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Ban en San Francisco
Ban en San Francisco
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Libro electrónico492 páginas7 horas

Ban en San Francisco

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Información de este libro electrónico

"Ban en San francisco es un libro para los amantes de los gatitos y animales en general, asi como tambien para  ninos mayores de trece anos y adultos de todas las edades con buen sentido del humor.'

El libro esta basado en una historia real, sin ningun proposito instructivo, aunque la historia en si les demostrara cuanto amor , los acompanantes animales esperan de sus amos y con cuanta intensidad los animalitos sienten la falta de atencion de los humanos (amos).

Al final del libro los lecores estaran mas cuidadosos de valorar el importante papel que los animales domesticos tienen en la vida de sus amos y apreciaran en toda su magnitud el gran beneficio de tener un acomoanante animal.

El libro consta de mas o menos 260  paginas..

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 feb 2018
ISBN9781386889649
Ban en San Francisco

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    Ban en San Francisco - sabine ligguen

    Ban en San Francisco

    Memorias de un gato californiano

    Explorando la conexión humana a través de la vida de un gato adoptado en la bahía de San Francisco.

    ––––––––

    CAPITULO UNO:  EL DIA QUE MIS HERMANOS Y  YO NACIMOS....

    Recuerdo haber abierto los ojos, pero no podía ver nada; entonces, extendí una pata y toqué algo suave, extendí la otra, hacia el otro lado, y también había algo blando, tibio y suave, que no supe qué era; tenía ganas de estirarme completamente, pero no tenía espacio y algo estaba aplastándome la cola.

    Estaba oscuro, no podía ver dónde estaba, no sabía si estaba solo o si alguien estaba conmigo, no se escuchaba el más leve ruido, parecía como si yo solamente existiera; ese silencio hizo que me quedara dormido, tampoco sé cuánto tiempo. Entonces, ¿yo recuerdo el día en que nací? Y eso suave y tibio alrededor eran mis hermanos, durmiendo todos en un espacio pequeño, oscuro y bastante frío, casi inhóspito diría yo. Recuerdo también haber visto a mis hermanos, jugando entre ellos, y los veo pequeñitos, comparado a mi tamaño de ahora como adulto. Éramos cinco en total, cuatro hermanos, yo y seis con mamá.

    Después que comíamos, jugábamos todos en la oscuridad, ya que a nosotros los gatos nos gusta más la oscuridad que la luz. Mamá nos observaba medio dormida, no sé cuál era el horario por el cual ella se regía y no sé cómo sabía qué hora era, pero ella sabía cuándo llamarnos a dormir.

    Anthony y su esposa Kisha eran nuestros amos, ellos rara vez encendían la luz de la pieza donde estaba el televisor, que era la misma donde nosotros, mamá, mis hermanos y yo, teníamos nuestra cama. La luz del televisor era suficiente para ellos y éste estaba siempre encendido desde que ellos llegaban a la casa hasta que dejaban la pieza para irse a su dormitorio.

    No sé cuánto tiempo transcurrió, ya que no tenía un calendario a mano y tampoco estaba interesado en escribir mis memorias en ese entonces, así es que no contaba los días ni los meses, no tenía interés alguno en saber qué fecha era.

    Los días transcurrían sin ninguna preocupación para mí, puedo decir que mi vida era simple y, hasta en cierto modo, feliz.

    Comíamos todos juntos y jugábamos hasta quedar cansados y dormir, luego despertábamos para comer otra vez. ¡Yo me sentía seguro y protegido por mi madre! No sé mis hermanos, pero yo no temía a nada y creía que mi vida nunca cambiaría.

    El tiempo me hizo entender que nada es para siempre y que los humanos son volubles y cambian sus sentimientos; a veces, con mayor frecuencia que con la que se cambian de ropa.

    La mayoría de mis amigos ha pasado por las mismas experiencias que yo referente a los humanos, ¡y ellos piensan que nosotros los gatos nunca deberíamos confiar en ellos! A veces pienso que es mejor confiar en un perro que en un humano.

    Aunque conozco algunos casos, es decir conocí dos; en Oakland, los animales eran los favoritos de sus amos por muchos años, los amos eran personas solas y tenían un perro y un gato permanentemente, esos humanos se preocupaban de sus animales acompañantes, que eran mis amigos y los que me contaban acerca del cariño y cuidados que sus amos le prodigaban, al parecer si hay excepciones entre los humanos también Ahora nos dejamos de ver con mis amigos ya que yo ya no vivo en Oakland, aunque todavía somos amigos, creo.

    Vivíamos el año 1992 en Oakland, California. La casa de nuestros amos, Kisha y Anthony, era grande y antigua, con muchas ventanas grandes que siempre permanecían cerradas, lo que hacía que la casa estuviera siempre oscura y fría. Los amos trabajaban y encendían la calefacción cuando volvían a casa en la tarde, como a las seis o siete.

    En verano, la casa era cálida; tenía un patio grande, con muchos arbustos y muchas flores y lugares donde esconderse hasta perderse, cuando jugábamos todos los hermanos. No podría decir que era una casa tan grande o elegante, pero era cómoda y acogedora.

    Yo pasaba la mayor parte de mi tiempo tendido al sol quemante de Oakland, cuando este empezaba a calentar demasiado, tenia mi refugio donde ir a tenderme bajo la sombra de mi tan apreciada hortensia, la que mas tarde llegue a considerar mi gran amiga.  Como decía antes, no sé cuánto tiempo pasamos mamá, mis hermanos y yo juntos antes de que la tragedia de mi familia empezara. Me parece que no fue mucho, a juzgar por las palabras de mi ama, esa terrible noche cuando escuché la conversación entre ella y Anthony, su esposo.

    Una noche, después de comer, mi madre, mis hermanos y yo nos dispusimos a dormir, mientras nuestros amos continuaban sentados frente al televisor. Yo era siempre el último en quedarme dormido, por momentos abría los ojos y miraba la pantalla, pero nunca me interesaban los programas que ellos veían.

    ¡Era muy tarde! Por fin me había quedado dormido, pero me despertó la conversación entre Anthony y Kisha. El programa que estaban viendo había terminado, pero el televisor continuaba encendido sin volumen, así fue como las voces me despertaron y pude escuchar la conversación claramente, aunque al principio sin entender nada de lo que estaban hablando.

    —La amiga de mi tía quiere uno y una compañera de trabajo puede aceptar dos, uno para ella y otro para una hermana que vive en Richmond —Dijo Kisha, con entusiasmo en sus palabras, el que después interpreté.

    —¡Qué bueno!, porque están creciendo muy rápido y cuando están grandes nadie los quiere, porque es más difícil adiestrarlos-—Exclamó Anthony.

    Hasta aquí la conversación no tenía sentido para mí, cerré los ojos otra vez y me dispuse a volver a dormir.

    Ellos no hablaron por algunos minutos, al parecer Anthony estaba leyendo el diario y Kisha anotando algo en un cuaderno.

    Kisha otra vez rompió el silencio para decir:

    —Lo que no sé es qué haremos con Gigi.

    —-¡Gigi era el nombre de mi madre! ¿O sería una coincidencia?

    Quise ignorar esa frase y volver a dormirme, pero no fue posible; la voz de Kisha se repetía como un eco en un túnel oscuro y sin fin, como una luz roja relampagueando en la oscuridad.

    —-Qué haremos con Gigi, qué haremos con Gigi, Gigi, Gigi.... El pánico se apoderó de mí, ahí recién entendí el tema de la conversación, cuando Kisha decía que su amiga se llevaría dos, uno para la amiga y otro para la hermana, esos éramos nosotros: mis hermanos y yo.

    Recorrí la conversación, como quien retrocede la cinta de una película. No sabía quién era la tía de Kisha, ni menos quién era la amiga de su trabajo. Tampoco sabía cuál era mi lugar en esa repartición. ¿Quién sería el que se iba a Richmond?, ¿dónde vivían las otras personas?, ¿sería posible que nos volviéramos a encontrar con mis hermanos, tal vez para jugar o hacer algo juntos, aunque viviéramos separados? y ¿qué pasaría con  mamá?, ¿dónde la llevarían a ella? Pero después de todo no importaba quién se fuera ni a dónde, el hecho era que mi familia se terminaría, no más hermanitos jugando en la oscuridad y lo peor, no más mamá donde acurrucarnos para dormir en las noches de Invierno.

    Hundí la cabeza entre dos de mis hermanos y lloré en silencio para no despertarlos, pero el sueño nunca llegó, hasta que empezaron a aparecer las primeras luces de la mañana siguiente.

    Habría querido contarle a mamá sobre la conversación de los amos, pero no había oportunidad, ya que, como era fin de semana, siempre había uno de los dos, Anthony o Kisha, alrededor.

    Ustedes dirán: ¡Pero si los humanos no entienden el idioma de los gatos!, pero ¿y  si entienden? ¿Quién puede saber eso? Al final de cuentas los humanos son tan falsos que pueden estar fingiendo que no entienden, para que los gatos cuenten sus secretos en frente de ellos.

    En cuanto a mis hermanos, yo tenía más oportunidad de contarles, ya que salíamos a jugar al patio y ellos, por lo general, andaban lejos de los amos, pero parece que yo era el más maduro. Yo sabía que ellos no iban a creerme y por seguro iban a decir que yo estaba viendo mucha televisión o que me estaba poniendo paranoico.

    No me quedaba más remedio que esperar; me habría gustado estar equivocado y pensar que ellos estaban hablando de otra Gigi.

    Una mañana, me acuerdo como si fuera hoy, Kisha llegó a la pieza donde mamá y todos nosotros dormíamos.

    Andaba vestida como para ir a trabajar, el ruido de sus zapatos en el piso de la pieza me despertó, abrí un poco los ojos, aún con sueño; era muy temprano. El corazón me dio un vuelco y abrí los ojos desorbitadamente, al verla acercarse a nuestra cama con una caja de cartón pequeña; habría querido arañar la mano asesina de la mujer, seleccionando a dos de mis hermanos, a los que colocó dentro de la caja sin decir nada. Cerró la puerta tras de sí y luego escuché el motor de su auto tomando la calle.

    Mamá vio eso pero no dijo nada, parecía que ella sabía que eso iba a suceder tarde o temprano; no me miró a la cara, tal vez para que no viera su tristeza; colocó una pata sobre mi hombro, pero no pudo evitar que las lágrimas rodaran desde sus ojos como las perlas de un collar roto. Volvió la cabeza y fingió dormir, aparentando que nada había pasado, para evitar hacerme llorar.

    Salté corriendo de la cama y me fui a la pieza de Anthony y Kisha para llorar solo; tenía una inmensa pena, pero también temor de mi destino y el de mamá. Quedábamos tres conmigo y cuatro con mamá.

    ¿Cuándo sería la próxima separación? Eso me torturaba sin poder evitarlo.

    Quería que si todo esto tan terrible iba a suceder, que pasara lo antes posible, pero a la vez, no quería pensar que vería partir a mamá.

    Miré alrededor, planeando una venganza; arañé los muebles del dormitorio de Anthony pero tuve que parar porque no tenía ánimo y además me dolieron las uñas. Volví a nuestro rincón para estar lo más posible con el resto de familia que me iba quedando, mamá estaba despierta, mirando al vacío sin ver; tenía su pata derecha apoyada sobre mis dos hermanitos aún dormidos.

    Pensé ¿cuánto durará esta escena protectora de mamá con mis hermanos? ¿Cuándo vendrá el águila otra vez a llevarse a los otros dos, o tres?. Me quedé cerca de mamá por el resto del día, hablamos de diferentes cosas, pero no quise mencionar la conversación de la que había sido testigo esa terrible noche.

    En mi pecho ardía el deseo de venganza y odiaba a Kisha, mucho más que a Anthony.

    Desde ese día nunca más vi reír o sonreír a mamá. Ella era alegre cuando la conocí, pero ahora era otra gata.

    Cuando mis hermanos despertaron, me preguntaron por los otros dos hermanos que faltaban; ninguno de ellos tenía nombre aún; les respondí que no sabía, no le dieron mayor importancia y se invitaron el uno al otro a jugar al patio.

    Yo me quedé con mamá; sabía que no me quedaba mucho tiempo para disfrutar de su compañía, me dolía tanto el sólo pensar en separarme de ella, yo sabía que mis hermanos se olvidarían de mí en pocas semanas, pero también sabía que mamá no podría curarse de esa herida.

    El tiempo pasó volando y ni mamá ni yo fuimos testigos de la partida de los otros dos hermanos. Yo pensaba que yo o mamá seríamos los siguientes en partir, ya que Anthony había mencionado que cuanto más grandes son los gatos, era más difícil que alguien los aceptara, pero no fue así; una mañana nos despertamos juntos, mamá y yo, y vimos que estábamos solos. Anthony y su esposa ya habían salido a trabajar y, por supuesto, se habían llevado a mis otros dos hermanitos.

    Después de todo me sentí un poco tranquilo de ser yo el último en quedarse con mamá, ya que, como dije antes, parecía ser el más maduro de sus hijos; en este caso para apoyar a mamá en su pena.

    Me daba igual la casa, seguía odiando a Kisha, pero mientras mamá estaba allí prefería estar en esa casa, para estar con ella. Cuando mamá se fuera, me arrancaría a la calle, prefería ser un vagabundo a vivir con ese par de traidores y farsantes.

    El tiempo seguía pasando y yo seguía odiando cada vez más a mi ama, ya no dormía en el rincón de la sala de estar donde dormíamos todos en el pasado, para no recordar a mis hermanitos, a los que no volvería a ver nunca más. Desde el día en que se llevaron a los dos últimos, nunca más volví a ese rincón de la casa.  Evitaba ver a Kisha y prefería estar lo más lejos posible de ella.

    Cuando mis amos estaban en casa, yo me acurrucaba a dormir en un pasillo, entre la cocina y la sala de estar, junto a la salida al patio trasero de la casa. Me atemorizaba estar cerca de Kisha, pensaba que un día no iba a controlar mi impulso de saltarle a la cara y arañarle los ojos, ya que me echarían de la casa y no volvería a ver a mamá.

    Preferí llevar mi venganza de a poco y con cosas que a ella le molestaran y no emplear la violencia que a nada me llevaría.

    Una noche entré en el dormitorio, yo sabía que ella dejaba preparada en la noche la ropa que iba a usar al día siguiente, la que dejaba muy bien arreglada sobre una silla en la esquina de la pieza, junto a la ventana. Cuando entré a la pieza, lo primero que vi fue un vestido negro, de esos géneros que se les pega todo. No pude contener la risa, todo estaba a mi favor, justo lo que necesitaba para mi propósito.

    Me aseguré de que los dos estuvieran roncando, los humanos gordos siempre hacen ese ruido al dormir, no me explico cómo no se despiertan unos a otros. Me paré al lado de la silla y arañé el vestido hasta que éste se deslizó completamente y quedó extendido en el piso; como es de suponer era un enorme vestido, para mi ama tenía que ser enorme. Cuando lo tuve extendido en el suelo, me tiré encima de él y conté las vueltas que me di sobre él: ¡quince justitas! Quería estar bien seguro de que dejaba todas las pelusas posibles pegadas en el vestido; fui tres veces al patio de atrás, me ensucié las patas y volví a pisar el vestido; finalmente desaparecí en la oscuridad de la casa. Pasé la noche en mi rincón del pasillo cerca del dormitorio de mis amos, ya que soñaba con deleitarme escuchando el histerismo de Kisha cuando encontrara el vestido a la mañana siguiente. Si sospechaba de mí y me buscaba, ya tenía un lugar preparado para  esconderme. 

    Estaba tan ansioso con mi plan que no podía dormirme, salí al patio y me subí al tejado por primera vez, antes nunca quise hacerlo para no dar malos ejemplos a mis hermanos, porque si ellos subían y se caían de ahí, mamá iba a decir que yo era el culpable por haberles enseñado hábitos peligrosos a mis hermanos.

    Me senté en el tope más alto de la casa, corría una brisa suave y ligeramente tibia, me sentí casi feliz de haber tenido la valentía de realizar mi plan, el primero de muchos en contra de la bruja de mi ama.

    Era tan hermoso ver la ciudad dormida desde lo alto que me dio mucha pena de estar solo ante tanta belleza. ¿Dónde estarían mis hermanos? A lo mejor cerca de aquí y  podríamos reunirnos todos, en las noches como éstas, en la entrada de la casa, bajo el alero si estuviera lloviendo; sería tan entretenido si eso fuera realidad, que juro que no odiaría más a mi ama y nunca más le ensuciaría la ropa, olvidaría todo el sufrimiento que ella ha causado a mamá y a mí y no me importaría tanto que ellos, mis hermanos, vivan separados, pero nos veríamos todas las noches y yo esperaría con ansias ese momento. También mamá podría estar aquí afuera con nosotros todas las noches.

    Sacudí la cabeza automáticamente como alejando ese pensamiento absurdo de encontrar a mis hermanos. ¿Para qué me mentía a mí mismo? ¡Eso no ocurriría! Debía ser fuerte y seguir con mi plan de venganza, con ello no recuperaría a mis hermanitos, pero sentiría que habría hecho algo por defender su recuerdo. 

    Ni pensaba en contarle a mamá, porque sé que ella no aprobaría mi conducta de vengador, seguro que diría; ´´venganza no’, pero por dentro lo aprobaría y se reiría de Kisha. Pero no se lo diría, ¡ni tonto!

    Mis amos jamás volvieron a discutir el tema, o yo no tuve la suerte de escucharlos cuando deliberaban su próximo plan, por lo demás, conversaciones de gatos para los humanos no deben tener ninguna importancia; sabía que sería completamente imposible descubrir dónde se habían llevado a mis hermanos.

    Con la tranquilidad de la noche, el chirrido de la brisa en las hojas de los árboles y el croar de los sapos en algún charco cercano, empezó a darme sueño y pensé que era mejor bajar que quedarme dormido en el tope del tejado y caer rodando a toda velocidad hasta quedar quebrado en el suelo del patio; aunque dicen que nosotros tenemos siete vidas, pero no me confiaría de esa teoría.

    Mamá estaba dormida, me acurruqué en mi rincón y me dormí muy plácidamente, sin alcanzar a pensar otra vez en el vestido de mi ama.

    A la mañana siguiente, muy temprano, tal como se esperaba, desperté con las enfurecidas voces de ellos dos en el dormitorio. Kisha culpaba sin alternativa a Anthony, de pasar sin cuidado y botar su ropa muy cuidadosamente colgada en la silla y, como si eso fuera poco, pisarla y dejarla imposible de usar antes de mandarla a la tintorería. ¡Pobre Anthony! Todo lo que él pudo decir defendiendo su inocencia fue en vano, ella lo declaró culpable sin apelación posible; yo creo que hasta Anthony pensaba que él lo había hecho realmente, por supuesto, sin intención. Sólo ellos dos vivían en la casa, ¿quién más podía ser el causante de ese desastre matutino para Kisha? Mamá y yo nunca entrábamos al dormitorio de los amos, nunca que se supiera, ni siquiera cuando ellos no estaban en casa.

    Pero me sentí feliz de que la bruja no pudiera usar ese vestido sin antes hacerlo limpiar profesionalmente. Eso la haría gastar, lo que me hacía reír; nadie se alegra de gastar dinero extra, ¿verdad?

    Tal como lo pensé, nunca compartí estas historias con mamá, no quería preocuparla pensando que un día ellos podrían descubrir mi culpabilidad. Disfrutaba solo mi venganza, vendrían más triunfos para mí, tendría que poner mis planes en práctica cuidadosamente, ya que un día podrían encontrarme en acción, seria culpable y yo me quedaría con los planes hechos; yo sabía que ella estaba buscando una casa para uno de nosotros y eso significaría la separación de mamá y yo, para siempre.

    Así iban pasando los días y yo iba planeando algo nuevo para hacer enojar a Kisha o hacerla gastar dinero y pelearse con Anthony. Más o menos cada semana le hacía algo similar: le botaba la ropa limpia colgada, claro que no siempre era algo negro para ensuciar. También, desde el primer día que se llevó a mis hermanos, le rasguñé los muebles, después lo hice todos los días, apenas se iban de la casa, pero ellos no se daban cuenta aun. Un día pensé orinarme en sus zapatos, pero cambié de idea, ya que ahí sí que sabrían de inmediato que había sido yo.

    Los amos trasladaron la cama donde ahora solamente dormía mamá, al pasillo entre la cocina y la sala de estar. Así estaba mucho mejor porque mamá no tenía que verlos antes de dormirse, ya que, aunque ella nunca decía nada de cómo los odiaba, yo sabía que era mejor para ella no verles la cara desde que se habían llevado a mis hermanos.

    Todas las noches esperaba a que mamá se durmiera, saltaba despacito al patio por la ventana de la cocina y subía a mi lugar de observación en el tejado; así fue como encontré a los dos mejores amigos que tuve en Oakland, Leo y Benji diminutivo de Benjamín.

    Leo era mucho mayor que yo, entero negro, con la cara blanca y manchas blancas en la cola.

    Benji era de mi edad, blanco entero, de pelo más largo que el mío y ojos azules.

    Según lo que contaban ellos, eran felices con sus amos. Los dos eran únicos en la casa, es decir, no tenían perritos regalones que los desplazaran, debido a que ellos siempre hacen lo que los amos quieren, siempre muy humildes y fieles, aunque los traten como perros que son. En cambio, nosotros los gatos, siempre hacemos lo que nosotros queremos y si los amos nos tratan mal o nos hacen fechorías, como Kisha y Anthony, ¡ahí viene la venganza! Mis nuevos amigos no sabían nada de su pasado, ni tenían ningún recuerdo de su niñez, ni mucho menos de haber pasado las penurias de separación de hermanos que yo había pasado. No tenían padres, al menos no los conocieron, era como si hubieran salido de los árboles; hasta creían que nunca tuvieron padres, eran ignorantes, ¡no puede ser! Todos, hasta los humanos, tienen una madre y un padre, ¡y no vamos a tener nosotros, los gatos! No sabrían nunca lo bonito que es jugar con otros gatitos, como yo hice con mis hermanos cuando todos éramos pequeñitos; de todas maneras, yo no sé si eso es mejor o peor, mi presente es triste, pero tengo un hermoso pasado para recordar. ¡Mis recuerdos de niñez eran muy lindos! Aunque con un final amargo, pero no todo estaba perdido, aún tenía a mamá a mi lado; cuando pensaba en eso, quería bajarme del tejado y volar a su lado, abrazarla y dormir acurrucado junto a ella, ya que no sabía cuánto tiempo más la tendría cerca.

    Cuando hablaba con mis amigos de estos temas de familia, ellos parecían no entender, porque nunca habían vivido algo similar y no podían imaginárselo; ellos sólo amaban a sus amos porque eran todo lo que habían conocido. Lo que hacía, entonces, era cambiar de tema, porque ellos no podían ayudarme a superar un dolor que no conocían y lo único que lograría sería echar a perder la reunión.

    Lo pasábamos increíblemente bien, sobre todo en esas cálidas noches de verano. A veces entrábamos a la cocina de mi ama y nos comíamos todo lo que encontrábamos, también íbamos a las cocinas de Leo y Benji.  Los amos creían que eran los gatos de la calle los que entraban en la noche y deseaban de todo corazón encontrarlos algún día, ¡las pagarán todas juntas!, decían. Hacíamos carreras por todos los tejados y nos subíamos a los techos de las casas altas; me daba un poco de vértigo, pero para que no me dijeran gallina, me aguantaba y cerraba los ojos. 

    No me daban muchas ganas de regresar a dormir adentro de esa casa que odiaba, pero era mejor que ellos me vieran durmiendo en mi cama, porque así pensarían que yo nunca salía por las noches. Cuanto mejor lo pasaba con mis amigos del barrio, más me preguntaba qué sería de mí si tuviera que irme lejos, ahora también tendría que sufrir la separación de mis amigos de juegos.

    Nunca pensé que, por estar tanto tiempo afuera corriendo por los tejados, me dormiría tan profundamente como para no sentir cuando me encarcelaron en esa caja.

    ––––––––

    CAPITULO DOS:  BAN  LLEGA  A  SU  NUEVO  HOGAR.

    ––––––––

    En la mañana desperté y no podía ver nada, ni siquiera sabía dónde estaba. Estiré las patas y toqué algo un poco duro, como cartón, porque no era madera, ni era la pared de una casa. No tenía espacio y no podía moverme, quise sentarme, pero mi cabeza tocó algo arriba. Por fin, desesperado, abrí los ojos desorbitadamente y vi que había un lugar por donde entraba algo de luz. Acerqué la cabeza y, con asombro, vi que era un espacio abierto donde podía salir todo mi cuerpo. Caminé afuera de mi encierro, que más tarde comprobé que era una caja de cartón, y el espacio abierto era a propósito, para que pudiera respirar. Eso sí que un poco grande, ya que me permitió salir de la caja fácilmente. Lo malo fue que con salir de la caja sólo logré salir al asiento del auto de mi ama, la que con velocidad vertiginosa me acercaba a mi nuevo destino.

    La caja estaba en el asiento de atrás del auto y mi traslado a él había ocurrido mientras yo dormía profundamente por haberme acostado tarde y cansado de correr por última vez con mis amigos. Cuando entendí mi situación, también entendí que mamá había quedado atrás en la historia de mi vida y desde ahora en adelante era sólo yo, sin hermanos y sin madre.

    No tuve tiempo de despedirme, el haberme ido a dormir al pasillo, fuera de la vista de los amos, me privó de la oportunidad de conocer sus planes con anticipación, puesto que mi lugar de antes me permitía escuchar lo que ellos hablaban en su dormitorio. Si hubiera conocido sus planes, podría haber prevenido algo. A lo mejor, arrancarme de la casa y ser un vago en mi barrio conocido, ser un vagabundo, pero con la posibilidad de ver a mamá cuando Anthony y Kisha no estuvieran en casa. Pero tampoco era seguro que Anthony y Kisha dejaran a mamá viviendo con ellos, era difícil conocer los planes de los humanos, pero yo creo que se me habría ocurrido algo.

    Ahora, fuera de la caja, me acomodé en el asiento y empecé a mirar hacia la calle. Nunca había estado en ningún otro lugar que la calle donde estaba la casa de Anthony y Kisha, todo era nuevo para mí, incluso olvidé un poco mi dolor. Por alguna razón sabía que aún no habíamos salido de la ciudad de Oakland.

    A los pocos minutos de estar sentado fuera de la caja, Kisha me miró por el espejo y me vio ahí, despierto.

    —¡Ah, despertaste! Pronto llegaremos.

    ¿Llegar? ¿A dónde?, me preguntaba, pero suponía que no era un simple paseo, sino que esta arpía me llevaba a mi otra casa.

    Al parecer, habían decidido quedarse con mamá, ya que sería más difícil encontrar una nueva casa para ella, por esa discriminación de sexos que hay. ¿Por qué no fui gata en lugar de gato? Pero es mejor, ya que existía la posibilidad de que terminara mis días en algún río, ya que nadie me iba aceptar y ellos no tenían ninguna clase de sentimientos, como ustedes ya lo están viendo.

    Nunca supe cuál fue el destino de mamá, a lo mejor también a ella la llevaron a un refugio, nunca lo sabré.

    Conté tres semáforos, puse atención, quién sabe si alguna vez me atrevía a encontrar la casa de Kisha, caminando, ya que no manejo. Después de los tres semáforos, mi ama dobló a la derecha, cruzamos tres calles y ella detuvo el auto. Se abalanzó hacia atrás, me agarró por la espalda, me levantó en el aire y me metió en su cartera; no quiso gastar tiempo en ponerme dentro de la caja. Bajó casi corriendo del auto y entró a un jardín amplio por una alta reja que, al parecer, estaba abierta para ella. Un hombre salió de la casa, la estaban esperando. Todo era rápido y coordinado como en las películas de crímenes, ya que Kisha tenía que seguir el viaje a su trabajo en San Francisco. 

    Estaba casi seguro de que no habíamos salido de Oakland, porque no cruzamos ningún puente. Nunca he estado en San Francisco, pero, por cultura general, sé que está separado de Oakland por un puente.

    —¡Hola, Matt!

    —Hola, ¿cómo estás? ¿Y Anthony, está bien?

    —Sí, estamos bien, gracias!

    —¡Ah! ¿Este es...?

    —No tiene nombre aún. Es el último en irse, pero curiosamente fue el primero en nacer .

    —Se ve saludable y es bien bonito.

    —Está bien, Matt, ahora me voy rápido porque estoy un poco atrasada —Dijo Kisha y, sin volver a mirarme, se encaminó a su auto sin más conversación.

    —Saluda a Anthony y ¡gracias por este regalito! — Gritó Matt, pero el auto ya se había puesto en marcha—. ¡Bien, bien! —dijo—. Te daré algo de comer y puedes irte a dormir otra vez, ya que es muy temprano. Duerme algunas horas, yo también lo haré y más tarde jugaremos, ¿quieres? —Se dirigió a mí, deslizándome en una canasta con una cama limpia y nueva.

    No dije nada, estaba dedicado a inspeccionar la casa. Me simpatizó mi nuevo amo, cualquiera era mejor que Kisha.

    No quise pensar en mamá, para no ponerme triste y decepcionar a mi nuevo amo, con caras de gato llorón y deprimido.

    Comí el alimento que me trajo, todo era nuevo; mi plato, mi cama y mis juguetes alrededor de mi lugar de dormir, parecía que Matt estaba esperándome también.

    Tal como él me había sugerido, después de comer volví a acostarme en mi cama nueva y dormí hasta el medio día, parece que necesitaba reparar energías después de mis continuas trasnochadas en el tejado de la casa de Anthony.

    Desperté descansado y empecé a pensar en la nueva vida que había empezado ese día. ¿Qué pensarán mis amigos Leo y Benji cuando no me vea aparecer en el tejado esta noche? Nunca se imaginarían que fui secuestrado por la bruja Kisha.

    ¿Y mamá? Ahora podía pensar en ella, porque Matt había vuelto a su dormitorio y seguramente estaba durmiendo en estos momentos.

    Lloré por largo rato, hasta quedarme dormido de nuevo.  Este sería,  a lo mejor, mi último dolor. Podría encontrar otros amigos, pero nunca a otra mamá. Tendría que crecer y endurecerme, ojalá no me tornara malo, cayendo en alguna adicción o se me ocurriera meterme en pandillas.

    Tuve hermosos sueños con mis hermanitos, mamá y mis amigos. Sería lindo si pudiéramos decidir quedarnos en los sueños, cuando estos son tan felices, y no volver a despertar a la realidad fea y cruel, como ésta de mi vida. La realidad es más fea y cruel aun cuando despertamos de tener sueños felices con los que amamos y extrañamos.

    Ya comenzaba la tarde, según supe por la conversación de Matt por teléfono. Después que colgó, vino a mi rincón y, al ver que estaba despierto, me levantó en brazos y se acomodó en un sofá, poniéndome sobre sus piernas.

    —¿Cómo te voy a llamar? Porque ya sé que no tienes nombre aún.

    No dije nada, tan solo lo miré, pensando me da lo mismo.

    —¡Ya sé! —dijo—. Te llamaré Ban. ¿Qué te parece?

    Lo miré y parece que pestañeé, porque Matt dijo: ¡Está bien!. Ban, repitió, y me gustó cómo sonó mi nombre, por fin tenía uno.

    Me dio risa recordar el día que conocí a mis amigos y me preguntaron el nombre. Pensé por una fracción de segundo Pero si no tengo nombre.

    —¿Cómo te llamas? —Volvió a preguntar Leo.

    —¡Oh! Thomas, me dicen Tom —Dije, o mentí, mejor dicho.

    ¿A quién le importaba? Si hubiera pensado más en que mis amos no me habían puesto nombre, habría comprendido que iba a ser yo y no mamá el siguiente en dejar la casa.

    Pero, ¿qué más da? Ese parcito ya habían pasado a la historia, aunque, desafortunadamente, también mis amigos y mamá.

    Ahora soy Bernard, pero me dicen Ban, ¡el gato exclusivo de la casa de mi amo Matt!

    Yo soy importante para él, ya que estaba esperándome, tenía todo preparado para mi llegada, eso es bien significativo, ¿no creen ustedes? Ser importante para alguien.

    Matt me tuvo en brazos por tanto tiempo, que hasta me dormí de nuevo. Luego me mostró mis juguetes y me enseñó cómo entretenerme con ellos. Pero yo estaba más interesado en saber si podría salir por las noches y subirme al tejado, ya que es ahí solamente donde los gatos hacemos vida social; ahora más que nunca necesitaba encontrar amigos, eso me haría no pensar en mamá y mis hermanos.

    Mi nuevo amo era alegre, escuchaba música y además cantaba mientras se preparaba algo de comer, luego entró al baño y cantaba más aun, debajo de la ducha. Pasada la media tarde apareció en la sala de estar vestido como para salir.  Hizo unos llamados y escribió direcciones, al parecer.

    Contestó el teléfono:

    —A qué hora llegarás? —Preguntó a alguien por teléfono—. Porque el nuevo miembro de la familia está en casa ya.

    Después entendí que Matt estaba hablando de mí.

    No pasaron diez minutos y una mujer entró en la casa.

    —Hola querida — Saludó Matt—. He aquí el nuevo miembro de la familia —señaló el rincón donde yo estaba acurrucado.

    —¡Oh! ¡Es adorable!

    —Ya le puse nombre.

    —¿En serio? ¿Cómo se llamará?

    —¡Ban!.

    —¡Oh! ¡Es un bonito nombre!

    —Hola y adios, te veo en la noche.

    —¡Adiós! ¡Nos vemos!

    —¡Te veo en la noche, Ban! — Exclamó Matt y cerró la puerta tras de sí.

    ¡Adios!, Dije entre dientes.

    La novia o esposa de Matt, aún no se, era amable y alegre como él, escuchaba música y siempre estaba hablándome.

    Su nombre era Josephine, pero Matt la llamaba Jo.

    Todavía no sabía si podía confiar en ellos, después de todo, también eran humanos.

    Por el momento, opinaba que ellos eran totalmente diferentes a Anthony y Kisha, pero era muy pronto para formarse un juicio, después de todo, como dije antes, con los humanos nunca se sabe.

    Aún no podía descubrir si podría salir al patio para subirme al tejado.

    No sabía cuántos días habían pasado, lo único que tenía claro era que no había salido de la casa y lo peor de todo era que no entendía el horario de Josephine. Iban a pasar algunos días antes de que pudiera saber a qué hora y de cuánto tiempo dispondría para mi vida social en el tejado. 

    Además, tantas emociones en un mismo día me tenían agotado y sólo deseaba dormir, comer y dormir otra vez.

    Quería disponer de la noche, ya que con el calor de Oakland no era muy entretenido andar trepándose por los muros para subirse al tejado durante el día. Y andar solo por ahí no tenía ninguna gracia, todos salen en las noches; necesitaba conocer más gatos y hacerme de amigos.

    Tal como estaba diciendo, en el momento en que Jo se preparaba para salir, yo no podía saber si iría a trabajar o a algún lugar cerca, por lo tanto, no sabía cuánto tiempo estaría afuera. Si ella volvía en un par de horas, no podía salir, porque si no me encontraba en casa al volver, le daría un ataque.

    Mejor esperaría hasta conocer todas las idas y venidas de ambos y, con esa información, haría mi propio horario de salidas.

    Decidí que vería qué estaba pasando en la calle, había un enorme ventanal y era entretenido ver pasar a la gente, los automóviles, también se podía ver una parada de autobuses a través de la calle que cruza. Hasta ese momento, creía que me gustaría vivir ahí.

    Josephine vino a mi rincón, me acarició el pelo y me dijo que iba a salir, pero que volvería pronto.

    Es bueno saberlo, pensé, pero no dije nada, sólo la miré con una mirada de gato bueno.

    —¡Adios! —dijo, y salió corriendo hacia el jardín, cerrando la reja tras de sí.

    Estaba empezando a vivir otro día más en mi nueva casa. Desperté tarde y con calor, el día estaba resplandeciente y la luz y el calor del sol entraba con fuerza por la ventana de la pieza. Me había quedado en la noche dormido en el sofá de la pieza de estar. Me tomó unos segundos recordar que estaba en mi nueva casa, sabía que no era la casa de Kisha, porque ahí nunca entraba el sol, ya que las ventanas permanecían siempre cerradas, Invierno y Verano; tampoco habría estado durmiendo en un sofá.

    Jo, mi nueva ama, estaba en su dormitorio hablando por teléfono, puse atención cuando dijo: Sí, te aseguro que aquí en Oakland es así.

    Ajá, me dije todavía vivo en Oakland entonces. Eso era lo que yo pensaba, pero no estaba seguro, sabía que no estaba en San Francisco, porque puse mucha atención durante el viaje con Kisha y ella no cruzó ningún puente.

    Me estiré,

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