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Relatos bajo el aguacero
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Libro electrónico141 páginas2 horas

Relatos bajo el aguacero

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Relatos bajo el aguacero es un libro de relatos duro, crudo, cruel por momentos, al que, sin embargo, no le falta humor, fina ironía y despiadado sarcasmo. Es un libro absolutamente personal, original, en el cual, no obstante, hay elementos que lo acercan al realismo sucio (se ha hablado del autor cubano Pedro Juan Gutiérrez), como son el tratamiento de los personajes, cotidianos, antihéroes, miserables; los paisajes, urbanos, arrabaleros, las chabolas; algunos de los temas, el alcoholismo, el sexo explícito en alguno de los relatos, el síndrome de Diógenes, esos retratos feroces de la miseria. La sintaxis es más compleja y la adjetivación más exuberante que en el realismo sucio (recuerda a Lobo Antunes, según algunas opiniones). La voz del narrador parece en ocasiones la de José Saramago (influencia admitida por el autor).Es precisamente el particular estilo, común a todos los relatos, lo que da unidad a Relatos bajo el aguacero, ya que desde el punto de vista temático y de la ubicación geográfica y temporal de los cuentos es la diversidad la que prima. La venganza, la tentación del sexo al hombre religioso, un síndrome de Diógenes, una violación fruto de un delirio esquizofrénico, la violencia ultra, futbolera y homófoba... son temas que aparecen en Relatos bajo el aguacero. Buenos Aires, Vallecas, Barcelona... diferentes lugares de Euskal Herria (País Vasco), Bermeo, Neguri, Bilbao, el Casco Viejo, un pueblo de Navarra, de nombre euskaldún, aunque hoy no se encuentre en el área vascófona, y que silenciamos para no caer en indiscreciones que alguien podría achacarnos, Santurtzi... son las ubicaciones de los relatos. Es el estilo el que da unidad a la obra, una historia principal, cerrada, donde aparecen sugeridas otras historias de índole completamente distinto, problemas sociales o políticos que son parte de nuestra realidad cotidiana; nombre y dos apellidos de los personajes principales, persiguiendo darles la personalidad idónea; comienzos explosivos, que enganchan desde el primer párrafo, lenguaje rico y elaborado... Las fuentes de inspiración de Relatos bajo el aguacero también son diversas: algunos nacen de la lectura de una simple noticia de periódico, de la sección de sucesos normalmente, otros son una mera anécdota a la que el autor da forma imaginativamente. Son sucesos, retazos de la realidad, que han sorprendido al autor, razón por la que decidió darles forma literaria y recrear a sus protagonistas. Es la ficción persiguiendo a la realidad. Son relatos que surgen de un sentimiento, de una percepción, de una explosión de emociones, a veces provocadas por la música, es decir, es la música la que conduce al autor a ese relato concreto. La música de órgano en un gran templo de piedra, recordar las veces que ha tenido esa experiencia, le ha llevado a la creación de El órgano. Una canción de Joaquín Sabina, Barbie superestar, le hizo imaginar a su protagonista; una vez el personaje llega a la mente del autor, se transforma, en este caso se aleja del realismo sucio de Sabina, se enternece, y surge El regalo de cumpleaños. La historia de Sabina y la de esta barbie son completamente distintas, pero una surge de sentir la emoción de la otra. A veces el autor parte de una frase atractiva, y tira de ella sin saber muy bien a dónde llegará; caso de No es corriente que un marido maldiga de su mujer muerta; a partir de esa frase el autor crea a un marido dominado, ninguneado por la esposa muerta, que realiza una necrología despiadada, llena de rencor, de ira, de odio. La chamicera de tu corazón es un relato con un origen similar, una idea de arranque, un militante comunista, un tanto engreído, se declara a una mujer recién enviudada, intentando romper con su soltería. Esta forma de crear lleva a resultados más improvisados, más espontáneos, más ligeros, menos elaborados, menos meditados, pero frescos y auténticos.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 jun 2015
ISBN9781310156502
Relatos bajo el aguacero
Autor

Joxe Belmonte F. de Larrinoa

Nací en Bilbao un 16 de junio de 1960. Mi familia no tenía pensado que yo estudiara por lo que abandono mis estudios a edad temprana para ponerme a trabajar. Estudio administrativo mientras busco trabajo. La crisis del petróleo del 73 llega al Estado Español aproximadamente con la muerte del dictador Franco, por lo que mis expectativas de encontrar un trabajo de botones en un banco se diluyen. Sigo con los estudios de administrativo, pero a los 17 años me replanteo el futuro: me matriculo en el instituto nocturno de Txurdinaga en Bilbao, y descubro que eso del estudio en serio no se me da nada mal. Comienzo también ahí mis estudios de euskera. Entro en la Universidad del País Vasco a estudiar historia, mi primera gran pasión, intelectual, posteriormente abandonada. Descubro la Historia del Arte, mi debilidad. Decido terminar la carrera en Zaragoza, intentando mejorar el curriculum que me iba a ofrecer la entonces nueva e inexperta Universidad del País Vasco.Me licencio en 1986, y vuelvo a mi tierra, y al euskera, mi segunda gran pasión intelectual, abandonada hacía unos años. En un año consigo la titulación, me presento a las oposiciones y obtengo una plaza como profesor de euskera en el euskaltegi (centro de enseñanza de euskera) municipal de Leioa (Bizkaia – País Vasco). Eso va a marcar gran parte de mi vida, ya que Leioa se convertirá en mi segundo hábitat, y las diferentes instalaciones municipales en mi segunda casa.En Leioa desarrollo mi carrera profesional, profesor, coordinador didáctico y director de ese centro que enseña euskera. Me especializo mediante unos cursos de post-grado en la Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea en enseñanza de segundos idiomas, especialidad de euskera.Soy examinador de EGA (Certificado de Capacitación de Euskera), titulación dependiente del Departamento de Educación del Gobierno Vasco, durante aproximadamente diez años.Mediante una promoción interna paso a ser técnico de euskera del Ayuntamiento. Durante ese periodo como técnico de euskera soy invitado por la Secretaría de Política Lingüística de la Generalitat de Catalunya a dar la conferencia Normalización del euskera, conocimiento y uso, dentro de la XIII Trobada de Centres d’Autoaprenentatge que tuvo lugar en la Universidad de Barcelona.Después de cuatro años paso a ejercer como técnico del Área de Educación y Política Lingüística del Ayuntamiento. La Educación ha ido cobrando una gran importancia en la última década en el Ayuntamiento y en el municipio, hasta ser ambos un modelo a seguir en cuestiones de educación y participación ciudadana, razón por la que se consideró necesaria la creación de una dirección técnica del área.Paralelamente a todo ello realizo lo que va a ser, después de la historia y el euskera, mi tercera gran pasión intelectual: la literatura.Además de algunos artículos en revistas técnicas sobre enseñanza de segundos idiomas, voy poco a poco haciéndome un lugar en el mundo de la literatura en euskera, primero, y de la literatura en castellano, después.Arranco en 1990, poquito a poquito, empleando mis ratos libres. Así a lo largo de los años posteriores voy publicando mi obra y obteniendo algunos premios literarios de cierta importancia:- En 1990 la novela en euskera “Ez dira ilunak” con EREIN.- En 1993 el primer premio en la modalidad de euskera con el cuento Leiho hautsia del concurso de cuentos “Imagínate Euskadi” organizado por el entonces Banco Central Hispano.- En 1997 el primer premio en la modalidad de euskera con el cuento Heriotza abisu barik etorri zen en el “Concurso de cuentos Donostia – San Sebastian”, organizado por el ayuntamiento de la ciudad.- En 1998 el primer premio en la modalidad de euskera con el cuento Heriotza usoak en el “Concurso Gabriel Aresti”, organizado por el Ayuntamiento de Bilbao.- En 1999 finalista en la modalidad de euskera con el cuento Hiriko ametsak en el “Concurso Gabriel Aresti”, organizado por el Ayuntamiento de Bilbao.- En 1999 publicación de la colección de cuentos “Amodio Zoroak” con ELKAR- En 2000 finalista en la modalidad de castellano con el cuento El Órgano en el “Concurso Gabriel Aresti”, organizado por el Ayuntamiento de Bilbao.- En 2003 el premio de narrativa EREIN-EUSKAKIKO KUTXA con la novela en euskera “Hamar urte barru”, publicada ese mismo año por la propia Editorial EREIN- En 2005 publicación de la traducción de la novela anterior con el título “Al cabo de diez años”, traducida por mí, con editorial EREIN.- En 2008, originalmente escrita en castellano, publicación de la colección de cuentos “Relatos bajo el aguacero”, con la editorial EREIN- En 2009, en euskera la novela “Marina Suredaren amets urratuak” (Los sueños rotos de Marina Sureda), con la editorial EREIN.Ahí se produce un parón, motivado por diferentes situaciones de mi vida personal, y en última instancia por la propia crisis del libro impreso.En 2015 me animo a entrar en el mundo de los ebooks y otros escenarios virtuales, después de haberlo pensado mucho. Es por ello que estoy aquí.

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    Relatos bajo el aguacero - Joxe Belmonte F. de Larrinoa

    El órgano

    Don Mariano Cortés estaba henchido como las figuras de Juan de Anchieta que componían el retablo renacentista de la Capilla de don Dalmaso Carrión y doña Blanca Ortiz de Zarate, amante ésta de aquél, a pesar de lo cual había pasado a ocupar un lugar de privilegio dentro de la iglesia de este pueblo de Navarra, de nombre euskaldún, aunque hoy no se encuentre en el área vascófona, y que silenciamos para no caer en indiscreciones que alguien podría achacarnos.

    Orgulloso hasta el pecado estaba don Mariano, cura párroco del susodicho pueblo, mientras escuchaba en su iglesia porque aquella iglesia era suya en mayor medida de lo que cualquier otra pudiera pertenecer a su cura párroco las notas de la Toccata & Fuga en D menor de Juan Sebastián Bach. Aquella era la manifestación de su último logro, la restauración del órgano barroco del templo, un Arp Schnitger de comienzos del siglo XVIII, que había dejado de utilizarse hacía más de un siglo. Él era el último que había impedido que aquella joya barroca fuera desmantelada, pero su labor protectora del arte no quedó ahí, porque después de aquello comenzó –hace ahora cinco años una infatigable lucha epistolar y, en no pocas ocasiones, cuerpo a cuerpo con las autoridades locales, forales, del gobierno autónomo, del Ministerio de Cultura del Gobierno español e incluso con las eclesiásticas, que incluían a Obispado y Arzobispado. No había respetado ni el escalafón civil, ni el eclesiástico, ni tampoco las competencias políticas que entonces empezaban a establecerse; había pedido fondos sin descanso, aquí y allí, como los curas de antes, sin reparos.

    Las notas musicales crecían al chocar con la inmensidad y la honorabilidad ancestral de aquellos muros góticos con vidrieras también recuperadas por don Mariano. El tañido se volvía glorioso en las alturas. Estaba solo en la iglesia, con la única presencia de Rosa Giner, la extraordinaria organista –ahora se daba cuenta de ello que había arribado al pueblo navarro llamada por la recuperación del histórico órgano. Hasta aquel instante don Mariano no había reparado en ella, jovencita demasiado tímida, apocada y poco graciosa de andares como para que llamara la atención de ningún hombre; aún menos de un servidor de Dios que sólo tenía ojos y oídos para la deseada restauración.

    Arcos apuntados, galería, triforio, bóvedas estrelladas. Una gran iglesia, sí señor. Por un momento dejó de contemplar los muros del templo, cuyo sillar había sido limpiado bajo su curato, para acercarse a Rosa Giner y observar el movimiento de sus dedos sobre las teclas; gráciles, pero firmes al tiempo, se detenían lo suficiente en cada una para sacarle al instrumento la vibración exacta, el tono adecuado, o buscaba el salto de una a otra para que la cadencia penetrara hasta el interior del alma.

    Era una bendición verla, como lo era escuchar su música, casi celestial, allí en la casa de Dios, con las vidrieras dejando pasar la luz justa para crear un misterio de colores que alcanzaba cotas muy cercanas a la sobrenaturalidad. Dios estaba allí sin lugar a dudas. Don Mariano volvió los ojos a la contemplación de su obra.

    Las vidrieras que reproducían escenas de la vida de la Virgen, desde la Anunciación hasta la dolorosa postración a los pies de la Santa Cruz, fueron su tercer caballo de batalla. Lo planificó todo con sumo cuidado. Primeramente fue la reparación tectónica del edificio, luego la comentada limpieza del sillar del interior. Más tarde vino lo de las vidrieras. Aquella excelsa muestra de gótico tardío presentaba en sus vanos, impropiamente, unos adustos cristales translúcidos. Aprovechando uno de los viajes a Pamplona consultó don Mariano el archivo diocesano, y supo que originariamente aquellos vanos estuvieron cubiertos por unas vidrieras encargadas al taller toledano del maestro vidriero Pedro Valdés en el año 1522 que reproducían escenas de la vida de la Madre de Nuestro Señor. A partir de entonces su empeño fue uno: cubrir los vanos con vidrieras que reprodujeran el mismo tema, aunque éstas no tuvieran, naturalmente, el peso artístico de las originales. Ahí empezó la tercera lucha epistolar, y cuerpo a cuerpo. Don Mariano estaba empezando a acostumbrarse a la refriega. Fue la más dura hasta entonces, si bien no sería nada al lado de la que ocasionarían los fondos necesarios para la restauración del órgano que ahora tocaba Rosa Giner tan virtuosamente.

    Había quien no creía en la autenticidad del Arp Schnitger, e incluso daba características comunes de esos órganos alemanes de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII que no poseía el órgano barroco que se pretendía restaurar. Don Mariano no se alteraba, no le interesaba si era cierta o no la historia de que era obra de un maestro organero de Pamplona, a la que se le añadió con posterioridad el rótulo ennoblecedor. Lo que interesa, decía el cura párroco, es que es un órgano antiguo de gran valor y vistosidad.

    La iglesia era, ciertamente, enorme, un gótico de bóvedas estrelladas, con capillas añadidas a las naves laterales y ábside. Casi una catedral. Hoy día resultaba ridículo aquel pueblo minúsculo –apenas llegaría a dos mil habitantes rodeando a una iglesia de aquellas dimensiones y lujo interior. Son las bromas crueles de la Historia, que hace grande a los pueblos para luego traerles la decadencia, cuando no una despiadada desaparición.

    Nadie esperaba que aquel domingo de celebración extraordinaria para el municipio navarro fuera a acabar en lo que acabó, la desgracia de la muerte del Señor Obispo de Pamplona durante la celebración del acto eucarístico. Él había sido el gran baluarte de don Mariano en el asunto de la recuperación del órgano barroco de la iglesia. Recién llegado a la diócesis, no se había sentido aún acosado por la perseverancia, e incluso irreverencia, de don Mariano. Además, contaba con dos amores, que sin duda habían empujado en la misma dirección, su amor por la música él mismo gustaba de interpretar cosillas al órgano, lo hacía de oído, como quitándole importancia , y su amor por el arte, por la arquitectura en especial.

    El día había nacido diáfano, con un azul intenso en el cielo, y algunas nubes algodonosas que suavizaban la acción desmandada del sol. Las autoridades civiles y eclesiásticas –los militares hacía tiempo que habían dejado de participar en la vida pública se vestían de gala y se recibían unas a otras, las civiles a las eclesiásticas al llegar éstas al pueblo, las eclesiásticas a las civiles al entrar éstas en el templo. Aquella mañana se acercaron a la iglesia muchas personas que no acostumbraban a hacerlo. Todo hacía presagiar un día inolvidable para los anales de aquel pueblo olvidado por la Historia de Europa hacía casi dos siglos. Y lo sería, pero no en el sentido que esperaban todos, no en el sentido que esperaba don Mariano Cortés.

    El cura párroco también se vistió aquella mañana con los ropajes más lujosos que conservaba la sacristía: sobre la seda marfil de su sayal lucía una casulla verde ornamentada con brocado de hilo de oro. La responsabilidad del día no le permitía gestos de orgullo, aunque bien hubiera podido realizarlos, no era para menos, incluso siendo un humilde servidor de Dios. Había hecho lo necesario para que se embelleciera dignamente una de las casas más nobles que Dios tenía en tierra navarra. La fiesta del día de hoy celebrando las diversas restauraciones era hasta cierto punto un reconocimiento público a la labor de don Mariano, y una loa a su persona. Sin embargo, reía como un pánfilo, no por la candidez de la humildad, sino por el tremendo peso del acontecimiento.

    Finalmente salió de la sacristía hacia el altar, detrás del obispo, que sería el oficiante, acompañando al obispo auxiliar, que no simpatizaba mucho con él desde los tiempos de las vidrieras –lo de las vidrieras, había dicho, responde más al capricho de ese hombre que a la dignidad de Dios que dice perseguir ; en lo del órgano decidió callar, no se sabe si por un acto de disciplina lógica, ya que el obispo titular apoyaba la idea con tanto entusiasmo, o porque juzgó, finalmente, inútil la oposición a aquel obstinado párroco.

    El fasto había comenzado. Las notas salidas de la sonería del órgano bañaban el templo, e impresionaban a la gente hasta el estremecimiento, incluso al Presidente de la Comunidad y a la propia Ministra de Cultura, que había acudido a última hora, un poco llamada por la Música, otro poco por las inminentes elecciones en la Comunidad de Navarra.

    Primeramente se oficiaría la misa, acompañada por la música de órgano y voces corales contratadas para el evento. Luego la organista interpretaría la citada tocata y fuga de J. S. Bach. Pero ni siquiera la misa se llegó a celebrar. Cuando el señor obispo se colocó en el altar, mirando a los fieles, y estaba esperando a que Rosa Giner terminara de interpretar la pequeña pieza de recibimiento, cayó al suelo fulminado. Los que le vieron de frente dijeron que cerró los ojos, que se balanceó un poco, que puso gesto de sufrimiento y que cayó.

    Al día siguiente se pudo leer en los periódicos que el Señor Obispo de Pamplona había sufrido un infarto mientras oficiaba misa, lo que no era del todo verdad, pues no había empezado a hacerlo.

    La impresión fue tremenda para todos, pero especialmente afectado se vio don Mariano Cortés, quien, además de presenciar de cerca la muerte de su superior jerárquico y amigo, había sentido la decepción por el aplazamiento sine die de algo que llevaba esperando largo tiempo. Pero no estaba solo: otra persona se encontraba tremendamente contrariada por la suspensión de la misa y del pequeño concierto posterior, cuyos ensayos le habían ocupado los últimos tres meses. Habría sido su debut en público desde que salió del Conservatorio Municipal de Bilbao. Quince años estudiando eran demasiados como para no desear aquello hasta el anhelo.

    Rosa Giner demostró, sin embargo, ser una persona sensible y piadosa cuando se acercó al confesionario del padre Mariano una semana

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