ORA ET LABORA
Un monasterio en la Europa medieval se presenta como una reproducción a pequeña escala de la sociedad feudal. Su organización estaba encabezada por el abad o el prior, elegido por la totalidad de los monjes o por los más representativos. Junto a este, un pequeño grupo de colaboradores se encargaba de las distintas funciones. Desde el punto de vista arquitectónico, las diversas reformas introducirían, con el discurrir de los siglos, algunas variaciones en la estructura de los edificios, pero un monasterio benedictino, tanto si pertenecía a los cluniacenses como a los cistercienses, constaba, en general, de las mismas dependencias.
Al lado de la iglesia, que era la construcción, donde los monjes leían sus códices y copiaban sus manuscritos; las cocinas y despensas; las letrinas; y el dormitorio común o las celdas individuales, estas a veces en un piso superior, comunicadas fácilmente con el coro de la iglesia. En algunos grandes monasterios existían, más o menos separados, la casa del abad, la escuela de novicios, la bodega, la enfermería y los aposentos para los peregrinos. Fuera del recinto habitado, pero muy cerca de él, se hallaban los talleres, los almacenes, las cuadras de los caballos y los corrales para el ganado, así como los huertos y el cementerio. Más allá, a veces a gran distancia, las tierras de cultivo y los grandes bosques pertenecientes a la orden.
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