiera desaparecido, se fue, y en el lugar donde estaba, había una hoja; un pedazo de pergamino realmente viejo al que le faltaba un pedazo. Miré para todos lados en busca de la anciana pero no encontré nada más que a mi mejor y único amigo.

    —Erzi, ¿qué pasa?, ¿quién era? —dijo Daniel. Se veía preocupado.

    —No lo sé, me dijo que era su tiwí¹ y me dejó esto —tomé el pergamino y se lo mostré.

    —Tal vez se confundió. Vamos, se hará tarde para la primera hora.

    —Adelante, luego te alcanzo —se quedó mirándome pero luego se fue. Giré a mi alrededor una vez más; no había nadie. Sólo yo y el pergamino. Lo abrí. El texto me confundió aún más, no tenía coherencia, al menos yo no lo entendía. Lo leí en voz alta para reflexionar.

    Una fuerza extraña renacerá,

    un malvado plan creará,

    para su deseo mortal,

    pues diosa de muerte y destrucción es.

    Sin embargo, llegará aquella que nos salvará,

    del poder ancestral.

    Dará muerte al mal,

    pero el mal a ella matará.

    —¿Pero qué diablos? —doblé el pergamino y avancé a mi salón. No me podía sacar de la cabeza ese texto; me ponía los pelos de la nuca de punta. Recordarlo me hacía estremecer. Entré un tanto distraída y tomé mi lugar habitual a un lado de Daniel, me miraba preocupado, me pasó una nota, decía:

    Q es q t pasa?

    Giré los ojos y escribí:

    Nada, tranquilo, vuelve a tus divagaciones, en ksa t muestro el pergamino.

    Se la pasé. Cuando terminó de leerla, asintió a mi dirección y prestó toda su atención al profesor que acababa de entrar. Traté de centrarme por completo en la clase, pero una parte de mi concentración estaba tratando de descifrar el texto; pero no pude hacerlo. Quería pedirles ayuda a mis padres, pero sabía que no tenía que decirles nada, tenía que mantenerlo oculto. Además, tenía que dejar de preocuparme por algo que, quizá fuera un error. ¿Y si no?, ¿y si la anciana no se equivocó? No. Fue un error. Me dije a mí misma.

    —Señorita Billarti, ¿podría decirme el resultado de esta ecuación? —dijo señalando el pizarrón. Me puse colorada. No sabía nada de matemáticas, miré el pizarrón y luego al profesor.

    —No lo sé, profesor.

    —Bueno, entonces ponga atención señorita Billarti —y volvió a la explicación.

    Bien, esa clase fue una tortura. Al menos mi cumpleaños pasó desapercibido, ¡genial! Eso fue lo que más me agradó durante las tres primeras horas, había olvidado casi por completo el ridículo pergamino que me dio la anciana fantasma, hasta que Daniel me lo recordó en el receso.

    —Tienes que decirme qué diablos decía ese pergamino —dijo Daniel un tanto desesperado.

    —Vas a ir corriendo a decírselo a tus padres —le dije sin mirarlo.

    —¿Por qué habría de hacerlo? —me contestó con tono ofendido. Me mordí el labio. Sabía, o más bien, creía que le diría a sus padres. Me quedé pensando, mirando al frente. Sentía los ojos de Daniel fijos en mí, pero no quería enfrentarme a él, no ahora; tenía que decirle que no podía hablar de esto a nadie. No sabía cómo había llegado a suponer eso, pero algo me decía que sólo él y yo podíamos enterarnos de esto. Después de un largo rato de meditación, me enfrenté a su mirada.

    —Bien, te mostraré el pergamino, pero no debes decirle a nadie, aun cuando no sepamos qué rayos significa, ni si fue un error de esa anciana o no —le dije.

    —De acuerdo, lo prometo —dijo alzando la mano derecha. Saqué de mi bolsillo el pergamino y lo extendí hacia Daniel, lo tomó y comenzó a leer. Sus ojos se detuvieron en las últimas líneas del papel.

    —¿Qué pasa Dan? —le dije preocupada.

    —Nada, es sólo que se me hizo algo conocido el texto —me dijo pensativo.

    —Bueno, quizá por una de las tonterías que lees, sin ofender, pero no creo que eso sea algo que ayude en un futuro —dije con una sonrisa de niña inocente.

    —Mm, eso ya lo veremos, te puede salvar de una reprobación —me dijo con tono de burla.

    —Okey, okey, comamos; comienzo a presentir que mis intestinos crearán una guerra y terminarán comiéndose unos a otros —dije.

    —Está bien, no queremos que Erzi se quedé sin intestinos —lo miré con el ceño fruncido, pero pronto me ganó la risa y terminé por contagiar a Daniel, y comimos entre risa y risa.

    Las clases fueron más fáciles y pude concentrarme al máximo, pero terminé super agotada. No sabía ni por qué, pero terminé agotadísima. Llegué a casa, subí a mi habitación y me dejé caer en la cama. Segundos más tarde me encontraba en un campo muy hermoso, había árboles frondosos, un columpio que parecía tener muchos años, un hermoso lago. A lo lejos se veían un par de montañas. Había una casita que parecía sacada de un cuento de hadas. Estaba amaneciendo, apenas comenzaban a salir rayos de sol; el viento jugueteaba con mi cabello, lamía mis piernas, mi rostro y mis hombros que se encontraban desnudos. Yo tenía puesto una blusa de tirantes que hacía juego con una falda que formaba un pico justo al centro, estaba bordada con figuras extrañas; parecía un vestido típico de alguna tribu. Todo era tan antiguo; yo no conocía nada de eso.

    ¿Cómo era posible que mi mente creara tal paisaje? Mi mente era grande, mientras dormía. Caminé despacio hacia la casita, llamé a la puerta pero nadie abrió. Giré la perilla, estaba abierto, así que entré. Por dentro estaba igualmente hermosa, con un toque antiguo. Tenía pinturas viejas, no tenía piso, ni muebles, nada. Sólo pinturas, un catre, una mesita, y otra cosa que parecía ser la estufa. Bueno, definitivamente estaba en una casa de una persona perteneciente a una tribu. ¿Qué tribu?, ni idea. La voz de una mujer me sacó de mis cavilaciones. Cada vez era más cercana; no tenía dónde esconderme, me puse nerviosa, me movía por toda la casita, hasta que pronunció mi nombre. Me paralicé de inmediato y escuché con atención lo que decía.

    —Hoy he visto a mi nieta, es muy bonita, es idéntica a tu upí², hijo mío.

    ¿Hijo mío?, la anciana no estaba sola, estaba con un hombre, se dirigían a la casita, estaba segura, su voz era cada vez más cercana.

    —¿Cómo es madre? —le preguntó el hombre.

    —Es alta, blanca, no mucho, pero blanca; sus ojos son café claro, casi verdes, su pelo es largo y café verdoso, es idéntica a tu mujer —dijo la anciana en señal de adoración.

    —Sí, excepto en los ojos, son casi como los de nuestra tribu —dijo el hombre— ¿y cómo se llama?, ¿se ha quedado con el nombre que le escogimos para ella?

    —Si ba`chi, su nombre es Nerzabet —dijo la anciana.

    —Luz que guía, luz que salva —dijo el hombre.

    —Así es ba`chi³ –y con esto entraron a la casa. Ella se quedó mirándome, la reconocí de inmediato, era la anciana que me encontré en la mañana, se formó una sonrisa en su deformado rostro.

    —Mi nieta querida, has vuelto a tu hogar —dijo la anciana levantando los brazos, queriendo abrazarme, dio un paso hacia mí y yo di un paso atrás.

    —Se equivoca, me está confundiendo, yo no soy su nieta, no la conozco a usted. Mi abuela se llama Sara y su casa es muy hermosa; yo no puedo ser su nieta —me alegré de que mi voz agresiva por la sorpresa y confusión, lejos de sonar así, sonara amable y casi inaudible.

    —Hija mía, cómo has crecido, tu madre se alegrará de verte de nuevo —el hombre se acercó a mí y me abrazó— mi luz, mi vida, mi Nerzabet.

    Luego dijo algo en otro idioma que no supe interpretar, me aparté de él y le grité.

    —¡Usted no es mi padre!

    —Comprendo que no lo recuerdes, eras una bebé, pero sí lo soy —el sonido de un cuervo interrumpió mis palabras, no era el sonido de un cuervo normal. Bueno, un solo cuervo no era capaz de producir ese sonido tan fuerte; al menos eran diez.

    —Ya es hora, ella llegó —dijo la anciana sacándome de mis cavilaciones.

    —¿Quién llegó?, ¿de qué es hora? —le pregunté a la anciana.

    —La Reina Espectral, el cuervo, cuidado con ella hija, sólo tú puedes acabar con la Reina espectral —me dijo la anciana.

    —No sé de lo que me está hablando —dije.

    Entonces el cuervo entró a la casa. Era enorme, realmente enorme, iba directo a mí, a atacarme con sus garras, me cubrí con el brazo y grité.

    —¡No!, ¡detente!, ¡basta! —le gritaba al cuervo.

    — ¡Erzi!, ¡Erzi despierta!, ¡Ag, demonios Erzi pegas duro! —desperté de golpe y le tiré otro manotazo a Dan, sus ojos mostraban preocupación y su rostro una mueca de dolor.

    —Maldición Dan, ¿qué haces aquí?

    —Vine por lo de la tarea en equipo, ¿recuerdas?, tus padres me dijeron que estabas aquí arriba —me dijo sobándose el rostro por los dos manotazos que le había propinado.

    —Lo lamento Dan, no quería golpearte, lo siento, en verdad —le dije.

    —No te preocupes estabas soñando, no sabías que era yo —me dijo sonriendo— lo que me recuerda, ¿qué estabas soñando?

    —Soñé a la anciana, estaba con un señor. Ella dijo que yo era su nieta y el señor era mi padre, y entonces… —no quería mencionar al cuervo, así que me detuve.

    —¿Entonces qué Erzi? —me preguntó.

    —Desperté —le dije sin mirarlo.

    —No estás diciendo todo, gritabas que se detuviera, ¿qué querías que se detuviera? —insistió Daniel.

    —Nada, no eres mi psicólogo, vamos a hacer la tarea, ¿quieres?

    —Bien, como quieras, pero sé que no es toda la historia.

    Trabajamos hasta tarde, Daniel se moría de sueño y cansancio, pero no quería dejar a medias el trabajo. Le habló a sus padres para poder quedarse en casa, teníamos otra habitación para invitados; así que se quedó. Terminamos el trabajo a la una de la madrugada. Nos tardamos porque, entre risa y risa casi no hacíamos el trabajo, total, terminamos empapados. ¿Cómo? Daniel trajo un par de jarras de agua, me mojó por accidente y ahí empezó todo; fue divertido. Cuando acabamos, cada quien se fue a su habitación correspondiente, o más bien, Daniel se fue a la habitación de invitados. Tomé un baño, me puse a investigar en mi buscador favorito, tecleé dos palabras: Reina Espectral.

    CAPÍTULO 2

    NEMAIN

    Aparecieron varios links bajo el nombre de Nemain, bajo el link en negritas estaba Reina Espectral. Varios títulos se veían atractivos, todos coincidían en algo, en todos decía el nombre de Nemain, una diosa celta. Escogí el link que más me llamó la atención: Nemain-Diosa del caos-Fotocomg. Debajo del link venía una pequeña sinopsis del contenido de la página; se podía leer: Hay muchas leyendas sobre ella. Algunas hablan de Nemain diosa de la muerte y destrucción, relacionada con Theia, "nutrición de los…; fue el link del que me pareció que obtendría mayor información, pero no. Sólo venían los diferentes nombres con los que se le conoce y lo que significaba su nombre. Mientras estaba leyendo, me detuve en una frase, se me bajó la sangre, me acordé de lo que decía el pergamino; coincidía en algo. La página web decía que Nemain era diosa de la muerte y la destrucción y el pergamino decía:

    Una fuerza extraña renacerá,

    un malvado plan creará,

    para su deseo mortal,

    pues diosa de muerte y destrucción es.

    Diosa de muerte y destrucción, Nemain, coincidían. Entonces el pergamino, era un tipo de profecía sobre su renacimiento, ¿pero cómo? En ninguna página venía nada sobre una patética profecía, además era sólo una leyenda. Quizá el pergamino lo había hecho la anciana, aunque, en verdad tenía un aspecto muy viejo, demasiado como para que la anciana lo hubiera creado. Me moría de sueño, además, ¿qué demonios hacía buscando algo que me dijo la anciana en un sueño? Observé el reloj, eran las tres de la madrugada. ¿Me tardé tanto en investigar?, bueno, también había tomado un baño, pero aun así, fue demasiado. Para el día siguiente estaría muerta en vida. Apagué el ordenador y me metí en la cama, me quedé dormida de inmediato. Otra vez desperté en la casita. Estaba decidida a preguntar sobre el pergamino y su contenido, y también sobre esas palabras raras que me decían, que me hacían sentir en casa; cosa que no debería suceder, pues, no sabía su significado, ni quiénes eran esas personas. Justo cuando abrí la puerta me di cuenta de que esta vez no estaba la anciana ni el señor que decía ser mi padre, sino que estaba una mujer hermosa de pelo largo y negro, llevaba un vestido largo, negro también. Su belleza me abrumaba. Me sonreía, no amable ni cálidamente; más bien era una sonrisa malvada y sarcástica. Podía sentir un poder extra normal en ella. Había un silencio incómodo, así que decidí romperlo con mi magnífica pregunta ganadora de un Óscar:

    —¿Quién eres?

    —Tú ya me conoces —me dijo la mujer.

    —No es verdad, yo nunca te he visto antes —dije.

    —Es cierto, tú no; te he confundido con alguien más, pero, veo que tienes dudas, ¿por qué no preguntas? —me contestó la hermosa mujer.

    —B-bueno —tartamudeé— sólo quería saber sobre el contenido de un pergamino que me dio una anciana que dice ser mi abuela, habla sobre una diosa y una mujer que la matará; según a lo que he entendido, que no sé si es lo correcto. Así que me he dedicado a investigar un poco sobre una mujer que se hace llamar Reina Espectral. Ese nombre me lo dijo la anciana, en otro sueño. El nombre de la diosa es Nemain según a la investigación y…—me detuve. La expresión de la mujer hizo que me detuviera, su rostro se descompuso por unos instantes. La mujer volvió en sí y me miró con un poco de ira.

    —Nemain-no-morirá —me dijo puntualizando cada palabra.

    —Bueno sobre eso, hay algo. Sólo es un pedazo de pergamino viejo, no creo que eso suceda, además… estamos en pleno siglo XXI, ya no se tiene la creencia de viejas leyendas. En este mundo en lo único que se puede creer es en la ciencia y la tecnología. Mi duda es, ¿cómo es posible que en varias páginas de internet coincidan en que Nemain es la Reina Espectral y no hable sobre una profecía de su supuesto renacimiento?, en caso de que esto sea real, aunque es lógico que no. —Mi voz sonaba muy segura y confiada, pero la verdad estaba muerta de miedo; esa mujer realmente asustaba.

    —Mira mocosa —dijo la mujer—, sólo te diré una cosa, no vives en el mundo en que crees vivir, además deberías conocer la historia de la temible Nemain. Esta tribu la conoce más que bien, temen su regreso.

    —Y, ¿eso qué tiene que ver conmigo? —pregunté.

    —Es sencillo, eres una más de esta porquería de tribu —dijo la mujer que acto seguido soltó una carcajada espeluznante y comencé a retorcerme de dolor. Sentía que me quemaba, quería despertar, debía despertar, ¡basta, ya por favor, basta, me duele, para el dolor, noo!, gritaba en mi mente.

    —¡Nerzabet!, ¡Erzi!, ¡Despierta! —me gritó una voz, desperté de golpe.

    —¿Qué hora es? —pregunté adormilada.

    —Las nueve, se han ido tus padres a trabajar, hoy entramos más tarde —dijo Daniel. Entonces caí en la cuenta de que otra vez estaba en mi habitación.

    —Daniel, ¡¿podrías dejar de escabullirte en mi habitación?! —le dije algo enojada y agradecida.

    —Tú podrías dejar de gritar escandalosamente y decirme de una vez por todas qué demonios estás soñando últimamente, aunque debo decirte que gracias a tus gritos desperté y me di cuenta de la hora —dijo con su típica sonrisa sarcástica.

    —Bien, de nada, mis gritos te salvaron de llegar tarde —le dije con más amabilidad. La verdad estaba muy agradecida, él había parado el dolor.

    —Tus gritos sí, la charla no, vamos levántate y arréglate, veré qué hay de desayunar.

    —¡A la orden jefe! —dije con una sonrisa. Daniel salió de mi habitación dejándome sola con mis pensamientos, me vestí distraídamente, pensando en lo que me había dicho la mujer, tu origen está aquí. Era una mentira, ella qué sabía de mí. Nunca la había visto, así que quizá sólo era mi imaginación, aunque… No. Sólo fue mi imaginación y nada más, no pudo ser otra cosa. Debía deshacerme del pergamino. Desde que había aparecido todo había cambiado, los sueños, ¡vaya!, hasta me ponía a dudar de mi origen. Esto no era bueno. Dejó de ser bueno desde que esa anciana apareció en mi vida, -pensé-.

    —¡Erzi, anda, ya está listo! —me gritó Daniel desde la cocina en el piso de abajo.

    —¡Ya voy Dan, ¡ah, sí… gracias! —le grité yo desde mi habitación, me di un último vistazo, ¡maldición!, tenía unas ojeras tremendas, gracias a mi fabulosa idea de dormir a las tres de la madrugada. Luego de seis horas de sueño casi tranquilo, era obvio tener estas ojeras. Las cubrí con un poco de maquillaje. Para ser sincera, no me gustaba nada el maquillaje, quizá un poco de lápiz para ojos de vez en cuando, pero maquillaje y sombras y cosas así, no. Pero bueno, la ocasión lo ameritaba. Bajé corriendo las escaleras, me quedé mirando la mesa y a Dan comenzando con el primer bocado. No sé qué era lo que me esperaba, pero definitivamente eso no era.

    —Oahu, Dan, no sabía que podías cocinar.

    —Yo tampoco, acabo de descubrirlo gracias a que le dieron el día libre al mayordomo; vamos, come, no sabe mal —dijo.

    —Lo dice quien cocinó —dije.

    —Lo dice la persona que más come en esta casa —dijo con una media sonrisa.

    —No comes mucho, de hecho comes menos que yo —le dije bajando el último escalón y reuniéndome con él en el lugar de siempre en la mesa.

    —¿Ya vas a decirme qué es lo que soñaste? —preguntó Daniel en tono serio.

    —Mm —musité— ok, lo haré, dame sólo un segundo para disfrutar estos alimentos —le dije llevándome un bocado más a la boca. Él esperó como todo un caballero, hasta que terminé con su paciencia. La verdad, era digno de admiración, era el chico con más paciencia que había conocido, aunque claro, no conozcía a muchos -por obvias razones- en este mundo. Comencé a contarle mi primer sueño extraño desde la llegada del pergamino y que tenía la ligera sospecha de que era una profecía. Él me aconsejó que se lo contara a mis padres, pero no lo hice, no sabía cómo decírselo; además, mis padres nunca estaban.

    Transcurrieron dos semanas sin ningún sueño sobre cosas inexplicables y confusas. Un día que salimos a acampar a un bosque, pasó algo muy extraño. Un cuervo enorme no dejó de seguirnos; cada que podía nos atacaba a Dan y a mí -curiosamente nos siguió a todos lados-, hasta que mis padres lo corrieron. Algo en el cuervo los alteraba y los ponía en una actitud muy extraña. El cuervo me quería a mí, lo podía sentir, su forma de observarme, su silencio a cada aleteo, cada paso, cada mirada, cada respiración. Me causaba escalofrío.

    Dan a mi lado lo sentía nervioso, distante, rígido, estaba mal; ese comportamiento no era habitual en él. Giré un poco la cabeza para verlo y su rostro estaba inexpresivo con los labios fruncidos y sus ojos helados. Nunca lo había visto así, era increíble la frialdad que mostraban sus ojos, era como si fueras cayendo poco a poco en un mar helado, muerto, desolado y triste. Dan sintió que lo miraba, e inmediatamente su rostro cambió de frío a cálido en una velocidad escalofriante. Me medio sonrió en una imitación muy pobre de su misma y cotizada sonrisa sarcástica y del tipo, soy un tipo rudo y dulce, todo está bien, no te preocupes que yo lo tengo bajo control y se giró nuevamente, con su inhabitual postura. Lo hacía parecer otro, alguien oscuro y

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