Manuel Gómez-Moreno, arqueólogo de las palabras, estaba trabajando en el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla cuando le saltaron a los ojos unas notas al margen en un códice latino. Informado el sabio Ramón Menéndez Pidal, se puso manos a la obra para fijar y dar esplendor a esos primeros balbuceos del castellano, que un monje de cuyo nombre no podemos acordarnos puso negro sobre blanco a finales del siglo x. Las glosas emilianenses acunaron el castellano y también el vascuence, ya que dos de las anotaciones se registraron en esa lengua, y fijan, hoy, el principio de un camino reconocido como Itinerario Cultural Europeo en 2002 y como Gran Ruta Cultural del Consejo de Europa en 2004. ¡No está mal para algo que empezó como una nota a pie de página!
La ruta canónica del castellano traza una línea que hermana seis provincias españolas: La Rioja, Burgos, Valladolid, Salamanca, Ávila y Madrid. Es un paseo por la sonoridad de los sustantivos comunes que inmortalizaron los nombres propios de nuestro panteón literario, esos